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Rentabilidad, culpas y hegemonía ideológica

Fuentes: Rebelión

Bien sabido es, o debiera ser, que la ideología dominante es la propia de la clase dominante. Dicho de otro modo, los valores hegemónicos en una sociedad determinada se corresponden con los que permiten la reproducción continua del conjunto de relaciones sociales (de explotación) imperantes. Un somero análisis de las formas polítias, jurídicas, religiosas o […]

Bien sabido es, o debiera ser, que la ideología dominante es la propia de la clase dominante. Dicho de otro modo, los valores hegemónicos en una sociedad determinada se corresponden con los que permiten la reproducción continua del conjunto de relaciones sociales (de explotación) imperantes. Un somero análisis de las formas polítias, jurídicas, religiosas o educativas confirma esta sencilla aseveración. A su vez, también podemos señalar que el grado de dominación ideológica se puede evaluar por ciertos detalles. Aparte de percibir cómo los mismos trabajadores desgraciadamente asumen muchos de los valores que se corresponden más bien con la posición de la burguesía, tales como el individualismo o la competitividad, un repaso a los medios de comunicación nos ilustra algunos aspectos que en un primer momento pueden pasar desapercibidos.

El diario El Mundo, en la sección de Economía de su número dominical del pasado 26 de noviembre, página 42, subraya: «Caruana destaca la fortaleza de los beneficios empresariales». Precisemos que el ínclito Caruana es el jefe del Banco de España, y que a tenor de las afirmaciones que se vierten dista mucho de disimular su carácer de clase.

Leyendo el artículo descubrimos que las ganancias de los capitalistas se incrementaron un 17% el pasado 2.003 y un escalofriante 18,6% durante los primeros nueve meses del 2.004. Sin duda es todo un récord que debemos celebrar, como se deduce del tono del periodista. Por otra parte, ¿cuáles han sido las subidas salariales en este mismo período? Imagínense si las remuneraciones de los trabajadores hubieran aumentado la mitad de estos porcentajes al menos, posiblemente se hubieran encendido todas las alarmas, terrenales y celestiales. La CEOE clamaría contra la voracidad de estos vagos currantes, las tertulias de la COPE se encargarían de demostrarnos que el día del juicio final se acercaría irremediablemente de no deternerse tal espiral, la iglesia nos excomulgaría y nuestros queridos economistas neoliberales escopeteros al servicio del capital, acompañados de sus modelos econométricos, nos advertirían de la pérdida de competitividad, del fin del mejor de los mundos posibles, etc. Afortunadamente bajo nuestro querido capitalismo no parece por ahora que nos acerquemos a estas nubes borrascosas.

Pero no queda ahí la algarabía. De acuerdo con las previsiones las dichosas ganancias empresariales «están en buenas condiciones para mantener un despegue sostenido de la actividad» el próximo año. O sea, se intuye que tenemos jolgorio empresarial para largo, desde luego no es de extrañar que el Banco de España se muestre tan optimista. Parece ser además que entre las razones de que España vaya todavía tan bien se encuentra el menor gasto financiero y los gastos de personal. Buen eufemismo y elegante manera de decirnos que después de que desregularan tanto el mercado laboral y nos moderáramos tanto con los salarios, no hemos hecho otra cosa que financiarles su abultada cuenta de resultados. Por si fuera poco, los dirigentes sindicales también encuentran normal la cacareada moderación…para los demás claro, y se creen el cuento de que se contiene la inflación y todo lo que nos vende la patronal y sus voceros.

Hasta aquí hemos visto la fortaleza de las ganancias empresariales, sus fuentes y el estado de ánimo que impele. Pero no todo puede ser tan bonito, y sobre todo no para todos, Se afirma un poco más abajo que «la institución gobernada por Jaime Caruana efectúa varias advertencias». Aquí ya podemos vernos en el ojo del huracán ante la posibilidad de volver al latiguillo de siempre. Para lograr que este maravilloso estado de cosas sea cuasi-eterno «tendrán que hacer compatible la moderación salarial con el crecimiento de la productividad y la creación de empleo». Vaya. Por un momento había pensado que los peces y vinos multiplicados llegarían para todos, pero no.

Saquemos de lo dicho algunas conclusiones. En tiempos de crisis, nos cuentan que los salarios no pueden subir precisamente por ello, pues si se está en crisis se debe fomentar la inversión, atraer financiación externa, en definitiva, ser más competitivos y superar el bache requiere de moderación salarial y que se dilate el excedente empresarial. Cuando ocurre todo lo contrario y las ganancias van viento en popa…pues la receta es la misma para, precisamente, mantener el crecimiento actual y no caer en crisis, donde claro está su superación requería de caídas salariales. Con lo cual va a ser cierto que la recompensa a nuestros sacrificios vendrá en la otra vida, como nos afirma la iglesia. La verdad es que tal receta debe ser prodigiosa, es válida para cualquier contexto, en cualquier período y para toda economía.

Pero me pregunto yo…¿dónde queda el discurso de la pérdida de competitividad y la amenaza de deslocalizciones si estamos en un período en el que la rentabilidad del capital logra registros de récord? Después de una ofensiva brutal en pos de aceptar más desregulación, regresión salarial, más horas de trabajo, resulta que llevamos casi dos años financiando generosamente a nulo interés estos niveles de incremento porcentual de beneficios. ¿Seguro que nuestra hipotética falta de competitividad se debe a altos salarios? Creo que no hace falta mucho más para evidenciar el carácter esencialmente apologético e inaceptable para nuestra clase social que significa ceder a los chantajes de la patronal. Hoy el pretexto es la deslocalización y mañana será otra, en definitiva el trabajador no debe tener jamás derecho a aumentar su participación en un valor que, paradójicamente, se genera gracias a su trabajo.

Además, de la misma forma se deja al descubierto el verdadero motor de la economía capitalista, que como muy bien lo explicaba Marx, es la tasa de ganancia, el volumen de beneficios respecto al conjunto de la inverión del empresario, materializada en medios de producción y fuerza de trabajo. Es esta variable la clave de la acumulación de capital y su maximización es el objetivo primordial de la estrategia mercantil de la empresa, frente la sarta de mentiras disfrazadas que utilizan sus lacayos en sus discursos políticamente correctos así como en las teorías que nos enseñan. El salario ocupa un lugar central en las disputas por el reparto del botín porque, aunque sermoneen con la fraternidad entre hermanos y la harmonía social, capital y trabajo responden a intereses diametralmente opuestos. Así, cuando esta tasa se estanca o desciende la economía se paraliza, el Banco de España entristece, aumenta el desempleo y así se disciplinan por el bien común los afortunados que laboran. He aquí la esencia de lo que nos rodea.

No obstante ni mucho menos esto agota la reunión dominical de exabruptos. A la izquierda del texto comentado, en la misma página 42, nos encontramos con un titular no menos destacable. «Una juez culpa a un obrero de un accidente laboral que le dejó parapléjico». Resulta que una jauría de seis empresarios ha sido absuelta del presunto de delito contra los derechos del trabajador puesto que en la sentencia se señala que dicho accidente «fue producto del «exceso de celo en su trabajo» con el que actuó el empleado». Nuestra querida juez no repara en la falta de casco o la inexistencia de redes de protección cuando el obrero se encontraba a casi 5 metros del suelo, porque lo relevante es que «fue decisión del empleado el salir de una plataforma elevadora cesta habilitada». Aun siendo cierto que su labor podía hacerse, tal y como sostiene, sin salir de dicho lugar y que no se recibiera órdenes de lo contrario, no se explica la razón de que un trabajador decida por su cuenta y riesgo correr unos riesgos innecesarios en beneficio además de terceros. Tampoco deseo caer en un unilateralismo que postule que el trabajador siempre debe tener la razón y actúa de manera apropiada. Pero a la vez ¿Deberíamos relacionar la precariedad en el trabajo y las formas de remuneración a destajo con esta proclividad «estajanovista» de nuestros obreros? ¿Es que no es necesario que en una obra de esas características haya redes de protección? ¿Resulta legal y moralmente justa esta sentencia? Más allá de ello, ¿cuáles deben ser los sentimientos que debería instigar esta serie de afirmaciones y sucesos?

Recopilando, estos dos ejemplos nos proporcionan un buen caudal de información sobre la hegemonía ideológica que existe en estos momentos. Es inaudito que estos titulares y los argumentos que se manejan no originen una respuesta social. Cierto es que estamos en las páginas de economía, en menor medida transitadas por los trabajadores, pero la claridad del mensaje (ni siquiera en color sepia nos lo restriegan), los valores e intereses a los que responde, la clase de hechos tangibles a los que se alude,…no deben de dejar de inquietarnos. Por lo menos queda meridianamente claro que las verdaderas verdades y los intereses interesantes se desvisten de sus vestidos en sus publicaciones: las páginas de la sección de Economía.

Compruébese de cuán distinta manera se publicitan diariamente los beneficios empresariales de las empresas con el objeto de hacerse publicidad, y de cómo cambian las tornas y los semblantes cuando mencionar alzas salariales toca. Qué lastima que no nos cuestionemos por qué razón oculta este sistema económico capitalista en el siglo XXI debe apoyarse en salarios de economia barata y condiciones de trabajo de novela de Dickens para reproducirse en el tiempo. Nos venden sus ganancias, lo contentos que se ponen ciertos individuos e instituciones neutrales, sentencias laborales denigrantes; y encima nosotros actuamos con exceso de celo para su beneficio y poco más y nos multan. He aquí un cuadro en clave de realismo fantástico del acontecer de la lucha de clases actual y la hegemonía ideológica que sufrimos.