Karlos Zurutuza (Donostia, 1971) es periodista freelance. Lleva más de 10 años trabajando por Oriente Medio, norte de África y Asia Central. Allí ha centrado su actividad en «los perdedores», en dar voz a las minorías que no tienen espacio en la prensa habitual. En 2012 publicó «Trípoli-Kabul«, un libro en el que recopilaba las […]
Karlos Zurutuza (Donostia, 1971) es periodista freelance. Lleva más de 10 años trabajando por Oriente Medio, norte de África y Asia Central. Allí ha centrado su actividad en «los perdedores», en dar voz a las minorías que no tienen espacio en la prensa habitual. En 2012 publicó «Trípoli-Kabul«, un libro en el que recopilaba las historias de víctimas de los conflictos, los civiles, contadas por ellos mismos. En 2009 recibió el premio Nawab Akbar Khan Bugti por dar a conocer la situación del pueblo Baluche; y en 2012 recibió los premios Argia y Rikardo Arregi en reconocimiento a su cobertura de la crisis Libia. Ha cubierto muchos conflictos, desde el Cáucaso al Sahara Occidental pasando por Pakistán, Afganistán, Irán, Irak o Siria, pero desde hace ya unos años ha mostrado un especial interés por el pueblo kurdo. Karlos es colaborador habitual de Al Jazeera, GARA, Inter Press Service y Deutsche Welle, y también ha visto su trabajo publicado en medios como The Guardian, Hidden Europe o The Diplomat.
Hablo con él sobre la profesión en general y los freelance en particular. Sobre sentimientos y sensaciones que experimenta como periodista que se mueve por conflictos. Sobre las formas de ejercer la profesión y de cubrir los conflictos. A medida que avancemos iremos abordando estas y otras cuestiones en la segunda parte de la entrevista cuando hablemos en términos más reflexivos. Mientras tanto y para empezar directamente sobre la actualidad internacional, Karlos habla sobre la situación de los kurdos en Siria e Irak. El conocimiento que tiene de la zona y la relación personal que mantiene con sus dirigentes, hace que sus palabras tengan una relevancia singular. Trataremos la ineludible presencia del ISIS y cómo ha influido sobre los kurdos, así como el papel que ha jugado entre medias Turquía. Cerraremos la actualidad internacional, diseccionando esa tercera vía tan repetida en Siria por la cual los presuntos «moderados» deberían alzarse sobre el régimen de al-Assad y los yihadistas.
Aprovecho para agradecer a Karlos su tiempo e inestimable amabilidad.
… Empezamos
– Conoces personalmente a Salih Muslim. Le has entrevistado varias veces y has participado con él en jornadas sobre el pueblo kurdo. ¿Cuál es la relación entre el PYD y el régimen de al-Assad? Hay quienes afirman que existe un pacto de no agresión entre ellos.
-Conozco a Muslim desde que le entrevisté en Alepo en 2008, estando él en la clandestinidad. Desde entonces hemos mantenido una relación de amistad. Si bien se lo he preguntado más de una vez, siempre ha negado ese extremo. No tengo pruebas de que los kurdos de Siria hablaran con Assad pero tampoco debería sorprendernos dado que en una guerra todos hablan con todos. Sea como fuere, tengo muy claro que ésa era su única opción de sobrevivir. Los kurdos se desmarcaron desde el principio tanto del Gobierno como de la oposición, con una agenda que no pasa por tomar Damasco y hacerse con el poder en el país, sino con gestionar las zonas en las que su población es compacta. A pesar de haber estado sometidos los kurdos a una brutal represión bajo el mandato de Assad, tanto padre como hijo, Bashar tuvo claro que no constituían una amenaza directa por lo que optó por replegar sus tropas a Alepo, Homs y otras partes del país donde hacían más falta.
– A su vez ¿qué relación mantiene el PYD con el PDK de Barzani? ¿Prevalece algún tipo de alianza frente a un enemigo común como el ISIS o mantienen sus diferencias por la cercanía del PYD con el PKK de Öcalan y la rivalidad de este último con los dirigentes kurdos de Erbil?
-Si bien el ISIS ha unido no sólo a kurdos sino prácticamente a todos aquellos en sus fronteras (turcomanos, árabes sunitas y chiítas, asirios…), Barzani a menudo ha sido más un obstáculo que un aliado para el PYD. Por un lado, colaboró con Ankara sometiendo a Rojava a un embargo que incluso pasaba por cavar zanjas para evitar el paso de individuos y/o suministros a través de su frontera común; por otro, interfiere a nivel interno a través del PDKS, su filial en Rojava, sin tener en cuenta que son las YPG las que, hasta el momento, han garantizado la supervivencia de todos los que viven en los tres enclaves.
– Parece evidente que la Siria que conocíamos antes de 2011 no va a volver. Las fronteras han caído y cada bando protege su cantón. En este status quo en el que nadie parece superar a su enemigo sobre el terreno ¿qué papel jugarán los kurdos en un futuro gobierno? ¿Tendrá la posibilidad de formar su propio estado?
-A menudo se achaca la postura de Ankara a que ésta «no quiere otro Kurdistán Iraquí en su frontera», cuando lo cierto es que Erdogan estaría encantado con dicho escenario. Ankara produce prácticamente todo lo que importa Erbil y ha firmado suculentos contratos energéticos con Barzani de cara al futuro. Erdogan apostaría sin vacilar por un «Barzanistán» en Siria: las empresas turcas se encargarían de su reconstrucción alimentadas por el petróleo barato del cantón de Yazira, y lo que es más importante: Ankara contaría con un nuevo aliado estratégico para contrarrestar la influencia de Irán en la región desde la misma Siria. Pero resulta que el modelo que persiguen los kurdos de Siria nada tiene que ver con el de los de la vecina Irak. Desde que fuera establecido en la clandestinidad en 2003, el PYD que lidera el movimiento revolucionario, se ha definido como «un partido que comparte la ideología del PKK«. La primera puesta en práctica de dicho modelo ha llegado de la mano de los kurdos de Siria en los tres enclaves -Afrin, Kobani y Yazira- bajo su control. Su apuesta, que es la de Öcalan, no desafía la territorialidad de Oriente Medio, pero sí a los órganos de poder. Hablamos de municipalismo y descentralización frente al centralismo monolítico endémico a la región. O lo que es lo mismo, comunidades que toman y ejecutan sus propias decisiones; «democracia radical», «autodeterminación directa», como me ha explicado varias veces Salih Muslim. Y ese es el verdadero desafío para todo Oriente Medio porque no pone cuestiona la territorialidad sino a los poderes regionales a través de una descentralización sistemática. Podríamos decir que el proyecto de los kurdos en Rojava da miedo porque es factible, mientras que un Estado kurdo al uso no lo es.
– Turquía con vistas a debilitar a los kurdos ha hecho la vista gorda con los yihadistas que cruzaban su frontera. ¿Hay alguna razón complementaria y no confesable por la cual Turquía no ha visto con malos ojos la actividad del ISIS?
-Turquía no sólo ha hecho la vista gorda con los yihadistas sino que les ha dado apoyo explícito, dando cobertura, infraestructura y todos los medios para entrar no sólo en Rojava sino en el resto de Siria. Sin ir más lejos, ha llegado incluso a evacuar a sus heridos para tratarlos en hospitales turcos… Desde 2011 Turquía buscaba capitalizar la guerra contra Assad a través de los Hermanos Musulmanes y otros elementos islamistas. En cuanto a Jabat al Nusra (la filial local de Al Qaeda) o el ISIS, no han sido más que un arma de destrucción arrojadiza y masiva para exterminar a los kurdos de Siria y evitar la materialización de su proyecto. Erdogan ha buscado evacuar la región en su totalidad y, posteriormente, establecer lo que ellos llaman una «zona de amortiguación» con el pretexto de la lucha tanto contra el ISIS como contra Assad.
– En relación a la contundente aparición del ISIS a escena, ¿son los kurdos de alguna manera uno de los más beneficiados por el surgimiento del ISIS? Lo digo por el papel de vanguardia que han asumido combatiendo a los yihadistas; por la simpatía que han despertado ante otros países y el público en general; y en parte por las ganancias que han obtenido en forma de territorio «recuperado». ¿Se podría considerar la aparición del ISIS como un punto de inflexión para las legítimas reclamaciones del pueblo kurdo?
-Lo triste de todo esto es que nadie reparó en la existencia de los kurdos en Siria hasta la aparición del ISIS en escena; hasta que han muerto miles de kurdos y ciudades como Kobani han quedado reducidas a escombros. Tras el comienzo de la guerra en Siria, entré en las zonas kurdas de Siria por primera vez en verano de 2012, nada más liberar los kurdos su territorio. Durante estos últimos tres años he sido testigo de una auténtica revolución, con todas las letras. No obstante la comunidad internacional ha tardado en reaccionar porque apenas llegaba información, algo que no ocurría porque la mayoría veía a los kurdos como una historia «menor» en Siria. Afortunadamente, cuento con el apoyo de medios serios como GARA, Deutsche Welle o IPS, gracias a los cuales podía publicar y, por lo tanto, seguir viajando a la zona. Volviendo a tu pregunta, podemos decir que el ISIS ha puesto a los kurdos en el mapa, pero lo suyo habría sido que fuera su programa político, que es el único que habla de secularidad, igualdad y Derechos Humanos en toda la región y su «periferia», es decir, Asia Central y el norte de África. He cubierto conflicto y post-conflicto por todo el espacio entre el Sahara Occidental y Baluchistán Oriental, y el del PKK es el único discurso convenientemente articulado y que aporta cierta esperanza de cara al futuro.
– En octubre entrevistaste a Redur Xelil, el comandante en jefe y portavoz de las YPG, y le preguntaste si sería posible derrotar al ISIS sin tropas internacionales sobre el terreno. ¿Cuál es tu opinión? ¿Crees que harán falta botas sobre el terreno para liberar las zonas en las que el ISIS gobierna como si fuera un Estado de facto? Y en cualquier caso, ¿una victoria física si es que llega a producirse bastará?
-El ISIS se mueve en unas claves frente a las que es muy difícil plantear ningún diálogo. Su discurso se resume en un «estamos aquí para quedarnos y cortaremos la cabeza a todos aquellos que no se unan a nosotros». Creo en una acción combinada a corto plazo en la que, por una parte, habría que armar no sólo a los kurdos, sino también a los asirios, a los árabes y a todos aquellos que sufran de su presencia por su mera supervivencia; por otra, cortar sus vías de financiación, sean las de la venta de petróleo a empresas fantasma de las que beben las que todos conocemos; las de aportaciones privadas, o Arabia Saudí… Una segunda fase de dicha acción combinada pasaría por una actuación mucho más a largo plazo, como la de eliminar los factores que llevan a un joven a formar parte de un proyecto tan demencial, sea la exclusión social en el caso de los que llegan de Europa, o la pobreza y las arbitrariedades extremas ejercidas por poderes locales o foráneos en la mayoría de los países musulmanes.
– Mucho se ha hablado de una tercera vía. Una insurgencia siria que no represente al régimen de al-Assad ni a las diferentes milicias yihadistas que se mueven por la zona. Recientemente Turquía y Estados Unidos firmaron un acuerdo para entrenar y armar a esta tercera vía tan recurrente. Pero, ¿es una posibilidad real? ¿Es posible encontrar esa tercera vía en algún lugar de Siria y que además tenga posibilidades de alzarse como una alternativa?
-La única «tercera vía» es la que ya suscribieron los kurdos desde el principio. Tras cuatro años de guerra muchos nos preguntamos qué queda de aquellos «moderados» dentro del Ejército Libre Sirio. A día de hoy, las únicas posturas definidas son las de Assad y las de los kurdos; ambas antagónicas pero claramente articuladas. El resto es un espectro del islamismo en todos sus colores. No sabemos si quieren una democracia secular, una república islámica, un califato… Sabemos que moderados los hubo, pero muchos se unieron a Jabat al Nusra, otros huyeron y otros, simplemente, murieron. ¿A quién van a armar entonces? ¿Y si es así, quién puede garantizar que aquellos a los que armo y entreno hoy no van caer en las redes del islamismo, como ya ha ocurrido?
– Hablando de terceras vías y desplazando la imagen al resto de la región. ¿Por qué parece que los países que estuvieron involucrados en la llamada primavera árabe, están irremediablemente condenados a elegir entre un mal menor u otro peor? Es como si esa tercera vía alejada del totalitarismo militar o de la islamización total de la sociedad, no existiera. Cae una dictadura, surge por automatismo un partido islamista, y al poco cae. Y vuelve a surgir el totalitarismo militar amparado por las urnas.
-Estando en Libia durante la guerra la mayoría de los rebeldes que conocí abogaban por el «modelo turco», es decir, una democracia con todos los defectos de un tamiz pseudo-islamista, pero en las antípodas de las teocracias del Golfo. Muchos lo vimos como un estadio imprescindible hasta llegar a la democracia secular y garantista que tenemos en mente. A finales de 2011 se hablaba de «dar una oportunidad al Islam político», pero ya hemos visto el resultado: Israel y Arabia Saudí le hacen el juego sucio a Washington patrocinando un golpe de Estado en Egipto; en Túnez se apuesta por un Presidente octogenario que estuvo con Bourghiba y Ben Ali, y en Libia la ONU reconoce al Gobierno de Tobruk, bajo cuyo paraguas se encuentran, entre otros, antiguos gadafistas hoy patrocinados principalmente por Arabia Saudí, Francia y Egipto frente al Gobierno de Trípoli, apoyado por Ankara, que hoy parece denostada como modelo a seguir… Creo que no se ha dado tiempo al Islam político, a que éste fracase y se sustituya por otro modelo pero en las urnas, y no por la fuerza. Los ejemplos de Argelia en los 90, Palestina en 2006, o el más reciente de Egipto demuestran que Occidente sólo respeta las elecciones en sus antiguas colonias si le gusta el resultado.
– Sobre este punto quería seguir, porque parece que por encima de todo -y aunque el país se caiga a pedazos- lo importante es que haya elecciones.
-Las elecciones suelen ser un intento de legitimar una intervención, una injerencia, una invasión… Las últimas que he cubierto fueron las presidenciales de Afganistán el año pasado. El fraude era mayúsculo y se organizó la charada de una auditoría «externa», un recuento supuestamente monitorizado por la ONU. Un informante en la Comisión Europea cuyo nombre no puedo desvelar por razones obvias me decía que la UE había planteado desmarcarse de aquel proceso en varias reuniones, pero que había muchas presiones desde Londres, la franquicia de Washington en Europa, para legitimarlo. Fueron más de seis meses entre la celebración de los comicios y la nominación del Presidente (el que quería la ONU) pero seguimos sin conocer los resultados finales.
– Cambiemos el registro y entremos en cuestiones más reflexivas y personales… Empecemos por lo nuclear ¿por qué eres periodista? ¿Cómo empezaste? ¿Cuál ha sido tu trayectoria hasta ahora?
-Empecé hace diez años, básicamente desde mi afición por viajar de mochila. Un día alguien me dijo que escribiera algo, que había estado «en sitios». Mi primer impulso fue lanzarme con una especie de crónica de viajes pero enseguida comprendí que la vida de la gente con la que me cruzaba tenía mucho más interés que mis vivencias personales. Empecé escribiendo en vasco para la revista ARGIA, y luego pasé al castellano y al inglés con el fin de diversificar mi trabajo. Y hasta hoy.
– ¿Fue un inicio fácil? ¿Pensaste en abandonar en algún momento?
-Una vez le oí decir a Gervasio Sánchez que esto del reporterismo es una «carrera de fondo», y que hay que compaginarlo con otros trabajos, al menos hasta que uno puede vivir de ello completamente. Lo de dejarlo es algo que llevo queriendo hacer desde hace tiempo, pero no puedo.
– El sacrificio para quienes los vemos desde la distancia parece enorme. Es decir, estamos ante profesionales que no reciben la valoración que merecen, ganan sueldos precarios en largas jornadas de trabajo, desafían la posibilidad de ser secuestrados e incluso asesinados. ¿Alguna vez has pensado si compensa, si merece la pena tanto sacrificio en lo que aparenta ser tan poca recompensa?
-No me canso de decirlo: los propios freelances somos los principales responsables tras las cada vez más miserables tarifas. Si no aprendemos a decir «por menos de esto no te lo vendo», acabaremos publicando gratis y se convertirá en un hobby para señoritos que no necesitan trabajar. Las redes sociales se encuentran entre las grandes responsables de la precarización del gremio. Sabes que las grandes cabeceras te van a pagar mierda pero lo compensas con muchos «me gustas» en Facebook, y ya no te importa tanto que te paguen a 50 euros, y a descontar el IRPF. No obstante, creo que existe un gran desequilibrio entre el reconocimiento económico y el social. Por un lado, las tarifas no son sólo a menudo ridículas sino que, además, van menguando ante el espanto generalizado. Por otra parte, creo que tendemos a sobrevalorar y sublimar este oficio. Y es injusto porque hay periodistas buenísimos trabajando en casa, haciendo historias de calle, de inmigración, de desahucios… cuyos nombres no nos suenan pero sí los de aquellos que firman desde Bagdad o Kabul. Quiero pensar que el reporterismo me ha hecho mejor persona, pero cubrir conflicto no me hace mejor periodista. Y, por supuesto, no somos ni más ni menos que un mecánico, un panadero o un astrofísico.
– He leído varias entrevistas a reporteros que se mueven por zonas de conflicto, y todos sin excepción rechazan ese calificativo de reportero de guerra. ¿Te identificas con esa posición? ¿Con esa negativa a ser etiquetado?
-Pues conozco a más de uno que se siente cómodo con lo de «periodista de guerra» y no para de publicar, de dar charlas y de inflar su ego gracias al constante halago popular. Está claro que venderte con esa etiqueta catapulta tu carrera. No tengo nada contra ello siempre y cuando se respete tanto al oficio como a los colegas en su globalidad.
– ¿Cómo decides los destinos que protagonizaran tus historias? ¿La oportunidad para un freelance donde se encuentra?
-De chaval llegué a pensar que el de Palestina era el único conflicto en Oriente Medio hasta que un día descubrí que la realidad de la región era mucho más compleja. Tras unos 15 años viajando por Oriente Medio sigo sin pisar Palestina, pero no por una falta de empatía hacia ese pueblo sino por la sensación de que ese conflicto está cubierto. «Hay gente informando», me digo a mi mismo, «no hago falta allí». Las elecciones de mis destinos también tienen que ver con mi interés personal por una zona o un pueblo en concreto. Siempre vuelvo, sea Kurdistán, Libia, Irak… y allí me siento cómodo porque conozco el contexto histórico, el tejido social y he tenido la suerte de ser testigo de su evolución a lo largo de una década. Nunca he estado en Congo ni en Colombia, por poner dos ejemplos, y nunca aceptaría trabajar allí porque no conozco esa realidad. Lejos de aportar algo, añadiría aún más confusión. Creo en la especialización, en gente cuyo nombre se asocia a una zona en concreto: confío en lo que Mikel Ayestarán me cuenta de Irán o del Irak chiíta, lo que tiene que decir Mónica Bernabé desde Afganistán, Unai Aranzadi desde Colombia, David Meseguer desde Rojava, Oskar Epelde desde el corazón de África… Confío en esta gente para construir un mosaico de realidades que me esfuerzo por llegar a entender.
– ¿Cuál es tu preparación previa antes de subir al avión? ¿Te documentas sobre el país, vas con alguna idea preestablecida sobre un posible reportaje, te mueves sobre la marcha y en función de ellos vas tomando decisiones? ¿Con qué equipo te mueves?
-La documentación y el trabajo previo es imprescindible, y siempre llevo una lista de temas, algunos de los cuales quedan descartados por otros que surgen una vez sobre el terreno. En cuanto al equipo: libreta, smart-phone, portátil y una discreta Canon G12 que, para un plumilla como yo, es más que suficiente.
– El freelance aparenta formar parte de un mundo muy competitivo. Muchos periodistas que buscan «colocar» su producto. Al mismo tiempo se entiende que haya cierto grado de solidaridad o camaradería entre compañeros por motivos opuestos. ¿Cómo llevas ambas cuestiones?
-El gremio no se diferencia de otros: hay gente extremadamente competitiva que pide pero no da nunca, y otra que acaba echando piedras sobre su propio tejado por ser extremadamente amable. Ante esto, cuento con un pequeño grupo de colegas con los que sé que puedo contar a la hora de pedir ayuda, información, contactos… y ellos cuentan conmigo en el mismo sentido. Con otros, que son unos cuantos, me he llevado unos cuantos chascos.
– Sobre una balanza ¿qué pesa más? Las posibles desventajas de trabajar como freelance (caprichos de los editores, precariedad, cierta inseguridad económica al no recibir un sueldo fijo…) o las posibles ventajas (independencia, posibilidad de elegir dónde y cómo trabajar, más tiempo para crear…)
-Son tantos los factores que habría que añadir a esa balanza que es difícil llegar a una respuesta concluyente. Depende de tus propias prioridades, de lo que te impulse a cubrir unas historias y no otras, de tus necesidades económicas, tus cargas familiares… En mi caso lo que más valoro es trabajar en las historias que yo elijo para seguir aprendiendo, investigando. Como te decía, creo en el periodista que se mueve en diferentes escenarios pero que se especializa en al menos uno. Chesterton decía que el periodista te cuenta una historia, pero no cómo empieza ni como acaba. Yo he trabajado en Afganistán pero es muy poco lo que tengo que aportar sobre lo que allí ocurre. Sin embargo, en el caso de Kurdistán, o de Irak, tengo una seguridad que me permite lanzarme al análisis de vez en cuando. Llevo muchos años cubriendo esa parte del mundo, sigo la historia en el tiempo y quiero pensar que tengo una visión más amplia y global.
– ¿Cómo mides el nivel de peligro? Entiendo que ese aspecto se calibrará mejor a medida que sufras malos tragos y ganes experiencia. ¿Crees que el miedo puede ser una herramienta de trabajo que te haga consciente del peligro y te ayude a volver a casa?
-Todos hemos vivido malos tragos, aunque algunos mucho más que otros. Al lado de experiencias límite vividas por colegas como Ricardo García Vilanova, en manos del ISIS durante seis meses, lo mío no merece ni ser contado en una cena entre amigos. Respecto al miedo, si eres capaz de gestionarlo es una herramienta imprescindible para trabajar en una zona de conflicto. Si no lo tienes es mejor que te quedes en casa.
– De igual manera, ¿tienes miedo o al menos respeto a que las circunstancias que has vivido cambien tu personalidad o comportamiento? ¿Experimentar en general las consecuencias inevitables de haber sido testigo de un conflicto?
-Uno aprende mucho de uno mismo en situaciones delicadas o conociendo a gente que vive en las antípodas de tu bienestar. Está claro que todo lo que ves, todos los testimonios que recoges, todo ese drama con el que convives te afecta con el tiempo hasta formar parte de ti mismo. Gervasio Sánchez habla de una «pasta negra» en las tripas con la que uno ha de aprender a vivir. Todo tiene un precio, y ése es el que nos toca pagar.
– El periodista como el individuo es un ser subjetivo pero siempre ha tratado de presentar las versiones de todos los implicados y permitir que fuera el público quien decidiera. ¿Hoy eso es posible? ¿Es posible por ejemplo, presentar la versión de al-Assad en Siria y después ir a la zona de la insurgencia a contar su versión, sin arriesgar la vida?
-Hay muchas formas de cubrir un conflicto, empezando por el lugar. He visto a gente correr hacia el frente sin preocuparse de la retaguardia, que es la que te aporta la mayoría de las claves. El ejemplo más claro y reciente ha sido el de los kurdos de Siria. Hemos visto cómo Kobani se reducía a cenizas, hemos leído mil reportajes sobre las milicianas kurdas como si fuera breaking news, cuando las mujeres kurdas llevan luchando más de 30 años en la guerrilla… pero muy pocos se han preocupado de saber qué es lo que piden los kurdos de Siria. Para ello hay que visitar despachos, hablar con portavoces, agentes sociales… Es mucho menos espectacular que el frontline y no da para la tele, pero ahí están la mayoría de las respuestas, y no en una trinchera. En el caso concreto que mencionas sobre Siria, yo llevo pidiendo visado para Damasco desde 2011 y he pasado incluso por la entrevista personal con el cónsul de Siria en Madrid pero sigo sin poder viajar a Damasco. Ocurría con Gadafi en Libia, que tenía a la prensa extranjera prisionera en una jaula de oro en Trípoli, pero también ocurre en Afganistán donde, salvo contadísimas excepciones, casi nadie ha llegado a trabajar con la oposición al Gobierno de Kabul porque resulta extremadamente difícil y peligroso.
– Hablemos de formas de ejercer la profesión. El periodista que va «empotrado» en una unidad militar ya sea del ejército estadounidense, británico, de la OTAN… ¿Se puede relatar con ecuanimidad los hechos, si hay abusos o excesos por parte de esos militares, cuando esos mismos tipos son los que te protegen, los que en esos momentos te están salvando la vida? ¿En tu caso has ido alguna vez «empotrado»?
-Yo no me he empotrado nunca con un Ejército regular pero colegas en los que confío plenamente lo han hecho y, según dicen, no han encontrado obstáculos a la hora de reflejar lo que ven. Respecto a la ecuanimidad, no somos máquinas. El miedo es inevitable si uno está en territorio talibán, bajo las bombas de Assad, o frente a un checkpoint gestionado por una milicia que no tienes controlada. Pero se trata de un miedo colectivo, el mismo que sufre la población local en ese momento por lo que, si bien no podemos hablar de ecuanimidad, sí que podemos trasladar esa sensación a nuestros lectores.
– Otra de esas formas, el periodismo de paracaídas. El de llegar y contar lo más espectacular y morboso, e irse por dónde has venido sin molestarse en conocer la situación de esa gente. En tu caso que das prioridad a las minorías que no tienen espacio en la prensa habitual (el pueblo Baluche por ejemplo) ¿esta manera de ejercer la profesión perjudica a los profesionales que necesitáis del contacto continuo y confiado de la gente?
-Yo me centro principalmente en los «perdedores», sean minorías étnicas o religiosas, disidentes políticos, homosexuales en Bagdad, mujeres en Libia, niños hechos pedazos por las minas y los IED en Helmand… Respecto a la pérdida de la confianza, somos muy pocos los que, por ejemplo, cubrimos el conflicto Baluche. Si uno de nosotros no es respetuoso con sus interlocutores, sean éstos guerrilleros o campesinos, está claro que muchas puertas se cerraran a los que vengan después. No obstante, hay otras razones que llevan a esa pérdida de confianza que mencionas. Me viene a la cabeza el caso de los rebeldes sirios, quienes confiaban en una intervención internacional como ocurrió en Libia. En un principio recibieron a los periodistas con los brazos abiertos hasta que se dieron cuenta de que ya no tenía ningún sentido.
– Decía Meneses en una entrevista a Jot Down que «el periodista que no sea débil con los débiles y fuerte con los fuertes no está ejerciendo esa profesión». ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
-A lo mejor me equivoco pero entiendo que puede tener que ver con la empatía a la hora de trabajar, de utilizar un registro que tus informantes puedan entender para luego trasladárselo a tus lectores. Hace poco leía una maravillosa entrevista con el periodista Placid García-Planas. Decía que el buen reportero es «como un taxista que coge al lector y lo lleva hacia un lugar: le presta sus ojos». Puede parecer una visión romántica del oficio pero eso es, precisamente, a lo que yo aspiro.
– ¿Y no existe cierto sentimiento o sensación en el periodista de estar aprovechándose de ese dolor ajeno? ¿Cómo se puede lidiar con ello si es el caso?
-Ese sentimiento es casi inherente a tu trabajo aunque sabes que hay líneas rojas que no puedes, o no deberías traspasar. Yo no puedo robar fotos de un niño hecho pedazos en un hospital sin pedirle antes permiso a su padre, que está a su lado. El respeto ha de ser escrupuloso porque, de lo contrario, acabamos cosificando a la víctima convirtiéndole en un objeto con el que mercadear.
– ¿Cuál es la mejor manera de ayudar a la gente que es protagonista de tus historias? ¿Crees necesario mostrar la descarnada realidad, dejar hablar a la información, a la fuerza de los hechos o es preciso edulcorar la realidad?
-La realidad edulcorada se convierte en fantasía y no sirve más que para distorsionar. Me remito a lo que decía antes, lo del taxista que lleva los ojos de su lector a un escenario concreto. Yo te tengo que contar lo que hay, tengo que conseguir que lo veas y lo sientas para que tú seas capaz de sacar tus propias conclusiones, reaccionar y, en un momento dado, contribuir al cambio.
– ¿La atención mediática que recibe un conflicto puede determinar su destino? Es decir, en algún lugar del mundo ahora mismo se están matando entre sí diferentes bandos, pero la inmensa mayoría del planeta lo desconoce. Si de repente una cooperante o un occidental son asesinados o secuestrados, los focos se desplazan al lugar y el conflicto gana protagonismo.
-Los motivos por los que unos conflictos se cubren y otros son muy variados: están los puramente políticos de los grandes lobbies tras los medios de información, el hastío del público, las inercias entre los periodistas, que acaban yendo a los mismos sitios, utilizando los mismos contactos, entrevistando a la misma gente… Te pondré un ejemplo de esto último: cuando empecé a cubrir la revuelta en Siria desde Kurdistán apenas había nadie. En otoño de 2013 Damasco apenas daba visados a periodistas y era demasiado peligroso trabajar en las zonas bajo control de la oposición por los secuestros de periodistas, por lo que la única forma más o menos viable de «firmar» desde Siria era el Kurdistán. Empecé a recibir correos de colegas, muchos de los cuales ni siquiera conocía, que querían entrar en la zona y pedían contactos. Muchos de ellos habían estado antes en otras zonas de Siria pero prácticamente ninguno en Kurdistán; ni en el de Irak, ni el de Turquía… De repente se generó una corriente inédita de periodistas hacia zonas kurdas, la mayoría de los cuales no tenían un interés intrínseco en los kurdos sino puramente mercantil: los kurdos «vendían» y, por lo tanto, interesaban al gremio. Ante la masiva afluencia de periodistas, la de los kurdos de Siria pasó de ser una historia «de segunda» a ser «la historia».
– Terminemos con una predicción, ¿dónde te ves de aquí a diez años? ¿Cuál es la motivación o motivaciones que te pueden empujar a seguir
–No me atrevo a decir nada porque, como te decía, llevo años intentando dejarlo sin éxito. Las motivaciones son las de seguir contando historias, entender el mundo que me rodea y cuál es mi lugar en el mismo.
Fuente original: http://munduhurbila.com/los-periodistas-responden/