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¡¡Fuera Macri!!

La tarea principal es organizar la bronca popular para derrotar al gobierno

Fuentes: Rebelión

El gobierno no ceja en su objetivo de disciplinar a las masas trabajadoras y marginadas, a pesar de la tenaz resistencia popular, para construir en el país un paraíso para la clase a la que pertenece su cúpula y para la cual gobierna: la burguesía imperialista. Más allá de la debilidad en la que se […]

El gobierno no ceja en su objetivo de disciplinar a las masas trabajadoras y marginadas, a pesar de la tenaz resistencia popular, para construir en el país un paraíso para la clase a la que pertenece su cúpula y para la cual gobierna: la burguesía imperialista.

Más allá de la debilidad en la que se encuentra debido al rechazo de la mayoría del pueblo a sus políticas, sobre todo después de un brutal diciembre con su pico represivo el 18/12 en la zona de Congreso, en ocasión de la pírrica aprobación de la Reforma Previsional que saqueó a los jubilados la cifra de $100 mil millones anuales, su interés de clase lo lleva a insistir con la terquedad de una manada de asnos para sentar las bases de una sociedad donde los trabajadores sean sumisos individuos con salarios de miseria, ningún derecho y nula sindicalización. El ideal de todo patrón.

Para ello cuenta con la complicidad de una buena parte de la «oposición» en el Congreso, de la asqueante burocracia sindical, del vergonzoso Poder Judicial y de una maquinaria de difusión aplastantemente hegemónica, encarnada por la Corporación Mediática que oficia de órgano de prensa oficialista y hasta un manejo de las redes sociales que hace asemejar a la troupe gobernante con un Gran Hermano actualizado. Y por supuesto, con las bestiales fuerzas represivas a las que entrena y pertrecha para aniquilar al enemigo interno -la clase trabajadora que defiende sus derechos adquiridos- bajo el asesoramiento del Estado Genocida de Israel.

Con semejante poder acumulado, le alcanza al macrismo para intentar imponer un relato que una buena parte de la población termina creyendo (entre simpatizantes y opositores) y que condiciona a muchas organizaciones que luchan contra las políticas gubernamentales, las meramente reivindicativas y aún las que se autoproclaman como revolucionarias. Con la farsa de la defensa de una democracia que no es tal, la mayoría de los opositores se apega a un contrato social republicano que los limita al juego de la protesta sin cuestionar la esencia de la institucionalidad, y por eso apuntan a derrotar al macrismo en 2019 y no antes, mientras la injusticia y la angustia se esparcen por doquier en nuestro suelo. Sin embargo, el verso del «aplastante» triunfo electoral en octubre pasado tiene patas cortas, pues en realidad el 70% del padrón electoral no lo votó o le votó en contra, y eso se nota en la calle y hasta en las encuestas. La caída en la imagen de toda la administración Cambiemos ya no la pueden disimular ni sus voceros oficiales ni sus lacayos con cámara o micrófono.

Lo concreto es que el gobierno avanza, a pesar de la resistencia, aún con un método de «prueba y error», en la implementación de sus políticas. Y apela a la mentira, el engaño y la tergiversación para legitimar su accionar. Así es como el presidente puede describir un país que sólo existe en sus delirios ante el Congreso al abrir el periodo de sesiones ordinarias. Lo mismo el jefe de gabinete Marcos Peña Braun, ante una indagatoria legislativa. Mienten con descaro y, por ahora, no tienen castigo. Si la corrupción en el gobierno anterior fue escandalosa, en el actual es infinitamente peor. Estos no son los corrompidos, estos son los eternamente corruptores. Quienes hoy gobiernan o se benefician con ellos, son los que históricamente se han favorecido con negociados con los gobiernos de turno, prendidos de la teta del Estado al que dicen aborrecer. Sobre todo durante las dictaduras militares. Especialmente con el Proceso Genocida, al cual fogonearon, financiaron y hoy empiezan a reivindicar desembozadamente. Por eso, por ejemplo, manijean una «reconciliación» con los asesinos y piden descaradamente prisión domiciliaria para decenas de ellos, como son los ejemplos de los chacales Etchecolaz y en estos días a Astiz.

Es tan grande la delincuencia de los componentes de las más altas esferas oficialistas, que incomodan hasta a los propios que deben lavarles la ropa sucia y a los simpatizantes que cada vez son menos. Estos tipos realmente creen que son impunes, y por eso pueden decir sin que les de vergüenza, que las cuentas «off shore», que abundan en el gabinete y aledaños, «son legales» aunque todo el mundo sabe que los paraísos fiscales están hechos para que las corporaciones evadan impuestos o laven dinero proveniente de «malas artes», como la fuga de capitales, el narcotráfico, la trata o el tráfico de armas. Pero para ellos, como dijo el detestable Marcos Peña Braun, «corrupción son las bolsas de López», que sí lo son por supuesto, pero que no llegan ni al 1% de lo que lavan y ocultan ladrones como el «Toto» Caputo, ministro de Hacienda y amigo entrañable del mafioso que ocupa el sillón de Rivadavia, o el propio Macri y su familia.

Mientras tanto, la realidad que vive el pueblo trabajador es angustiante. Las cifras del propio Indec dan cuenta de ello.

– En enero de 2018 la línea de pobreza, para una familia tipo alcanzó los $17.000 y la de la indigencia $6.800.

– Promedio salarial (EPH 3er Trimestre 2017): $14.569

– El 70% de los asalariados gana MENOS de $15.099

– Reparto de la masa salarial: el 10% más rico se lleva el 30,40% , mientras que el 10% que menos gana se lleva el 1,3%

– El empleo en negro sigue por encima del 40%

– La jubilación mínima es de unos miserables $8096, apenas $2mil por encima de la línea de indigencia y escandalosamente por debajo de la línea de pobreza.

– La inflación del 2017 fue del 24,6%

– Las tarifas, según un estudio de la UNDAV, en abril significarán el 20% del salario de los trabajadores.

– Desde la asunción de Macri, la luz aumentó un 1490%

– El gas, 1297%

– Agua, 664%

– Transporte, 105%

– Peajes, 623%

El pueblo está sometido a un ajuste brutal al que estos caraduras tienen el tupé de llamar «gradualismo». El 70% de los trabajadores cobra un salario por debajo de la línea de pobreza, y aún así desde el oficialismo los critican despiadadamente por exigir aumentos salariales que al menos no los hagan perder frente a la inflación. Las paritarias tienen techo y maltrato. Como el de la hiena Vidal, gobernadora de Buenos Aires, contra los docentes. Podrá cacarear lo que quiera la «Heidi» amarilla, pero la realidad es que, frente al taladrante dato de que cualquiera que cobre por debajo de $17.000 es pobre, un maestro inicial, a cargo de la educación de nuestros chicos, cobra $12.500. No hay mucho más que argumentar.

El país se llena de conflictos entonces. No puede ser de otra manera. Ahí están los más mediáticos (a pesar del blindaje de la Corporación periodística), como el de los Mineros de Río Turbio, que en comunión con todo el pueblo echaron a patadas a los perros de la Gendarmería que los iba a reprimir; o el del INTI, donde los trabajadores, que tienen a cargo el desarrollo y el control científico de lo que se produce o introduce en el país, realizaron una toma de más de 40 días en protesta por despidos y bajos salarios; o el de Ferrobaires, donde se pierden 1400 puestos de trabajo; o el de Fanazul, que afecta la actividad de media ciudad de Azul; o del Hospital Posadas, Cresta Roja, Stockl, Ingenio La Esperanza de Jujuy, Diario Hoy de La Plata, Anses de Rosario, Conicet, Expreso Lomas y una lista interminable. Gobierno y clase dominante cosechan lo que siembran.

Justamente por las penurias a las que somete a la población, Macri fue felicitado por Cristine Lagarde, la directora del FMI que volvió «y fue millones»… de deuda para nuestro pueblo. Eso, a pesar de que el mercado mundial le cierra las puertas o le pone trabas a los productos argentinos, por más giras que el ingeniero mafioso haga por los países desarrollados: el liberalismo que predican y les imponen a nuestros países, ellos no lo practican. Algo de eso comprobó el presidente cuando visitó a sus colegas de EEUU y Europa. Así es que en lugar de haber una lluvia de inversiones, las divisas se van del país, no sólo por la fuga que pergeñan los compañeros de clase del gobierno empresarial, sino también por el déficit comercial, que en el sector de la industria llegó al record de 35 mil millones de dólares en 2017 (de los cuales u$d 11.200 millones son con China, u$d 10.600 millones con Brasil, u$d 9.600 millones con la UE y u$d3.500 millones con EEUU).

Ante este verdadero infierno para los asalariados, los empresarios, que son permanentemente beneficiados con quitas o beneficios impositivos, ven con agrado que se avance con la Reforma Laboral, que, dicen, el gobierno va a enviar para tratar en el Congreso en medio del Mundial de Fútbol que se disputará en Rusia, aprovechando una nueva zanahoria puesta frente a los ojos de los habitantes de este país y del mundo. Es la misma deleznable estrategia que utilizaron para habilitar el tratamiento del aborto, un reclamo histórico y más que justo para las mujeres y el derecho a decidir sobre su propio cuerpo, pero que seguramente será rechazado en el Parlamento o vetado por el presidente y mientras tanto sirve para desviar la atención de las movilizaciones obreras ante los despidos, la precarización y el avasallamiento de derechos históricos de la clase trabajadora. Hasta lograron ocultar por un tiempo de la atención pública la pulseada del gobierno bonaerense con los docentes de la provincia.

Por supuesto, todo ese desquicio no puede cerrar sin represión. Y justamente en esta fecha donde los argentinos y todos los que habitamos en este país recordamos con dolor el Golpe militar de Marzo del 76, el Proceso Genocida, la etapa más oscura de nuestra historia que se llevó 30 mil almas, que secuestró, torturó y asesinó; el gobierno, con la repudiada Patricia Bullrich como abanderada, quiere volver a imponer e institucionalizar la represión armada hacia la protesta social, el gatillo fácil y los fusilamientos por la espalda. No es de extrañar, ya que la ideología de estos que hoy conducen los destinos de la República es la misma que la de los genocidas a quienes financiaron en los 70.

Si en un futuro cercano hubiese un gobierno verdaderamente popular, nefastos personajes como Bullrich, Peña, Caputo, Aranguren, Garavano, Avruj o Macri deberían ser enjuiciados y condenados por sus crímenes.

Frente al desastroso panorama descripto, más allá de la resistencia espontánea de vastos sectores del pueblo trabajador, las dirigencias de las organizaciones del campo popular, en sus diferentes vertientes, parecen colaborar más con el gobierno que con la bronca de las masas. Es evidente que ante semejante enemigo ideológico, el más brutal desde los 90, lo lógico es unificar todas las luchas en una sola. Generar un Centro Coordinador, un Estado Mayor que se pare frente al gobierno para golpearlo con un solo puño. Sin embargo, los intereses sectoriales, mezquinos, hasta personales, prevalecen por sobre el imprescindible bien común.

La izquierda, en lugar de actuar con coherencia, en función de agitar mancomunadamente y hacer madurar las condiciones que generan la bronca popular contra el oficialismo, hace todo lo contrario. No la une ni el espanto. Confunde lo estratégico con lo táctico, divide la lucha tironeando cada sello para su lado y termina siendo funcional a los intereses del gobierno.

Este 24 de Marzo va a ser una tribuna de repudio al gobierno. Y nunca más justa esa relación, ya que los sectores que hoy gobiernan son los mismos que financiaron y se beneficiaron con el Proceso Genocida. Sin embargo, el campo popular no pudo ponerse de acuerdo para hacer un único acto y enviarle así un mensaje a las clases dominantes: «tenemos nuestras diferencias pero ante uds somos capaces de ponernos de acuerdo para enfrentarlos».

Lamentablemente, el infantilismo primó otra vez.

La prioridad hoy en la lucha de clases de nuestro país es organizar la bronca popular para golpear, poner de rodillas y vencer al gobierno, representante del imperialismo en nuestro suelo. El ¡¡FUERA MACRI!! debe plasmarse en cada concentración, en cada convocatoria, en cada marcha, en cada plaza, en cada barrio, en las paredes, en las pancartas, en las banderas. Pero ese objetivo jamás podrá lograrse si el campo popular no se une en esa pelea.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.