Se ha convertido en un lugar común y mítico que la cadena de televisión La Sexta es la única con tinte de izquierdas en España dentro de un panorama desolador dominado por los argumentos exclusivamente de derechas o conservadores a ultranza. Sobre la segunda parte de la valoración no hay duda alguna: las derechas en […]
Se ha convertido en un lugar común y mítico que la cadena de televisión La Sexta es la única con tinte de izquierdas en España dentro de un panorama desolador dominado por los argumentos exclusivamente de derechas o conservadores a ultranza. Sobre la segunda parte de la valoración no hay duda alguna: las derechas en sus diferentes versiones copan el panel de los medios de comunicación principales, dejando un mínimo espacio a las publicaciones digitales Público, eldiario.es, Nueva Tribuna, InfoLibre y El Plural, estas tres últimas citadas muy escoradas, la segunda de manera militante y escandalosa, a las tesis del PSOE y algunas otras llamadas alternativas y muy minoritarias (Diagonal, Cuarto Poder, Tercera Información, Rebelión, Kaos en la Red, Diario Octubre, Insurgente, La Haine, por solo hacer mención de las más visitadas). Sin embargo, acerca del primer aserto, La Sexta es de izquierdas, caben muchas matizaciones, que resultan muy difíciles de enunciar libremente por el pacto tácito entre medios de comunicación que prohíbe criticarse entre ellos mismos. Un corporativismo mal entendido pero que dice mucho del secretismo e intereses inconfesables del oligopolio mediático nacional e internacional.
No hace falta rascar en exceso para hallar a quienes corresponde la propiedad de la cadena directa o por mediación interpuesta de otras firmas. Atresmedia es la titular de las acciones, que se reparten el grupo Planeta, 40 por ciento, el grupo alemán Bertelsmann, 20 por ciento, el grupo Imagina, GAMP y otros accionistas minoritarios.
A Planeta pertenecen, además de La Sexta, Antena 3, la emisora de radio Onda Cero, el diario La Razón, Casa del Libro, CEAC, (formación a distancia), y Deusto Formación y Salud (cursos de carácter empresarial y financiero).
El gigante Bertelsmann cuenta con 57 cadenas de televisión y 31 emisoras de radio en 10 países. De ella cuelga RTL Group, la productora de televisión y radio más poderosa de Europa.
Imagina está participada por Globomedia (producción generalista de televisión, cine, teatro, galas y eventos), Mediapro (derechos audiovisuales de cine y deportes, marketing y publicidad) y Televisa, del famoso multimillonario mexicano Carlos Slim, el cual tiene intereses en unas 220 empresas de órbita más o menos transnacional. El negocio de Televisa es producir entretenimiento a escala mundial.
Por último las misteriosas siglas GAMP, tras las que se cobija con discreción la caja vasca Bilbao Bizkaia Kutxa (BBK).
Ese es el entramado mercantil de La Sexta, toda una madeja de intereses cruzados y globalizados de marcada impronta capitalista. Como no podía ser de otra forma. ¿Todos esos intereses abogan y avalan políticas de izquierdas en España? Iremos poco a poco para obtener una respuesta convincente a nuestras legítimas dudas.
El grupo Planeta apuesta tanto por la derecha acérrima, La Razón, la moderada bipartidista, Onda Cero y Antena 3, como por la presunta izquierdista de La Sexta. Es decir, se encuentra presente en todos los discursos posibles del arco parlamentario. Eso se llama diversificar para ganar siempre.
Respecto a Bertelsmann, solo señalar que es la expresión genuina de la hegemonía de Berlín en el espacio de la Unión Europea. A todos los niveles: ideológicos, mediáticos, financieros y políticos. Y qué decir de Carlos Slim, representante de un emporio, con base en Sudamérica, y con impacto general en toda ella, incluso en la minoría hispana de EE.UU.
¿Es la libertad de expresión lo que mueve los hilos de los dueños de La Sexta o el puro negocio y la saneada cuenta de resultados de sus respectivas empresas?
Los propietarios de la cadena forman parte de la estructura del neoliberalismo global. Por tanto, sería estúpido pensar que quiseran hacer sangre contra sus propios intereses. Sucede que en la actual situación política de España existía un nicho vacío en los medios de comunicación que precisaba llenarse con cierta urgencia: las ideas de izquierda. El inteligente movimiento de La Sexta fue colmarlo con programas e ingredientes que llegaran a un segmento de la audiencia cansado de las banalidades, monotonía y dogmatismo del resto de los medios de comunicación. El éxito de la apuesta ha sido incuestionable.
Eso sí, cuidando y mimando al milímetro los contenidos, incluso alentando el nacimiento sostenido de Podemos a base de dar cancha mediática desmedida a su líder Pablo Iglesias, que de ser un completo desconocido pasó merced al espaldarazo de La Sexta a ser un personaje con máxima proyección política. Algún día Iglesias y los suyos tendrán que ofrecer detalles de los posibles peajes o hipotecas que han tenido que abonar, siquiera sea simbólicamente, por tamaña propaganda gratuita.
Se dice que Ciudadanos surgió del IBEX 35 para rebañar la hemorragia de votos del PP. ¿No es idéntica operación la diseñada con Podemos para cubrir los flancos débiles del PSOE y detener la movilización social creciente en los últimos años hasta la consolidación del aparato podemita? En la historia hallaremos la respuesta a no tardar mucho.
La estrategia de La Sexta es bastante sutil y elaborada, descansando en espacios de gran impacto y aceptación por parte del público: Salvados, La Sexta Noche, El Objetivo, Equipo de Investigación, Al rojo vivo y El Intermedio.
Cada uno con su estilo, pero destilando perfume a izquierdismo más o menos aromático. Más que el fondo lo que importa es la forma, la apariencia, la superficie de los asuntos a tratar, el gesto desinhibido y la capacidad expresiva o el talento mediático de sus presentadores y tertulianos. Nada de lo que se plantea pone en cuestión el sistema ni las estructuras que lo soportan: lo que interesa es golpear con furor y fuerza inusitada a los políticos, preferentemente de derechas y del PP, en última instancia títeres o testaferros de las elites que conforman las corporaciones y el mercado capitalista. Con esas redes y entramados jamás hay que meterse. De esta manera se consigue concitar las iras alrededor de algunos representantes políticos que hacen las veces de guiñoles para calmar las justas iras de la gente indignada y de las clases trabajadoras. La jugada es maestra: el sistema no se toca mientras las críticas furibundas recaen en personajes secundarios de toda laya y condición. Todo político de derechas es contingente: lo que interesa es que la estructura capitalista no se venga abajo de repente.
Analicemos brevemente cada programa de los antes reseñados.
Salvados es la delicatessen de la casa, el dulce para paladares más sofisticados de la izquierda divina e intelectual. Muestra tacto y oficio Évole en sus entrevistas en profundidad y sin estridencias innecesarias. Cada cual puede extraer sus propias consecuencias. Trabaja la actualidad con decencia, sin duda alguna, pero las causas estructurales y en la sombra de la ola neoliberal siempre se quedan sin respuesta. Los límites de Jordi Évole vienen marcados por los dueños de La Sexta. No hace falta hablar con ellos ni recibir especiales consignas, en un profesional de su talla, para saber donde no debe meter sus narices periodísticas. No obstante, los efectos que analiza son de agradecer ante la atonía y servilismo del resto de los medios de comunicación. Évole a veces bordea el imposible, y se nota. Intenta ir más allá, pero retrocede con su cara de buena persona o se contenta con enunciar un asunto escabroso para dejar claro que él si quiere pero que existen lindes muy difícil de traspasar si uno pretende mantener su puesto de trabajo. Como en la vida real, vamos.
Por lo que se refiere a La Sexta Noche señalar que su formato de diálogo, debate sería excesivo decir, está condicionado por dos protagonistas estelares con patente de corso, ambos muy de derechas: Marhuenda e Inda. Sin representar a nadie, salvo a sí mismos, enganchados a sus credenciales de periodistas reparten estopa ideológica e insultos a siniestra, la diestra siempre guardan a buen recaudo, sin límite ético alguno: mienten más que hablan, lo suyo es trabajar el rumor como si tuviera entidad de exclusiva o meramente mistificar la realidad a través del prisma deformado de su ideología casposa. Son las voces oficiosas del PP, y en menor medida de Ciudadanos, en definitiva de la derecha. Sus presencias son estelares y permanentes, girando sobre sus figuras los odios y los amores de la audiencia. El resto de contertulios son relleno a secas, muñecos de quita y pon que dan lustre a conversaciones sin pies ni cabeza. De eso se trata, de hacer ruido como sustituto de la argumentación serena y la veraz libertad de expresión. Puro espectáculo. Trabajan las olas más sonoras de la actualidad sin preocuparse nunca por sacar a flote las causas internas de cada asunto tratado.
Ana Pastor, con su agresividad más que manifiesta hacia el PP, sirve de cauce simbólico al cabreo de la calle. Identificarse con ella es fácil: todos y todas querrían ser su verbo inquisitivo para ajustar cuentas con los políticos corruptos de la derecha. Su leit motiv se basa en la dicotomía verdad-mentira. Con eso se da por satisfecho El Objetivo, con sacar los colores a los políticos de turno de un modo que suena a melodía celestial pero que no es más que un recurso de aliño maniqueísta para conquistar a las audiencias ávidas de ver como el fuerte muerde el polvo sucio de la lona. Trabaja el efectismo más que el rigor informativo.
Equipo de Investigación, por su parte, dedica su tiempo a traernos historias del lumpen y de delincuentes de media o baja estofa. Con los grandes no se atreven. Y, toda la parafernalia aderezada mediante una estética, puesta en escena y relato tenebrosos, muy al gusto del thriller cinematográfico o de los mismos westerns: malos contra buenos, donde los buenos están al otro lado de la pantalla y los malos son seguidos a distancia por los intrépidos reporteros.
Al rojo vivo, con el inefable Ferreras al borde del ictus, sigue los dictados de El Objetivo: consumo de declaraciones chirriantes o estridentes que trasladen la idea de un periodismo ágil, realizado in situ e independiente de toda ideología mercantil y política. Ferreras sobreactúa a propósito para poner a la audiencia en una disposición de asaltar los cielos en cualquier instante. Sin embargo, es fuego fatuo que solo está cargado de mucha pose y demasiado grito estentóreo.
Por último, llegamos a El Intermedio y El Gran Wyoming, un mito de la televisión patria, un referente de izquierdas, un todo mediático sin pelos en la lengua. La corrupción del PP es su tema favorito, riéndose de las peripecias de los figurones del PP a mandíbula batiente. En realidad, hay que tomarse con mucho humor la corrupción y la estulticia costumbrista pepera para no caer en el suicidio redentor ante tanto personaje chapucero y berlanguiano de la España de Rajoy. Eso sí, no estaría de más que el PSOE recibiera también lo suyo: ahí se le ve el plumero a Wyoming. Hasta capones y coscorrones da, con mesura, a Podemos e IU, pero ante los de la rosa y el puño envaina su espada vengativa de modo un tanto cobardica. Los vicios de El Intermedio son bastante elocuentes para tomar en serio su humor, presuntamente crítico y equitativo con la compleja y plural realidad que nos rodea.
En definitiva, La Sexta parece muy de izquierdas porque no tiene competencia en su campo. De todas maneras, su izquierdismo de salón y espectáculo mediático tiene unos límites más que evidentes: no poner en cuestión ni en serios aprietos a los grandes poderes financieros del Estado español. Tampoco a los de fuera. Con tirar a dar a los políticos, de derechas principalmente, ya es suficiente. Con las elites y las relaciones de poder que otorgan sustento al sistema neoliberal, tampoco se mete. Eso serían palabras mayores.
Milagro, mito o izquierdismo genuino: sobre la ideología e intenciones políticas de La Sexta, usted, lector y televidente, fórmese la opinión que mejor se ajuste a sus expectativas materiales y políticas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.