Acabo de terminar de leer el libro autobiográfico del periodista italiano Tiziano Terzani, El fin es el principio. En él, mediante el recurso narrativo de contar su vida de forma sincera y humana a su hijo Folco, repasa su trayectoria de periodista, en especial los treinta años que pasó como corresponsal en Asia. El libro […]
Acabo de terminar de leer el libro autobiográfico del periodista italiano Tiziano Terzani, El fin es el principio. En él, mediante el recurso narrativo de contar su vida de forma sincera y humana a su hijo Folco, repasa su trayectoria de periodista, en especial los treinta años que pasó como corresponsal en Asia. El libro se escribe a lo largo de 2004, en los últimos meses de su vida, estando retirado en Orsigna, un pueblecito de la región de la Toscana. Salió a la luz en 2006 y fue todo un best-seller en Itali.
Terzani e Indro Montanelli -de quien recomiendo su libro Memorias de un periodista- son los dos grandes periodistas italianos del siglo pasado. Mientras que el segundo es más conocido en su país por su papel al frente de proyectos periodísticos, Terzani escribió principalmente para el periódico alemán Der Spiegel, por lo que en Italia se le conoce más por su libros que por sus crónicas. En España apenas existen traducidos dos o tres libros suyos, uno de ellos esta autobiografía. De todo los interesantes relatos, sensaciones y experiencias que comparte, me voy a referir sólo al capítulo dedicado al periodismo, apenas dieciocho páginas. Como todos los grandes periodistas, deja claro que para comprender el mundo y para luego contarlo hay que leer mucha historia, algo que también era una obsesión en Ryszard Kapuściński. «El suceso de hoy tienes que situarlo en su contexto o no entiendes nada, no comprendes la actualidad. Si escribes sobre los sucesos actuales, cuentas mentiras, cuentas lo que ves a través del microscopio, cuando lo que hace falta es un telescopio», nos dice Terzani.
Resulta de gran interés observar las impresiones sobre el periodismo actual de veteranos de la profesión como Tiziano Terzani. Este periodista reniega de la televisión a la que culpabiliza de reducir el tiempo de atención a las noticias y contaminando así a la prensa escrita que abandona la necesaria profundización. El resultado es la mera búsqueda del espectáculo. Otra observación crítica de Terzani es la facilidad con la que el periodismo de hoy termina aceptando las versiones del poder sobre los acontecimientos. Cuenta la anécdota de Saigón durante la guerra de Vietnam, donde existía lo que llamaban the five o’clock folly, la locura de las cinco de la tarde: «Todos los días, a las cinco, se personaba un general norteamericano que contaba lo que había sucedido durante la jornada: un ataque aquí, un ataque allí, una batalla en la que había habido tantas bajas… Tenías dos opciones: podías, especialmente si trabajabas para un diario irte a tu habitación y reescribir lo que el general había dicho; luego, pasaba la velada en el bar y habías hecho tu trabajo. O bien, movido por la curiosidad, tomabas nota del nombre del pueblo, salías de la rueda de prensa e ibas a comprobar si aquella historia era verdad». Me temo que pocas noticias de las que hoy nos llegan de lugares como Afganistán, Iraq o Libia son el resultado de esta última forma.
Terzani dedica unos contundentes párrafos a combatir el mito de la objetividad en prensa, algo a lo que he dedicado los últimos meses durante la preparación de mi libro Contra la neutralidad. No puedo estar más de acuerdo con él y por eso no me resisto a reproducir sus opiniones.
«Debo decir con toda sinceridad que siempre he despreciado a los anglosajones que afirmaban ser objetivos. ¡Pamplinas! Yo no he dicho nunca que soy un periodista objetivo porque no lo soy. Porque nadie lo es, y lo que afirman serlo son falsos e hipócritas. ¿Cómo puedes ser objetivo? No lo eres nunca. Porque, como nos enseña Kurosawa en la película Rashomon, la misma historia vista por seis personas distintas son seis historias distintas. Porque la manera en que miras un episodio, los detalles en los que te fijas, los olores que percibes son tu elección personal, que influye muchísimo en tu juicio.
Además, ¿por qué debo decir que soy objetivo? ¿Qué valor tiene esa objetividad? Está bien que el lector sepa que no eres objetivo. Que eso es lo que tú piensas. El primer libro que escribí, Pelle di leopardo, es muy personal, está lleno de opiniones, de sensaciones sobre la guerra. Los hechos están, pero los otros hechos son mis emociones. En Vietnam quieres que el Vietcong gane la guerra. Estás a favor del Vietcong y en contra de los norteamericanos. Es mucho más honrado decir que eres muy subjetivo y explicar tu subjetividad que afirmar que eres objetivo y no serlo nunca».
A continuación Terzani pone un ejemplo de ese periodismo miserablemente equidistante que se hace ahora. Se desarrolla en Birmania, el gobierno militar tiene a unos estudiantes disidentes haciendo trabajos forzados encadenados picando piedra en régimen inhumano. El periodista recoge la versión de los presos y la del general que les vigila, lo publica así y en teoría cumple con el principio del periodismo plural y neutral.
«Sí, pero el cuadro, la verdad no está en lo que dicen esos dos desgraciados, ¿no? Porque los militares deben decir las gilipolleces para las que les pagan, si no, los arrestan. Y los otros deben decir: ‘Todo bien, gracias, la comida es excelente, porque si no, en cuanto te das media vuelta… ¡paf!, les atizan un golpe en la cabeza. ¿Y tú has contado la historia? No has contado la maldita cosa».
Preguntado entonces por su hijo Folco sobre cómo se debe contar la historia, responde: «Con el corazón. Participando. Poniéndote en el lugar de esos encadenados.»
Su capítulo termina con un tremendo escepticismo ante el periodismo actual porque él parte de la necesidad de que el periodista no se limite a contar los hechos, porque en ellos no está la respuesta. Se encuentra «en algo más profundo, que en este caso es la cultura, la historia (…)». En opinión de Terzani, y he aquí la gran tragedia, la exactitud en el relato de los hechos es igual de inútil que la mentira: «No servía para nada, porque esa verdad que iba buscando no estaba en los hechos, sino detrás de los hechos».
Esperemos que, periodistas y ciudadanos, comprendamos el mensaje, la necesidad de buscar detrás de los hechos. Sólo ese periodismo debe interesarnos a unos y otros.
Pascual Serrano es periodista. Su último libro es «Contra la neutralidad. Tras los pasos de John Reed, Ryzard Kapuścińsky, Edgar Snow, Rodolfo Walsh y Robert Capa». Editorial Península. Barcelona
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