La Habana, viernes 22 de abril del 2005. Lugar: Sala Cubana de la Biblioteca Nacional José Martí. Hora: 2:00 p.m. En una mesa repleta de papeles y fichas bibliográficas, y una vieja máquina de escribir Robotrón en perfecto estado de conservación, trabaja Walterio Carbonell. Sí, está vivo. Perfectamente vivo y con una disposición excelente. Y […]
La Habana, viernes 22 de abril del 2005. Lugar: Sala Cubana de la Biblioteca Nacional José Martí. Hora: 2:00 p.m. En una mesa repleta de papeles y fichas bibliográficas, y una vieja máquina de escribir Robotrón en perfecto estado de conservación, trabaja Walterio Carbonell. Sí, está vivo. Perfectamente vivo y con una disposición excelente. Y con una buena noticia: su ensayo «Cómo surge la cultura nacional», que vio la luz en 1961, será reeditado en las próximas semanas para dejar inaugurada la nueva colección de publicaciones de la Biblioteca que llevará el nombre de Bachiller.
Hace unos días, exactamente el 10 de abril, el diario madrileño El País daba a conocer su presunta muerte, en un artículo del escritor Juan Goytisolo, en el que, más que un obituario, se configuraba un ajuste de cuentas contra la Revolución Cubana, muy a tono con los tintes de la campaña mediática que el Grupo Prisa, la Fundación Hispano Cubana y los más furibundos aznaristas -se confabulan derechistas y renegados izquierdistas– ha entronizado en los últimos años.
Recordemos algunos de los fragmentos del texto de Goytisolo en El País referentes al escritor cubano que trabaja en la Biblioteca Nacional: «vivía en la miseria y pedía que le comprara camisas, pantalones, zapatos, cuantas prendas de ropa pudiera, pues las suyas estaban rotas o roídas hasta la trama. Cumplí el encargo y le animé, también por escrito, a que aprovechara cualquier oportunidad que tuviera de mantener el contacto conmigo. Un diplomático le visitó a instancias mías y me pintó un retrato desolador: Walterio, ya viejo, subsistía sin esperanza de futuro alguno, resignado a su cruel atropello por el carro impasible de la historia. El cimarrón del orden revolucionario, el heredero de la rebeldía de sus ancestros mambises, había recaído en la opresión contra la que éstos lucharon. Hoy me confirman su muerte, víctima del ostracismo y olvido: una más de este vasto cementerio de sueños deshechos de un país, como Cuba, en el que convergen, en palabras de uno de sus poetas, y «en el grado más alto y profundo, / la belleza del físico mundo, / los horrores del mundo moral».
Por supuesto, el eco de la falsa noticia resonó en la Florida. La versión digital de la revista Encuentro -financiada por el gobierno norteamericano- , no faltara más, tituló: «El intelectual negro cubano Walterio Carbonell, condenado al ostracismo y el olvido, ha muerto en la Isla». La nota, tampoco faltara más, la firmaba Emilio Ichikawa, ese filósofo que con verdadera contumacia ha pretendido sustentar la idea de que Miami es un emporio cultural.
Pues bien, Carbonell ni ha muerto ni ha sido olvidado ni nada por el estilo. Ni se ha refugiado en la locura ni ha renegado de sus ideales ni se hace el chivo con tonteras. Ni anda con camisas raídas ni en actitud mendicante.
La revista digital de la Biblioteca Nacional José Martí LIBRINSULA acaba de publicar una entrevista con Carbonell y una muy esclarecedora nota de Eliades Acosta, director de la institución sobre las crónicas de una muerte inventada.
Quien esto escribe, no solo puede dar fe de vida de lo que hace, cuenta y dice Walterio Carbonell, sino que en las líneas siguientes reproducirá el diálogo sostenido en medio de una taza de café compartida.
Walterio, Goytisolo te mató y te celebraron en Miami…
Goytisolo oyó rumores, pero ya ves, estoy, como se decía antes, vivito y coleando. Alguien le informó mal. Yo lo considero un buen escritor, un buen amigo, aunque diga cada cosas.
¿No te sientes utilizado de algún modo cuando se vincula tu supuesta muerte con la también supuesta incapacidad de la Revolución para desarrollar una práctica cultural consecuente con sus principios?
Podemos debatir muchos aspectos sobre si algo se hizo bien o mal, o si se pensó bien o mal, pero aquí hay una obra que no puede ser desmentida. Los que quieran utilizarme, tendrán que saber que todavía siento y actúo bajo una doble militancia: soy un viejo comunista cubano y un viejo comunista francés. Acuérdate que allá milité durante mis estudios.
¿Te sientes condenado al ostracismo?
No soy una estrella de cine. Trabajo e investigo todos los días. Me siento vivo intelectualmente en mi país. No tengo por qué sentirme olvidado. De hecho los jóvenes me consultan, me citan, me quieren. Y aquí en la Biblioteca he encontrado un respeto hacia mi talento y un enorme cariño hacia mi persona.
Pero no has publicado nada en los últimos tiempos…
Es mi problema. Poco a poco, pero muy pronto, saldrán cosas nuevas. No hay que apurarse.