Si tomamos en cuenta los artículos 57 y 58 plasmados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, podemos afirmar que todos los venezolanos somos esencialmente comunicadores sociales con todos los derechos y responsabilidades que eso arrastra. Hago esta observación inicial para aclararle a aquellos que siguen considerando un título de periodismo como patente […]
Si tomamos en cuenta los artículos 57 y 58 plasmados en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, podemos afirmar que todos los venezolanos somos esencialmente comunicadores sociales con todos los derechos y responsabilidades que eso arrastra.
Hago esta observación inicial para aclararle a aquellos que siguen considerando un título de periodismo como patente de corso para insultar, denigrar, humillar o exponer al escarnio público a personas, instituciones o proyectos que estén destinados a favorecer a quienes fueron excluidos por la oligarquía durante más de cuarenta años y recordarles que están obligados a respetar su condición de periodistas e informar veraz y oportunamente a aquellos que son receptores de la información que manejan.
Venezuela: Un mal ejemplo del Periodismo
Profundizar en el comportamiento mercenario del periodismo venezolano, no forma parte de este artículo y prefiero, por ignorancia, dejar a los expertos en el tema los análisis sesudos que enjuicien a los que aceptaron asalariar sus opiniones para no arriesgar su situación económica. Sin embargo, es necesario recordar como algunos profesionales de la comunicación que eran considerados puntos referenciales de la opinión pública, a partir del fenómeno político llamado Hugo Chávez Frías, vulgarmente «putearon» el deber de informar y vendieron su diploma al mejor postor.
¿Cuántos periodistas no apostaron el 11 de abril de 2002 por la caída del Comandante, avalando y ocultando un soez golpe de estado, con la esperanza de «vivir decentemente» envueltos en la mentira que dirigían las Putas de los Medios?
¿Cuánta miseria se llevarían a la tumba si hubiera prosperado un régimen dictatorial financiado por el Departamento de Estado norteamericano que cercenara todas las libertades de información, amén de las consecuencias funestas que implicaría su instalación en el poder?
El tiempo ha sido implacable, el «tirano» sigue en Miraflores, y lejos de hurgar en sus conciencias para redimir sus acciones mercenarias, acuden a elementos cual más escatológicos para seguir hundiéndose en la mierda que han construido y solo obedecen al abultado cheque que proviene de sus amos.
La Hojilla en TV como elemento de catarsis
Si alguien fue sorprendido por la receptividad que tuvo la población ante este programa fui yo. De hecho, nunca esperé que me ocupara tanto tiempo y que me alejara de mi pasión por los cuentos cotidianos o de esos análisis diarios que me permitían hacerle seguimiento a la locura mediática descargando mi arrechera por el continuo bombardeo a que sometieron y siguen sometiendo al pueblo. Sin embargo, aún hoy sin asimilar que este programa afectara mi entorno, tuve que rendirme ante un elemento novedoso que ocupa las razones de quienes nos ven día a día: Ser portavoces de quienes querían mentarle la madre a las Putas de los Medios.
Es que La Hojilla en TV es eso. Un vehículo de respuesta, un mandar al carajo a quienes creen que somos pendejos, la antitelevisión reflejada en una improvisada salida que vomitas frente a la pantalla cuando un degenerado está mintiéndole al país, la burla necesaria ante la guerra innecesaria… Es más, podríamos calificarla como una vacuna eficaz para combatir el asedio sistemático de profesionales expertos en deformar las informaciones… Un método antirumor, antitensión, antibasura, que alivia el estrés emanado de los medios conspiradores…
¿Cuántas llamadas hemos recibido (no deja de sorprenderme) de personas que agradecen el alivio que proporciona nuestras burlas o explicaciones oportunas que desnudan la falacia mediática?
¿Cuántas personas se han comunicado con nosotros para agradecernos que encendiéramos una luz ante la avalancha de presiones psicológicas originadas desde las pantallas de los medios privados?
La Comunicación Social: Un Arma de Grueso Calibre
Hoy observé sin estupor, en realidad lo esperaba, la solidaridad automática de Miguel Ángel Rodríguez, quien salió en defensa de Berenice Gómez, avalando impunemente el delito de esta señora a seguir maniatando la verdad, haciéndose eco de runrunes que salen de los laboratorios que han instalado en Radio Caracas, en Venevisión, en Globovisión, en Televen, conjuntamente con los editorcillos de esos pasquines mermados en circulación y que sobreviven gracias a su labor de chulos del imperio.
Me preguntaba: ¿Qué tanto pesa un salario por encima de las vidas que costaría una guerra civil, esa que están provocando las Putas de los Medios? ¿Sabrá Miguelito que tiene en las manos algo similar a una 38 Smith & Wesson y que su verbo es el dedo que puede atravesar un millón de cabezas?
Realmente me importa muy poco si Berenice Gómez tiene algún vicio, si Marianela Salazar es todo lo que dicen por allí, si Nitu Pérez Osuna es anoréxica, si Isa Dobles tiene algún secreto íntimo que no quiere revelar, si Mingo es un hijito de mamá, si Maki Arenas tiene alguna deuda de condominio o si Kiko desarrolla hábitos extraños, si Marta Colomina está loca de a bola, si Napoleón es un títere dirigido por su mujer o si el mismísimo Miguelito era chavista… Esa vaina es lo de menos y estas canas me han dicho que todos tenemos defectos que no afectan nuestra moral, siempre y cuando la practiquemos. Pero, ¡Coño!, de allí a no entender que tenemos en la mano la posibilidad de ver sangrar a todo un pueblo y que, encima, mandemos nuestra ética al carajo porque debemos proteger nuestros ingresos, esa vaina es una locura de consecuencias impredecibles.
El derecho a comunicar la verdad y el derecho a que nos digan la verdad
Definitivamente, Venezuela es otra. Se acabaron aquellos tiempos en que podías restregarle en la cara un título a quienes pueden ejercer un oficio con más moral que la esgrimida por un mercenario.
No importan los años de servicio ejerciendo la profesión del periodismo, cuando estos han sido utilizados para promover la mentira y servir de lacayos de la oligarquía. Aunque suene trillado o trasnochado, nadie tiene derecho a utilizar la información como un arma de guerra, distorsionándola y ajustándola a intereses oscuros y poniendo en riesgo la seguridad de una nación para favorecer a los amos de los medios y engordarles las cuentas bancarias.
Incluso, hacer el triste papel de periodista ecuánime, cuando vives cagado esperando una orden que te haga tragar la ecuanimidad es peor aún, pues al final terminarás sonriéndole a la mentira… la conciencia igual termina manchada de sangre.
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