La agencia AP aludía en estos días a Luis Posada Carriles como un «miliciano». Televisión Española Internacional ha estado refiriéndose a Posada como un «activista anticastrista». Para Ronald Reagan y su gobierno, Posada era un «discípulo de Bolívar» y un «paladín de la libertad». Para los Bush, padre e hijo, Posada Carriles siempre fue un […]
La agencia AP aludía en estos días a Luis Posada Carriles como un «miliciano».
Televisión Española Internacional ha estado refiriéndose a Posada como un «activista anticastrista».
Para Ronald Reagan y su gobierno, Posada era un «discípulo de Bolívar» y un «paladín de la libertad».
Para los Bush, padre e hijo, Posada Carriles siempre fue un leal y querido amigo, un «disidente» cubano.
Para la CIA, Posada Carriles es un empleado.
Para la Reserva Federal de los Estados Unidos, Posada es un cheque a fin de mes.
Para la Comunidad Europea, Posada Carriles sigue siendo un embarazoso silencio.
Ignoro como califica a Posada el periódico español El País porque hace años que no le pongo la mano a ese libelo ni siquiera con guantes higiénicos, pero supongo que el epíteto más duro debe ser «caballero andante» o «quijote del siglo XXI».
Tampoco sé si José María Aznar, el mismo que obsequiara a Sadam la gran orden de Isabel la Católica, el más entrañable y consecuente aliado de Más Canosa y la Fundación Nacional Cubano Americana, gestiona actualmente alguna condecoración para Posada Carriles por los muchos méritos y logros alcanzados en tan dilatada carrera como «miliciano, activista anticastrista, disidente y paladín de la libertad».
Pero yo sigo esperando que aparezca uno de esos grandes medios tan dados a emitir calificativas sentencias en otros casos, que se refiera a Posada como terrorista. Todavía estoy esperando que esos mismos medios, tan acostumbrados a citar en las crónicas de los terroristas de su gusto, extensos y sangrientos prontuarios, logren mencionar, en el caso de Posada, algo más que el atentado con bomba en el avión cubano que costara la vida a 73 personas o su intento de asesinar a Fidel Castro que más parece, en algunos medios, una ocasión para pedir la redención del terrorista que su condena.
Y ocurre que, a Posada Carriles, se le acusa entre otras «gracias» de estar detrás de las bombas en las embajadas cubanas en Argentina, Perú y México, el 21 de enero de 1974.
De enviar cartas y libros con bombas a varios consulados cubanos en julio de 1974.
De disponer la colocación de una bomba en la embajada de Cuba en Portugal, que costó la vida a dos funcionarios cubanos, el 22 de abril de 1976.
De colocar una bomba en los equipajes de vuelo de Cubana de Aviación en Jamaica, el 9 de julio de 1976.
De colocar una bomba en un canal de televisión en San Juan, Puerto Rico, donde se proyectaba la película cubana «La Nueva Escuela», el 4 de octubre de 1976.
De organizar atentados terroristas contra diversos objetivos turísticos en Cuba, en 1977, en los que perdió la vida un turista italiano.
Además de otras muchas infamias a cargo de este «luchador por las libertades» al que un policía estadounidense, al ser detenido, conducía amablemente del brazo en un estado como La Florida donde la policía esposa a las niñas negras de diez años cuando se portan mal en las guarderías.