En toda América Latina, la derecha intenta reconquistar el poder. Desde Venezuela hasta Bolivia pasando por Ecuador, la derecha sueña con dar al traste con el ciclo progresista que empezó al nacer el nuevo siglo. Eso también sucede en Argentina donde el empresario Mauricio Macri tratará de ganar la elección del 25 de octubre que […]
En toda América Latina, la derecha intenta reconquistar el poder. Desde Venezuela hasta Bolivia pasando por Ecuador, la derecha sueña con dar al traste con el ciclo progresista que empezó al nacer el nuevo siglo. Eso también sucede en Argentina donde el empresario Mauricio Macri tratará de ganar la elección del 25 de octubre que viene. Pero si eso ocurriera sería un salto atrás considerable para la nación.
El 21 de diciembre del 2001, miles de argentinos se echan espontáneamente a las calles para clamar su cólera y su desesperación. El país acaba de hacer quiebra; centenares de miles de personas poseedores de una libreta de ahorros, en pocas horas, pierden todos sus ahorros. El país está arruinado; el PIB se hunde. El desempleo alcanza la tasa del 25% y la pobreza asola a más del 50% de la población. En las manifestaciones, 38 personas caen muertas bajo las balas de las fuerzas de policía. Esa catástrofe social ne fue el fruto del azar sino el resultado de opciones ideológicas y de decisiones políticas y económicas aplicadas desde que ocurrió el golpe de Estado militar, el 24 de marzo del 1976. Desvinculación masiva del Estado en la economía, liberalización de los precios, privatizaciones, supresión de las barreras aduaneras para las importaciones, estatalización de las deudas privadas…
Esas recetas neoliberales minuciosamente elaboradas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC) siguieron siendo aplicadas cuando volvió a gobernar la «democracia», en 1983, y conocieron su apogeo durante los años 1990 con el gobierno de Carlos Menem.
Quince años más tarde, los partidarios de esa política que hizo estragos y dejó tiradas en las calles a millones de personas están determinados a asir de nuevo las riendas del país. Mauricio Macri, el candidato por la coalición Cambiemos, es sin duda alguna la persona más adecuada para personar este renacer neoliberal en Argentina. Hijo de Franco Macri, uno de los mayores empresarios del país que supo aprovechar con creces la dictadura militar para edificar su fortuna personal, es hoy día una de las personas más ricas de Argentina.
Proyecto económico: sin ninguna novedad
Conviene observar el cambio que Macri ha introducido en su discurso estos últimos meses, en particular en lo que se refiere a sus propuestas económicas. Hace no más un año, éste no vacilaba en proclamar sus convicciones ultra-liberales y prometía, en caso de victoria, volver a privatizar las grandes empresas nacionalizadas por los gobiernos de la pareja Kirchner tales como la compañía aérea nacional (Aerolíneas Argentinas), la empresa petrolera nacional (YPF) o también las pensiones de jubilación.
Pero con el tiempo se ha percatado de que para ganar las elecciones no le valía semejante discurso tan impopular. Por eso ha hecho marcha atrás sobre estas propuestas. Por ejemplo, en un mitín, declaró «Hay que reconocer que en estas años, en alguna cosa, se ha avanzado mucho y no podemos volver atrás» y a continuación prometió no abolir las conquistas sociales conseguidas en el transcurso de estos doce últimos años. En lo que reza a la Asignación Universal por Hijo (AUH), seguro social otorgado a cada familia con un hijo, confesó que «es un derecho, que vamos a trabajar para que se apruebe en el Congreso y que tenga continuidad en los futuros gobiernos»…
En lo tocante a las privatizaciones, el nuevo discurso de Macri también ha venido evolucionando considerablemente. Ha prometido que YPF «seguiría bajo control del Estado» y que la compañía aérea «seguiría siendo propiedad del Estado». Media vuelta espectacular que demuestra la situación peliaguda en la que se encuentra la nueva derecha. Por un lado tiene que satisfacer la voluntad de sus partidarios más radicales que reclaman acabar de una vez con el Estado-providencia y por otro lado no puede desalentar a la mayoría de la población argentina que no desea de ningún modo volver a vivir la tragedia de hace veinte años.
Pero la careta por fin cayó el 13 de mayo pasado en el transcurso de una conferencia organizada por los mayores empresarios del país y en la que se expresaron tres eminentes consejeros económicos de Mauricio Macri (1). Éstos revelaron el verdadero plan económico del candidato para la elección presidencial y es poco decir que éste nada alentador es para el pueblo argentino.
Todas las recetas que hoy se les aplican a los pueblos de Europa son adoptadas, línea tras línea, por estos economistas totalmente desconectados de la realidad.
Para José Luis Espert, antiguo miembro del gobierno de Fernando De La Rua en 2001, se trata de acabar con lo que Ronald Reagan llamó en su tiempo «el Estado obeso». Y así es cómo preconiza «despedir a dos millones de funcionarios y eliminar o disminuir los impuestos». Los profesores, enfermeros, médicos y todos los que trabajan para el Estado apreciarán. En lo que concierne el comercio exterior propone la desaparición de las barreras aduaneras para las importaciones, lo cual significa algo muy sencillo: la desaparición programada de la industria nacional. Durante los dos gobiernos de Carlos Menem, durante los años 1990, se aplico ésa misma política. El resultado fue rotundo: más de ciento venticinco mil empresas argentinas hicieron quiebra.
Por fin, José Luis Espert considera que las negociaciones que tienen lugar dos veces al año entre la patronal y los sindicatos para discutir, por ejemplo, del aumento de los salarios, es un concepto «absolutamente fascista» y propone suprimirlas y reemplazarlas por negociaciones directas entre el empresario y el asalariado. Como si el asalariado, solo frente a su patrono, estuviera en posición de fuerza para poder reclamar un aumento de salario o mejores condiciones laborales. La relación entre ambos es a la fuerza desigual puesto que el primero dispone del capital cuando el segundo sólo tiene su fuerza de trabajo para cubrir sus necesidades.
Así pues, lo que quiere este economista liberal extremista es flexibilizar un máximo el mercado del trabajo dando el máximo poder a la patronal para que ésta pueda bajar los salarios o despedir como se le antoje. Y éstos son otros tantos parecidos con lo que viene ocurriendo en Europa y en particular en Francia en donde el Código del Trabajo a diario es pateado por el gobierno y la patronal.
Para el señor Miguel Broda, otro consejero economista y también adepto de la doctrina de Menem, lo que Argentina necesita no es inventar algo nuevo sino «copiar». Pero ¿»copiar» a quién? ¿A La Venezuela bolivariana? ¿Al Ecuador de la Revolución ciudadana? No, claro. Una vez más se trata de imitar lo que hacen los gobiernos «occidentales» con Alemania a la cabeza. Por eso, según él, la austeridad es «inexorable» y sólo podrá diferenciarse el cómo se tendrá que aplicarla. Según este señor, la austeridad será ya «planificada» ya impuesta por los «golpes». Piénsatelo bien, lector.
Como es natural, los organizadores de dicha conferencia no habían convidado a ningún medio de información. Pero desafortunadamente para ellos, una persona presente en el salón tuvo la buena ocurrencia de grabarla y de difundirla y así fue cómo los argentinos han podido medir el alcance de los sufrimientos que tendrán que padecer si Mauricio Macri asciende a la presidencia.
Pero no sólo en economía el candidato para la elección presidencial tiene ideas claramente de derecha extrema… En efecto, para seducir a las clases media y popular, ha designado a un nuevo enemigo: a los inmigrantes. Pero ¡cuidado! ¡no a cualquier inmigrante! No se trata de discriminar a los franceses, españoles o italianos que acuden cada año a Argentina par intentar hacer vida mejor. El nuevo enemigo son los paraguayos, bolivianos o peruanos quienes, debido a su tez algo oscura, se han vuelto los chivos expiatorios del señor Macri, con esa misma zafia retórica xenófoba que lamentablemente florece cada día más en nuestra desafortunada Europa.
Mauricio Macri ha declarado: «No podemos seguir tan expuesto como sociedad con una inmigración tan descontrolada al avance del narcotráfico, al avance de la delincuencia» (2) Si le quitamos la palabra narcotráfico, esta frase muy bien la hubiera podido pronunciar Marine Le Pen.
Este discurso económico y social ultra-ortodoxo marca una ruptura con la política aplicada desde que llegó al poder Néstor Kirchner en el 2003. Pero la ruptura con la política impulsada por los esposos Kirchner también sería en lo que se refiere a la política internacional y en particular en el tema de la política de integración latino-americana.
Sumisión al orden imperante
Desde ya van dos años, Argentina es el blanco de los «fondos buitres», esos fondos especulativos que le reclaman más de 1.330 millones de dólares a Buenos Aires. Esa agresión tiene mucho que ver con un auténtico intento de golpe de Estado financiero en contra de la nación albiceleste que siempre cumplió con sus compromisos para con sus acreedores internacionales. Frente a ese atentado de la finanza internacional, un arranque patriótico les ha venido a millones de argentinos y un eslogán se ha esparcido por todo el país: «Patria o buitres». Para muchos argentinos ni hablar de reembolsar un céntimo a esos especuladores despiadados aunque sólo sea por orgullo y dignidad nacional.
En este pleito, un hombre en particular ha desempeñado un papel de mucha monta: se trata de Thomás Griesa, un juez de Nueva York que repetidas veces falló a favor de los «fondos buitres».
Y cuando la inmensa mayoría de los argentinos se solidarizan con su gobierno y su lucha por la independencia y la soberanía del país, adivina quién ha discrepado: el señor Macri, claro. (3) Éste ha juzgado inútil luchar contra esos especuladores que sólo tratan de sangrar a los pueblos y declaró, refiriéndose a la sentencia del juez Griesa: «Aunque nos disguste, hay que cumplir el fallo judicial».
En cuanto a uno de sus consejeros econónicos antes citado, éste exultó al conocer la decisión del juez estadounidense: «Gracias, Griesa, por imponer límites a la barbarie populista».
Maravilloso ejemplo de un perfecto modelo de sumisión al orden económico y político dominante.
Otro ejemplo aún más grave de sumisión ante las potencias occidentales es el caso de la Malvinas. Esas islas del Atlántico sur son, desde 1833, colonizadas por Inglaterra que se niega a todo diálogo con Buenos Aires para su restitución. Si en Argentina existe un tema sobre el cual el 99% de los argentinos están de acuerdo es bien éste: «Las Malvinas son argentinas».
Sin embargo Mauricio Macri no comparte en absoluto dicha opinión. Se atrevió a afirmar, en 1997 (4) que recuperar las Malvinas provocaría un «fuerte déficit» para Argentina, y también añadió «Nunca entendí los temas de soberanía en un país tan grande como es el nuestro». Y verdad es, ¿por qué empeñarse en reinvindicar un territorio minúsculo cuando Argentina es el octavo país más vasto del mundo? ¿Por qué luchar por recuperar una tierra que nos fue arrebatada hace más de siglo y medio cuando somos dueños de un país tan grande? Éste es el mensaje de rendición y de capitulación del que se trata. Desde entonces, Macri ha cambiado aquellas declaraciones diciendo que «las Malvinas volverán a ser argentinas ineluctable y pacíficamente», pero nadie se imagina un instante que si es presidente moverá un dedo para reconquistrar esa tierra colonizada.
Pero si vence la derecha en los venideros comicios lo que más peligra es la nueva política regional que Buenos Aires pondría en marcha. Lo que sí se sabe sin lugar a dudas es que ésta sería una ruptura completa con la política llevada a cabo hasta hoy. Macri no ha vacilado en clamar, estos últimos años, su hostilidad para con la revolución bolivariana en Venezuela. Prueba de ello esa afrenta hecha al gobierno de Caracas cuando recibió, el 27 de marzo último, a las esposas de Leopoldo López y de Carlos Ledezma (5), ambos encarcelados por haber liderado el estallido de violencia que les costó la vida a 43 personas en febrero del 2014.
El líder de la derecha argentina siente más simpatía por los dirigentes o líderes reaccionarios de la región tales como el ex presidente chileno Sebastián Piñera, el antiguo postulante en la elección presidencial de Brasil: Aécio Neves o el ex presidente peruano Alan García. Tiene igualmente excelentes relaciones con la derecha europea como lo atestiguan sus encuentros con el presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, y con el ex presidente del gobierno José María Aznar.
Todos estos políticos tienen un punto común: siente un odio visceral para con la Revolución Bolivariana y el progresismo latino-americano en su conjunto.
Conclusión
Estos doce últimos años fueron un renacimiento para el pueblo argentino. Pero conviene no olvidar tampoco los fracasos o los errores de los esposos Kichner. Numerosos desafíos importantes quedan por resolver como el de acabar con el extractivismo que imponen las transnacionales y que lleva consigo consecuencias desastrosas para el medio ambiente. En el plan económico, aunque se han hecho muchos avances, Argentina, así como la mayoría de los países de América Latina, sigue dependiendo mucho de la exportación de materias primas, como por ejemplo la soja. En fin, a pesar de la legalización del matrimonio homosexual, muchas cuestiones de sociedad siguen sin resolver y particularmente una, urgente, que preocupa a millones de mujeres: la despenalización del aborto. Efectivamente, debido a su prohibición, cada año, centenares de miles de mujeres deciden abortar clandestinamente.
Para quienes pueden costear un aborto en una clínica, los riesgos sanitarios no existen. Pero la inmensa mayoría de las otras mujeres a menudo no tienen más eleccción que la de abortar con métodos o artimañas primitivas y las más veces resultan dramáticas las consecuencias. En Argentina queda pues mucho por hacer pero una cosa es cierta : el retorno al poder de la derecha neoliberal sólo agravará los problemas pendientes y ayudará a destruir todo lo bueno que sa ha venido construyendo desde hace doce años.
Lo que propone Macri no es, ni más ni menos, sino un retorno a los años 1990 en los que unos pocos se hicieron millonarios mientras la inmensa mayoría de la población se hundió en el paro y en la miseria.
Esperemos que el pueblo argentino no olvide ese episodio doloroso de su historia cuando acuda a expresarse en las urnas el 25 de octubre que viene.
Notas:
1) https://www.youtube.com/watch?time_…
2) Ibid
3) http://tn.com.ar/politica/macri-sob…
4) http://www.perfil.com/politica/Cuan…
5) http://www.perfil.com/internacional…
Fuente: Diario de Nuestra América n°7, octubre 2015
http://www.michelcollon.info/La-tentacion-neoliberal-y.html?lang=es