Compañeras y compañeros jornaleros, familiares, amigas y amigos de La Jornada: Y que conste que no me dirijo a ustedes de esta manera por imitar al que, para infortunio de los mexicanos, ocupa la silla presidencial desde hace casi cuatro años. Todo lo contrario; desde muchos años antes yo he cometido la barbaridad gramatical -para […]
Compañeras y compañeros jornaleros, familiares, amigas y amigos de La Jornada: Y que conste que no me dirijo a ustedes de esta manera por imitar al que, para infortunio de los mexicanos, ocupa la silla presidencial desde hace casi cuatro años. Todo lo contrario; desde muchos años antes yo he cometido la barbaridad gramatical -para algunos- de dirigirme a la gente deseándole que «el Señor esté con todas y todos ustedes», en las ceremonias religiosas.
Algunos de ustedes saben que cuando celebro la misa, y lo hago todos los días, hay dos partes en el rito. Una primera, que se escucha sentados, y otra, que es propiamente la liturgia del Sacramento, que se hace de pie. Por ello les ruego que antes de celebrar esta noche nuestro ritual cívico del Grito de la Independencia tengan a bien escucharme por unos breves momentos bien acomodados en sus asientos.
Lo primero que quiero decirles es que estoy plenamente convencido de que hay muchas y muchos jornaleros con más méritos, inteligencia y memoria para dirigirse a ustedes en esta fecha tan singular para todos los mexicanos y tan especial para todos los que integramos la comunidad de La Jornada. Singular, porque en ella nosotros renovamos con el corazón en la mano nuestro compromiso de servir a México; especial, porque celebramos, con agradecimiento, satisfacción y gozo, 20 largos años -que se nos han hecho cortos- por un México justo, libre y, sobre todo, digno y soberano. De manera que soy yo el que me siento honrado por la amistosa osadía de algunas y algunos de los jornaleros de echar sobre mis espaldas la noble tarea de coordinarlos en esta ceremonia en que, a voz en cuello, expresamos nuestra voluntad de ser libres, con el ánimo de rememorar, en forma muy modesta, a aquellos curas que entregaron su vida por el pueblo hasta el sacrificio -muchos de ellos anónimos-, en nuestros movimientos históricos de Independencia, como don Miguel Hidalgo y Costilla, y don José María Morelos y Pavón. Por ello se los agradezco, y con toda sinceridad les digo que esta ceremonia, como las páginas, los acontecimientos y las efemérides de La Jornada, refuerzan mi compromiso de seguir siempre al lado de ustedes.
Nuestro proyecto no nació como producto de un grupo de iluminados. No surgió por intereses, sino por ideales. No vio la luz por afán de lucro, sino por compartir valores. No se desarrolló tomando primeramente en cuenta la lógica del mercado, sino las exigencias de la ética. No nació para complacer a los poderosos, sino para dar voz y servir a los humillados. Nació, eso sí, para ser un instrumento poderoso para la liberación del pueblo, y muchos de los cambios sociales, políticos y culturales que realmente se han dado en los pasados años en México, se deben, con toda justicia, a La Jornada. No hace mucho que don Pablo González Casanova me decía después de un largo viaje de trabajo a París, que debíamos agradecer que en medio de tanta mentira y asechanza exista un periódico como La Jornada, un diario mexicano leído con tanta avidez por muchos mexicanos y consultado en Internet por tantísimas personas. Lo mismo dijo y escribió, con más o menos las mismas palabras hace poco, Olga Harmony.
Todavía conservo en mi memoria a aquellos mexicanos y mexicanas, sobre todo jóvenes, muchos de ellos estudiantes de la UNAM, que en los albores de 1984 salieron a botear por las calles, para mandar a hacer algunos boletos, y poder costear así el alquiler del Polyforum Cultural Siqueiros. El 29 de febrero de ese año surgió un proyecto, nuestro proyecto, que no tenía más capital que nuestras ganas, eso sí muchas, de cambiar a México. Yo muchas veces lo he puesto de ejemplo en las aulas de la UNAM de proyectos que nacen no con estudios sofisticados de mercado, sino como respuesta auténtica a lo que anhela la gente, como respuesta generosa a lo que la gente necesita. Permítanme que les diga que a 20 años de distancia los logros de La Jornada, gracias al esfuerzo cotidiano de todos ustedes, son una ilustración palpable de lo que hace 20 siglos dijo el humilde carpintero de Galilea: «Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura».
No quiero terminar estas palabras sin recordar con agradecimiento, en esta ocasión, a Cristina Payán, que en paz de Dios descanse, porque es gracias sobre todo a ella que desde hace 20 años yo soy jornalero. Y sin agradecer en nombre mío y de todos ustedes, en particular a Carlos Payán y a Carmen Lira, estos 20 fecundos años de fidelidad a nuestro proyecto original. Gracias a su coraje, a su valentía, a su pasión por la verdad y a su compromiso insobornable con las mejores causas del pueblo, nuestra nave ha podido surcar muchos mares de grandes borrascas y de fuertes tempestades. Yo, por mi parte, le doy gracias a Dios porque hasta el momento nos ha concedido ser fieles, y con sinceridad le pido que nos conceda muchos años más de fidelidad al pueblo. Y ahora sí los invito en esta fiesta cívica, y sobre todo en este clima de amistad y de familia, no a recitar el Credo, como se hace en la Iglesia después de los sermones, sino a profesar con firmeza nuestro compromiso por México.
Compañeras y compañeros:
¡Viva México! ¡Vivan los héroes que nos dieron Patria! ¡Viva doña Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva Leona Vicario! ¡Viva el cura don Miguel Hidalgo y Costilla! ¡Viva el cura don José María Morelos y Pavón! ¡Viva el Benemérito de las Américas, don Benito Juárez! ¡Viva la Revolución Mexicana de 1910 y de 1914! ¡Viva el Caudillo del Sur, Emiliano Zapata! ¡Viva el Centauro del Norte, Francisco Villa! ¡Viva el general Lázaro Cárdenas! ¡Vivan los pueblos indios de México! ¡Vivan sus autonomías y libre determinación dentro del Estado nacional! ¡Viva la resistencia de los campesinos, los obreros y las organizaciones sociales a un proyecto injusto e indigno del país! ¡Viva el pueblo de México! ¡Viva el pueblo de México! ¡Viva el pueblo de México!
* Mensaje pronunciado la noche del pasado 15 de septiembre, en la celebración conmemorativa del 20 aniversario de La Jornada.