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La increible segunda huída de un policia bonaerense prófugo

Torturó, mató, se quedó y no lo pescaron

Fuentes: CORREPI

Se acaba deescapar, en las narices de las tropas de elite de la bonaerense, un policía queen 1992 torturó en forma sádica y asesinó a Sergio Durán, un joven de 17 años.Por segunda vez en siete años, la Coordinadora contra la Represión Policial eInstitucional (CORREPI) habíaencontrado al policía bonaerense RaúlRodolfo Gastelú , uno de los […]

Se acaba deescapar, en las narices de las tropas de elite de la bonaerense, un policía queen 1992 torturó en forma sádica y asesinó a Sergio Durán, un joven de 17 años.Por segunda vez en siete años, la Coordinadora contra la Represión Policial eInstitucional (CORREPI) habíaencontrado al policía bonaerense RaúlRodolfo Gastelú , uno de los tresprófugos de la causa. También por segunda vez, el mismo policía estaba prófugoen su propia casa y se escapó caminando en medio de un desopilante operativopolicial. Un caso que devela elfuncionamiento de un aparato de encubrimientoamparado por el ministerio de seguridad, la policía bonaerense y la justicia.

Sergio Durán, un joven verdulero de 17 años y padre de unhijo, fue detenido por averiguación de antecedentes el 6 de agosto de 1992. Lollevaron a la comisaría 1ª de Morón, de donde salió moribundo 12 horasdespués, muriendo camino al hospital.En la primera autopsia, se dijo quehabía fallecido por «unaintoxicación por sustancias que hubiere ingerido», sin especificarcuáles, y que las marcas que tenía enlos testículos correspondían a «señales de rascado». No había ningún análisis químico que avalaraesa hipótesis, y en el informe no se hacía referencia al origen traumático devarias lesiones que presentaba el cuerpo. Ni las marcas de picana en elescroto, ni los dientes rotos, ni siquiera un corte en la lengua y los golpesen la cara significaban nada para el médico forense Carlos Alberto RossiAlvarez.

Los familiares de Sergio, junto con la CORREPI, comenzaronun largo peregrinaje que incluyó marchas, escraches y hasta una huelga dehambre frente al juzgado de Morón. Finalmente lograron arrancar una nuevaautopsia, que determinó que la víctima había sido torturada durante más de ochohoras con el «submarino seco» (unabolsa en la cabeza para provocar asfixia) y con una picana eléctrica en los testículos.Las nuevas pericias también determinaron que el joven había sufrido lo que sellama «masturbación violenta», una práctica sadista para aumentar el dolor dela picana hasta límites inaguantables.

La muerte, decía el nuevo informe, se produjo por un «unmecanismo reflejo que causó un paro cardio-respiratorio». En otraspalabras: Sergio murió de dolor.

Desde entonces su caso se convirtió en paradigmático; erala primera vez desde 1983 que se comprobaba la utilización de la picana en una comisaría de la policía bonaerense,fuerza que inventó esa herramienta de tortura. «La víctima –explicabaen aquel entonces la CORREPI-era un joven de baja extracciónsocio-económica, prototipo del «sospechoso» a los ojos policiales. Toda la causa muestra el enormeesfuerzo realizado para encubrir a los torturadores, incluyendo la autopsiafalsa por la que se encuentra procesadoel médico Carlos A. Rossi Alvarez.»

Hasta que elinforme anátomo patológico probó el pasaje de corriente eléctrica en lostestículos, por el asesinato sólo estaba detenido el subinspector Jorge RamónFernández, quien antes de las torturashabía sacado a Sergio de la celda diciendo «Vení pibe, que ya te vas».Fernández, que había guardado silencio desde su detención, habló cuando seconocieron los datos que arrojó la nueva pericia. Cercado, acusó a cuatro desus compañeros por las torturas: el subcomisario Miguel Angel Rojido, el caboRaúl Rodolfo Gastelú, el oficial Luis Alberto Farese y el cabo Hugo Nicolosi.Los cuatro acusados integraban el servicio de calle de la comisaría que estápegada al juzgado donde declaró Fernández. Allí se los vio por última vez:mientras el juez redactaba las órdenes de captura, todos se dieronmisteriosamente a la fuga. A ninguno lo pudo ubicar la justicia, y en losprimeros días de Octubre de 1995 el subinspector Fernández fue condenado ensoledad a cadena perpetua.

Mientras tanto, sus cómplices desarrollaban su vidanormalmente; no imaginaban que la familia de Sergio Duran y la CORREPI losseguían buscando.

Prófugos de privilegio

Las pesquisas continuaron después del juicio que condenó aFernandez, pero todos los operativos ordenados por la justicia y la fiscalíafracasaban: cuando daban con ellos, los prófugos se escapaban caminando o por los techos, y hasta uno de ellos logróhuir de sus perseguidores en un Fiat 147 destartalado. En cambio, testigos y abogados sufrierontodo tipo de presiones. Los presos de la comisaría que atestiguaron lo quevieron padecieron armados de causas por supuestos motines, y varios de ellosmurieron sospechosamente. Daniel Stragá, uno de los abogados que llevaba lacausa, enfrentó un proceso por desacato cuando denunció que en torno al caso sehabía tejido un «pacto policial-judicial».

Pero la suerte de los policías prófugos pareció cambiar enOctubre de 1996, cuando tanto el subcomisario Rojido como el cabo Gastelúfueron ubicados por la CORREPI y los familiares de Sergio. Ambos seguíanviviendo en sus viejos domicilios y haciendo una vida normal. Estaban prófugosen su propia casa, a la vista de todo el mundo menos de la justicia y lapolicía. La CORREPI, con lacolaboración del programa de televisión Investigación X, instaló cámaras ocultas en ambos lados,logrando el documento que luego obligó a su detención. En las imágenes se ve aRojido en su casa de Mar del Plata, junto a su esposa -también policía, hoycomisaria- y saludando con un abrazo a un uniformado que iba a visitarlo enpatrullero. A Gastelú se lo ubicó en Moreno, en el barrio Las Catonas, llevandocon custodia policial a sus hijos a la escuela, entrando a su trabajo en lamunicipalidad de Moreno -donde tiene un puesto su esposa- y caminandotranquilamente por la calle.

Con los videos en la mano, los abogados fueron donde eljuez Jorge Carreras, que también fue filmado mientras miraba los videos. Eljuez terminó trabajando de madrugada para detener a los poco escondidosprófugos; sacó de la cama al flamante jefe de la Policía Bonaerense, el Comisario Vitelli y lo comprometiópersonalmente con las detenciones. Fueel día de la madre de 1996, cuando ambos policías fueron detenidos en susdomicilios. A Rojido lo tuvieron que trasladar rápidamente desde Mar del Plata,por pedido del Jefe de la Unidad Regional, alertado porque «la familiaridad y respeto con que todos sussubordinados lo trataban no le permitía garantizar que, de permanecer elsubcomisario allí toda la noche, estuviera preso a la mañana».

Un año después también fue descubierto el tercer prófugo,Luis Alberto Farese, que a pesar del pedido de captura en su contra siguiócobrando su sueldo de policía normalmente. En un documento de aquel entonceslos abogados Daniel Stragá y María del Carmen Verdú, patrocinantes de lafamilia Durán, decían que «descubrimos que sólo fue cesanteado de la policíabonaerense el 11 de abril de 1997, es decir tres años después de su huida, enel marco de la «depuración» policial posterior al Caso Cabezas.Durante ese tiempo Farese percibió personalmente, exhibiendo su documento yestampando su firma, haberes mensuales por u$s 800 y hasta un retroactivo deu$s 5.000 en marzo de 1996. La policía, que le pagaba el sueldo, jamás lodetuvo.»

Sin embargo, la historia de los prófugos de fugafácil no terminó allí. En Febrero de1998, Farese se escapó caminando de la comisaría donde estaba alojado. Nuncamás se supo de él. Los agentes Rojido y Gastelú, que estuvieron presos hasta1999, gozaron a partir de ese momento del privilegio de estar libres hasta serjuzgados. Y, como para «compensar» la fuga de Farese, fue detenido el cuartoprófugo, el cabo Nicolosi.

El 20 Octubre de2003, once años después del crimen, comenzó el segundo juicio oral contraNicolosi, Rojido y Gastelú. Ninguno de los dos beneficiados con laexcarcelación se presentó. De Rojido,su mujer -que es titular de una comisaría en Mar del Plata- dijo que «habíasalido la tarde anterior a hacer trámites y que no supo más de él». Laesposa del cabo Gastelú, por su parte, explicó que este trabajaba de camionero,que el lunes anterior había salido con rumbo a Bahía Blanca y que estaba «preocupada» por lo que le podríahaber pasado.

El 21 de octubre de ese año se libró nueva orden decaptura nacional e internacional contra los dos torturadores. El juiciocontinuó sólo contra Nicolosi, que fue condenado a prisión perpetua comocoautor del delito de tortura seguida de muerte en perjuicio de Sergio GustavoDurán.

La nueva fuga del cabo Gastelú

En Abril de 2004, ocho meses después de su última fuga,Gastelú camina por las calles del barrio de Moreno. Vive en el mismo domicilioque figura en su legajo policial, tieneel mismo trabajo desde julio del 2001 en El Trebol, una concesionaria de la Municipalidad de Moreno , está un pocomas gordo que antes, y parece sentirse muy seguro de su suerte. Por las mañanasdesayuna en una estación de servicio, se va a trabajar y vuelve justo paracuando salen sus hijos de la escuela e irse al gimnasio, a lavar la ropa a unlavadero o a ser bendecido en una iglesia evangelista de la zona.

Raúl Rodolfo Gastelú figura en el listado de policíasprófugos que el Ministerio de Seguridad de la provincia de Bs. As difunde porinternet. Pero allí aparece erronamentecomo «Gastalu Raúl Roberto», y la foto que acompaña su pedido de captura es dehace 20 años atrás. ¿Cómo no tener, entonces, elementos para sentirse tranquilo,para dedicarse a mantener una rutina que mucha gente envidiaría?. Por momentos,hasta parece que la vida le sonrie. Se siente con derecho a pensar que lo peorya pasó, que la protección que le brindan sus camaradas, la desidia judicial yel olvido social juegan de su lado.

Lo que no sabe Gastelú, es que ojos anónimos siguen suspasos: la solidaridad, la convicción yel dolor de la familia esperan el momento justo para caerle encima. Nuevamente,la CORREPI lo encontó antes que lajusticia y la policía. Durante tresmeses y medio, miembros de ese organismo antirepresivo vigilaron discretamentetodos sus movimientos, registrando su rutina y sus pasos relajados. Yfinalmente, con todos los datos en la mano, se recurrió otra vez al apoyotécnico de la televisión, esta vez del programa Puntodoc. No alcanzaba consaber dónde y cómo se mueve; había que filmarlo y hacerlo público, quizás únicomedio de poner a la justicia entre la espada y la pared para que lo vuelva adetener.

Se usó la misma fórmula que hace siete años atrás, yGastelú fue filmado desde variosángulos, comprando un cuchillo para el asado e indicándole al vendedor -quelleva una cámara oculta- para dondequeda una calle, advirtiéndole de pasoque «ojo, que este barrio está lleno de malandras». El policía mantiene las mañas, y hasta losdetalles; al ser filmado, tenía elmismo gorro que en la cámara oculta de 1996.

Con la cinta devideo en la mano, el Martes 13 de Julio la producción de Puntodoc y la CORREPIinformaron del hallazgo a la fiscal de cámara que tiene el caso, quien los citópara el día siguiente a las 8 de la mañana en su despacho. Allí recibió copiasde los videos, de los planos que había confeccionado la CORREPI, y toda lainformación adicional. Fue advertida que, por las características del barrio,todo movimiento no habitual de personas o autos sería rápidamente notado. Apartir de ese momento, todo quedó en manos del estado. La fiscal consiguió enel curso de la mañana que la sala de feria librara la orden de allanamiento. Elfiscal general de Morón, Dr. Federico Nievas Woodgate, informó al Ministro deSeguridad Provincial, Dr. León Arslanián, quien a su vez ordenó que el grupoHalcón (la unidad de elite de lapolicía provincial) llevase adelante la detención. Finalmente, a cargo del operativo quedó un comisario inspector deapellido Fernández.

El mismo miércoles 14, en las primeras horas de la tarde,el grupo Halcón montó un «operativo de chequeo» en diez cuadras a la redonda del docimiliode Gastelú, con móviles no identificables y hasta con una camioneta traffic, apesar de que se había advertido aljuzgado que cualquier movimiento extraño llamaría la atención de losvecinos. Para los abogados de laCORREPI, la noticia del despliegue policial fue el anuncio de la nueva fuga.«Cuando supimos iban a hacer un operativo antes de actuar –explican Verdú yStragá- tuvimos la certeza de que Gastelú escaparía. No hacía falta chequearnada, les dimos todo servido en bandeja, con videos, datos concretos y eldomicilio perfectamente individualizado. Todo lo que había que hacer era entrary detenerlo.»

No se equivocaron; el día Miércoles terminó con lospolicías de elite haciendo el ridículo. Los vecinos llamaron a la comisaríalocal para denunciar que vieron autos sospechosos, y hasta se presentaronpatrulleros para identificar a sus camaradas del grupo Halcón, que -además- nopudieron hacer el allanamiento porque a las seis de la tarde se dieron cuentade que habían anotado mal la dirección .

Tras el fracaso, los efectivos decidieron permaner cercadel domicilio de Gastelú durante toda la noche; muchos de ellos dormianallí mientras el prófugo se daba ellujo de enviar a su casa la moto en la que se moviliza diariamente. Pocas horasantes, Gastelú se había retirado del trabajo en esa misma moto, sinsospechar que lo estaban vigilando, pero nunca volvió a su hogar; advertido poralgún camarada de armas, o simplemente por la torpeza de los que lo tenían quedetener se fue con rumbo desconocido.

Así fue el debut de la flamante «unidad especial,integrada por un grupo de agentes reducido y homogéneo, dedicada exclusivamentea intentar revertir el escaso resultado de las búsquedas (de prófugos de lajusticia)» anunciada por el ministro Arslanian.

El grupo «reducido y homogéneo» allanó lacasa del prófugo en el mediodía del jueves 15, luego de casi 24 horas de «chequeo». Como era previsible, a Gastelú no lo encontraron. Indignado, unfuncionario judicial que intervino en la causa, le dijo a una de las abogadasde la CORREPI que «la próxima vez vamos usted, yo y tres piqueteros». También para los abogados Verdú y Stragá el contraste de su propiainvestigación de varios meses con el accionar policial es aleccionador. «Hay dos posibilidades -dice Verdú-O los «excelentes efectivos» de Arslanián son unos inútiles absolutos, lo quehabla muy mal del criterio del funcionario, o deliberadamente se exhibió lapresencia policial en la zona para asegurar la impunidad del torturador.»

«En cualquier caso -explica Daniel Stragá-el ministro Arslanián nos debe una explicación. No buscan a los prófugos, poreso tomamos en nuestras manos la tarea de encontrarlos. Les llevamos lainformación, y los dejan escapar. Estamos hablando de policías que torturaron aun adolescente durante 8 horas hasta matarlo».

El Miércoles 21 de Julio, casi al mismo tiempo en el quese publiquen estas líneas, se difundirá el informe preparado por Puntodoc. Laemisión del programa televisivo es el punto final del plazo que la fiscalía ledio a la policía para encontrar a Gastelú. Ya está claro que no va aaparecer. Previendo esa situación, Verdú reflexiona que :»Nos queda claro dequé lado estamos nosotros, y de qué lado está el estado, y sus funcionarios.Ahora, nuevamente la causa Durán tiene tres prófugos, que se suman a los deBudge, los casos Sosa, Lencinas y tantos otros. CORREPI los va a seguirbuscando, y los vamos a seguir encontrando. Pero ¿a quién le vamos a pedir quelos detenga?»

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Buenos Aires, 21 de Julio del 2004