Un joven de 17 años sumido en un auténtico ataque de nervios ha llevado a dos instituciones alemanas de protección del menor a protestar contra el modo en que los chicos son tratados en un programa de televisión. «La inhumana maldad que contienen este tipo de formatos carece de toda justificación», dice el Consejo Cultural […]
Un joven de 17 años sumido en un auténtico ataque de nervios ha llevado a dos instituciones alemanas de protección del menor a protestar contra el modo en que los chicos son tratados en un programa de televisión.
«La inhumana maldad que contienen este tipo de formatos carece de toda justificación», dice el Consejo Cultural de Alemania. El programa que en concreto se critica lo emite la cadena de televisión privada RTL, pero no es exclusivo de los germanos. Lo que aquí se ha titulado «Deutschland sucht den Superstar», «Alemania busca a la súper estrella», y se acorta como «DSDS», se llama en Gran Bretaña «Pop Idol», en Estados Unidos «American Idol» o en España «Operación Triunfo».
El objetivo es convertirse en una estrella del pop. Los concursantes han de demostrar lo que sus cuerdas vocales pueden dar de sí, dotes como bailarines, habilidad para ganarse al público y claros síntomas de caber en el molde del «famoseo». Un jurado comenta sus actuaciones, los telespectadores votan y deciden quién continúa en la competición y quién la abandona. Eliminados todos los candidatos queda un ganador que recibe a modo de premio un contrato con una discográfica para producir lo que, por lo general, se convierte en su único éxito.
Sin embargo, antes de llegar siquiera a pisar el plató de televisión, el jurado selecciona en solitario a los futuros participantes entre miles de pretendientes. Poco tardaron los productores en descubrir la importante cuota de pantalla que les podía traer la retransmisión de esta fase previa. El entretenimiento de ver hacer el ridículo a quien carece de toda oportunidad no tiene precio. Pero lo que sucede en estos castings va a veces más allá de la mera diversión.
Denigrante y brutal
El claro fin «denigrante» con el que actúa la dirección del programa supone una «dosis de descomunal brutalidad mediática e irresponsabilidad política y social que los miembros de la directiva de RTL no deberían seguir consintiendo», opina el portavoz del Consejo Cultural, Christian Höpper.
La Comisión para la Protección de los Jóvenes en los Medios, KJM por sus siglas en alemán, ha decido abrir a «DSDS» una comisión investigadora. El jefe del organismo, Wolf-Dieter Ring, advierte de que el modo en que los concursantes son humillados ante la cámara podría tener un efecto negativo sobre los espectadores más jóvenes.
El «malo» en los castings
Los castings de «DSDS» recorren diversas ciudades alemanas e incluso llegan hasta las islas españolas de Mallorca e Ibiza, tradicional paraíso del veraneo alemán. El equipo del programa se desplaza para acercarse a quienes quieren demostrar su talento. Las colas son largas frente a los lugares de prueba. En total, casi 30.000 jóvenes solicitaron a RTL participar en el programa esta temporada.
Anja Lukaseder, Bär Läsker y Dieter Bohlen conforman el jurado. Bohlen, el que fuera en los 80 miembro del dúo musical Modern Talking, asume el papel de «malo» y no duda en criticar con dureza el aspecto del aspirante o en otorgarle complementos si, por ejemplo, se trata de una joven que «no sabe cantar, pero tiene un buen culo».
Bohlen es convincente, pero no asume más que un rol. Esto resulta evidente al comprobar que las versiones extranjeras de «DSDS» también tienen su desagradable y deslenguado miembro del jurado. Sin embargo, a muchos chicos se les escapa la dimensión del teatro del que están formando parte. Las palabras de Bohlen les hieren, avergüenzan o simplemente, rompen un sueño.
Como es de imaginar, las lágrimas corren cual ríos. Pero en el último incidente hubo más que llantos. Un joven de 17 años, nervioso por su actuación y los comentarios de Bohlen, acabó hiperventilando en directo y sufriendo un colapso. Por si eso fuera poco, puesto que su nombre completo y ciudad de origen se hicieron públicos en el programa, el chico ha recibido cientos de llamadas telefónicas vejatorias y no puede acudir al colegio por motivos de seguridad.
«Quienes quieren participar en nuestro concurso acuden a nosotros voluntariamente, con diferentes grados de conciencia sobre su talento o su poco talento», declara Anke Eickmeyer, portavoz de RTL, a la revista Der Spiegel, «no necesitamos una protección general de todos los candidatos».
Ahora, será la directiva de RTL quien tendrá la oportunidad de defender su talento productivo ante el jurado de la Comisión para la KJM.