Recomiendo:
0

Una notica en «Il Messaggero» (24-4-06)

Fuentes: Rebelión

Regreso de una semana de conferencias en Roma, ciudad abierta. Tema: el cine vasco hoy o, lo que es lo mismo, guión secuenciado de una realidad inexistente con posibilidades de final abierto y quién sabe, por eso del optimismo siempre necesario. La iniciativa ha corrido a cargo de la «Asociación Cultural Euskara» (esbozo del futuro […]

Regreso de una semana de conferencias en Roma, ciudad abierta. Tema: el cine vasco hoy o, lo que es lo mismo, guión secuenciado de una realidad inexistente con posibilidades de final abierto y quién sabe, por eso del optimismo siempre necesario. La iniciativa ha corrido a cargo de la «Asociación Cultural Euskara» (esbozo del futuro Centro Vasco en la capital italiana) y la Universidad Popular. Es decir, jornadas maravillosas de encuentro intercultural, acercamiento empírico al insuperable surrealismo italiano («Forza Italia» de Berlusconi sigue siendo el partido más votado con el apoyo de uno de cada cinco electores, uno de cada cinco, sí) y noches de grappa, rosas, treguas e hipótesis con Alex, Marlene, Will, Miren, Achille, Paola … Y turistas, miles de turistas a la carrera invadiendo plazas, metros, vaticanos, trattorias, capillas y trasteveres siempre, vocación universal, colocándose de espaldas a los monumentos propiamente dichos para seguir coleccionando esa increíble galería insufrible de imágenes fijas reunidas bajo el título genérico de «yo también estuve aquí». Son tiempos de codicia visual, lo sabéis, en los que aquella primera mirada de los hermanos Manakis, por ejemplo, es simplemente un recurso historiográfico sin mayores conjugaciones estéticas. En la Fontana de Trevi, anécdota comprobada, era tal el cúmulo de peticiones de pareja eterna por metro cuadrado y monedas al agua que, al parecer, lo sé de buena tinta, Neptuno va a responder en los próximos días con bacanales abiertas e indiscriminadas dado el lío montado con los deseos en masa y en tropel sin posibilidad alguna de establecer criterios de fidelidad, que tampoco está mal pero no sé si era el caso. Y es que Roma sigue siendo la misma más allá de códigos, obras, callejeros y 2.500 años de bullicio, desmadre y desorden organizado. Yo, por mi parte, llego ya al momento de las sensaciones verdaderas: en el avión de vuelta a casa (Iberia y su «generosidad» al cliente en fase de recorte) la azafata me ofrece «Il Mesaggero», el periódico romano por excelencia que después de vaivenes varios se sitúa ahora, me lo cuenta Marlene, en lo que podríamos llamar el universo (siempre extrañamente confuso por lo demás) del «centro-izquierda». Repaso las noticias generales, el casino post-electoral, las películas de estreno… Y en la página de sociedad me encuentro de sopetón con un artículo sobre la treintena de muertos producidos en las carreteras italianas en los últimos días de Pascua. En el centro de la misma, tres fotos escalofriantes con tratamiento especial y en color sobre los accidentes más espectaculares y los siguientes pies informativos: «Latina, 17 de abril, tres víctimas: un conductor en estado de embriaguez ha cruzado la mediana chocando su vehículo contra otro que venía en dirección contraria incendiándose en el acto». Segundo pie: «Catania, 22 de abril, cuatro víctimas: se dirigían en su auto a la discoteca cuando otro coche, que viajaba en sentido opuesto al suyo, ha invadido su carril produciéndose el violentísimo choque». Hasta aquí todo «normal» y, de repente, tercer pie de foto e inicio de turbulencias: «Verona, 21 de abril, dos víctimas: dos motoristas son embestidos por un automovilista rumano que perdió el control de su vehículo. De los análisis se extrae que el extranjero había consumido alcohol»… Sé que no debería alterarme, que son tratamientos habituales de la información en estas épocas en las que todo vale y los racismos son así, sutiles, reales y continuos bajo esta permanente criminalización adjetivada de la diferencia… Pero tengo que confesaros que, como le pasó un día a José Agustín Goytisolo, en ese momento me dolieron los ojos, se me trabó la lengua como a un niño asustado, no pude continuar con la lectura, estrujé con los puños la página del diario y como me conozco y sé cuando no aguanto más, al verme así busqué el chaleco salvavidas por no llorar.

Joseba Macías

( [email protected])