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Y la vida volvió a irrumpir

Fuentes: Pelota de Trapo

Es el hijo de Marta, la profe de Historia de ojos azules. Es el hijo de Juan Carlos, los dos militantes, los dos montoneros, los dos desaparecidos. Es el hermano de Diego, que tenía cuatro años cuando lo rescataron. Ese niño de 48 años apareció en diciembre, como un candil para encender la esperanza en medio de tanta barbarie.

Es la vida que se empeña en asomar. A pesar de la oscuridad que siembran los poderosos por estos días tan temibles. A pesar de que quieren quebrar cada centímetro de sueños y sembrar miedo y tormentos. A pesar de que pregonan terremotos y socavan la tierra misma que pisamos, no pueden con el rumbo de la Historia, esa que se escribe con mayúsculas. Y volvió a florecer, la vida. Como asomó 138 veces durante las últimas décadas. Con nietos que cada año son mayores. Con abuelas y abuelos que ya no están. Que buscaron hasta que les estallaran las ilusiones, que golpearon puertas, anduvieron rondas, lloraron en silencio, desearon amaneceres. Que les rogaron a todos los cielos y se murieron por dentro infinitamente pero seguían vivos porque había en qué creer. Porque tenían, quién sabe dónde, una vida que proteger de los monstruos cruelmente humanos.

Desde Tatiana Sfiligoy, que tenía 6 años en 1980 cuando apareció en un orfanato, al hijo de Marta Pourtalé y Juan Carlos Villamayor, los dos militantes montoneros, que por estos días cumplió ya 48 años. Que vaya a saber la historia cómo creció, qué voces escuchó, qué sueños le inocularon y qué fantasmas le tatuaron en las noches de luna llena y las madrugadas baldías.

El hijo de Marta, la profesora de ojos azules, como escribió alguna vez el poeta y sobreviviente del horror Jorge Meza. Profesora de Historia crecida a metros del arroyo Azul que se enamoró de Juan Carlos, que amaba la música, solía andar con una guitarra a cuestas y trabajaba en una zapatería de Boulogne. El hermano de Diego, que tenía cuatro años en aquel diciembre del 76 cuando su tío materno lo rescató de una comisaría en Villa Ballester y que había dibujado a ese bebé que aún no había nacido pero que era soñado y esperado.

Es la vida que sigue brotando por los intersticios de la historia. Diego tendrá hoy unos 52 años y encontrará a ese bebé que tanto esperó que ya ronda los 48. Y nunca jugaron a la pelota, ni empujaron un autito, ni se bañaron en el balneario de Azul donde Diego creció.

Tarde o temprano, en medio de tanto desprecio y tanta crueldad, la vida estalla y se pincela de arcoiris y arranca una risa y dibuja un abrazo. Y se hacen las cuentas de tanta ausencia y a la vez se conjugan todos los verbos que, con esa terquedad infinita que parieron las Madres y las Abuelas, se visten de victoria.

Fuente: https://pelotadetrapo.org.ar/y-la-vida-volvio-a-irrumpir/