Conozco a Javier Sardá. Conozco Cataluña, Barcelona, los estudios donde grababa sus Crónicas Marcianas, a sus mentores, a algunos de sus familiares y a sus jefes y productores. Conozco todas las artimañas que se utilizan cuando se trata de lanzar un programa, sobre todo ahora que Tele-5 (que en Italia y España son un símbolo […]
Conozco a Javier Sardá. Conozco Cataluña, Barcelona, los estudios donde grababa sus Crónicas Marcianas, a sus mentores, a algunos de sus familiares y a sus jefes y productores. Conozco todas las artimañas que se utilizan cuando se trata de lanzar un programa, sobre todo ahora que Tele-5 (que en Italia y España son un símbolo de la mediocridad más ruin, adornado con polvos de maquillaje liberal) quiere o pretende seguir manteniendo el liderazgo entre las distintas y patéticas cadenas de televisión que existen en la no menos dolida España. Menos mal que Esperanza Aguirre, azuzando a sus mesnadas contra los trabajadores de Telemadrid, logra que, por defecto, la 6 o la Sexta o la 4, semejen un oasis de aparente libertad. En el país de los ciegos…
Así, un personaje como Sardá puede ser considerado como políticamente correcto. A mí me parece un tipo astuto, que sabe dar cancha al personal que le ayuda en escena, algo paranoico, perdido entre shares de audiencia, manías persecutorias, pero único para explotar cualquier tipo de anécdota, e incluso inventarla, para que el lanzamiento publicitario de su próximo espacio (copia descarada del que protagonizó hace lustros su colega Paco Lobatón) tenga la repercusión mediática que merece el suceso. Ahí es nada que Sardá salga diciendo que no se le permite entrar en Cuba por haber criticado a Fidel Castro.
Yo le pregunto a Javier: ¿por qué no me invitas al programa junto al Cónsul de España en Cuba, para que nos cuente por qué lleva prohibiendo la entrada en ese país de ensueño a poetas, artistas, científicos o familiares de cubanos residentes en España, sin que ninguno de ellos haya osado criticar a Zapatero? ¿Me puede invitar Sardá a comentar por qué al poeta Waldo Leyva le fue negado el visado para dirigir un curso en la Universidad de Granada el pasado año? ¿Y por qué sí se le permitió a un mercenario como Raúl Rivero? ¿Es que, en el caso de que fuera cierto, un país no puede considerarte persona non grata? ¿Es que tu país, España, sí puede permitirse el lujo de hacerlo con decenas de amigos cubanos que aguardan meses para ir a ver a sus familias? ¿Puede el brillante periodista recoger mi guante? En absoluto, porque Sardá tiene terminantemente prohibido ser libre. Lo sé porque conozco los límites de sus programas, las llamadas que se le hacen, las mentiras que se cuentan y los señuelos que se lanzan al respetable, absolutamente desinformado por tanta falsa información como recibe.
A mí no me engañas, Javier. Ni tú ni los brillantes promotores de aquella estupenda Trinca que tanto nos deleitó en los años de la dictadura. Hoy te has metido en otro tipo de trinca y las risas tienen regusto amargo. Vives entre mentiras, engaños, trampas mediáticas y miles de euros. Y me alegro, pero tu última boutade para lanzar tu nuevo programa es cuando menos delirante. A este paso vas a alcanzar en estupidez e hipocresía a José María Aznar. Cuídate.
Menos lobos, Sardá. No conoces ya ni Cataluña, ni Barcelona, ni los estudios donde grabas, ni tienes ojos excepto para ver tu cuenta corriente, pero tienes sin duda cerebro para alimentar tu megalomanía galopante, tu inseguridad infantil, impensable para quienes no te han tenido cerca, tus complejos y manías. Qué más quisieras, como he podido yo, haber disfrutado de una cena con el Comandante, que es en definitiva lo que buscabas desde hace años. No te cambio esas horas por todo el euro del mundo. Ya ves, el dinero no hace la felicidad,