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La prensa española y Venezuela

Un uso práctico de la realidad virtual

Fuentes: Rebelión

  Cuando era más joven solía sorprenderme la inocencia de los ciudadanos norteamericanos que no sabían, o no querían saber, de las barbaridades que, «en defensa de sus intereses», eran cometidas por sus gobiernos en América latina. Los medios suelen presentar los «excesos» de la política exterior norteamericana como algo del pasado, justificable por la […]

 
Cuando era más joven solía sorprenderme la inocencia de los ciudadanos norteamericanos que no sabían, o no querían saber, de las barbaridades que, «en defensa de sus intereses», eran cometidas por sus gobiernos en América latina.
Los medios suelen presentar los «excesos» de la política exterior norteamericana como algo del pasado, justificable por la coyuntura histórica de la guerra fría.
 
Así, por ejemplo, la desclasificación por parte de la CIA de «sus joyas de la corona» – donde se cuentan intentos de asesinato, espionaje doméstico, secuestros e infiltraciones en grupos de izquierda – pretende presentar estas prácticas como algo que fue pero ni es ni será jamás.
 
Como comentó el director de la CIA al anunciar su desclasificación, «muchos de los documentos han aparecido ya en la prensa, y muchos son poco favorecedores, pero es la historia de la CIA».
 
La principal razón por la que una gran mayoría de ciudadanos norteamericanos no sabe de la implicación de sus gobiernos, demócratas y republicanos, en los golpes de estado que sacudieron América latina en la segunda mitad del siglo XX o en los regímenes terror, como Guatemala y El Salvador, que sembraron América central de violencia, muerte y sufrimiento en la pasada década de los 80, es la misma por la que una gran mayoría de ciudadanos españoles desconoce la implicación del gobierno del PP en el golpe de estado en Venezuela en abril de 2002.
 
Es simple, quienes supuestamente deben informarnos – los medios de comunicación – en el mejor de los casos, no lo hacen y, en el peor, nos desinforman.
 
«En los años que precedieron a la caída en Nicaragua del dictador Somoza en 1979, los canales de televisión norteamericanos dedicaron exactamente una hora a Nicaragua, y esta fue enteramente a cubrir el terremoto de Managua en 1972.»
 
«De 1960 a 1978, el New York Times dedicó tres editoriales a Nicaragua. No es que nada estuviera ocurriendo allí, sino que nada remarcable estaba pasando. Nicaragua no era una fuente de preocupación en tanto en cuanto el tiránico gobierno de Somoza no se encontrara en peligro.» [i]
 
Sin embargo, una vez que la revolución sandinista triunfa y, entre otras medidas revolucionarias, se apresta a poner en marcha importantes programas educativos y de salud, la prensa norteamericana se lanza a una enorme campaña de propaganda y desinformación.
 
Una campaña que «reflejaba en larga medida el consenso de las elites, y fue exitosa en su principal objetivo de movilizar apoyo para los Estados terroristas esponsorizados por los EEUU (El Salvador o Guatemala), mientras demonizaba a los sandinistas y eliminaba del Congreso y los medios de comunicación cualquier controversia que fuera más allá del debate táctico sobre los medios que deberían ser empleados para devolver a Nicaragua al modelo centroamericano y contener su agresividad [ii]
 
Igualmente, antes de la victoria del movimiento bolivariano en 1998 y la posterior radicalización del proceso revolucionario, Venezuela para los españoles era el lugar de donde venían los culebrones y las misses universo nacían. Nada más, nada menos.
 
Así, si nunca fuimos informados del Caracazo y de los sangrientos días de represión que le siguieron, cuando cientos de personas fueron asesinadas en las calles de Caracas por el ejército y la policía venezolanos a las órdenes de Carlos Andrés Pérez, ahora esos mismos medios que juzgaron aquellos eventos como intrascendentes, nos someten a un constante bombardeo sobre «las amenazas contra la libertad de expresión», las protestas de la «oposición democrática» o «la violencia de los pistoleros chavistas».
 
Desde abril de 2002, cuando todos los medios españoles dieron la bienvenida al golpe fascista encabezado por Carmona Estanga, el incidente que mejor revela el papel que éstos juegan a la hora de oscurecer la verdad cuando la verdad choca con los intereses de sus dueños, amigos y socios, ha sido la famosa salida de tono del Rey Don Juan Carlos en la cumbre iberoamericana de Santiago de Chile.
 
Según nos cuentan todos, desde El País al ABC, Hugo Chávez insultó a Aznar llamándole «fascista» y, como intentaba interrumpir a Rodríguez Zapatero cuando éste «salió en defensa del ex presidente del Gobierno ante los extemporáneos e inaceptables ataques de Chávez», su majestad intervino «conminándole a callarse».
 
Así, gracias a insignes columnistas de El País, como Ernesto Erkaizer, sabemos que «Hugo Chávez llegó a Santiago con una idea: usar la Cumbre Iberoamericana para reforzar el a sus máximos poderes y su perpetuación en el poder»[iii]; que, según Fernando Savater, la actitud de rey fue excusable, ya que su majestad estaba «lógicamente caldeado por el comportamiento provocativo y grosero del insoportable Chávez, (…) un demagogo que mezcla denuncias sociales razonables con un antiimperialismo de manual descatalogado»[iv].
 
Para Maruja Torres[v], «el rey Rey saltó por el sonsonete. El vigor patrio de la prosodia y de la rapsodia» porque, como a ella misma le pasa, «desde que Chávez asomó su varonil rostro en la escena mundial y abrió la cremallera para regurgitar su verbo empalagoso, fue verle y acudirme esas mismas palabras de Su Majestad, aunque yo añadía -por hallarme sola al volante de mi propio tresillo- la castiza apostilla «… de una puta vez».
 
A Luis García Montero le «resulta imposible identificarse con un personaje como el caudillo Hugo Chávez»[vi]; y para Josep Ramoneda, «La sensación de que los reyes sienten, viven y sufren como los demás provoca inicialmente cierta sensación de alivio. Si además, como en el caso del incidente de Chile, se puede apreciar en la espontánea reacción del Rey un gesto de defensa de los españoles sin distinción ideológica, el alivio es mayor todavía»[vii].
 
Moisés Naím[viii], quien fuera ministro venezolano de desarrollo en el gobierno de Rafael Caldera, nos dice que «Su Majestad, además de hacer la cumbre más divertida, reveló importantes tendencias en América Latina.» A saber, «La primera es que los jefes de Estado de América Latina están hartos de Hugo Chávez.»; y la segunda, que éstos «no se atrevían a discrepar de Chávez porque esto es peligroso.»
 
Finalmente, la más reluciente «estrella» de El País, Mario Vargas Llosa[ix], habla de la existencia de una «América Latina anacrónica, demagógica, inculta y bárbara» que tiene «como gobernantes a gentes como Chávez, Ortega o Evo Morales, para no mencionar a Fidel Castro.» Para Vargas Llosa, «que sean o hayan sido populares y ganaran elecciones no hace de ellos demócratas. Por el contrario, muestra la profunda incultura política y lo frágil que son las convicciones democráticas de sociedades capaces de llevar al poder, en libres comicios, a semejantes personajes.» A esta América se contrapone «otra América Latina, más decente, honrada, culta y democrática que la representada por estos energúmenos.»
 
Cuando nos alejamos de la «opinión» y nos adentramos en el más aséptico terreno de la «información», el panorama que encontramos no es muy diferente y cunden los titulares del tipo: «España se ha cubierto de Gloria» (sobre las declaraciones del embajador de EEUU), «El PSOE compara a Aguirre con Chávez por su control de los medios», «Chávez carga contra el rey y avisa que revisará las relaciones diplomáticas con España», «Moratinos critica la «persistencia declarativa» del presidente venezolano», «Chávez sigue amenazando», «Protesta en la calle», «Mas heridos en las protestas estudiantiles en Venezuela», «Apoyos al rey y Zapatero», «Chávez insiste en que el rey le pida excusas y espera que no se agrave la relación», «El trueno de Chávez», «Chávez mantiene el pulso con el gobierno», «Ortega, el aliado fiel»(en alusión al presidente nicaragüense), etc. [x]
 
Los medios «conservadores» no ofrecen nada diferente. Hay, sin embargo, un par de pequeñas variaciones.
Si bien, tanto «conservadores» como «progresistas» están unidos contra Chávez y el proceso revolucionario que se extiende por América latina, los «progresistas» defienden la actuación de Zapatero como una muestra de su talante y maneras, mientras que los conservadores le culpan a él y a su política exterior del incidente.
 
De esta manera, unidos ante el enemigo común, se caen a golpes cuando llega la hora de cosechar los réditos políticos.
Además, los medios «conservadores» demonizan a Chávez desde una tradición, más enraizada en el discurso y tradiciones de la derecha española, más rancia.
 
Ciertamente, Lo tienen más fácil. No tienen que convencer a ningún «progre trasnochado» de lo reaccionario que es el gobierno revolucionario de Venezuela.
 
Y ésta es una tarea complicada; Hugo Chávez fue reelegido como presidente con más del 60% del voto en las elecciones de diciembre de 2006, que contaron con casi un 75% de participación y fueron declaradas como «limpias y justas» por observadores internacionales de todo signo. Además, bajo su gobierno, se han desarrollado importantes programas sociales que, entre otros resultados, han erradicado el analfabetismo y dado cobertura médica, universal y gratuita, a toda la población.
 
Esa es la razón detrás de los intensos ataques contra la revolución Bolivariana en los medios progresistas.
Así, en su edición del domingo 18 de Noviembre, El País «dedicó a combatir a Chávez -todos los textos eran críticos contra el presidente venezolano-, tres llamadas en primera página, un artículo de análisis en Internacional, un reportaje a dos páginas completas en España, un artículo a cuatro columnas en Economía firmado en Teherán, uno de los dos editoriales, uno de los dos textos seleccionados de ente la prensa extranjera, una página entera de Opinión de la firma más prestigiosa de su plantel y tres reportajes, desde tres países distintos, que ocupan un total de seis páginas completas del suplemento Domingo.»[xi]
 
De las miles de palabras escritas, de los cientos de artículos y páginas dedicadas al incidente de la cumbre de Chile no ha habido nadie, con la excepción de Javier Ortiz y Rafael Reig desde sus columnas en Público, que se haya salido de la línea en defensa del rey y la difamación de Chávez.
 
Nadie se ha preguntado, si quiera, si Chávez estaba calificando o descalificando a Aznar. Es decir, si «fascista» es un término que describe con meridiana precisión al ex-presidente del gobierno y si su utilización era pertinente dentro del contexto del debate y la intervención de Chávez, que no lo olvidemos, repasaba la historia reciente de las ingerencias imperialistas en América latina y el caribe, tanto norteamericanas como europeas.
 
Como era de esperar, el desplante del rey se ha vendido como un acto de gallardía y noble humanidad; algo que le eleva por encima del común de los mortales, haciéndole Rey, y a la vez, le acerca a sus súbditos, pues la sangre azul, ¡Oh, Se ha demostrado!, también es presa de pasiones mundanas, como la ira.
 
El mensaje unánime de los medios es claro. Nuestras empresas son modernizadoras y dinámicas, embajadoras de la grandeza española; nuestros gobiernos – presentes, pasados y, claro, también futuros – son adalides de las libertades individuales y democráticas y de los derechos sociales; Hugo Chávez, y sus secuaces, Evo, Daniel, Correa y Fidel, son unos criminales y unos tiranos, tipos peligrosos que lo único que buscan es el perpetuarse en el poder y no dudan en engañar y embaucar a las masas empobrecidas de Latinoamérica con cantos de sirena sobre justicia social y retórica antiimperialista, mientras atacan a la oposición, culta, democrática, pacífica y preferiblemente blanca, que valientemente se enfrenta a tales autócratas.
 
No se permite la menor fisura. Los cimientos sobre los que ha levantado su realidad mediática son tan débiles que la menor grieta pondría en riesgo toda la estructura del edificio.
 
Paradójicamente, en Venezuela, donde, de acuerdo a nuestros medios, la libertad de expresión está amenazada o, según los casos, ya no existe, la crítica a Chávez, que es constante, va pareja al insulto – y no es este un caso sobre el grado de precisión y pertinencia del adjetivo, como con José María Aznar – siendo también común escuchar y leer llamados a la violencia para «sacarlo».
 
Así, sin necesidad de ir más allá de lo que dio de sí la cumbre de Chile, comentarios como los siguientes son la tónica general en la prensa venezolana de capital privado, como por ejemplo El Universal, uno de los periódicos de mayor difusión en Venezuela y plataforma de la «oposición democrática y moderada».
 
Para Roberto Giusti, «el respiro de alivio y satisfacción que exhaló más de un venezolano al observar como el rey Juan Carlos le ponía un «parao» a Chávez evidenció el grado de control, dominación e impunidad con que el presidente venezolano hace y deshace, no sólo al interior del país, sino en la mayor parte de los foros internacionales.»[xii]
Luis Vicente León opinaque el presidente venezolano es «un líder prepotente y autoritario, que no reconoce pares y cree monopolizar la razón y la verdad», cuyo «comportamiento estrambótico lo convierte en una vedette«; un individuo con la «paranoia típica de los concentradores extremos de poder»[xiii].
 
El incidente de Santiago de Chile no difiere sustancialmente de lo ocurrido aquel 23 de febrero» – nos comenta Manuel Caballereo en referencia al golpe de Tejero – el Rey se enfrentó a la grosería de un chafarote, y lo puso en su lugar. (….) No era el Rey dirigiéndose a un vasallo, sino un señor bien educado hablándole a un azote de barrio. Una sola cosa le criticaría al Rey ; no haber aprovechado que ya la «eñe» fue aceptada en las computadoras para rematar su frase con la más española de todas las interjecciones»[xiv]
 
«La agresión verbal del Presidente venezolano a los españoles, en su ataque directo y frontal al ex presidente Aznar, ha traído consecuencias adversas al régimen bolivariano», comenta a quien quiera leerle Robert Carmona Borjas, para quien «la «revolución bolivariana», que no es más que un proyecto totalitario que intenta someter a los venezolanos y más allá a los latinoamericanos, hoy a los bolivianos, ecuatorianos y nicaragüenses, pisoteados por regímenes populistas y demagogos, está disminuida. Sus «postulados», de corte totalitario, con ingredientes militaristas, contrarían, chocan, con los principios democráticos más elementales reconocidos universalmente.»[xv]
 
Y así, hasta que uno se canse de leer. Y no es de extrañar la semejanza de opiniones mostradas por los grandes diarios españoles y venezolanos, que no nace, como pretenden hacernos creer, de una visión compartida de democracia y libertad, sino en una estrecha comunidad de intereses económicos y políticos.
 
En Nicaragua, la campaña mediática contra el gobierno sandinista permitió la pasividad de los ciudadanos americanos ante la guerra sucio de la «contra», que sus gobiernos organizaron y financiaron hasta que consiguieron acabar con la revolución.
 
La actual campaña mediática contra la revolución bolivariana, centrada con especial virulencia en la figura de su líder, Hugo Chávez, busca, como la Campaña Manos Fuera de Venezuela ha venido denunciado desde su fundación a finales de 2002, «justificar cualquier desenlace violento y antidemocrático contra el legítimo gobierno venezolano»[xvi].
¡Viva la revolución Bolivariana!
 
¡Únete a Manos fuera de Venezuela y defiéndela!


[i] (Noam Chomsky, 1993) en el capítulo «Teaching Nicaragua a lesson» de «What uncle Sam really wants» en internet http://www.zmag.org/chomsky/sam/sam-2-03.html
 
[ii] (Edward S. Hermann & Noam Chomsky, 1988) de las conclusions del libro «Manufacturing consent: the political economy of the media». En internet http://www.thirdworldtraveler.com/Herman%20/Conclusions_ManufacConsent.html
 
[iii] «La estrategia de Hugo Bolivar» de Ernesto Ekaizer. El País, edición impresa, 14-11-07
 
[iv] «Enfado regio y preocupación real» de Fernando Savater. El País. Edición impresa, 16-11-07
 
[v] «Borboneces» de Maruja Torres en la edición impresa de El País, 15-11-07.
 
[vi] «La niebla» de Luis García Montero. El País. Edición impresa, 16-11-07.
 
[vii] «Monarquía y visibilidad» de Josep Ramoneda. El País. Edición impresa, 15-11-07.
 
[viii] «El reality show de la cumbre iberoamericana» de Moisés Naím. El País. Edición impresa, 18-11-07
 
[ix] «El comandante y el Rey» de Mario Vargas Llosa. El País. Edición impresa, 18-11-07.
 
[x] Titulares sobre Venezuela o Chávez aparecidos en El País del 11 al 18 de noviembre. Muestra escogida al azar.
 
[xi] «El País contra Chávez» de Pascual Serrano. Rebelión. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=59219
 
[xii] «Viva Juan Carlos» de Roberto Giusti. El Universal, 13-11-07.
 
[xiii] «El elefante en la cristalería» de Luis Vicente León. El universal. 18-11-07.
 
[xiv] «Viva el Rey» de Manuel Caballero. El Universal. 18-11-07
 
[xv] «Toando fondo» de Robert Carmona Borjas. El Universal, 18-11-07
 
[xvi] «Cállate tú, Juan Carlos, porque no nos representas», comunicado de la campaña Manos Fuera de Venezuela sobre el incidente de la cumbre de Chile. http://www.manosfueradevenezuela.org/index.php?option=com_content&task=view&id=309&Itemid=1