La cultura de la imagen se ha impuesto con gran fuerza en la vida política, como si se tratase del mundo del deporte o de las estrellas de cine. En la prensa occidental los árabes aparecen continuamente ya sea en fotografías o caricaturizados, especialmente si se habla de la guerra del petróleo, mostrando un raro […]
La cultura de la imagen se ha impuesto con gran fuerza en la vida política, como si se tratase del mundo del deporte o de las estrellas de cine. En la prensa occidental los árabes aparecen continuamente ya sea en fotografías o caricaturizados, especialmente si se habla de la guerra del petróleo, mostrando un raro entusiasmo en humillar y despreciar todo aquello que es árabe. Parece que la prensa, claramente y sin tapujos, es partidaria de la política que marcan sus gobiernos, incluso aquellos medios de comunicación independientes, apartadas del estado. El objetivo principal es conseguir un beneficio comercial, pero si estalla un escándalo relacionado con la política del país, lo cubren informativamente, aunque sea con un cierto sabor de remordimiento y para expiar sus faltas anteriores.
Las fotos que se han publicado del depuesto presidente iraquí Sadam Husain, han sido consideradas humillantes, pero no han molestado ya que son verdaderas. Lo que sí ha sido objeto de crítica es el hecho de que se hayan tomado en una prisión, donde los prisioneros gozan de derechos humanos, que han sido violados. El hombre de la foto ya no es el mismo desde que cayeron sus estatuas, es tan solo un número que espera un destino escrito. La publicación de sus fotos no es negativa o positiva, tras el derrumbe de su régimen dictatorial que nadie añora, como pueden serlo las de explosiones de ambulancias, que si son inmorales e inaceptables . Pero, a pesar de ésto , en el caso de las fotos de Sadam Husain o de cualquier otra persona en una situación similar, no existe ningún tipo de justificación legal o profesional. El uso que se ha hecho de estas fotos es el mismo que se hizo cuando se habló del hipotético informe sobre la posesión de armas de destrucción masiva en Iraq, o cuando se habla de los laboratorios de armas químicas en Sudan o se mete en el mismo saco a fundaciones y terroristas. Tal vez detrás de esto se esconde otro objetivo: la excusa para dar luz verde a ciertas políticas.
Lo que realmente se intenta es imponer un punto de vista unilateral que no permita discusión , a través de imágenes selectivas, informaciones de dudosa veracidad, informes partidarios o espías.
La polémica sobre las fotos de Sadam Husein, que en nada cambian la situación actual iraquí, ha revelado un problema mayor. Éste no es otro que la relación entre la medios de comunicación occidentales y la situación en el mundo árabe y hasta dónde llega su capacidad para influir en la opinión pública. Las posibilidades de influenciar de los medios es tan grande que desde el poder se intenta, con una política autónoma enfocada hacia éstos, ejercer su predominio sobre ellos.
No es mi intención buscar excusas o rectificar, pero es necesario decir que los medios occidentales cubren sus informaciones locales correctamente, además son más democráticos, plurales y administran mejor los distintos puntos de vista. Sin embargo, estos mismos medios cuando escriben sobre Oriente Medio o el golfo no usan los mismos parámetros. En contraposición, los medios árabes parecen hundidos en la dependencia, a excepción de algunos casos aislados, y por ello carecen de la fuerza necesaria para influir en el exterior.
Frente a la irrupción de la globalización, la soberanía cultural de la imagen, los satélites y la inundación de informaciones, no cabe protegerse con barreras políticas o culturales que frenen esta influencia; aun si sabemos que los estados, gobiernos, partidos, intelectuales , hombres de negocio y estructuras de la sociedad civil están inmersos en el centro de esta batalla.
Por un lado se pide a los medios de comunicación árabes que creen un clima democrático, valores aperturistas y de renovación y resistir al monopolio de las verdad, que se les quiera imponer desde cualquier área. Y por otro lado, se les pide una defensa de la justicia en las cuestiones principales y cruciales. Si esto ocurriera se conseguiría que todo el mundo comprendiera en mayor medida.
En el inicio de esta batalla, lo más relevante son los temas de comunicación y los medios; pero a ésta se van sumando otros asuntos de carácter político, económico, militar o cultural. El que gana la competición de los medios de comunicación, gana en todas las batallas. No hay que olvidar que el potencial de los medios de comunicación es tal que provocan importantes cambios de opinión pública, en torno a importantes cuestiones, de ahí lo crucial de esta batalla estratégica. De hecho, la amenaza más grade que puede sufrir la credibilidad de los medios de comunicación es que ésta, su veracidad, se considere un lujo o fácil de domesticar o someterse a las presiones de los diversos poderes. Se ha comprobado que las noticias publicadas en la prensa pueden ejercer una influencia mayor, en algunas cuestiones, que las conversaciones diplomáticas sobre el mismo asunto.
Antes de censurar la práctica profesional de los medios de comunicación exteriores, sería mejor que los medios árabes alcanzasen un nivel de profesionalidad mayor. La lección que deberíamos extraer de todo esto es que quien busca la verdad, siempre será objeto ataques.