«Como siempre, mentira e hipocresía», se lee en un artículo de Rodolfo Bueno publicado en Rebelión el 13/9/2023 sobre los proyectiles de uranio empobrecido que Washington enviará a Ucrania (https://rebelion.org/como-siempre-mentira-e-hipocresia/).
Vivimos en un mundo donde la dinámica de los acontecimientos nos aplasta. Apenas ocurre un hecho, aparece otro que anula, magnifica o disminuye al anterior, sin que importe mayormente la relevancia de uno u otro, porque la prensa hegemónica se encarga de adjudicarles la importancia que se supone que tendrían. El acontecimiento primigenio termina entonces en el olvido —si es que esa prensa no juzga necesario reactivarlo—, así como los que le suceden y los que le suceden y los que…
El envío de esas armas a Kiev, sin ir más lejos, merecería más cobertura y más seguimiento. Pero hay un pacto de silencio, apenas roto por una prensa que se inclina mayoritariamente por informar eufemística y condicionalmente.
Además de complicar aún más esa guerra fabricada que bendicen los fabricantes de armas, se trata de un material radiactivo que causa y ha causado muertes y enfermedades crónicas cada vez que los Estados Unidos y sus aliados la utilizaron en diferentes operaciones, sobre todo en Irak. Un arma que contamina el agua, el aire y la tierra. Es una amenaza para toda la humanidad.
¿Quién descontaminará, si fuese posible, ese país desangrado tras mentirle al mundo sobre los fines de la invasión? ¿Quién pagará por tanto crimen? Y ahora pretenden repetir la gracia de contaminar a Ucrania y a media Europa.
Buena noticia para las personas impacientes: los efectos del uranio 238 (U238), que forma parte de este material radiactivo, no son eternos: apenas si dura 5.000 millones de años. Y para más ventura, para la semidesintegración del 234U, sólo tendremos que esperar 200.000 años .
Prácticamente nadie sabe qué es el uranio empobrecido. ¿Pero quién lo difundirá? La televisión, por empezar, cuya misión es ocultar lo que sucede, no comunicarlo, queda descartada. Las redes se divierten con tic-tocs, memes, chismes y tonterías varias. Hay algunas excepciones en la prensa escrita. Pero podemos informarnos mejor gracias a portales como Counterpunch, Alai, Investig’Action, Rebelión, RT, Democracy Now! o Alainet, por ejemplo.
La gravedad de semejante desconocimiento la ilustra un sondeo reciente del Pew Research Center. Citado por El cohete a la Luna, los encuestados, consultados por la urgencia de ciertos temas, ni mencionaron una guerra nuclear que (crucemos los dedos) podría estallar en cualquier momento. «El cambio climático se clasificó casi en último lugar».
Cuando la coalición dirigida por Washington invadió Irak en 1991, comencé a interesarme por el uranio empobrecido. Recuerdo haber visto fotos de recién nacidos en zonas de combate, criaturas monstruosamente deformadas por los componentes radiactivos de esa arma, que causaban un grandísimo horror. Nunca me sentí capaz de enviar los enlaces a nadie, apenas a alentar a investigar sobre el particular.
Mis últimos artículos alientan también a acudir a especialistas que pueden informar con más precisión. Advierto incluso que en los enlaces adjuntos reside en realidad la importancia de la nota («…lo más valioso de este texto son las referencias al pie de página. Les invito vehementemente a hacer clic en cada enlace, y entonces reconocerán que valió la pena el clic que abrió este artículo» .
Se sorprenderán al enterarse de que se ha esparcido uranio empobrecido, además, en Puerto Rico, Serbia, Libia, Panamá o Afganistán, contaminando irreversiblemente el medioambiente. No menos sorpresa causará saber que sus efectos han alcanzado al personal de Washington y a los aliados de la 0TAN que participaron en dichas agresiones.
Es imprescindible saber qué es y cómo se obtiene el uranio empobrecido, cuáles son los efectos de un obús o misil al estallar, cuál es su potencial tóxico, radiológico y químico.
Esta vez no abrumaré con una catarata de enlaces, por lo que me limito a recomendar solamente un artículo de la Red Voltaire, esperando despertar un oportuno interés. Investiguen, por favor.
No estamos a salvo de los quienes bombardean a diestra y siniestra, por lo que debemos darle la importancia que merece. No es improbable que los artífices del caos demonicen a su país o al mío —previo apoyo mediático—, y hacernos blanco de su arsenal tóxico.
No es improbable.
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