Emanuel, Mariana, Martín, Pablo, Alejandra, Ariel, Gonzalo, Mayra, Fernando, Diego, Pablo Nicolás, y Omar somos ConoSur. Hace poco se sumó Javier, y hace más de dos años que Daniel es nuestro colaborador y corresponsal en todo el mundo de la «militancia». Otros han pasado (como Lula, Paola y Leo) y seguirán pasando para dejar su […]
Emanuel, Mariana, Martín, Pablo, Alejandra, Ariel, Gonzalo, Mayra, Fernando, Diego, Pablo Nicolás, y Omar somos ConoSur. Hace poco se sumó Javier, y hace más de dos años que Daniel es nuestro colaborador y corresponsal en todo el mundo de la «militancia». Otros han pasado (como Lula, Paola y Leo) y seguirán pasando para dejar su huella desde aquel momento fundacional que significó el 19 y 20, pero hoy somos estas manos y estas cabezas las que determinamos lo que piensa y hace ConoSur.
Nacimos del clima del 19 y 20 de diciembre del 2001. De la experiencia de participación en las calles, de la reasunción de las posibilidades de transformación en nuestras propias manos que implicaron unas jornadas que, para muchos de nosotros, significaron una transformación subjetiva que se extiende hasta estos días. La experiencia de esos momentos llevó a un grupo de estudiantes de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA a construir un proyecto de comunicación alternativa, que por entonces no era más que una incógnita, un buen pretexto para recorrer juntos y colectivamente la potencia que se desataba en todos nosotros.
Durante tres años y pico, esta ha sido nuestra forma de comunicarnos con ustedes, nuestros lectores. Seamos sinceros: ConoSur se conoce y autodenomina como «Agencia de Noticias», aunque el título siempre nos generó cierta incomodidad, que hace un tiempo comenzamos asumir con más altura. Somos una Agencia de Noticias a la que no le gusta demasiado hacer noticias. Un medio alternativo al que no le atrae demasiado hacer periodismo. Más que un medio alternativo, nos sentimos un espacio de comunicación alternativa. No es sólo el cambio de una palabra, es optar por la comunicación, sentirnos parte de un movimiento general, de la especie humana y no de la raza de «periodistas». Y ser un proyecto nos recuerda el inacabamiento y la pretensión de una constante superación instituyente de lo instituido. Es que todavía no somos todo lo que queremos ser. Porque todavía no logramos hacer del mundo ese lugar donde queremos vivir.
Formalmente, podemos decir que ConoSur es una Agencia de Noticias que distribuye por Internet información propia y de otros medios sobre movimientos sociales (asambleas, organizaciones de trabajadores desocupados, campesinas, fábricas recuperadas y demás actores sociales relacionados con los sectores populares de Argentina y Latinoamérica). Tenemos nuestra página de Internet, www.proyectoconosur.com.ar y enviamos informes periódicos vía mail. Desde hace unos meses, la agencia está participando en la gestión, producción y distribución del periódico «El Tupinami», junto a las Defensorías Populares Autónomas (DPA)* y al espacio «Comunidad de Resistencia de Pompeya»** .
Y ConoSur también es un equipo de Investigación, que se propone como una instancia de producción y publicación de material de reflexión teórica sobre el eje comunicación/cultura/medios. Hasta hoy realizamos investigaciones sobre Contrainformación en Internet, sobre los límites de la comunicación alternativa y una reciente, en preparación, sobre el funcionamiento social de los estereotipos.
Más allá de lo periodístico, la acción y la reflexión sobre educación en comunicación (y a través de ellas la acción y reflexión política) ocupan un lugar cada vez más importante en nuestro proyecto. Es lo que llamamos la perspectiva de la educomunicación que, pensada desde la tradición de la educación popular, es el eje de numerosos talleres que, con distintas modalidades, desarrollamos en espacios públicos, asambleas, movimientos de base, escuelas, carreras de comunicación y centros culturales o de formación docente.
Como incorporación más reciente, hace algunas semanas comenzamos en el Centro Cultural La Sala un ciclo de charlas abiertas, circulares, sobre diversos temas. La primera fue sobre Zapatismo y prometemos seguir con otros temas y casos relacionados con la educación, las culturas, la comunicación, la economía, el estado, etc.
Aunque las tareas de contrainformación (periodística), investigación (científica) y educomunicación (cultural) presentan importantes diferencias que más abajo trataremos de explicar, a grandes rasgos son estas tres dimensiones de un mismo trabajo en torno de la comunicación las que conforman nuestra propuesta.
Mucho hemos hablado y discutido al interior del proyecto acerca de nuestra identidad. Quizás motivados por esa angustia que genera la distancia entre lo que se supone debería ser una «agencia de noticias » o un «medio alternativo» y nuestro devenir más ligado a la comunicación y la educomunicación. Uno de los factores que consideramos clave cuando pensamos cómo llegamos a consolidar, al menos precaria y tentativamente, cierta identidad como colectivo, es el espacio físico (que también es simbólico) en el que estamos, en el cual nos reunimos, discutimos, proyectamos y comemos pizza. Después de mucho nomadismo, a principios de 2004 encontramos hogar: el Centro Cultural La Sala, sede además de la Asamblea Gastón Riva y de numerosos emprendimientos productivos y espacios culturales, que nos dio una generosa y cálida bienvenida. Fue por esos tiempos que empezamos a invertir varias lógicas, una principalmente: la que nos hacía separar a ConoSur del resto de los aspectos de nuestra vida, la que burocratizaba nuestra militancia. Nos hicimos más «humanos» (nos descosificamos un poco) y le dimos festividad y corporalidad al proyecto, nos dimos mucho tiempo para darnos cuenta que esto era bastante más que una sucesión interminable de reuniones y temarios. Nos conocimos más entre nosotros, entablamos relaciones grupales mas allá de las reuniones operativas. Unimos, de alguna forma, diversos aspectos de nuestra vida que generalmente se mantienen separados de la militancia.
¿Qué pensamos?
Del tiempo del nacimiento a estos días fuimos pensando distintas cosas. Fuimos recorriendo distintos caminos, aprendiendo y experimentando. Y así crecimos un poco.
Cuando comenzamos sabíamos poco y nada. Eso sí, ingenuos, pensábamos ayudar a transformar a otros, cuando apenas éramos menos que extraños entre nosotros. Eso, construir un Nosotros, transformar nuestras relaciones, nos hizo saber un poco más.
Este «poco mas», nos hizo nacer de nuevo con otras expectativas y otros objetivos, siempre tratando de invertir las lógicas de comunicación dentro del proyecto, y en la nuestra relación con otros. Creemos que la confianza y la amistad entre los integrantes de un proyecto de cualquier tipo es uno de los factores determinantes para poder fortalecerlo y llevarlo a algún lado. Ese fue el devenir de ConoSur este ultimo año, que también nos enseñó acerca de las diferencias de los tiempos grupales y los de cada integrante del proyecto. Es que una determinada cantidad de actividades del proyecto, una, dos o mil, puede parecer, para dos de nosotros, tanto una angustiosa situación de inactividad colectiva como una carga pesada para sobrellevar. Sostener la tensión entre las necesidades e intereses de los distintos compañeros y, a la vez, proyectarlo en un espacio colectivo que nos trasciende como sujetos es parte de nuestras discusiones cotidianas.
Hace tres años y pico nacimos queriendo contar lo que pasaba a nuestro alrededor, nada más que eso. Y la paciencia, la perseverancia, y un cada vez mayor sentido de lo colectivo que nos envolvía nos permitió pensar y repensar a cada rato por qué hacemos lo que hacemos, desnaturalizando nuestras prácticas y reflexiones. Aprendimos a distinguir entre lo que queríamos hacer y lo que se suponía que debíamos hacer. En ese trayecto seguimos hoy. Quizás algunos de los que tienen su manualcito de la verdad revelada se apresurarán, al leer estas líneas, a rotular de «ombliguismo» eso de pensar y repensar todo lo que hacemos; no casualmente son los mismos que le dan poca importancia al hecho que con quienes se trabaja, al igual que los militantes de sus propias agrupaciones, son personas que a lo largo de la vida avanzan y retroceden por miles de senderos, con distintos incentivos y necesidades en cada momento: el camino entre el deseo y lo posible es nuestro terreno, un terreno que no ofrece más que experimentación.
Periodismo y descontrol
Desde un principio creímos que los medios masivos de información encuentran la base de su poder de construcción de realidad en la eliminación de la experiencia de los sujetos. Es decir, quien no participa activamente de las luchas, quien está alejado de las movilizaciones y de los sectores populares, no tendrá argumentos propios con los cuales confrontar la realidad que proponen los grandes medios. Y pensamos que desde la comunicación alternativa es posible alentar la restitución de esa experiencia. Es por ello que, utilizando a la Agencia de noticias como excusa, la propuesta es que los actores sociales se conviertan en corresponsales populares o barriales, es decir, que se comprometan y conozcan lo que sucede en su ámbito de pertenencia barrial, en lo que concierne a lo político, lo social y lo cultural. Esto implica un cambio en la concepción de la comunicación: la información que se genera en las calles es escrita por sus propios actores, que pueden establecerse como productores de noticias, pero principalmente como creadores de actos de comunicación.
La información o contrainformación y la comunicación no son lo mismo. El acto comunicativo se desarrolla, en la labor del corresponsal, en todo lo necesario para llegar a escribir una nota: recorrer el barrio, estar atento a los problemas de lo cotidiano, acercarse a sus vecinos para pedir datos y organizarse, sólo o con otros, para generar el acto político del decir. La nota periodística es simplemente un corolario de esta labor comunicacional y lo que aparece en un medio alternativo de contrainformación son sólo noticias que terminan allí donde el punto final de la nota muestra que sólo es discurso luchando en el terreno, tan vital como limitado, de los discursos sociales. Esta propuesta, que intentamos desde un principio trabajar en los talleres, sigue siendo, por ahora, nada más que un punto de referencia al cual se dirigen nuestras prácticas militantes.
Creemos que es necesario proponer otra forma de concebir a los participantes de la comunicación. Pensamos que es necesario llevar a la práctica la idea de múltiples productores en el proceso de comunicación. Es decir, reemplazar la idea de emisor o receptor de informaciones por la de productor o participante de la comunicación. Ello implica un trabajo educativo fuerte desde nuestros proyectos para activar las capacidades comunicativas de cada uno, de modo de mejorar las capacidades de expresión que potencien el proceso comunicativo. Es decir, contribuir a la transformación de receptores en productores de la comunicación. Desde esta idea, pensamos que nuestros proyectos no tienen que estar dirigidos a una mera ampliación cuantitativa de «lectores» o «escuchas» -todos sucedáneos del concepto de receptor- sino a la transformación cualitativa de las relaciones sociales, misión a la que nos toca un aporte fundamental desde el plano de la comunicación.
Claro, está la cuestión del control. Esta propuesta enfrenta una dificultad: llevarla a cabo implica la decisión de perder el control sobre lo nuevo que brota y se desarrolla. Porque, si bien respetamos esas experiencias, en lugar de pedir que todos los proyectos nos unamos en uno solo y masivo, lo que decimos es lo contrario: que fomentemos la creación de nuevos proyectos, que aportemos para que miles pasen de ser meros receptores a activos productores de comunicación. Por eso estamos a poco de comenzar una serie de encuentros con aquellos que participaron en nuestros talleres y están desarrollando (o planean hacerlo) intervenciones comunicacionales no siempre mediáticas: para colaborar en la aparición y consolidación de múltiples espacios, autónomos pero cercanos, espacios de libertad.
Se nos dice que sería mejor no dispersarnos, que la mejor forma de voltear al sistema es atacar todos juntos a la vez, «como un solo puño». Se nos dice que la alternativa a ello es la supuesta propuesta autonomista del aislamiento y la fragmentación que termina desconociendo la dominación. A esa falsa dicotomía y a sus impulsores les decimos, y les preguntamos, por qué deberíamos optar entre unas formas organizativas ya caducas y derrotadas, que probaron ser autoritarias, verticalistas y anuladoras de los sujetos; y unas otras formas, al parecer más novedosas, que ni siquiera (al menos para nosotros) representan una opción. Y les decimos que nos parece mejor que se multipliquen las experiencias y los recorridos, y que nos parece que todavía no encontramos las mejores formas para que los caminos se crucen y las experiencias se enriquezcan, pero esa carencia de certezas sobre lo nuevo no debería devolvernos a las seguridades de lo eterna y aburridamente repetitivo.
Nuevos horizontes
Así, poco a poco, nos fuimos preguntando… ¿La comunicación alternativa debe comunicarse con esas «otras» personas masificándolas o funcionar como facilitador del desarrollo comunitario, construyendo lazos y poniendo en común las experiencias y saberes de los distintos protagonistas del quehacer social? ¿Las personas debemos ser receptores de información «naturalmente dada» o creadores de nuevas y permanentes formas de comunicación? ¿El objetivo es «ampliar el círculo de activistas» a otros sectores de la sociedad? Y si el círculo de activistas se amplía: ¿Rompemos «el cerco informativo» que imponen los medios hegemónicos, o lo agigantamos? Fomentando y promoviendo la creación de espacios de comunicación ¿tendremos nosotros que ampliar círculos, o no habría círculos?
Y nos respondimos: todos somos creativos y creadores. Todos tenemos voz. No hay voceros válidos de los sectores populares que no sean ellos mismos, ningún «periodista», por alternativo que sea, representa otra voz que no sea la suya propia. De lo que se trata, más allá de una ampliación de lectores, es de crear nuevas formas de comunicación. Miles de proyectos: diversidad de voces, de ideas, de problemas y de soluciones. Una comunicación que nace desde la experiencia propia y se propaga… El desafío de los proyectos de comunicación alternativa es ese: para crecer, hay que renunciar al control.
Estas reflexiones, junto a otras, nos fueron llevando del trabajo periodístico hacia otros horizontes. Desde ConoSur en los últimos tiempos nos involucramos más activamente en las perspectivas de la educación popular y construimos una incipiente relación con movimientos sociales, en la búsqueda de una comunicación ligada a la generación de espacios comunitarios libertarios y emancipadores.
Es decir, lentamente nos alejamos del sentido común de los «medios» alternativos para pensar la comunicación alternativa más allá de los medios que hagan falta para construirla. No creemos en la comunicación alternativa como la inversión de la lógica de la dominación, es decir, que los medios «críticos» o «de izquierda» se unan en un gran medio que «llegue» a las masas y ocupe el lugar que hoy tienen los grandes mass media. Tampoco hacemos un culto de la insignificancia y la marginalidad. Proponemos cambiar la lógica de construcción de la comunicación alternativa: eso no se logra desde un pretendido periodismo «independiente», que suelen predicar sujetos y colectivos alejados de definiciones políticas libertarias y cercanos al comercio de la información; tampoco anexándose instrumentalmente a un partido político o movimiento social, que a la vez que nos baja línea política nos anula como sujetos. Creemos que construimos comunicación alternativa cuando primero somos nosotros, para después ser otros. Cuando colaboramos para crear un espacio libre, en principio para nosotros, y junto a otros que están recorriendo este camino. Cuando creamos sin pretender controlarlo, cuando confiamos que el otro también puede llevarlo adelante sin nuestra dirección.
El derecho humano a la comunicación
No creemos que la comunicación sea meramente un instrumento ni que la información sea apenas una herramienta. Ambas concepciones, que medios comerciales y alternativos comparten, sitúan a mujeres y hombres como individuos alienados que, mediante la iluminación que proveen estos medios, pueden llegar a liberarse. Todo se trataría de dominar ciertas técnicas o acceder a ciertas informaciones clave para llegar al paraíso de la claridad. Pobre papel el nuestro, pobres nuestros cuerpos, nuestras voces y nuestros sueños si la comunicación fuese un instrumento. Cuanta omnipotencia en aquel que cree dominar algo tan misterioso y creador como la comunicación. No es casual que aquellas organizaciones que instrumentalizan la comunicación hagan lo mismo con sus integrantes.
Creemos, al contrario, que la comunicación es algo mucho más rico que un instrumento, que es parte de la cultura de los seres humanos y es uno de sus derechos fundamentales. Como tal, es permanentemente violado y cercenado por los Estados, al igual que los derechos al trabajo, la educación, salud, vivienda, soberanía alimentaria, etc. ¿Cómo luchar entonces por el derecho a la comunicación sin tener en cuenta los otros derechos? De esta pregunta se sigue que, como proyecto de comunicación alternativa, debemos desarrollar el área periodística, si, pero también tenemos que desarrollar una concepción más amplia de la comunicación, como derecho cultural, como derecho humano fundamental, lo que liga a la comunicación a los demás órdenes de la vida. Esto último es lo que necesariamente nos llevó a pensar la educomunicación como un puente interesante y fértil para explorar aquello que hace de la comunicación una dimensión inescindible de la vida.
Por ello nuestra propuesta no descansa en la sola construcción de «medios» alternativos, sino en la permanente creación y recreación de comunidades libertarias y emancipatorias, en los que la comunicación alternativa y la contracultura vayan siendo, en un trayecto de libertad, la comunicación y la cultura misma.
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* Las DPA agrupan a distintos movimientos sociales, y trabajan fundamentalmente en la promoción de los derechos humanos de las personas.
** Algunos integrantes de ConoSur formamos parte de la «Comunidad de Resistencia de Pompeya», proyecto de reciente conformación que se propone aunar el trabajo de formación teórica de sus integrantes (programa «Matreros») con su participación en proyectos productivos (conserva de tomates, telar) y con el trabajo comunitario (actividades culturales, educación popular).