Desde Doha, Qatar, en el 2º Festival Internacional de Producción para Televisión de Al Jazeera. Termina el Segundo Festival de Al Jazeera cargado de compromisos y expectativas. Todo esto nace de tener clara la necesidad, patente y latente, para superar un modo de producción televisiva que, a nivel mundial, frenó su desarrollo; que no ha […]
Desde Doha, Qatar, en el 2º Festival Internacional de Producción para Televisión de Al Jazeera.
Termina el Segundo Festival de Al Jazeera cargado de compromisos y expectativas. Todo esto nace de tener clara la necesidad, patente y latente, para superar un modo de producción televisiva que, a nivel mundial, frenó su desarrollo; que no ha podido dar un salto cualitativo atada a los intereses más pobres del comercio y la farándula; que ha provocado una crisis de sobreproducción de imagen mediocre, que ha sido incapaz de superar sus manías más odiosas y que tiene en crisis sus estatutos formales y sus límites mercantiles. Pero «tener en claro» apenas alcanza para poner a prueba la profundidad de la audacia… la praxis es otra cosa.
Ese Festival se propone convertir su «clausura» en un puente hacia su edición próxima, corregida y aumentada, que, de hecho, comienza de inmediato. Ha sido un trabajo de organización complejo, demandante y extraordinariamente generoso. Se han puesto a mano recursos atípicos en otros Festivales y no sólo por los costos tanto como por la gama de detalles y calidez humana. Ha sido un Festival amplio hasta donde lo permiten sus propias condiciones de espacio y tiempo. Ha sido un Festival colorido y optimista, no sólo porque ha sabido superar todas sus estrategias sino porque ha sabido fijar, al margen del dinero, un nivel muy respetable de calidad en más de un área, apenas en su segunda edición (en realidad primera a nivel internacional). Este Festival ha logrado ser rico, libre y justo. Ha habido un gran cuidado en la asignación de premios y el jurado no quedó huérfano de debates incluso ríspidos. Como se debe. El trabajo de los participantes en competencia ha sido tratado con respeto riguroso. A este Festival le ha faltado profundidad en materia de mesas redondas y ha faltado la presencia de otras posiciones, incluso polémicas, ante la producción. Acaso habría que garantizar una presencia menos empresarial en el modo de entender la producción de imágenes e imaginarios. En el futuro inmediato será inexcusable un lugar dinámico para la investigación científica en materia de Imagen y un lugar para la filosofía de la comunicación… para la ética.
Y como no basta con exhibir películas Al Jazeera, además, llamó a proponer proyectos de producción y ofreció un fondo inicial para impulsar los trabajos que resulten seleccionados. Todos los invitados, los jueces, los autores en competencia, los participantes especiales, los productores, los directores… han podido testimoniar la voluntad de una televisora que, ya con su práctica, ha dejado en claro que asume compromisos, sin vacilar y sin miedo a los riesgos. Así que el problema no es querer sino poder y para eso será necesario que su convocatoria encuentre repuestas concretas. Para un impulso serio en la transformación del modo de producción televisiva hacen falta cambios en el modo de producción en general… y en las relaciones de producción. Cambios dialécticos entre la cultura de la producción y la Cultura misma. Ofrecer ayuda no implica ofrecer soluciones.
Que la ayuda no se vuelva vicio, que la oferta de auxilios no se vuela privilegio de «caza becas» y contratos, que la co-producción no se torne facilismo ni burocrática… y eso dependerá de las exigencias concretas con que se condicione la ayuda (es decir, las condiciones inteligentes que sepa imponer) y de la variedad de intereses con que se mueven las producciones. No es lo mismo «ayudar» a una empresa productora europea, con experiencia media, que co-producir películas con los movimientos sociales más avanzados de Latinoamérica, por ejemplo. No es lo mismo tener «buenas ideas» en un contexto de «bienestar» que tenerlas en medio de la barbarie y, desde luego, ser pobre no implica ser bueno y no siempre las organizaciones sociales poseen las mejores ideas. Habrá que contar con evaluadores muy afilados en la prueba, contundente y transparente, de lo objetivos para financiar realizaciones. El paternalismo y el pedigueñismo son también males realmente existentes.
Esta vez, acaso, habría que ayudar a garantizar algunas rutas dialécticas para que la televisión encuentre las salidas de su prehistoria altamente tecnologizada. Habría que ver la manera de abrir espacios para avanzar hacia un salto dialéctico en la independencia, político-semántica, de los realizadores y sus trabajos involucrados, al mismo tiempo, con una dinámica para experimentar e innovación de «lenguajes». Asegurarse, pues, de no financiar más de lo mismo ni más de los mismos. Ya tenemos demasiado con el empirismo desaforado y el kantianismo disfrazado de «progre». Ya tenemos demasiado con los «genios» que saben detectar «delicatessen» culturales para documentales políticamente correctos y vendibles. Ya tenemos demasiado de estos estilos televisivos dóciles a las finanzas de las televisoras famosas. Evitar que las ayudas se usen para abatir costos y elevar ganancias exclusivas de los dueños. Eso, generalmente, no mejora la calidad de la producción.
Si este Festival de Al Jazeera ha de cumplir con sus desafíos anunciados, si como fue dicho por el director de Al Jazeera, se quiere intervenir con una actitud práctica y profunda para colaborar con los mejores talentos y se quiere fortaleza para ascender como referente mundial cada vez más creíble… habrá que ser capaces de presentar un mapa mundial con los problemas concretos de la producción televisiva, en orden de magnitud y urgencia, es decir, la realidad laboral de los trabajadores, la realidad que impone un régimen de propiedad privada de las herramientas de producción, distribución y exhibición. Un mapa claro, creíble y consensuado sobre el estado concreto de las relaciones de producción… las necesidades concretas de la humanidad en materia de imagen e imaginarios… todo en un contexto de saqueo, esclavitud, alineación, asesinato y barbarie, un contexto de decadencia pero también de insurgencia, un mundo en transición con cambios profundos.
Quién «ganó» y quién «perdió» es un asunto secundario al lado de todas las propuestas y apuestas que Al Jazeera maneja a estas alturas. En términos de «competir», a veces las «competencias» destruyen las solidaridades. Toda idea de «triunfo» es relativa y depende de saber realmente qué es lo que triunfa, y quiénes de verdad son los «ganadores». Habrá prensa suficiente que jugará con el morbo.
La única manera de ser útil a las mejores ideas de Al Jazeera, que pueden ser verdaderamente significativas si se cumple con lo dicho, es ser solidario sin perder la responsabilidad de seguir críticamente su desarrollo. Lo importante está en otra parte y todos los presentes nos quedamos a la expectativa con el compromiso extendido de contribuir a mejorar este espacio, con la expectativa de que Al Jazeera logre ser un referente capaz de influir positivamente en el mundo de la producción televisiva. No como un mega medio de super-millonarios «exitosos» sino como un espacio donde quepan muchos mundos, que camine comprometida con los trabajadores de las imágenes e imaginarios, que luche por la libertad de expresión, la pluralidad de ideas, el ascenso de la cultura sin alienación y la puesta en común (comunicación) de un sueño mundial: La liberación definitiva de la humanidad ayudada por la televisión, también. Seria magnífico ¿no?