Julio C. Gambina

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Existe una importante crisis política por arriba para dirimir el liderazgo del bloque en el poder mientras la dinámica popular construye la resistencia a la ofensiva ajustadora del gobierno de Milei y sus aliados, más allá de las disputas.

Crece el horizonte del conflicto

La caída de la actividad económica y especialmente de los ingresos populares augura un crecimiento de la conflictividad social, especialmente de la huelga general.

El 10 de diciembre inició su gestión el gobierno de Javier Milei, un ultraliberal autodenominado “anarco-capitalista”, o “liberal-libertario”, cultor de la escuela “austríaca” y en especial de Murray Newton Rothbard (estadounidense, 1926-1995), un profeta de la crítica al “estatismo” y un fanático del mercado y la iniciativa privada.

El principal problema para la mayoría de la sociedad en Argentina es la suba de precios. Afecta a la mayoría empobrecida, ya que al núcleo que concentra la riqueza y los ingresos, la remarcación no les limita en su capacidad de consumo y de acumulación.

El presidente electo de la Argentina se fue para Washington a buscar “consenso” para su programa de reestructuración regresiva del capitalismo local.

Milei retuvo sus votos de octubre y sumó casi todos los de Bullrich y de Schiaretti, expresado en 14,5 millones de votantes, el 56% del total. Un consenso electoral aplastante que ahora está desafiado en constituirse en consenso político.

La ultraderecha disputa consenso electoral en la Argentina, en un camino ya recorrido por Brasil, Chile, Colombia, Uruguay, Paraguay, además de Italia, Francia, Polonia, EEUU y otros territorios del planeta.

Los procesos electorales constituyen acontecimientos que definen rumbos en la política. Es el caso de las PASO de agosto pasado en la Argentina.

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