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Infancia y minoridad: Dos modalidades del control social capitalista

Fuentes: Rebelión

La imposición, calendario mediante, de los llamados «días de…», no es otra cosa que el desarrollo de una técnica de intervención en el mercado, promovida desde los empresarios, por la que se busca determinar o inducir la demanda de bienes que de otra forma no hubieran sido requeridos por los consumidores Este efecto, se logra […]

La imposición, calendario mediante, de los llamados «días de…», no es otra cosa que el desarrollo de una técnica de intervención en el mercado, promovida desde los empresarios, por la que se busca determinar o inducir la demanda de bienes que de otra forma no hubieran sido requeridos por los consumidores

Este efecto, se logra aportando psicológicamente al sujeto la sensación de inclusión en el orden social que genera la posibilidad de adquisición de un objeto para regalo, reforzando con ello el fetiche de la mercancía.

Dentro de la mecánica señalada se inscribe la «celebración» del «día del niño» que impone la relación niño —regalo. Es decir el niño objetivado a través de una cosa. En ese esquema, se cuentan incluso, grupos sociales bienintencionados que puntualmente recurren a la «fiesta de los niños» o eventos de igual naturaleza, para producir el reparto de juguetes previamente aportado por otros tantos seres sensibles que tratan de «ayudar» a los niños que por alguna no tienen posibilidad de acceso a esos bienes.

Sin embargo, sea tanto con afán comercial o filantrópico, la conmemoración del día del niño, oculta sistemáticamente la situación del sujeto-objeto de la celebración, toda vez que se recurre a una categoría genérica -niño- sin referencia alguna al sector social al que pertenece cada niño.

En este sentido nos parece útil acudir a la categoría: «infancia», pues ella nos permite abordar al niño desde lo colectivo, recordando que cuando se utiliza una noción conceptual como esta, es preciso entender a la misma, como constitutiva y resultante de un proceso de desarrollo de la conciencia, con base material en el modo de producción de la existencia, lo que le asigna al concepto carácter histórico.

En este plano, es posible advertir que antes del siglo XVI la conciencia social no admitía sin desconocer la existencia biológica de eso individuos, la existencia social autónoma de la infancia, en tanto categoría diferenciada del género humano. De esta forma, superando el ciclo biológico de estricta dependencia del individuo con su madre, éste se incorporaba plenamente al mundo de los adultos.

La idea de «infancia» emerge tras un proceso de construcción social que tiene lugar desde los comienzos de la modernidad, que muestra a los «infantes» anteriormente inexistentes, formando parte central del mundo familiar. El universo doméstico se configura así como «ámbito natural» dentro del cual los niños resultan sometidos al poder paterno como consecuencia lógica del poder constitucionalmente asignado al padre-patrón.

Es entonces la infancia, una categoría impuesta por el control social que la alumbro para mejor regulación de la unidad familiar productora, en función de los intereses de la clase dominante.

Complementariamente y en ese mecanismo que contribuye a la creación/control de la Infancia, la institución Escuela pasa a ocupar un sitio relevante por ser el espacio temporal y físico de recepción del niño luego de sus iniciales momentos de desarrollo biológico. Juega con esto el papel de agente socializador fundamental, junto al entorno familiar. De tal manera las categorías infancia, familia, escuela, cumplen las funciones imprescindibles de la llamada socialización del individuo.

Pero es en esta estructura de control social en donde el propio modo de producción capitalista genera una contradicción. Siendo la Escuela factor central en la definición de la Infancia, ocurre que grandes contingentes de niños, por las condiciones de pobreza y marginación que produce la lógica reproductiva de la acumulación capitalista, en número cada vez más creciente, no tienen acceso a esa instancia escolar o son prematuramente expulsados de la misma, con lo cual operan un salto cultural y biológico estableciendo una relación ADULTA con la sociedad a través del trabajo o de la la pequeña criminalidad de subsistencia, siendo de tal forma y al mismo tiempo oprimidos, explotados, esclavizados e incluso eliminados físicamente.

Frente a este dato de fácil observación sociológica, es falso en términos conceptuales apelar (como lo hace algún sector «progresista» desde el marco de la antropología), a la diversidad y multiplicidad del concepto Infancia, buscando imponer «las infancias».

La diferencia de construcción cultural que se establece entre los contingentes poblacionales abarcados dentro la categoría infancia-escuela y las de los incluidos en la infancia-no escuela, asume tal significación que apelar a un concepto único con diversidades no resulta adecuado para describir y abordar realidades que son absolutamente disímiles toda vez que ambas responden a mecanismos de control social cualitativamente diferenciados.

Los niños excluidos del proceso escolar no resultan abarcados en el concepto Infancia. Esa porción de la niñez que por su condición social entra en contacto con la compleja red de mecanismos de caridad-represión se ha convertido automáticamente en MENORES, y en estos casos las formas de control social específicas a ese sector serán: represión e institucionalización correccionalista, desde la perspectiva de la defensa social que asume el resto de la sociedad frente a su existencia conflictiva y generadora de inseguridad.

La magnitud de tal injusticia social, y su trascendencia negativa en el presente y hacia lo futuro, puede ser medida a poco que se repare en que según los últimos datos estadísticos gran parte de los niños y niñas que se cuentan entre los 3 y 5 años no pueden acceder a la educación de nivel inicial entre otras cosas porque las provincias no aportan la infraestructura necesaria.

El actual modelo de acumulación capitalista supone para su viabilidad el incremento del superávit fiscal, utilizando entre otros mecanismos la reducción del gasto público en el área social, lo que excluye a grandes contingentes de niños de la «infancia», transformándolos en MENORES sometidos por vía de la judicialización de su problemática, a las políticas supletorias de control social, básicamente represivas.

Superar la exclusión social, producida por la expulsión del proceso productivo de grandes contingentes de personas capaces de trabajar, que esta en la base de la diferenciación entre infancia y minoridad supone resolver la relación Capital-Trabajo a favor de este último sector social, conformando una nueva estructura de poder político en manos de los trabajadores que dote a la infancia de una nueva significación, transformándola en «infancia ciudadana» de la democracia obrera, en la que se considere a todos y cada uno de los niños como sujetos plenos de derechos y garantías de efectiva realización en el plano de su existencia material.