Vamos para siete años metidos en un infierno. Leer la prensa, oír la radio o ver la televisión equivale a una prueba de esfuerzo, absolutamente prohibida para quienes sospechen de problemas cardíacos. De alguna manera resulta misión imposible alcanzar la paz necesaria para disponerse a hacer algo creativo o simplemente a vivir. Las empresas privadas […]
Vamos para siete años metidos en un infierno. Leer la prensa, oír la radio o ver la televisión equivale a una prueba de esfuerzo, absolutamente prohibida para quienes sospechen de problemas cardíacos. De alguna manera resulta misión imposible alcanzar la paz necesaria para disponerse a hacer algo creativo o simplemente a vivir. Las empresas privadas de la comunicación han decidido que los venezolanos no merecemos la paz y se empeñan con denuedo en espantarla si intenta asomar la cabeza.
El sistema democrático se caracteriza por la existencia del disenso. Este es a la democracia como el agua al pez. De modo que ha de sernos familiar, tolerable y hasta deseable una buena cuota de disenso. En democracia el disenso se resuelve por vía de elección. Se va a unas elecciones, se elige y luego se acepta que las mayorías ganan. ¿Qué significa esta aceptación?, ¿acaso que se olvidan los disensos?, ¡no!, lo que significa es que se acepta y hasta se cuida con esmero el derecho ganado por las mayorías aunque no lo compartamos.
¡Bien!, pues desde hace unos siete años unas empresas concesionarias del servicio de la información han decidido que quien ha sido elegido por mayorías -millones- no tiene derecho a gobernar y punto. Al mejor estilo de los señoríos medievales unos cuantos plutócratas deciden que la primicia de gobierno es de ellos o no es de nadie. ¿De donde obtienen la legitimidad para convertirnos a todos en sus siervos?, ¿en cuál asamblea fueron elegidos?, ¿Dónde o con quien compitieron democráticamente y ganaron tales fueros? ¡En ninguna! Sencillamente cuatro o cinco desnaturalizados han tenido el dinero para comprarse un medio. Eso es todo. Y el resto de los venezolanos a calárselos. Ellos deciden que todo un país viva en ascuas, los ciudadanos se odien entre ellos, la angustia diaria sea la norma, se exacerben los espíritus hasta propiciar violencia y la muerte y… ¡punto!
Nueve o diez procesos eleccionarios democráticos no nos han alcanzado la paz. Estos plutócratas deciden que no la tengamos y no hay nada más que decir. Lo natural, lo lógico, es que luego de una campaña de confrontación de ideas las próximas elecciones nos traigan un gobierno legítimo y una oposición igualmente legitimada. El día 4 de diciembre en la mañana, democráticamente, unos habrán obtenido respaldo mayoritario a sus propuestas y otros no, pero todos habremos ganado. Eso sería lo normal, lo lógico, lo corriente, lo democrático, pero todos sabemos que no será así. ¿Y…quien decide que no sea así por sobre la voluntad de todo un pueblo?, pues…»ellos», ¿por qué?, pues porque sí y… punto.
Resulta angustioso -y nadie debe tener ese derecho- saber que desde ya, estos caballeros con dinero han decidido que la jornada del 3 de diciembre sólo sea una oportunidad más para llevar este país a la guerra. Yo convoco a todos los venezolanos de buena voluntad, obviando el hecho de ser gobierno u oposición, todos, todos tenemos que darle un parado a estos caballeros. ¡Ya está bueno ya! Saberlos la misma tarde del 3 de diciembre haciendo campaña para atizar la violencia publicando «encuestas» a boca de urna y dando un ganador que luego resultará negado por los cómputos oficiales, sobrepasa toda capacidad de resistencia. Me resisto. Es más… ¡no me da la gana! ¡Venezolanos!, si dejamos que estos hijos de puta nos impongan su dictadura pronto estaremos pagando el tributo al señor con la Ley de la pernada, o matándonos entre nosotros mismos.