Esta noche los sueños me han llevado el sosiego. En una mala pesadilla se me aparecían los telediarios de públicas y privadas hablando bien de Chávez y de la revolución cubana. Con una sonrisa desmedida e inapropiada para el texto, Ana Blanco aseguraba que la vinculación del gobierno venezolano con ETA era una zafia maniobra […]
Esta noche los sueños me han llevado el sosiego. En una mala pesadilla se me aparecían los telediarios de públicas y privadas hablando bien de Chávez y de la revolución cubana. Con una sonrisa desmedida e inapropiada para el texto, Ana Blanco aseguraba que la vinculación del gobierno venezolano con ETA era una zafia maniobra de descrédito sustentada en documentos encontrados en la computadora del dirigente de las FARC Raúl Reyes, ordenador que según se desprende del informe forense emitido por la Interpol el 15 de mayo de 2008 sufrió manipulación en sus documentos después de ser incautado, lo que debería invalidarlo como prueba ante cualquier tribunal.
Cambié a una privada donde un hombre muy serio y bien vestido, hay que decirlo, desarrollaba la misma noticia afirmando que el envío de presos de ETA a Venezuela y otros países iberoamericanos no tiene que ver con Chávez, si no con Felipe González y el difunto Mitterrand que se negaba a extraditarlos a España, pero en lugar de acogerlos en Francia, donde habían sido descubiertos, los enviaba a estos terceros países. Mostraba en imágenes varias ediciones del diario ABC de finales de los años ochenta en las que se denunciaba la presencia de militantes y dirigentes de ETA en Caracas, llegando a publicar algunas direcciones de éstos. Nadie llamó terrorista al socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, presidente de Venezuela en aquel momento y responsable de la acogida y protección de los etarras. Sin embargo más de veinte años después se acusa a Chávez de terrorismo por una situación heredada de los oscuros acuerdos entre Mitterrand, Felipe González y Carlos Andrés Pérez.
Parecía una confabulación, así que cambié a otro telediario donde presumía que no dirían esas barbaridades sobre Chávez. En efecto, no hablaban de Venezuela, si no de la vecina Cuba. Un hombre tenue y casi acomplejado hablaba de un linchamiento mediático contra el Gobierno cubano por parte de los medios de comunicación europeos. En pantalla aparecían informes anuales de Amnistía Internacional sobre los Derechos Humanos en varios países del mundo, y el lacónico presentador aseguraba que en el correspondiente a Cuba no aparecían casos de asesinato político, como en el caso de Reino Unido; de tortura o trato inhumano como en Alemania, Bélgica, Chipre, Estonia, España, Francia, Grecia, Italia, Letonia, Malta, R. Checa y Reino Unido; de secuestro por las autoridades como en Italia; de tráfico de seres humanos como en Grecia y Lituania; de violencia contra las minorías como en Alemania, Estonia, Francia, Grecia, R. Checa, Reino Unido y Eslovaquia; de Expulsión de demandantes de asilo como en Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Francia y Grecia;… y así continuaba enumerando Derechos Humanos que en Europa se violan sin ninguna trascendencia por más de tres minutos. Concluía el reportaje haciéndose eco del comunicado emitido por la Asamblea del Poder Popular de Cuba de fecha 11 de marzo de 2010 en respuesta a la resolución aprobada por el Parlamento Europeo criticando el deterioro de los Derechos Humanos en la Isla de Cuba: «No tienen moral aquellos que reprimen a inmigrantes y desempleados, participaron o permitieron el contrabando aéreo de detenidos, el establecimiento de cárceles ilegales y la práctica de torturas».
Por fin relacioné el sonido del despertador con una sensación de alivio. Pero el mal sabor de una pesadilla tan argumentada, o quizá el exceso de tiempo libre, me llevaron a matar la mañana cerciorándome de que todo lo soñado era una fantasía. Por desgracia he comprobado que tal informe de la Interpol existe, que hay etarras en Venezuela, México, Colombia, Panamá o Uruguay desde los años ochenta y que los informes anuales de Amnistía Internacional dejan mucho peor parados a los países europeos que a Cuba.
He meditado mucho sobre la conveniencia o no de escribir esta carta, pues no quiero que se interprete como un apoyo a esos gobiernos populistas a la deriva. Sólo me he decidido a escribirla a modo de consejo: Si algún lector sufre una pesadilla similar le recomiendo que la olvide sin más. Intentar compararla con la realidad puede hacerle perder el sosiego e incluso la cordura.
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