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Medios de comunicación venezolanos

El mazazo que vuelve lúcido

Fuentes: El Periódico

La victoria de Hugo Chávez en el referendo deja en evidencia a los medios de comunicación que, ignorantes de la realidad de Venezuela, tomaron partido ideológico y sacrificaron el rigor periodístico

Los chinos a veces evocan «el mazazo que vuelve lúcido» para explicar que un golpe violento, de cualquier naturaleza, puede tener un efecto saludable y servir de recordatorio del principio de realidad. Pero esto no es siempre así, incluso y sobre todo en los grandes medios de comunicación cuya razón de ser es, no obstante, describir y analizar dicha realidad. Desde hace varios años, su cobertura de Venezuela y, más recientemente, del referendo del 15 de agosto, constituye un ejemplo arquetípico que merece figurar en el programa de todos los centros de formación de periodistas.
El mazazo se ha producido: una victoria aplastante de Hugo Chávez (el 59,06% de los sufragios), cuando muchos ciudadanos del mundo occidental no podían esperar más que la derrota del presidente, pues no pocos grandes medios de comunicación les habían dicho hasta la saciedad que Chávez era un caudillo tiránico, un «populista» rechazado por la mayoría de la población.

Desdichadamente, el mazazo no ha suscitado la lucidez mediática. En vez de pedir perdón, la mayoría de los supuestos «especialistas» que han escrito sobre Venezuela en los grandes medios, al igual que los editorialistas ignorantes de la realidad de dicho país pero que repiten los clichés del entorno, ahora hacen auténticas contorsiones para explicar a su manera un resultado que, no obstante, era fácilmente previsible. Para ellos hacía tiempo que la toma de partido ideológica había ganado por la mano al rigor profesional.

LO CIERTO es que Chávez reúne todos los elementos para desagradarles: se trata de un exmilitar, luego es presuntamente «autoritario»; manifiesta su independencia de Washington y rechaza la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), luego es «antinortemericano»; amplía a Cuba el acuerdo existente que permite a los países de América Central recibir petróleo a tarifas preferentes, luego prepara a su país para una «dictadura castro-comunista»; utiliza los ingresos del petróleo para lanzar programas de educación permanente y de sanidad que benefician masivamente a los más pobres, luego es un «demagogo» y un «populista». Y la lista podría ampliarse.
Confunde esta acumulación de fórmulas vacías que sirven de reflexión para quienes no han comprendido una cosa muy simple, algo que explica todo lo restante: Chávez ha restituido su dignidad a alrededor del 70% de los venezolanos pobres, hasta ahora «invisibles» e ignorados por los partidos tradicionales (AD y Copei), que sólo se interesaban por ellos en algunos eslóganes de los periodos electorales. La Constitución bolivariana de 1999 los ha convertido en ciudadanos de pleno derecho.

Los vendedores ambulantes, los jóvenes y los habitantes de los barrios suelen llevar dicha Constitución en la mano o en el bolsillo, y conocen perfectamente su contenido. No es fortuito que Chávez no canalice su innegable carisma hacia su persona, sino hacia este pequeño libro azul, la bicha, que contiene una disposición única en el mundo: la posibilidad de destituir a un jefe de Estado a mitad de su mandato (así como al resto de cargos elegidos) mediante una votación popular. Si esta disposición existiera en Europa y EEUU, ni Chirac, ni Blair, ni Berlusconi, ni sin duda el muy mal elegido Bush estarían aún en el poder.

Para hacerse perdonar tal debacle analítica y deontológica se hubiera podido esperar una autocrítica, como la que han llevado a cabo las redacciones del New York Times y del Washington Post a propósito de su cobertura de la guerra de Irak, que juzgan retrospectivamente demasiado complaciente con Bush. Pero los grandes medios de comunicación no han hecho nada parecido en lo concerniente a Venezuela. Si Chávez ha ganado, es porque «ha comprado» los votos de los pobres, lo cual no corremos el riesgo de que suceda en Europa o EEUU, donde las políticas neoliberales, tanto en el ámbito fiscal como en el social, suelen ser regalos para las capas más privilegiadas.

FINALMENTE, nos gustaría saber qué es exactamente un populista, y deberían ser los que utilizan este término quienes nos dieran su definición. Si se trata de un dirigente que se preocupa por incorporar a la totalidad del pueblo en el perímetro de la ciudadanía activa, Chávez es un populista. Si se trata, recuperando la fórmula del fundador de la OPEP, Pérez Alfonso, de «sembrar el petróleo» no en los bolsillos de los dirigentes políticos y de la oligarquía, sino en programas que beneficien al mayor número de personas, Chávez incurre en el mismo reproche. Si se trata de respetar al pie de la letra las formas constitucionales en lugar de fomentar un golpe de Estado de tipo fascistoide como el del 11 de abril del 2002 o huelgas patronales insurreccionales, el presidente todavía agrava más su caso. Si se trata de explicar a una población mayoritariamente muy poco instruida cosas complicadas con palabras simples, Chávez hace populismo.
Según este rasero, no cabe duda de que muchos pueblos europeos apreciarían tener dirigentes un poco menos sumisos con los mercados financieros y un poco más populistas.

BERNARD Cassen es Periodista y director general de Le Monde Diplomatique

Traducción de Xavier Nerín.