Cuando nos «invitaron a retirarnos», por llamarlo de algún modo, de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (UPMPM) simplemente redacté una carta titulada «A las queridas Madres de Plaza de Mayo» (luego se reprodujo en varias páginas de la web). Llené varios baldes de lágrimas mientras la escribía. La imprimí y se las […]
Cuando nos «invitaron a retirarnos», por llamarlo de algún modo, de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo (UPMPM) simplemente redacté una carta titulada «A las queridas Madres de Plaza de Mayo» (luego se reprodujo en varias páginas de la web). Llené varios baldes de lágrimas mientras la escribía. La imprimí y se las llevé a las madres. La entregué en mano junto con un libro donde reproducía la entrevista que le hicimos a Hebe con otros dos chicos de la escuela secundaria a fines de la dictadura militar (uno tenía 15 años, los otros dos 16). Toqué la puerta. Hebe no estaba, me atendió Juanita, una madre entrañable. Le di la carta de despedida junto con el libro y me fui caminando despacio. No era una carta agresiva ni resentida. Traté de privilegiar todo el cariño que sentía a pesar del mal trago. Aunque nos echaban, les estaba agradecido por todo lo que me habían enseñado en tantos años de lucha y resistencia frente al poder, sea bajo la dictadura militar genocida, sea con gobiernos constitucionales y electorales. Hice el duelo. Doloroso como todo duelo. A partir de ahí me prometí no volver a enroscarme en el tema ni quedar inmovilizado, atado al pasado. Después que un amor se frustra y uno hace el duelo, lo más saludable es hacer un balance y seguir adelante con nuevos proyectos de vida.
Algunos compañeros y amigos me pidieron entonces que escribiera sobre las Madres, no les hice caso. Del diario Clarín ntentaron en algún momento contactarse para que yo hablara contra las Madres. Debo tener todavía el correo por ahí. Ni contesté. A pesar de las discrepancias y los puntos de vista diferentes, no le iba a dar de comer a la derecha. Recuerdo que un día se lo comenté a Vicente Zito Lema, amigo y compañero con quienes seguimos en la misma de siempre, por otras vías y en otros lugares, acompañando a nuevas generaciones. Me dijo lo mismo. Lo había llamado, si no recuerdo mal, el periodista Nelson Castro, Vicente le respondió que no. Al escucharlo, corroboré entonces que yo no estaba equivocado. Las discrepancias en el seno del pueblo allí se deben saldar, no en los medios ni para darle alimento a la gente de derecha que se regodea viendo a la izquierda atacarse entre sí.
Pero ahora me encuentro en una situación incómoda. Aunque me propuse no volver a tocar el tema (a pesar de la tentación que sentí en 2011 cuando Sergio Schocklender publicó su libro, donde muy alegremente confiesa que le llevó seis años «erradicar de la Universidad Popular a todos los troscos», refiriéndose al Colectivo Amauta y a otros grupos que allí participábamos (Sergio Schoklender: Sueños postergados. Coimas y corrupción en la patria de los desvíos. Buenos Aires, Planeta, 2011. página 114), el conflicto social nos vuelve a colocar en una situación similar a la de antes.
Tiempo atrás, toda la sociedad oficial, sus grandes medios de (in)comunicación, sus grandes candidatos electorales y sus principales instituciones demonizaban a las madres. En particular a Hebe. Le reprochaban todo. La acusaban de ser «madre de terroristas». También se ensañaron con ella cuando en una poco feliz intervención salió a festejar el extraño y dudoso ataque a las torres gemelas y el Pentágono en septiembre de 2001. ¡Todos se le fueron encima como hienas! Al unísono. Incluidos muchos, casi todos, los que hoy se ensañan con Hijos – La Plata. ¡Los mismos! Ayer la castigaban a Hebe y a las madres. No tenían piedad. Las destrozaban. Hoy hacen lo mismo con Hijos – La Plata. Parece que la escena se repite.
En el momento de aquel escándalo tuvimos nuestra discrepancia con Hebe y aquel súbito pronunciamiento sobre el 11 de septiembre de 2001. Lo discutimos abiertamente y a voz en cuello, con no poca pasión, en una asamblea de docentes de la Universidad Popular. Hacia adentro: debate, discusión, intercambio libre de opiniones, polémica. Pero frente al poder, frente a los monstruos del dinero, las armas y el capital: defendimos a Hebe y a las Madres.
En aquella oportunidad argumentamos que más allá de la mucho o poco feliz expresión de Hebe lo que había detrás de su gesto era un rechazo a la prepotencia política, económica y militar del imperio más poderoso del planeta. Y que ese rechazo era sano, aunque se expresara con formas rudas, desprolijas, plebeyas y políticamente incorrectas. Aunque no estuviera sustentado con 20 citas de El Capital ni acudiera en su ayuda a las grandes autoridades de las ciencias sociales. Hebe, mujer del pueblo, rechazaba como podía a los poderosos. Y todo el sistema se le venía encima. Había que defenderla. Eso era lo de fondo. Todo lo demás era para la galería, fuegos de artificio de grandes hipócritas y simuladores, políticamente correctos en sus formas de expresarse, pero completamente entregados al gran capital. Crueles con el pueblo, sumisos y obedientes con los poderosos.
Pasó el tiempo. Catorce años. Ahora la escena se repite, más de una década después, aunque el país ya no es el mismo y muchos roles hayan cambiado.
Los chicos y chicas de Hijos – La Plata, algunos de ellos y ellas amigos nuestros, compañeros y compañeras entrañables con quienes marchamos muchos 24 de marzo, incluyendo este último, con quienes hemos compartido el reclamo por Julio López y tantas otras reivindicaciones olvidadas… pasaron a estar demonizados de la misma forma que antes lo era Hebe. Los mismos medios de prensa que en el 2001 insultaban a Hebe, los mismos políticos que antes demonizaban a las madres de Plaza de Mayo, ahora… piden la cabeza de Hijos – La Plata. El mismo mecanismo. La misma crueldad. El mismo macartismo.
Si en aquella época lejana Hebe había cometido la desprolijidad plebeya de haber festejado en público lo que consideraba un ataque contra el imperialismo (actualmente todo el mundo duda y se pregunta qué pasó realmente aquel 11 de septiembre, que legitimó al Pentágono para hacer varias guerras e invasiones por el mundo…), hoy los integrantes de Hijos – La Plata cometieron otra desprolijidad. Apelaron a quemar un muñeco para repudiar el abrazo de Hebe con uno de los jefes de las Fuerzas Armadas y el Batallón de Inteligencia 601, el señor Milani, que además está acusado por desapariciones de personas y complicidades en la dictadura militar.
El muñequito es una anécdota. Lo fundamental que nadie quiere discutir es el abrazo de un organismo de derechos humanos con el jefe de la inteligencia militar. Hijos – La Plata no acepta reconciliarse con las Fuerzas Armadas ni con el jefe de sus miles de espías. No acepta abrazar a un militar que, sumamente lejos de la herencia rebelde de José de San Martín y de Mariano Moreno (primer secretario de Guerra de la Primera Junta independentista en 1810), dirige la inteligencia militar local en estrechos vínculos con la CIA y el MOSSAD, brazos alargados y sucios de potencias extranjeras. Como no conozco mucho del tema, simplemente me remito a las investigaciones de Miguel Bonasso, quien detalla el curriculum vitae (o prontuario) del general Milani en su reciente libro Lo que no dije en «Recuerdo de la muerte». Buenos Aires, Sudamericana, 2015. Páginas 72, 95-104, 396. Dicho sea de paso, allí Bonasso explícitamente se refiere a nuestra amiga y compañera María Isabel Prigione Greco (Isa para los amigos) diciendo que «María Isabel eligió el recato de la militancia y allí sigue hasta hoy en la mejor organización Hijos de todo el país, que es Hijos – La Plata» (Miguel Bonasso: obra citada. p.233. Sobre HIJOS – LA PLATA véase también pp.232, 375 y 381).
Se podrá discutir si el muñequito fue o no una buena idea. Se podrá discutir si no era mejor expresar el desacuerdo con las posiciones actuales de Hebe de otra forma. Quizás la forma elegida para hacer público el abrazo con los militares haya sido un poco desprolijo. Puede ser. Quizás demasiado irreverente. Tal vez. Pero en lugar de quedarnos con el muñequito, ¿por qué no vamos a lo de fondo? ¿Es bueno abrazarnos con gente que trabaja codo a codo con la CIA y el MOSSAD? ¿Debemos reconciliarnos con los represores que secuestraron, torturaron, violaron, robaron niños y asesinaron? Ese es el debate que instala Hijos – La Plata y que nadie quiere discutir.
Porque incluso se podría llegar a entender que un sector del movimiento popular se sienta representado en el kirchnerismo y sus apoyos a la Venezuela de Hugo Chávez, sus gestos frente a Bush con el ALCA, sus desafíos simbólicos a Estados Unidos, la asignación universal por hijo, etc. Todo eso es materia de debate. No hay que tener miedo a debatir. Pero de ahí a abrazarse eufóricamente con el general en jefe de los milicos…. El capo de la feroz inteligencia militar… hay un larguísimo trecho. ¿no?
¿Por qué quedarse con la anécdota del muñequito sin hacerse las preguntas de fondo?
La demonización macartista, ayer de Hebe y las Madres, hoy de Hijos – La Plata, en realidad siempre se aferra de cosas anecdóticas y de humo mediático para esconder lo de fondo: la defensa a rajatabla del sistema capitalista y la legitimación de sus instituciones, que están manchadas con la sangre de nuestros compañeros.
Hoy el capitalismo está en crisis a nivel mundial, ya nadie lo discute. El imperialismo norteamericano no escapa a esa crisis. Sus aparatos de represión e inteligencia también están atravesados por esa crisis que les provoca enfrentamientos internos (unos quieren seguir aliados de Israel, otros en cambio le abren la puerta del diálogo a Irán, ambos combinan la manzana envenenada a Cuba con el zarpazo a Venezuela).
En Argentina, los peones de la CIA también se dividen y viven conflictos internos. El común de los mortales, la gente simple de a pie nunca podremos saber qué se cocina por detrás, pero está claro que el general Milani representa un sector de la CIA, como bien lo sugiere el libro de Bonasso mientras el ex jefe de los espías Jaime Stiuso representa otro sector de la misma CIA, como claramente lo identifica el libro de Gerardo Young Código Stiuso. La SIDE, la política desde las cloacas y la muerte de Nisman. Buenos Aires, Planeta, 2015, reelaboración del mismo autor de un libro anterior: SIDE: La Argentina secreta. Buenos Aires, Planeta, 2006.
Entonces… en medio de este agite y con este panorama enredado, ¿con quien habría que abrazarse? ¿Con el general Milani, como hacen Cristina y Hebe? ¿O con el ingeniero en comunicaciones y escuchas telefónicas Jaime Stiuso, como hacen Carrió y Macri? (en un programa de TV muy culto, llamado «Almuerzos con Mirta Legrand», Lilita Carrió defendió abiertamente a Nisman, Stiuso y la CIA). ¿Vamos con el viejo aparato de la SIDE o vamos con la Inteligencia Militar del Batallon 601? ¿O tal vez sea mejor abrazarnos con la inteligencia de la policía federal a la que pertenecía el mayor Balbuena, infiltrado en la Agencia Rodolfo Walsh? ¿Quizás tengamos que abrazarnos con el proyecto X de la Gendarmería?
De todas esas opciones y sin ánimo de ofender a nadie, ni siquiera a las madres de plaza de mayo a las que toda la vida llevé en el corazón, frente a la sociedad oficial que intenta demonizarlos hoy yo elijo abrazar a mis amigas y amigos de Hijos – La Plata.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.