En política, el tertuliano de éxito es aquel que se encuentra en la búsqueda de lo moderado en lugar de lo cierto. Ante cualquier asunto de actualidad, entre dos posturas enfrentadas e irreconciliables, el tertuliano de éxito es el que presentará a la audiencia «lo razonable» y «lo intolerable» de ambas. Al opinólogo rematadamente fascista […]
En política, el tertuliano de éxito es aquel que se encuentra en la búsqueda de lo moderado en lugar de lo cierto. Ante cualquier asunto de actualidad, entre dos posturas enfrentadas e irreconciliables, el tertuliano de éxito es el que presentará a la audiencia «lo razonable» y «lo intolerable» de ambas.
Al opinólogo rematadamente fascista ya lo conocemos. No esconde su ideología. Muestra su pensamiento de modo cristalino cuando vierte sus opiniones como sapos y culebras. Con el tiempo la gente es capaz de identificar sus prejuicios y descomponer cada argumento de tanto que se repite. Mientras, sus incondicionales no necesitan argumentos, simplemente hacen piña porque se identifican emocionalmente con lo que representa: sea la patria, el orden o el libre mercado.
Lo perverso del tertuliano de éxito es que busca los posibles puntos en común de dos versiones de la misma historia, y crea una nueva sin importarle si es verdadera o falsa. Intenta atraer hacia sí ambas posturas para construir un relato de apariencia moderada y asumible por la mayoría de la audiencia. Ejemplo: en el caso de Juana Rivas, confronta ambas versiones y crea una historia verosímil. Dirá que la madre no debió saltarse las leyes, que no debió llevarse a sus hijos. Y también dirá que el padre no era un hombre de fiar, que la pegó (aunque solo un poco). Como el tertuliano de éxito no está en la búsqueda de lo cierto, poco le importa que Juana sea una mujer maltratada y sus hijos estén en peligro de muerte. Tampoco le importa que el marido sea inocente. El susodicho no está interesado en la verdad, sino que tiene una existencia remota, completamente ajena al mundo, flotando en un tanque de moderación. Aunque algo sea blanco o negro, es incapaz de trascender la escala de grises que es su razón de ser y su negocio.
Lo que percibimos como moderado depende del eje ideológico que tenga la sociedad. El tertuliano de éxito refuerza la ideología dominante de forma que impide la apertura de dicho eje a otras posibilidades políticas, de este modo provoca que la sociedad ni siquiera las perciba. Son los gestores informales del consenso. En los medios de masas de las democracias capitalistas: tertulias, prensa, debates, artículos, etc. las opiniones van desde el liberalismo progresista hasta la extrema derecha radicalizada, ¿qué es, pues, lo moderado? Lo moderado es, en política, el carácter incuestionable de la democracia representativa y la sacralidad de la Norma; en economía, el libre mercado (con un aspecto social siempre subordinado a la libertad de explotación); en cultura, todo lo que sea susceptible de convertirse en un objeto de consumo.
El tertuliano de éxito nos presenta sus ideas como si de un axioma moral se trataran. Es un pregonero de la moral ciudadanista, que no es sino la impostura ideológica que sirve para blanquear el orden capitalista, una especie de parodia del sentido de la justicia. Por eso, él podría criticar un caso sangrante de explotación laboral aludiendo a cuestiones morales, pero nunca asumirá un debate racional y argumentado sobre la propiedad de los medios de producción, porque se sitúa fuera de los parámetros de la política asumible para el sistema. Al tener una imagen neutral, al presentarse ante el público como un ente imparcial que carece de intereses y no se juega nada, apuntala la dictadura ideológica de la democracia burguesa. El tertuliano de éxito se convierte en nuestra medida de la ética, que construye según la repercusión de la agenda mediática.
Urge desprenderse de las barreras ideológicas que construyen, sutil pero machaconamente, los lacayos de los grandes grupos de información. Urge arrancarles la máscara a estos nuevos sacerdotes que reprimen nuestra libertad de pensamiento, apelando siempre a la mesura y a la contención con el Poder, mientras promueven la hostilidad y la competencia entre iguales.
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