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Conflicto agrario

Un atisbo de politización

Fuentes: Rebelión

Algo que ya nadie podrá desmentir después de lo vivido en estos últimos 4 meses, es que la política y la economía no pueden separarse, son hermanas siamesas, dos caras de una misma moneda. Toda actitud política conlleva una económica y toda postura económica refleja una política. Las presiones y acciones del sector agrario determinadas […]

Algo que ya nadie podrá desmentir después de lo vivido en estos últimos 4 meses, es que la política y la economía no pueden separarse, son hermanas siamesas, dos caras de una misma moneda. Toda actitud política conlleva una económica y toda postura económica refleja una política. Las presiones y acciones del sector agrario determinadas por un hecho económico se tradujeron en actitudes políticas y la política del gobierno es una postura ante la economía, no hay dudas de esto. Y el problema explotó, y ante las medidas de fuerza y su mediatización extrema, todo el pueblo quedó encerrado en el conflicto. Ante esto, a todo el mundo se le inquiría una posición, todo el mundo desesperaba por entender más o menos qué pasaba y así saber de quedo lado estar, así el pueblo se sometió a interminables bombardeos de información o mejor dicho de desinformación las veinticuatro horas del día, así la sociedad quedó en el medio de publicidades de un lado y otro, de discursos de un lado y otro, de actos de un lado y otro, y al final, la discusión política se impuso nuevamente en las casas, seguramente en algunas más y en otras menos, y con diversidad de profundidad e información, pero se volvió a discutir política y eso, en principio, es bueno.

Es bueno sólo en principio, porque todo lo que se discute en las casas parte principalmente desde lo que proponen los grandes medios de comunicación, de esas grandes empresas productoras de una realidad distorsionada, simplista y estupidazante. Esto es un fenómeno nuevo, típico de sociedades complejas como las actuales en las que los grandes medios juegan un rol determinante y esos medios, repito, son empresas con grandes intereses económicos que traducen en intereses político-editoriales. Ante esta realidad, es bueno que vuelva la discusión política, pero también para que esa discusión tenga valor y posea la complejidad y honestidad que requiere la democracia, se deberá avanzar de algún modo en la democratización de los medios de comunicación y en nuevas leyes de radiodifusión que permitan una real pluralidad de voces y no sólo la voz del mercado, las empresas y la publicidad. Todo lo dicho es importante para que se mejore la discusión y la participación política de los ciudadanos y para que cada persona pueda decidir su posición de acuerdo a su lugar en la sociedad, a sus intereses y a sus convicciones y no que termine adoptando posturas que incluso le son contrarias sólo por influencia de los medios, esto se notó mucho en el último conflicto.

El funcionamiento de las instituciones democráticas.

Sin importar el resultado, el conflicto dejó la satisfacción de que las instituciones democráticas funcionan. Cuando todos los medios sembraban dudas y discordia, el congreso abrió el debate, los diputados introdujeron modificaciones y se votó, y ahora hay que acatar la decisión de la mayoría, porque la democracias es así, no es perfecta pero es lo que hay, que se puede mejorar, seguro, pero sólo podemos mejorarla con más política, con mas participación y con más actitudes democráticas. A  ambos lados del conflicto se deberá revisar y realizar una evaluación de las actitudes, porque no todas fueron democráticas, ni el corte total de rutas ni el desabastecimiento son actitudes democráticas, como tampoco lo son los aprietes o los golpes de puño, pero hay entre éstas algunas mucho mas graves que otras y no podemos dejar que vuelvan a pasar.

Los ganadores y los perdedores.

Indudablemente, el resultado de la votación deja ganadores y perdedores. Como se dijo ayer en radio Contiental «Ganó el «Campo». Ganó la Oposición. Y Ganaron los grandes Medios. Es la trilogía vencedora. Ganó la razón agraria. Perdió la razón retencionista. Ganó la soja. Ganó la siembra directa. Ganó la generación de riqueza. Ganó la iniciativa privada. Pierden los bosques. Pierde la salud de la tierra. Pierden los ecologistas. Pierde la influencia del Estado. Pierde la presidenta. Y pierde el marido…(…) Perdió Moyano y ganó Barrionuevo. Ganó Castells y perdió D´Elía. Ganó De Angeli y perdió Kunkel. Ganó de la Sota y perdió Sabatella. Ganó Felipe Solá y perdió Scioli. Ganaron Elisa Carrió, Miguenz, Llambías, Buzzi, Reutemann, Duhalde, el cardenal Bergoglio y el rabino Bergman. Y Mirtha Legrand. Perdieron los intelectuales de la Carta Abierta y los militantes setentistas. Perdieron las Madres, y las abuelas de Plaza de Mayo» Pero al final de todo, ganó la democracia y eso es importante.

Este conflicto tuvo esa rara particularidad de juntar lo injuntable y de que mucha gente que hace cuatro meses odiaba  a la política y a los políticos, de golpe y porrazo esa misma gente se encontró mirando con otros ojos a Menem, Duhalde, Busti, Rodríguez Saa, Barrionuevo, Reuteman, Carrio, Macri, entre otros tantos animales de la fauna política argentina, y de golpe, hasta les interesó la política y los derechos de los ciudadanos, y luego de conocido el resultado, resulta que la política es buena y que todo funciona. Es que en argentina todo puede pasar.

La actitud de Julio Cobos

Fue una actitud típica de la Unión Cívica Radical. Diría una actitud casi «natural» del radical promedio, tan «natural» como las contradicciones que reconoció al hablar. Pero esa «naturaleza» hunde su raíz en la historia. En 1890 y 1893 durante dos grandes levantamientos armados y cuando la definición de la palabra «radicales» se ajustaba más a la realidad, partidarios de este partido se levantaron en armas contra la oligarquía hegemonizada por Julio Roca. Leandro Alem, líder del movimiento rebelde, ambicionaba ir por todo, quería derrocar a los tiranos conservadores, pero su sobrino, Hipólito Irigoyen, terminó pactando un alto el fuego, dejando todo como estaba. Al poco tiempo, Alem se suicidaba, acusando de traidor a su sobrino Hipólito. Años después y luego de sus pactos con Roque Sáenz Peña, en 1916 Irigoyen llegó al poder político y como presidente enfrentó los primeros grandes conflictos obreros, ante éstos, al principio trato de mediar, pero al final, cuando tenia que tomar una decisión tajante, concluyó dejando la pista libre a la brutal represión del Ejército, la Policía y los grupos de civiles armados que dirigían los grandes terratenientes y empresarios. El saldo fue de miles de obreros fusilados a lo largo y ancho del país.

La historia continuo y cuando otro radical, Arturo Frondizi necesitó de los votos de Perón para ganar una elección y ser presidente, lo hizo y pacto con Perón. Luego de ganar la elección, traicionó el pacto con el líder proscrito y Perón no pudo regresar al país. Ya en la década del 80, otro radical, Raúl Alfonsin, conquistó la presidencia con un apoyo popular inaudito para un radical, empezó juzgando a las Juntas militares de la Dictadura, pero al cabo de unos años, ante los aprietes militares, cedió y aparecieron las leyes de obediencia debida y punto final y la casa quedó en orden, al menos por un tiempito. De don Fernando De La Rua, se acuerdan, mientras el andaba escapando por los aires en helicóptero, el pueblo dejó sus cadáveres en las plazas y comedores del país. Aquellos fueron tiempos en los que la realidad marcaba que los piquetes y las cacerolas «la lucha es una sola», pero pronto ese slogan quedaría en el olvido, tan pronto como la clase media recuperaría un poco de nivel adquisitivo y entonces los piqueteros pasaron a ser vagos, delincuentes y peligrosos para la sociedad, todo bien armado por los grandes medios, claro.

Al final de esta esquemática historieta, llegamos por todo lo dicho a una actitud casi normal, no digo ni buena ni mala (eso júzguelo usted, si quiere), sino a una actitud casi «natural» para un radical. Mientras hace un tiempo lo echaban de su partido los mismos que ahora lo aplauden, y decidió ser parte de este gobierno y de un determinado proyecto de país, sumándose al mismo, como socio minoritario, hoy le da la espalda a ese proyecto votando en contra del mismo gobierno al que pertenece y representa, diciendo que los votos también son suyos. Indudablemente, un mareo del momento, típico de un radical que hoy se crea con más del 40% de los votos, es casi un delirio, una fantasía. Pero en medio de esa confusión, de ese mareo, en medio de sus contradicciones, afloró lo «natural», esa actitud tan repetida, esa ambigüedad tan característica del radicalismo que jamás sabe bien ni tiene claro para qué lado de la cancha patea y para qué equipo juega, pero en momentos claves de los partidos finales, siempre pateó para el mismo lado. La historia lo juzgará.

Los árboles siguen tapando el bosque

Podría escribir un repaso similar a lo dicho arriba para la U.C.R, pero del peronismo, pero lo que sucede es que ambas banderías políticas tapan algo más importante que está de fondo. Lo que está en la base y perdone que sea tan directo, es una cuestión de clase social. Ambas banderías políticas dividen a trabajadores y a las clases populares y mientras exista esta división reinan y ganan las clases dominantes, ganan los financistas, los grandes empresarios industriales, los grandes terratenientes y los especuladores, mientras la mascara de radical o peronista siga tapando las diferencias de clase, será la clase trabajadora la que pierde, porque no puede construir un proyecto propio que la represente puramente, porque tanto el peronismo como el radicalismo tienen en sus cúpulas componentes de las clases dominantes. Esto también lo dejo claro el último conflicto: la clase trabajadora esta dividida y la izquierda que es el lugar político que debería aglutinar a los trabajadores, demostró una falta de organización y proyecto político que asusta y desilusiona y que demuestra un serio problema para los sectores mayoritarios de la sociedad, que son los que peor la pasan, siempre, y en esto la historia lamentablemente la historia se repite, para mal.