Una interesante nota publicada por el portal del oficialista Grupo Clarín el 5 de febrero, durante las negociaciones con los fondos buitre, revelaba que según «fuentes oficiales» el gobierno de Macri había «propuesto una quita en torno del 40 por ciento sobre los intereses a devolver a los acreedores» y que la estrategia «apunta a […]
Una interesante nota publicada por el portal del oficialista Grupo Clarín el 5 de febrero, durante las negociaciones con los fondos buitre, revelaba que según «fuentes oficiales» el gobierno de Macri había «propuesto una quita en torno del 40 por ciento sobre los intereses a devolver a los acreedores» y que la estrategia «apunta a obtener una mayor quita a cambio de pagar en efectivo». Otro medio publicaba exactamente la misma cifra el mismo día. Ambos calificaban a la oferta de «agresiva».
Pero el misterio se develó al día siguiente, cuando finalmente se conoció la oferta oficial que firmó Macri. La realidad resultó decepcionante: el pago sería en efectivo pero el «descuento» llegaría sólo al 25 por ciento. Así, la oferta de Macri consiste en pagar en efectivo 6500 millones de dólares sobre la sentencia de Griesa. En un solo día se habían perdido 1100 millones de descuento, siempre según fuentes oficiales. Es cierto que ya nadie utilizaba el adjetivo «agresiva» para calificar a la oferta, aunque los medios oficialistas tampoco se atrevieron a llamarla por su nombre: «vergonzosa». Algunos podrían llamarla «generosa» aunque la generosidad se ejerce con la plata de uno y, en este caso, se trata de la de todos los argentinos. De todos modos, como mostraremos, tampoco sería «agresivo» conseguir un descuento del 40 por ciento.
Muchos recordarán las complicadas condiciones en las que se llevó adelante la negociación con los fondos buitre en julio de 2014. La Suprema Corte de Estados Unidos acababa de rechazar el caso de Argentina contra los buitres. Se había creado una enorme presión para que Argentina pagara lo que Griesa había determinado. Si no lo hacía, se decía que el país iba a caer en un default como el de 2001, el riesgo país se dispararía y los acreedores pedirían la aceleración de toda la deuda externa, también la reestructurada. Tal como sostuvimos entonces, nada de eso ocurrió. Pero lo que quiero resaltar es que en esas condiciones, las peores para una Argentina asediada por advertencias y amenazas de todo tipo, los fondos buitres llevaron una oferta a la mesa. La oferta consistía en darnos un descuento del 15 por ciento y cobrar en bonos de largo plazo, no en efectivo. Ante la firme postura de nuestro gobierno, Y más adelante tiempo después, ofrecieron, a través de terceros, ofrecieron un descuento todavía mayor: 30 por ciento y en bonos, es decir, como se dice vulgarmente, en papelitos y no en dólares contantes y sonantes.
¿Por qué se rechazó la oferta?
En primer lugar, hay que aclarar sobre qué monto se realizaba el descuento ofrecido por los buitres. Cuando Néstor Kirchner negoció con los acreedores la salida del default, ofreció 35 centavos por cada dólar. La de Néstor sí era una oferta realmente agresiva, pero respondía a criterios fáciles de comprender. Del mismo modo, cuando fundió la compañía norteamericana Enron los acreedores recibieron entre 14 y 18 centavos por dólar. En el caso de Argentina, los acreedores le habían prestado al país durante la década de los ’90 a tasas altísimas participando de una verdadera timba. Esas tasas eran tan altas justamente porque había un riesgo cierto de default. El neoliberalismo sobreendeudó al país y después no pudo pagar. Cuando el default ocurrió, lo justo era «compartir» los costos. El acuerdo fue aceptado por 93 por ciento de los acreedores, que así se aseguraban además que Argentina pudiera pagar sus compromisos, como hizo puntualmente en los años siguientes. Como decía Néstor, había que crecer para poder pagar. Y así sucedió.
Si Néstor ofreció 35 centavos por cada dólar, Griesa pretende que Argentina pague 4 dólares por cada dólar. Pero además, hay que tener en cuenta que los buitres pagaron sólo 25 centavos por cada dólar, porque nunca le prestaron plata a Argentina sino que compraron los títulos después del default e incluso después de la reestructuración con el expreso propósito de buscar un juez que les dé la razón. La sentencia de Griesa cumple ese objetivo y les otorga una ganancia de 1600 por ciento, que con el descuento que ofrece el gobierno de Macri se reduciría a… ¡1200 por ciento! Un disparate. En síntesis, con la propuesta de Macri, los buitres cobrarían 6500 millones cuando apostaron cerca de 500 millones, es decir, 3 dólares por cada dólar. Como se ve, no se está pagando por el juicio del siglo sino que el gobierno de Macri estaría convalidando la estafa del siglo.
¿Cuál es el riesgo de pagarle a los buitres «lo que dice Griesa»? El 93 por ciento que entró a la reestructuración de buena fe, aceptó una quita del 65 por ciento. Si ahora Argentina levanta la ley cerrojo y le paga a los buitres lo que piden con un módico descuento, no sería para nada extraño que en breve aparezcan bonistas que reclamen el mismo tratamiento que recibieron los buitres. Tampoco sería raro que un juez, con mejor criterio que Griesa, reconozca que el tratamiento debe ser equitativo entre los acreedores, multiplicando toda la deuda de Argentina por dos o por tres. Por eso, el único acuerdo con los buitres que no compromete el futuro del país es que acepten cobrar lo mismo que el 93 por ciento. No es un mal negocio. Considerando los intereses acumulados en estos años los fondos buitre obtendrían una ganancia superior al 300 por ciento sobre lo que realmente pagaron por los bonos.
No está de más citar la opinión de un «experto» que en 2013 presentó un escrito como amicus curiae apoyando a Argentina ante la Justicia norteamericana y contra el fallo de Griesa: «¿cuán justo puede ser para los buitres (holdouts) tener un trato mejor, incluso un centavo más que lo que ya se distribuyó (al 93 por ciento)?».
El autor del facsímil no es otro que el actual ministro de Hacienda, Alfonso de Prat-Gay, que criticaba cualquier arreglo que reconozca para los buitres más que lo que recibieron los acreedores reestructurados. Aunque hoy sostenga lo contrario, tenía razón: pagar de más no es justo, pero tampoco es conveniente y además es extremadamente riesgoso.
Probablemente el resultado de la negociación sea hasta el momento tan desfavorable para Argentina porque el gobierno de Macri muestra un indisimulable apuro por llegar a un acuerdo, lo cual no es precisamente una buena estrategia de negociación. Como lo ven casi desesperado, le piden más. Los buitres, en cambio, saben y pueden esperar. Lo triste es que el apuro para negociar proviene de un motivo mucho más profundo y también mucho más peligroso: el plan de Macri parece ser endeudar nuevamente al país. Tal vez por eso nombró tantos funcionarios de la banca extranjera. Y tomar deuda es hoy posible, precisamente, porque después de 12 años de esfuerzo Argentina está desendeudada. Con trabajo, con industria, con crecimiento, con inclusión y sin deuda. Mantener esos derechos parece ser para algunos una pesada herencia.
Axel Kicillof. Ex ministro de Economía y actual diputado nacional por el FpV.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-292459-2016-02-14.html