Acaba de saltar a los teletipos la noticia del fallecimiento de Eduardo Haro Tecglen, periodista de larga trayectoria, pluma afilada y un ojo crítico que hoy brilla por su ausencia en la prensa de su país, España. No se trata, en el momento de la muerte, de poner negro sobre blanco las diferencias ideológicas que […]
Acaba de saltar a los teletipos la noticia del fallecimiento de Eduardo Haro Tecglen, periodista de larga trayectoria, pluma afilada y un ojo crítico que hoy brilla por su ausencia en la prensa de su país, España. No se trata, en el momento de la muerte, de poner negro sobre blanco las diferencias ideológicas que quienes proclamamos nuestra adscripción a otra nación mantuvimos, necesariamente, con el periodista fallecido. El debate se hace en vida. Pero sirve la autodefinición que exhibió Haro Tecglen para mirar a nuestro entorno más próximo y valorar en toda su extensión la necesidad de regenerar el periodismo como palanca de cambio. Decía Haro Tecglen de sí mismo que era un «periodista raro, enamoradizo, republicano y rojo». Cuatro estrellas que se puso en la pechera y las lució con orgullo de veterano. Y es que se echan en falta periodistas «raros», de los que desfilan con el paso cambiado. En estos tiempos en los que lo ‘políticamente correcto’ ha embotado la capacidad creativa del periodista, se echan en falta voces disonantes que le llamen al pan, pan y al vino, vino. Aunque eso le coloque extramuros de la profesión bien considerada. Y qué decir del periodista ‘enamoradizo’, el romántico irredento que comulga con las historias que cuenta y que denuncia. El romanticismo es, en este caso, signo de compromiso. Cuando el compromiso, aquí y ahora, se sustituye por el servilismo. Un periodista ‘republicano’ es, en el país de Haro Tecglen, más extraño de encontrar que el unicornio azul de Silvio. Cuando hasta las contracciones previas al parto de una Sissi abandonan las páginas de ecos de sociedad para alcanzar la categoría de noticia de trascendencia política, un republicano en una redacción desentona como un cómico en un funeral. Y periodista ‘rojo’. En pleno siglo XXI, cuando hasta el becario más bisoño cree entender de información bursátil, se sabe el precio del barril brent y te puede largar una perorata sobre la importancia de la paridad euro-dolar, un periodista ‘rojo’ que mira a las alambradas de Melilla con ira profesional, que denuncia la hipocresía del mundo rico disfrazado de dama caritativa en un Tercer Mundo que expolia cada día, es, además de rara avis, más necesario que nunca. Por eso, desde la diferencia, Eduardo Haro Tecglen, un abrazo. Que tu tierra te sea leve, colega.