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Un repaso a la cobertura del terremoto en los medios españoles

Y Haití fue noticia

Fuentes: Diagonal/Rebelión

El terremoto sucedido en Haití el 12 de enero ha generado su correspondiente avalancha informativa en los medios españoles que merece la pena analizar. Han dominado varios patrones criticables en la medida en que muestran un retorcimiento de la realidad o un desvío de la atención. El primero de ellos sería el desplazamiento del objeto […]

El terremoto sucedido en Haití el 12 de enero ha generado su correspondiente avalancha informativa en los medios españoles que merece la pena analizar. Han dominado varios patrones criticables en la medida en que muestran un retorcimiento de la realidad o un desvío de la atención.

El primero de ellos sería el desplazamiento del objeto de la noticia, que deja de ser el haitiano para ser nosotros, es decir, las instituciones que envían ayuda humanitaria, las hazañas de los cuerpos de cooperación allí destinados o el destino de los españoles que se encontraban en Haití. ¿Por qué me debe interesar a mí más el destino de un español en Haití, que no conozco, que el de doscientos niños haitianos? Una imagen de la web de Público el mismo día del terremoto simultaneaba estos dos titulares: «Haití calcula que los muertos podrían superar los 100.000» y «España busca si hay víctimas e inicia el envío de ayuda». Por víctimas entienden sólo españoles, los cien mil muertos no son víctimas, sólo son haitianos. La foto en portada de El Mundo, El País y Público el día 16 es la de un bombero vallisoletano con un niño haitiano. El resto de los días es similar («Médicos españoles ayudan a nacer a un niño en un hospital de Puerto Príncipe y salvan a la madre», El País 18-1-2010). Los testimonios son del primer mundo, de nuestro país: responsables de la agencia de cooperación española, bomberos españoles, enfermeros españoles…

Los medios nos presentan una orgía de ayudas. Desde España: «El Congreso y el Senado, con Haití» (El Mundo, 16-1-2009), «Ibercaja doblará las aportaciones solidarias a favor de Haití», Cope 26-1-2010), «Cruz Roja y Nuevas Generaciones recaudan dinero para Haití», «CAM destina a Cruz Roja 100.000 euros de las aportaciones solidarias para los damnificados del terremoto» (Europa Press, 26-1-2010). O desde el primer mundo en general: «EE UU asegura la ayuda humanitaria» (El País 20-1-2010), «Ashton convoca una reunión de la UE para coordinar la ayuda» (El País 15-1-2010). Sin embargo silencian la ayuda de los humildes. El diario El País publicó el 15 de enero un cuadro titulado «Ayuda financiera y equipos de asistencia», donde se detallaba la ayuda de 23 países más la ONU. No aparecía Cuba que tenia trabajando allí de forma gratuita a 400 cooperantes, la mayoría sanitarios. El día 13 de enero, se incorporaron además a Puerto Príncipe más de 60 colaboradores de la salud, especialistas en situaciones de emergencia, con experiencia en catástrofes similares. En Puerto Príncipe se encontraban 152 facultativos cubanos en el momento del terremoto. Su primera reacción fue levantar dos hospitales de campaña en su residencia, porque el edificio donde trabajaban se derrumbó. Con esas cifras Cuba debiera haber sido el país que encabezara el cuadro de ayuda en personal de asistencia. En ningún sitio he leído sobre la ayuda que envió Nicaragua al día siguiente del terremoto: dos aviones con 3 toneladas de alimentos y dos brigadas, una de médicos y enfermeras y otra de rescate. Los aviones del ejército nicaragüense fueron de los primeros en aterrizar. Es evidente que esos gobiernos no tienen un buen departamento de prensa.

Había que presentar que el primer mundo llega con ayuda («La Unión Europea moviliza 229 millones para ayuda urgente») y orden («EE UU llega para imponer el orden»). Ambos titulares de El País 19-1-1010.  Tal y como se hizo con el huracán Katrina en Nueva Orleans, los medios colaboraron en presentar una imagen de caos y violencia que pudiera legitimar y justificar la intervención militar. El abuso de los vocablos «saqueo» y «pillaje» es constante e ilícito en la medida en que en la mayoría de los casos los objetos que son apropiados son de uso básico y vital. Los damnificados de un terremoto que se han quedado sin vivienda, sin comida y sin agua, no roban una televisión de plasma o un aire acondicionado. Sin embargo los titulares insisten en estas palabras delictivas: «Los habitantes de Puerto Príncipe, desesperados por la falta de ayuda, se lanzan al pillaje» (El Mundo 16-1-2010), «La escalada de la violencia frena el reparto de ayuda» (El País 18-1-2009), «Caos, saqueos y rescates» (Público, 16-1-2010), «Mientras la población de Haití se lanza desesperada al pillaje, equipos españoles rescatan con vida entre los escombros a más de una docena de personas» (El Mundo 16-1-2010). Presentan al nativo entregado al pillaje frente al blanco español que lleva la salvación y la civilización. Lo afirmó una cooperante entrevistada en el informativo de Antena 3 el 16 de enero. Según dijo, les era imposible a las personas «normales» repartir nada allí, pues corrían el riesgo de ser asesinadas. De modo que en Haití están las personas normales, que son los del primer mundo que repartimos comida, y los no normales, gente depravada que te puede asesinar sólo porque quiere comer. Para rematarlo afirma que «a los haitianos les gusta mucho sacar el machete». Qué mala educación, sacar el machete para conseguir comida. De modo que lo que hay que hacer es incautar los machetes en lugar de llevar comida, por eso fueron los marines.

Los refinados periodistas occidentales están convencidos de que los haitianos son unos salvajes violentos: «Algunos barrios, como la Ville de Soleil, de tradición violenta, están vedados hasta para los habitantes pacíficos, ya que las bandas son los amos y señores del lugar» (El Mundo 16-1-2010). El enviado de una televisión española visita Cité Soleil y dice que, al verle, los niños lloran porque nunca habían visto un blanco. Nos quiere dar a entender que acaba de llegar a una reserva indígena aislada del Amazonas. Es absurdo: cuando yo estaba de director editorial en Telesur, nuestro corresponsal -blanco y de origen estadounidense- no salía de Cité Soleil, de donde procedían casi todos sus reportajes.

Una vez más se ha desaprovechado una oportunidad para contar la historia de Haití. Este párrafo, procedente de la web de Telecinco, representa la tónica informativa dominante sobre los antecedentes del país:  «La historia de Haití es la historia de un país hundido por la violencia política y por los desastres naturales. Inestabilidad endémica, dictadores asesinos, más de 30 golpes de Estado y una serie de interminables desastres naturales han cobrado cientos de almas en esta nación que, tras 206 años turbulentos de historia, es la más pobre de América y depende por completo de la ayuda extranjera». Su pobreza se presenta como endémica, ajena a cualquier responsabilidad de la comunidad internacional o de cualquier potencia extranjera. El resultado no es un país explotado, sino un país parásito puesto que dicen que depende de la ayuda extranjera. ¿No trabajan entonces lo haitianos?

Por último una cifra anecdótica. El terremoto de Haití coincidió con la victoria del multimillonario Sebastián Piñera en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile. A ningún medio se le ocurrió contar un detalle que revela Gustavo Duch: que el magnate que dirigirá Chile dispone de una fortuna personal (conocida) que dobla la ayuda prometida por la Unión Europea a la reconstrucción de Haití.

Pascual Serrano es periodista, autor del libro «Desinformación» (Península, 2009)

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.