Es febrero de 2006, media noche. La imprenta de un moderno edificio arroja 15 mil ejemplares de un periódico, cuya primera edición fraccionará la historia de los medios de comunicación de España y el mundo castellanohablante. Días atrás y durante meses, sus artífices configuraron su estructura y en encierros de largas horas discurrieron el perfil, […]
Es febrero de 2006, media noche. La imprenta de un moderno edificio arroja 15 mil ejemplares de un periódico, cuya primera edición fraccionará la historia de los medios de comunicación de España y el mundo castellanohablante.
Días atrás y durante meses, sus artífices configuraron su estructura y en encierros de largas horas discurrieron el perfil, avizorando los sacrificios que implicaría un medio independiente. Su propósito era claro: crear un periódico ciudadano que reconociera los movimientos sociales, trabajara por la interculturalidad y reflejara la realidad y dinamismo de los barrios. En otras palabras, hacer lo que nadie hasta el momento había hecho: promover la participación y apoyar propuestas tantas veces invisibles para el periodismo tradicional, sin sucumbir por ello a los devaneos de la excluyente y exclusivista prensa de inmigrantes.
Y así lo hicieron. Así nació «Xarxa Urbana». Su formato tabloide asumió el castellano y el valenciano (dialecto del catalán) para contar lo que ocurría en la esquina, en el vecindario y en geografías más amplias, para que lo local de Valencia, se multiplicara en las fronteras y la gente empezara a tejer su red, su xarxa de ciudad, de país, de orbe.
Dos años después, y cruzados por miles de lectores habituados ya a su particular esencia informativa, Teresa Galindo y Miguel Ángel Ferris revisan el pasado para fundar el futuro.
Teresa, colombiana, arribó a España hace ocho años. Traía consigo su vasta experiencia en periodismo cultural e investigación bibliográfica de literatura y estaba decidida a convertirse en mediadora intercultural. En ese periodo de tránsito intelectual conoció a Miguel Ángel: español, pedagogo, sindicalista y activista verde, cuyo periodismo empírico alcanza hoy los 28 años.
Sus proyectos individuales coincidieron y decidieron volverlos comunes. Y en esa navegación surgió la pareja, pero también los cómplices de sueños libertarios y luchas por una sociedad donde el derecho a ser informado honestamente y a expresarse sin ataduras, sea una realidad creciente.
Miguel Ángel sumó a Teresa en su trabajo de Radio Klara, la primera y más importante radio libre de Valencia y el estado Español.
Después fueron parte de un equipo que quiso crear ‘Pluralia’, una televisión ciudadana y cooperativa. Todos pusieron tiempo, tesón, dinero y experiencia. Sin embargo, les fue imposible adquirir una licencia para emitir en ondas terrestres, ya que el gobierno las adjudicó a la derecha y extrema derecha conservadoras y los requisitos económicos eran tan altos que ningún progresista pudo obtenerlas. Su única opción la hallaron abriendo una página de televisión en Internet.
Fue un golpe duro, pero había demasiada vida y determinación. Además, existían muchas cosas por decir y necesidades muy particulares por resolver. Los barrios carecían de una tradición de prensa local y se estaban transformando con la llegada de emigrantes de todas partes (Valencia es la ciudad de Europa donde la migración ha crecido mucho más y en menos tiempo), no surgían espacios de conocimiento entre foráneos y aborígenes y urgía que todos vieran las fortalezas de ese rostro que se iba transformando y se mirara la diversidad con el alma abierta.
Teresa sabía lo que ello significaba, pues como periodista extranjera enfrentó la dificultad de insertarse en un ambiente donde «no apuestan ni por la cultura ni por la libertad de expresión».
Sí, ahí no existía un medio que reflejara esa diversidad, ni un periodismo vecinal ciudadano, ni intercultural. No lo había allí en toda España y, sin dudarlo, ni en toda Europa.
¿Por qué no, entonces, emprender una odisea donde se tejiera esa red imprescindible? Incluso, el sueño fracturado de Pluralia encontraría en el papel mayores posibilidades económicas, exhibiendo la misma filosofía.
Y surgió Xarxa. En dos años ha construido un espacio en el entorno urbano de Valencia y trascendido los confines de la misma Europa. No fortuitamente han sido invitados a Paris como ejemplo de prensa intercultural e independiente.
Xarxa ha creado una red que une a los pobladores mediante sus contenidos, porque para ellos «la ciudad es un espacio por conocer y reflejar lo que ocurre en sus calles». Han otorgado voz a los movimientos sociales y difundido sus propuestas, y han roto los tópicos de poblaciones estigmatizadas, mostrando realidades lejanas y promoviendo, participando u organizando eventos sobre migraciones e interculturalidad. Ambos han conjurado «esos estereotipos e imaginarios en negativo al utilizar un lenguaje integrador».
A través de sus 32 páginas los inmigrantes conocen y se expresan, las mujeres recuperan sus diálogos excluidos por los otros medios, y el de la esquina o el de la calle, quienes trabajan o no, quienes deciden o no, quienes condenan o no, viven este impreso que habla de medio ambiente, transporte y educación, movimientos y luchas, pequeños y grandes proyectos, cultura…
Un impreso que se financia exclusivamente con publicidad (seleccionada para que sea coherente con la línea editorial) y que se ha visto afectado porque las instituciones aíslan cualquier publicación social y crítica y controlan el 100% de la publicidad. Hasta ahora, jamás ha recibido publicidad institucional.
Esto es un sueño y un maremágnum que juntos y su reducido equipo de trabajo, deben confrontar cada mes en aras de tejer una red firme, libre y gratuita.
*Mónica del Pilar Uribe Marín: Periodista freelance internacional, especializada en Derechos Humanos, Medio Ambiente y Política.