En lugares tan distantes como Pamplona y Buenos Aires la teleserie cubana La cara oculta de la luna ha sido reflejada en sus periódicos o páginas digitales. También lo hizo La jornada, de México, el periódico de periódicos Periodista digital o la Web Carla Antonelli, portal de información transexual. Son solo algunos ejemplos de los […]
En lugares tan distantes como Pamplona y Buenos Aires la teleserie cubana La cara oculta de la luna ha sido reflejada en sus periódicos o páginas digitales. También lo hizo La jornada, de México, el periódico de periódicos Periodista digital o la Web Carla Antonelli, portal de información transexual. Son solo algunos ejemplos de los múltiples que una encuentra cuando navega en Internet.
No faltan comentarios en aquellos libelos que se dedican a denigrar constantemente a la Revolución Cubana, incluida por supuesto la mal llamada Radio Martí.
La mayoría se hace eco de despachos de prensa de las agencias EFE, AFP o IPS que, a su vez, dan cuenta de la polémica desatada en la mayor de las Antillas, su reflejo en la prensa escrita y la propia televisión.
Ese inusual destaque de un programa televisivo solo se explica por una razón: no es común en Cuba, NI EN OTRAS PARTES, que el SIDA sea el hilo conductor de espacios dramatizados, en los que usualmente señorea el melodrama.
La teleserie, integrada por cinco historias, persigue llamar la atención sobre la pandemia, aún sin solución, que azota al planeta desde el siglo XX. Si bien Cuba tiene la tasa más baja de incidencia del VIH en América Latina, con 0.07 por ciento en la población entre 15 y 24 años, este es un asunto que no puede dejarse a un lado porque solo cuando se practica una sexualidad responsable se puede hablar de sexo seguro.
Natividad Guerrero, directora del Centro de Estudios de la Juventud, al valorar una investigación emprendida entre 2 253 personas de 15 a 29 años, residentes en diferentes regiones afirma que «todavía los adolescentes inician sus relaciones sexuales sin la preparación necesaria. Las fuentes de información no siempre son confiables y se revelan concepciones erradas en torno al tema».
Más del 50 por ciento de esa población tiene una vida sexual activa sin usar preservativos, por no contar con suficiente percepción de riesgo con respecto a las infecciones sexuales, incluido el SIDA.
Precisamente, en los datos acerca del tema que abundan en los centros cubanos de investigación bebió Freddy Domínguez, el guionista de La cara oculta… «Un tema como el VIH/SIDA -dice- requiere de mucha responsabilidad y de investigaciones múltiples y profundas, por eso cuando me enfrenté a la novela no solo consulté a especialistas de instituciones como el CENESEX, el Centro Nacional y también el Territorial de Lucha contra las ITS/VIH/SIDA, sino que me vi precisado a sostener intercambios amplios y abiertos con personas que están viviendo con el VIH, así como con jóvenes, adolescentes, mujeres y hombres de diferentes edades y que asumen conductas sexuales de riesgo, en la mayoría de los casos de manera irresponsable. Por eso puedo afirmar que hay mucho de real en la serie, pero nunca tanto como en la vida cotidiana porque nosotros apenas recreamos la realidad, la maquillamos y embellecemos un poco para que sea capaz de llevar los mensajes que pretendemos transmitir».
Sobre los adolescentes versó la primera historia y comenzó la polémica. La jovencita Amanda seducida y seductora, entró a los hogares diciendo a abuelos, padres, madres, tías y tíos que las niñas (y los niños) de secundaria básica, incluso aquellos modositos y de excelentes notas académicas, ya no son tan inocentes y lo que más necesitan es poder hablar de todos los temas con los adultos. Esa llamada de Amanda no fue entendida por algunos padres y madres que acusaron a la televisión de estar incitando a sus hijas a tener relaciones sexuales.
El diario Juventud Rebelde se hizo eco de decenas de opiniones de toda la Isla en las que en buen contrapunteo aparecían los que pedían la sangre de los realizadores televisivos y los que defendían La cara… como una propuesta educativa para los jóvenes. Al final, todos sintieron lástima de Amanda, infectada con el VIH con toda la implicación que tiene tal hecho.
Todavía sin reponerse el público de la sacudida de esa historia entró en la de Yassel, un joven y viril constructor que, siendo bisexual sin saberlo, al dejarse atraer por Mario, un homosexual confeso, pierde a Belkis, la mujer que ama y es madre de su hija. Yassel termina contagiado por el SIDA, como la lógica indica en una teleserie dirigida a alertar sobre esa enfermedad
Y aquí vale la pena detenerse. Con la revolución sexual de los años sesenta comenzó un camino que dura hasta hoy hacia la aceptación de los homosexuales como personas que gustan del sexo de sus iguales genéricos. Desde los años setenta no se habla de ese grupo humano como de enfermos y a nivel de ciudadano común si no se les acepta por lo menos se les tolera. Esa no es la actitud hacia los bisexuales. Aquellos hombres o mujeres que tienen sexo con uno u otro género son ambiguos y por tanto dudosos para una buena parte de la sociedad.
Sin embargo, Celestino Vasallo Mantilla, doctor en Ciencias Médicas, profesor Titular Consultante de Psiquiatría, explica: «El porcentaje de bisexuales es mayor en el mundo que el de homosexuales. Según estudios, los homosexuales oscilan entre un cuatro y un siete por ciento de la población, aunque quizá en determinadas sociedades haya más. Los bisexuales alcanzan entre un 11 y un 15 por ciento -hay quien dice que un 20- y los heterosexuales entre un 75 y un 80. Lo importante es prevenir el VIH SIDA, lo que no significa prohibir relaciones, sino que tanto el hombre como la mujer se protejan, y sean más selectivos».
Si a esta realidad se le añade que cerca del 90 por ciento de los seropositivos en Cuba son hombres que han tenido sexo con otros hombres, se entiende por qué era imprescindible abordar ese asunto en La cara…y concebirlo desde la bisexualidad y homosexualidad masculinas, con personajes comunes, aquellos que pueden ser el vecino más cercano. Al hacerlo se destapó, si no la de Pandora, una caja de prejuicios.
A la vez que no faltan expresiones de repulsa hacia Yassel y Mario (más hacia el primero que el segundo) se quiere saber cómo termina la historia que ha desencadenado miles de anécdotas. En cafeterías, centros de trabajo y ómnibus la mayor parte de las personas, con esa suerte de morbosidad que despierta lo prohibido, supuestamente conoce a un bisexual que puede ser buen padre, buen hijo, pero… «tiene ese problema».
La reacción de un segmento del público en Cuba no es extraña. Si un hombre tiene relaciones extramatrimoniales con una mujer, nadie se asombra, ni siquiera lo juzga, muchos lo aplauden, pero si es con otro hombre, ha roto el esquema impuesto por la sociedad occidental desde el medioevo, canon en el que tienen que ver los factores económicos y religiosos, cultores de una familia monogámica heterosexual que garantizara la conservación de las riquezas en las arcas que ya estaban llenas.
La última edición de los Premios Oscar fue un ejemplo de la pacatería de la Academia en cuestiones de sexo: si Brokeback Mountain obtuvo la mayor cantidad de nominaciones, no fue la mejor película ¿cómo si dibuja el amor entre dos cawboys, símbolos del macho americano? En España, donde hace poco se aceptó legalmente el matrimonio entre homosexuales, estos grupos y los bisexuales siguen siendo discriminados laboral y socialmente, como sucede en Gran Bretaña y otros países que pregonan su supuesta igualdad entre todos los ciudadanos al margen de sus preferencias sexuales. Porque aún lo gay, por llamarlo de alguna manera, no es aceptado en tanto diferente de la mayoría poblacional en las culturas signadas por el cristianismo.
Si la serie ha despertado polémicas e interpretaciones erróneas, también ha contribuido a que muchas más personas en edad de riesgo estén al tanto del VIH. Han aumentado los interesados en las consultas de sexología e incluso en muchas farmacias afirman que ha crecido la venta de preservativos.
Lo cierto es que la televisión cubana se arriesgó con el tema y ha salido airosa porque ha desencadenado que el SIDA sea tema de conversación habitual y por tanto que se vea al sexo con mayor responsabilidad. Aún quedan tres historias en La cara… en las que infidelidad heterosexual, marginalidad y alcoholismo serán los impulsores hacia el VIH.
Ojalá que cada uno de esos temas siga cosechando telespectadores para que el sexo seguro se abra paso y el VIH de esa forma se vea arrinconado. Protegerse es, mientras no aparezca su cura, incluso si apareciera la única forma de ganarle la batalla al SIDA, como se demuestra al hacer de la cara oculta de la luna, un rostro revelado.