El gran capital estadounidense ha tenido históricamente, como una de sus estrategias, impedir la industrialización de la Argentina. Ha llevado adelante esta política durante el siglo XX y el actual. Si repasamos la historia, cada vez que en un gobierno hubo un comienzo más o menos avanzado de industrialización, después vino otro que anuló todos […]
El gran capital estadounidense ha tenido históricamente, como una de sus estrategias, impedir la industrialización de la Argentina. Ha llevado adelante esta política durante el siglo XX y el actual.
Si repasamos la historia, cada vez que en un gobierno hubo un comienzo más o menos avanzado de industrialización, después vino otro que anuló todos los adelantos y volvió a poner al país en dependencia extrema con el exterior.
Algunos ejemplos claros [1] son el golpe del ’55, el del ’76, [2] los gobiernos de Menem-Cavallo y De la Rúa-Cavallo [3] y el actual de Macri [4] . Haciendo un poco de memoria, y repasando sólo estos cuatro ejemplos, se verá a las claras esta lógica de dominación. [5]
El gran capital de EEUU no podía dejar desarrollarse a un potencial competidor como es nuestro país.
Muchos son los ideólogos que han ido aportando el marco teórico justificativo de su política de expansión y dominación mundial.
Podemos citar algunos: Cotton Mather y Samuel Sewall y la creencia en la superioridad racial y la «misión civilizadora». A fines del siglo XVII, en 1845 el periodista John 0’Sullivan y el «destino manifiesto». [6] A fines del siglo XIX el reverendo Josiah Strong, padre del «darwinismo social», que por mandato divino no sólo difundía la obligación de expandirse y dominar el mundo, sino también de hacer buenos negocios. Y el Almirante Alfred Thayer Mahan, brillante estratega, con su tesis de «quién domine el mar dominará el mundo». [7]
Hasta aquí: superioridad racial, el mandato divino (misión) y el mercado.
La doctrina Monroe de 1823, cuando EEUU necesitaba arrebaterle a los europeos las tierras del Caribe y el resto de América. Cualquier intento de colonización o presencia europea en América Latina sería considerado «una manifestación hostil para los Estados Unidos», y por lo tanto pasible de una intervención militar. [8]
Parte de este marco teórico es la decisión de EEUU de no dejar industrializar a nuestro país. Para lograr esto una de sus herramientas es el engaño. No se puede dominar un país sin engañar a sus ciudadanos. No basta con el poder militar.
Por eso se elaboraron tácticas de manipulación ideológica. Oficialmente reconocido, el principal cometido de la CIA era ganar «la batalla por la conquista de las mentes». Y el Consejo Nacional de Seguridad (NSC) en 1950 planteó como objetivo de la «guerra de propaganda», como «propaganda más efectiva», aquella en la que «el sujeto se mueve en la dirección que uno quiere por razones que piensa que son propias»…/… [9]
Estamos frente a un enemigo que cuenta no sólo con un gran poder económico y militar, y está a la vanguardia del desarrollo de tecnologías de última generación, sino que cumple un rol fundamental: la «batalla por la conquista de las mentes». Un mecanismo gigantesco de engaño de los pueblos.
Hoy ese objetivo central ha sido exponencialmente perfeccionado, resumiendo todas las estrategias que han venido acumulando durante más de un siglo en la «dominación de espectro completo», [10] para lo cual vienen aprovechando todos los aspectos de la revolución tecnológica.
Esta realidad no es tenida en cuenta en la medida necesaria en los análisis y en las tácticas y estrategias políticas, en distinta medida y forma, tanto por la izquierda reformista como los sectores progresistas, kirchnerismo incluido.
En todo análisis de la situación política no se puede ignorar la verdadera relación de fuerzas existente.
En última instancia el enfrentamiento es la lucha de clases, esencialmente la relación de fuerzas entre los trabajadores del país y el gran capital internacional, mediatizada por movimientos progresistas pero pequeño burgueses como el kirchnerismo.
Se parte de la visión política de que se pueden realizar los grandes cambios necesarios en la economía del país a partir de ganar las elecciones, tremendamente distorsionadas como están, asumir el gobierno, y tener una política adecuada. No se desconoce el poder de las corporaciones, pero se supone que se puede «dialogar» y «negociar» con ellas y obtener el margen suficiente como para desarrollar el país y lograr el «crecimiento con inclusión social». Esta perspectiva es peligrosa por lo ingenua y altamente limitante para el accionar del futuro gobierno.
A falta de una alternativa por la izquierda, que en todo caso es solamente declamativa, es la política que, sin tener perspectivas exitosas a largo plazo, puede oxigenar un poco la situación social. Permitir un mejoramiento del nivel de vida, aunque sea muy limitado y un mayor margen para acumular conciencia y poder por parte del pueblo, fortalecerlo en la lucha de clases.
La contienda electoral ocupa hoy todo el espacio de acción política y de expectativas en la población, al punto de haber reducido las luchas y movilizaciones en una medida significativa.
La política llamada eufemísticamente «neoliberal» sólo puede ser llevada a cabo con una fenomenal campaña de mentiras como las que muestra hoy Macri, con una metodología que logre, sustancialmente, que el pueblo las crea.
La fórmula opositora Fernández-Fernández, marcha primera en las encuestas, por un margen significativo, y sus propuestas apuntan expresamente a mejorar las condiciones de vida de la población. Esto se ve y se siente. Si las elecciones fueran realmente limpias, seguramente ganaría esta fórmula opositora.
El problema es que la campaña electoral del macrismo, el cual está en completa decadencia, profundamente desprestigiado, se basa en una estrategia discursiva que apunta directamente a la emoción, y bloquea la reflexión y todo tipo de razonamiento. Magistralmente elaborada por Durán Barba y otros, en los últimos días viene demostrando suficiente eficacia como para pensar seriamente en un nuevo triunfo electoral del macrismo, a pesar de todo su creciente desprestigio.
No parece haber un antídoto en este nivel por parte del Frente de Todos capaz de neutralizar y superar esta ofensiva.
Los políticos, periodistas, etc., que son partidarios de la oposición, han subrayado, hasta ahora, dos tácticas necesarias. Por un lado denunciar una por una, con mucha claridad e implacablemente, todas las mentiras del macrismo, poniendo en esta tarea a todos los dirigentes y militantes en todos los lugares del país.
Por otro lado, imitando como un espejo la táctica duranbarbista, apuntar a la emoción del electorado, de manera sana pero eficazmente, sumando a la difusión objetiva de las finalidades y medidas a tomar de su próximo gobierno, formas propagandísticas alegres y pegadizas, como por ejemplo «vamos a comer asado».
Hasta ahora no han realizado adecuadamente y en la medida necesaria estas dos tácticas.
En qué medida lo harán, e incorporarán otras también necesarias y eficaces, es una incógnita.
La batalla política entre neoliberalismo macrista y populismo progresista está planteada hoy en el plano electoral. Es necesario dar prioridad, como hace Durán Barba, a las modalidades propagandísticas en la campaña del Frente de Todos.
Notas:
[1] Federico Bernal, Julio De Vido, Néstor y Cristina Kirchner, Planificación y federalismo en acción, 2015, Editorial Planeta, págs. 175 y siguientes.
[2] Ídem, pág. 277 y sigs.
[3] Ídem, págs. 339 y sigs.
[4] Ídem, págs. 453 y sigs.
[5] Benjamín Hopenhayn, Alejandro Barrios, Las malas herencias, ¿Qué dejan los gobiernos que se van?, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, primera edición 2002; Alejandro Barrios, Buenas herencias, El legado económico del kirchnerismo, Hernández Editores, Buenos Aires, 2015
[6] Telma Luzzani, Territorios Vigilados, pág. 55, Ediciones Debate, 1ª edición, 2012, Buenos Aires.
[7] Ídem, pág. 56
[8] Ídem pág. 58
[9] Ídem, págs. 96/97
[10] http://www.rebelion.org/
Las guerras híbridas del imperio, 8.7.2019, rebelión, mundo. https://www.alainet.org/es/
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