Usted forma parte de una comunidad que nunca tuvo presencia en los medios, a menos que fuera como protagonista indirecto (o directo) de algún suceso de sangre. Los medios de comunicación no se acercaban a su hogar si no era usted el viudo, la viuda, el huérfano u otro desconsolado pariente de alguna víctima de […]
Usted forma parte de una comunidad que nunca tuvo presencia en los medios, a menos que fuera como protagonista indirecto (o directo) de algún suceso de sangre. Los medios de comunicación no se acercaban a su hogar si no era usted el viudo, la viuda, el huérfano u otro desconsolado pariente de alguna víctima de un acto de violencia.
De pronto, llega un proyecto de gobierno que habilita cientos de licencias para radios y televisoras comunitarias, que le permite a usted y su comunidad expresarse de una manera que jamás soñó, como a usted le parezca. Con algunas trabas burocráticas y de otra índole, con bastantes aspectos mejorables, pero a años luz de las oscuridad comunicacional en que vivió hasta entonces.
Usted tiene que debatirse entre estos dos proyectos:
a) El que le suministra los permisos y facilidades para que usted y su comunidad se expresen por sí mismos, mostrando lo que son y lo que aspiran a ser.
b) El que le dice que usted no necesita expresarse, porque una gran empresa privada puede hacerlo en su lugar, por descontado de una manera mucho más entretenida, llena de luces y bailarinas siliconadas.
Llegado a este punto, ¿a cuál de los dos proyectos apoyaría usted?
Una pregunta de respuesta tan obvia, que los que no la saben contestar vagan perdidos, deambulando, creyendo que todavía viven la fantasía de estudio televisivo que gobernó durante décadas el espacio radioeléctrico venezolano.