Así rezan los titulares de algunas agencias de noticias. Hay medios, que también insisten en la pérdida de los perdidos marines, cuya simple lectura no acierta a resolver el misterio de tantos soldados extraviados. Cierto que Iraq es grande y las tropas estadounidenses siempre han tenido problemas con los mapas. Recuerdo aquel piloto de guerra […]
Así rezan los titulares de algunas agencias de noticias.
Hay medios, que también insisten en la pérdida de los perdidos marines, cuya simple lectura no acierta a resolver el misterio de tantos soldados extraviados.
Cierto que Iraq es grande y las tropas estadounidenses siempre han tenido problemas con los mapas. Recuerdo aquel piloto de guerra en cuyo mapa no figuraba un teleférico y que haciendo cabriolas por los aires de un pueblo de los Alpes, en sana competencia deportiva con otros compañeros, cortó el cable y derribó la cabina del teleférico muriendo veintitantos alpinistas italianos. Por no tener un mapa actualizado es que otro piloto estadounidense bombardeó la embajada china en Belgrado. Y la falta de un mapa en el que figurase una caseta de observación en Vieques, provocó el mortal bombardeo del vigilante boricua. Meses más tarde, la falta de un mapa adecuado provocó que un submarino estadounidense emergiera súbitamente en el mar del Japón partiendo en dos un barquito-escuela japonés que se hundió con todo y sus jóvenes estudiantes.
Lo que me llama la atención del caso de los perdidos marines es su posible relación con la noticia, en parecidos términos, de un «helicóptero que se precipita en Iraq», peculiar manera en que algunas agencias y medios informan del extravío de la aeronave.
Uno creía que la función de los helicópteros era volar, no precipitarse, y que, en todo caso, si se precipitaban, se supone que al suelo, semejante trayecto nada tenía que ver con el plan de vuelo dispuesto.
Sin embargo, en Iraq, uno encuentra todos los días en los medios, informaciones que nos hablan de soldados que se «pierden» y helicópteros que se «precipitan», lo que ya pone a uno a pensar si no serán las agencias noticiosas las «perdidas» y sus periodistas los «precipitados», porque tanto «accidente» en una guerra, hasta para la ingenuidad de un descerebrado resulta excesivo.
El problema de los soldados que se «pierden» en Iraq es que ni siquiera cuando llegan sus cadáveres a Estados Unidos pueden ser encontrados por los periodistas y fotógrafos dado que está prohibido que se muestren sus extraviados cuerpos.
Y así seguimos, en este largo y sangriento cuento de las mil y una noches y los mil y un perdidos.
Y total para nada, porque si esconder la verdad es un delito, esconderla cuando su evidencia clama al cielo es, sobre todo, una soberana estupidez.