En la órbita de publicaciones como Triunfo, Cuadernos para el Diálogo o Destino, Valencia Semanal se convirtió a finales de los 70 en un punto de referencia del periodismo democrático, de izquierdas y nacionalista. Por ello se tuvo que enfrentar a múltiples ataques de la extrema derecha y a más de un centenar de denuncias […]
En la órbita de publicaciones como Triunfo, Cuadernos para el Diálogo o Destino, Valencia Semanal se convirtió a finales de los 70 en un punto de referencia del periodismo democrático, de izquierdas y nacionalista. Por ello se tuvo que enfrentar a múltiples ataques de la extrema derecha y a más de un centenar de denuncias en los juzgados. Pero la revista nunca se arrugó ante los desafíos de la época. Por ejemplo, señaló las manipulaciones periodísticas del diario Las Provincias, hegemónico de la derecha más recalcitrante, o arrojó luz a los entresijos de la extrema derecha valenciana, además de mostrar al lector «la diversidad del País Valenciano, su potente tejido social y los nuevos movimientos, como el feminismo, el ecologismo la defensa de los derechos de los gais, lesbianas, bisexuales o transexuales», explica Carles Senso. A ello se agrega la voluntad de pedagogía democrática, dirigida a un lector todavía poco avezado a las formas políticas de los nuevos tiempos. Los jóvenes periodistas sacaron adelante el proyecto movidos por un idealismo que primaba sobre las condiciones laborales.
El análisis en detalle de lo que representó, en un momento de conflicto y serias amenazas involucionistas (finales de los 70 y principios de los 80), Valencia Semanal puede leerse en las 671 páginas de la tesis doctoral del periodista e historiador Carles Senso: «Valencia Semanal (1977-1980). D’altaveu valencianista contra el postfranquisme a centre de les pugnes internes del PSPV-PSOE». Senso, que leyó la tesis el 1 de diciembre, colabora en Levante-EMV desde 2001 y trabaja en el rotativo desde 2009. También ha colaborado en medios como La Veu del País Valencià, L’Avanç, L’Informatiu, Onda Cero, Superdeporte o Información. Además, compatibiliza su labor periodística con la asesoría «Proclam Comunicació», de la que es titular.
–Sólo por el periodo de tres años en que vivió (diciembre de 1977-junio de 1980), la revista «Valencia Semanal» (VS) tuvo que posicionarse en una época muy conflictiva. ¿Cómo definirías la línea editorial-ideológica del semanario?
-Quizá es una obviedad decirlo pero Valencia Semanal fue una publicación hija de su época, un periodo en el que se aceleró la historia del País Valenciano y en el que se concentraron muchos de los cambios que explican la situación actual, tanto positiva como negativamente. En la revista se observa el amateurismo propio de unos jóvenes idealistas que funcionaban con el mecanismo del prueba-error, al igual que también se hizo en la política, sobre todo por parte de la izquierda. La publicación, aunque siempre se ha dicho que la primera etapa es democristiana, mama desde el principio (por la convicción de sus periodistas artífices) de las teorías de Joan Fuster, un intelectual que era mucho más que nacionalista, al igual que VS. Fue una revista con una línea editorial vinculada a la izquierda, progresista, nacionalista y fusteriana. Pero sobre todo fue un organismo periodístico (y político) plenamente demócrata en tiempos de muchas dudas y de amenazas de recesión dictatorial con un poder aún mayúsculo del mundo militar. Configurado además por un sinfín de jóvenes periodistas con un idealismo sin fin, que primaron en todo momento su aportación a ese nuevo País que se está formando, que las condiciones laborales, no tan buenas como alguna vez se ha querido defender. Es un hecho que se observa con la venta al PSOE, cuando los trabajadores fuerzan a la dirección para conseguir mejoras en los sueldos e incluso en los últimos meses existen impagos de nóminas importantes.
–En la tesis doctoral te refieres a unos referentes fusterianos en «Valencia Semanal» (por Joan Fuster, autor de «Nosaltres els Valencians, el principal mentor intelectual en los años 60 de la unidad de la lengua catalana y la idea de Països Catalans); y también a la influencia del marxismo internacionalista de los años 70. ¿Se concretan estas ideas en los editoriales, en los contenidos de las secciones y en el pensamiento de los periodistas?
-Por supuesto. Las editoriales de VS están escritas primero (unas veinticinco) por el democristiano Ernest Sena para después ser asumidas por Amadeu Fabregat, el verdadero alma mater de la publicación. Un Fabregat que supone uno de los intelectuales más importantes del País y que se erige como una auténtica guía parlamentaria, un referente entre los políticos de la época, tanto de derechas como de izquierdas. Las editoriales de Fabregat van transformándose con el tiempo. Primero tienen una vocación más internacionalista, vinculándose a temas «transversales» (quizá más de izquierdas) para centrarse después en los propios del nacionalismo valenciano de la época. No podía ser de otra forma porque el progresismo (la construcción de la democracia y la defensa de la vía estatutaria decente) pasaba entonces por defender el raciocinio identitario en contra de las posiciones postfranquistas (y violentas) de una derecha que nunca fue civilizada y que, si no arengó, sí facilitó actos violentos para confrontar a la sociedad valenciana, entonces claramente con posiciones políticas progresistas. No hay que olvidar que el País Valenciano vota a las izquierdas en las primeras y segundas elecciones y que la posición de la derecha (diseñada desde el Estado central con el envío de Abril Martorell) promueve una «cleavage» para confrontar a la sociedad valenciana sobre aspectos identitarios (lengua, bandera o nombre del territorio), evitando así que se posicionasen según los parámetros establecidos tradicionalmente de izquierda-derecha. Una estrategia similar de cambio del discurso y de los parámetros de posicionamiento políticos se está observando ahora con Podemos.
–¿De qué otras fuentes periodísticas (revistas similares) en el ámbito valenciano, estatal y europeo bebe «Valencia Semanal?
-Evidentemente hay referentes ineludibles que calaron en el imaginario colectivo de las fuerzas o personas alineadas con el progresismo de los años sesenta y setenta, como fueron Cuadernos para el Diálogo, Triunfo o Destino. Su atrevimiento, su valentía, marcó el camino cuando el estado democrático estaba por parir y dicha gallardía costaba muchos problemas con el criminal aparato franquista. Fueron el verdadero Parlamento de Papel, no como otros medios caracterizados por la docilidad y el servilismo, a pesar de que sus artífices quieran hoy crear un relato distinto. Los autores de Valencia Semanal también bebieron de la frescura en la maquetación de Interviú, la visión catalanista de Oriflama o la experiencia acumulada por algunos jóvenes en Dos y Dos. Los viajes democristianos por Europa (sobre todo de Sena y Paco Carrasco) hizo que también se estudiase y copiase experiencias francesas como VSD o italianas como Il Meridiano di Trieste.
–La revista asoma a los quioscos en plena época de violencia «blavera» (el «blaverismo» es un movimiento de extrema derecha localizado en el País Valenciano que rechaza la unidad de la lengua catalana, defiende el regionalismo y propone la bandera de cuatro barras con la franja azul, para distinguirla de las enseña catalana). ¿Qué relación tiene «Valencia Semanal» con el diario Las Provincias, las fallas o el Valencia club de fútbol?
-Valencia Semanal es uno de los pocos medios de comunicación (y quizá de la sociedad valenciana) que rivaliza frontalmente contra el Dios informativo que supone en la segunda década de los setenta Las Provincias, el medio que configura el discurso y marca el tempo del enfrentamiento político. Hay tanto que decir sobre Las Provincias… VS le dedicó decenas de informaciones y reportajes para denunciar sus manipulaciones, por ejemplo a través de encuestas cocinadas que trasladaban una realidad valenciana que no existía y que sólo buscaba diseñar profecías que se autocumplieran. Fue la cabeza visible de un movimiento «blavero» de gran radicalidad que mutó según los espacios, con la pseudointelectualidad informativa de Las Provincias o Murta, el garrote y las continuas amenazas de grupos como el GAV, Legionarios de Cristo Rey o Fuerza Nueva o el sucio juego político de personajes como Abril Martorell, Attard o Broseta.
-¿En qué causas de la izquierda de la época se implica editorialmente (y en las informaciones) «Valencia Semanal»? ¿Puedes citar ejemplos? ¿Consideras que prima el componente nacionalista sobre el planteamiento de izquierdas?
-En todas, sin distinción. Valencia Semanal se enclava en una época que quizá le haga centrarse en la lucha política valenciana a través de la lucha de los símbolos pero sus artífices nunca olvidan que el País está por construir y que es necesario pensarlo, diseñarlo. Supera claramente el sectarismo nacionalista de otros medios anteriores y coetáneos. Existe un compromiso absoluto por mostrar el país que no ha sido enseñado hasta el momento, que queda fuera de la cultura elitista que tantas veces fructifica en los medios de comunicación hegemónicos. Enseña la diversidad del país, la multiplicidad de sus versiones, el potente tejido social y los nuevos movimientos, caso del feminismo, el ecologismo o la defensa de los derechos de los gais, lesbianas, bisexuales o transexuales. Su visión contracultural le lleva a algo tan sencillo como observar el ambiente rural (tan importante en territorio valenciano) con diferente prisma, sin aspectos peyorativos. El País Valenciano estaba por diseñar y después del invierno franquista (de la crisis de pensamiento que supuso la dictadura) no era nada complicado. Sólo hacía falta voluntad.
–La directora de «Valencia Semanal», Pilar López, fue amenazada con una pistola por un militante de Fuerza Nueva. Es la época de los explosivos contra los escritores Joan Fuster y Manuel Sanchis Guarner, también en los lavabos de la plaza de toros de Valencia durante la celebración de «Àplecs» (encuentros por la lengua y la cultura) o ataques a la señera librería Tres i Quatre, entre otros muchos. ¿Afectó directamente al periódico la violencia política del momento?
– La violencia es el aspecto fundamental de la época. La violencia y el miedo. Quizá con el paraguas del presente no se tiene tan en cuenta este factor pero es ineludible. No se puede entender nada sino se le ofrece la importancia que tuvo la violencia, a las amenazas, a los insultos, a la presión estatal. VS fue víctima de múltiples ataques, tanto físicos (caso de los que citas, como de otros muchos como la quema con líquido inflamable de la encuadernadora de la revista, la amenaza fallida con un supuesto paquete bomba en la puerta de la sede, las continuas pintadas amenazadoras o la agresión al fotógrafo José Vicente Rodríguez) como judiciales, con cerca de un centenar de denuncias que llevaron a los periodistas a los juzgados (herederos del Tribunal del Orden Público) sin ninguna responsabilidad legal en el tiempo.
–La posición editorial radicalmente democrática y nacionalista de «Valencia Semanal», ¿le llevó a problemas con los tribunales de la Transición? ¿Por qué asuntos?
-Los tribunales suponían un elemento más de presión sobre los autores de la revista. Eran judicializados por actos ridículos, como la publicación de un reportaje sobre la película «Emmanuelle» con la aparición de unos senos femeninos, lo que fue considerado inicialmente escándalo público. El entonces director, José Luis Torró, se presentó en el juicio con un puñado de revistas pornográficas que compró en el kiosco antes de entrar. Quedó en nada, como todos los otros juntos. Eran denunciados casi todas las semanas, más que por sus errores, porque se inmiscuyó en la vida o carrera política de gente protegida durante el franquismo y que entendía la vida social como una caza de brujas. La valentía de Valencia Semanal no cejó, llegando al punto álgido con la publicación del reportaje sobre todos los secretos de la extrema derecha valenciana, haciendo público muchos de sus integrantes, sus actos, sus posesiones y sus estrategias. Esa información hizo mucho daño y años después del cierre de la revista seguían acudiendo a los tribunales. Nada amedrentó a unos periodistas como Rosa Solbes, Emilia Bolinches, Ferran Belda, Javier Valenzuela, Miguel Ángel Villena, Emili Piera o Jesús Sanz que acabaron recibiendo el Premio Libertad de Expresión y que después han protagonizado carrera profesionales muy destacadas en las letras valencianas y españolas.
-¿Qué tipo de periodismo se practicaba en «Valencia Semanal»? ¿Se apostaba por una línea seria y «objetiva», equidistante y que separara información y opinión, o por el contrario la revista se manchaba en la militancia y en la subjetividad?
-Las páginas de la revista están plenos de editoriales, géneros interpretativos, comentarios personales y opiniones subjetivas en los que se pone de manifiesto en todo momento la línea argumental de un semanario que mantendrá un compromiso político e ideológico claro y explícito y no se quedará al margen de las confrontaciones diarias sino que tendrá la voluntad de acontecer un agente político más. Como consecuencia del momento histórico en que aparece y vive, se puede ver también un fuerte sentido de responsabilidad por parte de la revista con la voluntad de intervenir en la acción política para contribuir a la calma y la serenidad necesarias para consolidar la democracia. Además, tiene una voluntad pedagógica, de instruir al lector en los principios políticos y democráticos que van apareciendo porque los ciudadanos puedan ir adquiriendo conocimientos que los permita obrar políticamente en consecuencia.
–Llama la atención la contundencia de las portadas. ¿Qué importancia se da al «escaparate» de la revista? ¿Y en cuanto a la fotografía y viñetas?
-Son aspectos de gran importancia en Valencia Semanal. Las portadas se hicieron famosas por inaugurar, junto a las de Miguel Calatayud para la Cartelera Turia, el diseño y la ilustración editorial valenciana contemporánea. Heras utilizó constantemente en su obra pictórica las técnicas gráficas, el collage y el objectualismo y en las portadas de Valencia Semanal se pueden observar una primera apuesta más pictórica y cercana al pop arte y una segunda en la que se trabaja más el concepto, la idea, a través de las fotografías. Fue la punta de lanza de la revista valencianista, una demostración más de su atrevimiento y su apuesta por la vanguardia. En el apartado de fotografía se contó con magníficos profesionales como José Vicente Rodríguez, uno de los profesionales de referencia en la historia contemporánea valenciana. El tema del humor nos podría llevar a extendernos en exceso. Es clave en la revista y su utilización es continua desde el primer número al último, con una acidez propia de mentes muy ingeniosas y una capacidad para parodiar la actualidad valenciana que situó a VS como una digna heredera de una tradición autóctona de gran potencial con revistas como La Traca.
-El periódico nació el 10 de diciembre de 1977 y, ante los agobios financieros, fue vendido al PSPV-PSOE en mayo de 1979. ¿Fue éste el principio del final? ¿A qué atribuyes la muerte de este semanario valencianista y de izquierdas?
-Fue claramente el principio del final, no porque el PSPV-PSOE ejerciese un control absoluto de la línea editorial, que no fue así, sino porque la situación cambia radicalmente en la redacción, con un ambiente más hostil por parte del apartado económico y la desvirtualización del proyecto con la salida de importantes personajes como Sena o Carrasco o periodistas como Jesús Sanz, Torró u otros, que van saliendo en busca de nuevas posibilidades laborales. El peso de Fabregat era excelso en el semanario y en parte la revista desaparece porque él se cansa de asumir tanto trabajo, dado que se encargaba de la mayoría de los textos políticos y revisaba prácticamente todos los otros. Además, los socialistas no la matan (a la revista) pero la dejan morir, dado que VS es una provocación a todos los ámbitos, también al socialista, al que no duda en buscarle las cosquillas hasta el final. Las deudas eran inasumibles y se agudizan con el mandato socialista, cuando además caen incluso más las ventas.
-Por último, ¿qué echas en falta en el periodismo de hoy y que pudiera aprenderse en las páginas de «Valencia Semanal»?
-Si respondo que nada quizá me arrepienta de por vida pero es lo que siento. Creo que hay magníficas propuestas en la actualidad y que simplemente lo que se debe es buscar aquello que realmente es de calidad, comprometido y que lucha por conseguir cumplir con la esencia del periodismo, esa capacidad de contar la realidad para superar el mundo ficticio que constantemente vende el capitalismo económico y sus vasallos políticos. Evidentemente el actual Parlamento de Papel no está en El País, La Razón, El Mundo, la Ser o Cuatro. El verdadero periodismo se hace desde medios marginales, aquellos que no están sujetos al dictamen del capital. VS reúne el interés lector por la información quizás más residual (y por eso tantas veces marginada) que contaba con la legitimidad que la población ofrecía a la creación subterránea, evitando el oficialismo vinculado, primero, al régimen franquista y, después, al Gobierno central de derechas. Las debilidades del proyecto también se leyeron como sinónimas de veracidad y resistencia. VS (y los medios que hoy valen la pena en el periodismo) estuvo libre de la calidad y la nitidez que ofrecía el oficialismo vinculado al poder y eso la convirtió en interesante y peligrosa. Todo lo peligrosa que puede ser la información no controlada, que es mucho porque crea un relato diferente al del régimen. Hay propuestas periodísticas en la actualidad que luchan con sinceridad y rigor por los valores democráticos y es necesario esfuerzo para encontrarlas y compromiso para mantenerlas vivas.
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