Desde los medios oficialistas han comenzado a caerle voces disonantes al gobierno de Mauricio Macri. Algunos reconocidos editores que comulgan con el oficialismo amonestaron al elenco gobernante por la serie de fallidos desconcertantes producidos durante un febrero particularmente negro. Las advertencias tienen que ver con las desprolijidades en medidas como la condonación de deudas al […]
Desde los medios oficialistas han comenzado a caerle voces disonantes al gobierno de Mauricio Macri. Algunos reconocidos editores que comulgan con el oficialismo amonestaron al elenco gobernante por la serie de fallidos desconcertantes producidos durante un febrero particularmente negro. Las advertencias tienen que ver con las desprolijidades en medidas como la condonación de deudas al Correo propiedad del grupo Macri o la baja porcentual en las jubilaciones, y apuntan al deterioro de su propia credibilidad mediática en función de sostener el blindaje oficial.
Es elocuente que a Clarín y La Nación -en especial al primero- no les interesa la corrupción. Ellos mismos la practicaron hace ya cuarenta años, con la apropiación de Papel Prensa. Y aunque suelen adjudicarse el rol de fiscales de la sociedad, hace décadas que solamente apuestan por los negocios a partir de sus respectivas posiciones dominantes como medios. Exhiben la corrupción de sus enemigos políticos con desmesura y mendacidad, mientras ocultan la de los propios con inmoralidad y torpeza. El encubrimiento, ninguneo o indulgencia sobre algunos hechos de corrupción, como el de Panamá Papers y el caso Odebretch -que salpica al jefe de los espías-, por citar solo algunos casos que tomaron dimensión internacional, alcanzaría para incluir a estos medios en una historia universal de la infamia periodística. Como Mark Bellison, el protagonista de la película La Mentira Original -quien descubrió que mentir le reportaba, en su ficcional sociedad utópica, grandes dividendos-, esta prensa hace años que practica la calumnia y el ocultamiento, la intriga y la extorsión al poder político de turno.
Está claro además que a esos medios hegemónicos, sobre todo a Clarín, tampoco les interesa Macri ni su gobierno. La Nación, al menos, tiene una línea editorial coherente con algunos postulados de la derecha gobernante. Y, de tanto en tanto, se permite conciliar su conciencia de clase: de hecho fue Hugo Alconada Mon, un periodista de sus filas, quien develó las tramas oscuras en los casos de corrupción oficial arriba citados.
Es que la corrupción macrista -que cada vez se hace más visible, desbordando la malla de contención mediática- y la impopularidad del gobierno obliga a la prensa hegemónica a salirse de su lugar de confort. Por eso las advertencias: claro que no se quejan de la corrupción, sino de la incapacidad manifiesta de los funcionarios oficialistas para ocultarla. «En lugar de CEOS parecen pasantes«, bramó de indignación hace algunos días un editorialista de Clarín. La corrupción oficial y sus desatinos incomodan a la prensa hegemónica pero, sobre todo, la expone.
Para colmo, también se le abren frentes internos: el conflicto de los casi 400 despedidos de AGR-Clarín lleva más de un mes y permanece invisibilizado, no solo en el propio Grupo sino también en la mayoría de los grandes medios de comunicación. Desde allí han acallado la protesta de sus trabajadores, logrando infundir el miedo para que otros medios colegas oculten la noticia. Y, sin embargo, la lucha de los trabajadores aun continúa.
Hace meses, y por si hiciera falta, un editor estrella de Clarín reconoció: «hicimos periodismo de guerra, mal periodismo«. El verbo parece incorrecto: siguen haciendo mal periodismo. Mientras tropiezan vendiendo basura en su disparatada protección al oficialismo, reciben como nunca millonarios beneficios económicos de la gestión macrista: la pauta oficial se multiplicó en 2016, y con la cesión del 4G a Nextel en forma gratuita, el monopolio corre con privilegios para operar en el espectro de Internet de alta velocidad, al tiempo que busca imponer demoras a sus competidores.
Ocupados en su cruzada militante contra CFK y en sumar cada vez más negocios en el menor tiempo posible, esperan el momento de desembarazarse de Macri. Habrá que recordar una vez más la confesión del CEO de Clarín, Héctor Magnetto, al fallecido ex dueño del diario La Razón, José Pirillo: «los dos primeros años hay que sacarles todo. Los segundos dos años hay que golpearlos para seguir sacándoles, y los terceros dos años hay que voltearlos para que venga otro«. Como los períodos presidenciales son de cuatro años, es probable que la segunda parte de aquella estrategia esté muy próxima a comenzar.
Claro que primero quieren curarse en salud: necesitan extirpar la pesadilla del kirchnerismo. Hace tiempo que preparan el terreno para la detención de CFK, y lo hacen con la liviandad de quienes se sienten inmunes a todo: el mismo editor estrella de Clarín confirmó, en un artículo reciente, que dos jueces federales y un fiscal pactaron acciones y estrategias contra la ex presidenta ¡durante un cóctel en la embajada norteamericana!. Sin prejuicio por lo dicho ni por las formas, sin miedo al ridículo ni a quedar pedaleando en falso, no temen dilapidar su deprimido capital simbólico en esta larga contienda que lleva ya una década.
Clarín quiere asegurarse de que CFK esté presa o fuera de combate para las próximas elecciones. Para esto cuenta con la comparsa de magistrados adictos -por afinidad, temor o revanchismo- del Juzgado Federal. ¿Le conviene al macrismo una hipotética prisión de Cristina? Si la jefa del kirchnerismo llegase a ser detenida, es probable que crezca su imagen pública en detrimento de la del presidente, cuya figura no para de desvanecerse. Pero además, será la oportunidad para que la prensa hegemónica comience a investir a algún otro candidato, acaso proveniente de las filas de un peronismo disciplinado o renovador.
¿Prestigio o negocios?
Paradójicamente, las nuevas conquistas económicas y financieras aseguradas por el grupo Clarín a expensas de la administración Macri llegan en el punto más bajo de su prestigio y reputación. Hasta hace una década, la credibilidad y el predicamento del multimedio parecían consolidados.
Históricamente, el poder expansivo del grupo fue silencioso y temido. Sólo unas pocas voces, perdidas y en soledad, se animaban a cuestionar sus métodos y prácticas. El silencio pudo sostenerse por efecto del miedo: miedo de periodistas, de artistas, de políticos y de trabajadores de la cultura. A todos los espantaba -y a muchos aun hoy los repele- el poder de fuego de Clarín, con su posición dominante y sus chantajes e incidencia sobre sectores del Poder Judicial.
Sin embargo, en los últimos años han aparecido síntomas. En el conflicto contra el kirchnerismo, y en paralelo al declive de su capital simbólico, el multimedio también dejó jirones de su vida. La consigna «Clarín miente» se dejaba ver y escuchar en los espacios mediáticos del anterior oficialismo. Periodistas, comunicadores y otras personalidades de la cultura rompieron el cerco del miedo y desnudaron experiencias, hábitos y costumbres del Grupo. Su prestigio comenzaba a ser interpelado, en especial a partir de los episodios de Papel Prensa durante la dictadura.
Y cuando el miedo puede ser nombrado, recién a partir de entonces es posible combatirlo. Vaya como ejemplo lo siguiente: en 1992, las imágenes brutales del atentado contra el juez antimafia Giovanni Falcone, que había condenado en Italia a cientos de integrantes de la Cosa Nostra siciliana, despertó entre los más jóvenes la conciencia imprescindible para combatir el miedo. La mafia, que hasta entonces era omnipresente pero silenciosa e invisible, comenzaba a leerse y nombrarse. El silencio y el miedo componen el ecosistema ideal para que prospere cualquier organización mafiosa sin que nadie la moleste.
Hoy el Grupo sabe que ha perdido credibilidad, aunque cuenta todavía con un capital simbólico más que considerable. Mientras suma favores y utilidades contrarreloj, busca mayor expansión para consolidar todavía más su posición dominante. Con la diversificación de sus negocios y la reestructuración de sus empresas intentará recuperar gran parte de aquel prestigio. Eso sí, ninguna reconversión del holding tendrá otra finalidad que no sea la de intrigar en las decisiones políticas del país. Esa parece ser su naturaleza.
Gabriel Cocimano (Buenos Aires, 1961) Periodista y escritor. Todos sus trabajos en el sitio web www.gabrielcocimano.
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