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Un ejemplo de la línea claramente tendenciosa de la sección Internacional de El País

Tres cartas sin respuesta

Fuentes: Rebelión

A continuación reproduzco tres cartas al director del periódico El País, que no fueron publicadas ni en la edición impresa ni en su página web (en la que se supone son colgadas todas), ni tampoco contestadas por el Defensor del Lector, al que hice llegar los mismos argumentos. Así pude comprobar que ni la ironía […]

A continuación reproduzco tres cartas al director del periódico El País, que no fueron publicadas ni en la edición impresa ni en su página web (en la que se supone son colgadas todas), ni tampoco contestadas por el Defensor del Lector, al que hice llegar los mismos argumentos.

Así pude comprobar que ni la ironía cáustica ni la asepsia descriptiva sirven para conseguir que en El País aparezcan críticas a la línea claramente tendenciosa de su sección Internacional.

Un Rey como Dios manda

Lunes 1 de agosto de 2005

Ha muerto el rey Fahd. Amigo entrañable de Juan Carlos de Borbón, aliado del ejército norteamericano en la campaña por la liberación del mundo árabe, trabajador incansable por el bienestar de sus súbditos, tuvo a bien extender su dadivosidad a nuestro país con motivo de sus visitas a Marbella. Por ello obtuvo el merecido reconocimiento de los más importantes líderes políticos de Occidente.

Su grandeza resalta al compararlo con el dictadorzuelo Chávez, populista que gana las elecciones porque se aprovecha del petróleo venezolano para hacer políticas educativas, sanitarias y sociales que favorecen a los pobres. Menos mal que tenemos honestos y progresistas intelectuales que, desde las páginas de su periódico, denuncian esta infamia.

¿Quién es populista?

Miércoles 24 de agosto de 2005

Leo en un extenso artículo sobre las elecciones en Alemania, publicado en El País del domingo 21 de agosto, que al canciller Schröder se le atribuye la frase «para gobernar me basta con el Bild Zeitung y la caja tonta». El periodista recuerda también que su fichaje estrella para el gobierno, Peter Hartz, prometió en agosto de 2002 un plan «con el que en tres años bajaremos el paro en dos millones». Ha transcurrido ese tiempo y el desempleo no se ha reducido sino que hay cinco millones más de personas sin trabajo. Sin embargo, en el editorial del mismo día y siguiendo la línea habitual de su periódico, no es a Schröder sino al candidato del Partido de la Izquierda Oskar Lafontaine al que se le cuelga el calificativo de «populista».

Algo parecido sucedió con el tratamiento de la campaña del referéndum sobre la Constitución europea en Francia. De las noticias publicadas se desprendía claramente que el discurso de la izquierda por el NO ponía el énfasis en el análisis sobre el texto completo y las consecuencias económicas y sociales de su aplicación, mientras que los partidos mayoritarios defendían el SÍ con apelaciones genéricas a la responsabilidad histórica y moral de los franceses o a la importancia simbólica de la Constitución para el futuro de Europa. Sin embargo, una vez más, para su periódico los «populistas» eran los primeros.

Todo ello me lleva a formularle un pregunta muy concreta. ¿Qué entienden los editorialistas y redactores de la sección Internacional de El País por «populismo». Porque este es un término polisémico, con distintas acepciones según el contexto histórico y el lugar en que se utilice. Y sin embargo, en su periódico se utiliza frecuentemente para calificar a personalidades tan diferentes en talante personal y en cultura política como Hugo Chávez, Ken Livingstone (en su momento), Oskar Lafontaine o Manuel López Obrador. Y resulta que yo sólo les encuentro dos cosas en común: son de izquierdas y mal vistos por los opinadores de su grupo de comunicación.

El plumero con Cuba

Lunes 26 de diciembre de 2005

El lunes 26 de diciembre, su periódico publica un reportaje titulado «Gran Hermano en Cuba» que comienza con la siguiente declaración, según se dice «medio en broma, medio en serio», de un profesor universitario: «No estamos en 1984, sino en los finales de 2005, pero es igual: el Gran Hermano te vigila. Al menos en Cuba». Terrorífico título y espeluznante comienzo, que hace presagiar un relato de prácticas totalitarias de represión física y control mental al más puro estilo nazi o stalinista.

Sin embargo, en el cuerpo de la noticia sólo se mencionan dos medidas puestas en marcha por el gobierno de Fidel Castro: la primera, instalar en los camiones y tractores de propiedad estatal un localizador GPS para controlar sus movimientos, evitando el despilfarro y el robo de combustible que suponen un sobrecoste de 1.000 millones de dólares al Estado cubano; la segunda, repartir gratuitamente, casa por casa y sin coste alguno, bombillas de bajo consumo para sustituir las viejas, de tipo incandescente, dentro de una campaña de control y ahorro energético.

No alcanzo a ver donde está la similitud con la novela de George Orwell. En el primer caso, se trata de la localización de vehículos de propiedad pública, utilizados como instrumento de trabajo. En el segundo, de una ejemplar medida desde el punto de vista económico y ecológico, que ya quisiéramos para nuestro país.

La noticia me parece otro ejemplo, más evidente si cabe, del sesgo con que su corresponsal en La Habana, y su periódico en general, tratan la información referida a Cuba.