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La nueva estrategia mediática del Departamento de Estado para las Américas

Fuentes: Página 12

Llaman de la Embajada de Estados Unidos para invitarnos a una videoconferencia de prensa con Tom Shannon, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental. No es común que un alto funcionario norteamericano convoque a periodistas argentinos. «Ni siquiera allá», me confirma un periodista que fue corresponsal en Washington durante muchos años y que forma parte […]

Llaman de la Embajada de Estados Unidos para invitarnos a una videoconferencia de prensa con Tom Shannon, subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental. No es común que un alto funcionario norteamericano convoque a periodistas argentinos. «Ni siquiera allá», me confirma un periodista que fue corresponsal en Washington durante muchos años y que forma parte del convite. Se ve que el tema a tratar es de mucho interés para Estados Unidos. Nos avisan que Shannon va a hablar de Cuba.

En la puerta de la embajada los guardias trabajan a destajo. Te revisan más que en la entrada a la cárcel de Ezeiza, donde al menos no te quitan el cinturón. Pero una vez adentro reina la cordialidad. Nos reciben con galletitas caseras con pepitas de chocolate, todo un clásico norteamericano, nos obsequian una birome «Made in Korea» con los colores de la bandera estadounidense. Nos presentan un dossier con el currículum de Shannon. Seremos unos ocho periodistas. Nos sentamos alrededor de una mesa y el funcionario aparece en pantalla. Empieza a hablar en un muy buen castellano.

«En Cuba estamos viendo una transferencia de poder en cámara lenta. La crisis de salud de Fidel Castro no se ha resuelto. El anuncio público de la transferencia de poder a Raúl Castro implica la transferencia a un grupo institucional, un intento de preservar el régimen, pero será muy difícil.» Ninguna sorpresa ahí. Tampoco cuando aseguró que Estados Unidos no piensa invadir la isla. «La situación en Cuba no es un tema bilateral. Es un tema de las Américas porque preocupa a toda la región», opinó, dando a entender que en este asunto su humilde país es apenas uno más.

Después aprovechó una pregunta sobre la salud del líder cubano para resaltar que «nuestros países» no manejan información sobre la salud de los mandatarios con el grado de secreto que se aplica en la isla, gobernada, según él, por un «régimen opaco».

Así empezó a develarse la nueva estrategia mediática del Departamento de Estado para las Américas, que no es otra que la vieja fórmula del palo y la zanahoria: palos para Cuba, zanahorias para el resto de la región, incluyendo por ahora a la Venezuela de Hugo Chávez.

«Esta es una oportunidad no sólo para Cuba sino también para las Américas», graficó el funcionario. «Venezuela puede jugar un papel importante en la transición… al final del día el mejor socio de Venezuela es Estados Unidos. Venezuela mantiene un superávit comercial con nuestro país.»

La enfermedad de Fidel Castro trastrocó todo. Si las relaciones con Venezuela son por lo menos aceptables, con la Argentina marchan de maravillas, según Shannon. «La relación bilateral es muy fructífera», señaló. «Los asuntos del Mercosur pertenecen al Mercosur», abundó.

«Avanza la integración regional en sus distintas variantes», remató, como si le diera lo mismo el ALCA que promueve activamente su país, o cualquier otra forma de integración que lo excluya. Todas eran rosas para los países de la región que no se llaman Cuba. Cuando le preguntaron sobre la posibilidad de levantar el embargo en la isla, Shannon se puso serio. «Depende de lo que pase», dijo con voz grave. Después enumeró una larga lista de demandas: libertad a los presos políticos, elecciones libres, organizaciones independientes del Estado, plena vigencia de los derechos humanos. Todo indica que a menos que Cuba se convierta en Suiza de la noche a la mañana, Estados Unidos la seguirá boicoteando.

Se acercaba mi turno para preguntar y no se me ocurría nada. Bah, se me ocurrían algunas cosas pero no tenían mucho que ver con Cuba. O sí. Pensaba en la base de Guantánamo. ¿No sería bueno cerrarla antes de exigir la plena vigencia de derechos humanos en la isla? No, no, me va a mirar mal y contestar cualquier cosa, pensé. Entonces aclaré la garganta, tartamudeé un poco y terminé preguntando por la suerte de Luis Posada Carriles, un terrorista buscado en Cuba y Venezuela por hacer explotar un avión en pleno vuelo (73 muertos) y por bombardear un hotel de La Habana (un muerto). ¿No será que al negarse a extraditarlo Estados Unidos está incurriendo en un doble discurso sobre la guerra contra el terrorismo en la región? Shannon contestó con cierto fastidio, pero la pregunta no lo sorprendió. «El señor Posada Carriles está en la cárcel en Estados Unidos. Durante mucho tiempo estuvo suelto en América latina. Cuba y Venezuela sabían dónde ubicarlo, pero no se preocuparon por él hasta que fue detenido en Estados Unidos», me contestó. Es cierto: Posada Carriles está preso. Pero no por terrorista, sino por entrar ilegalmente a Estados Unidos. Estados Unidos no quiere entregarlo porque en Miami lo consideran un héroe de la lucha anticastrista. Shannon lo sabe. Pero no es fácil promover la guerra contra el terrorismo y la democracia multipartidaria, todo al mismo tiempo. Guerra y democracia no se llevan bien, pero en dosis moderadas son irresistibles para el electorado conservador. Por eso, creo, Estados Unidos lanzó su ofensiva diplomática para aislar otra vez a Cuba y promover un cambio de régimen. Nosotros estuvimos allí para registrar el momento.

(Nota de Visiones Alternativas: entre todas las mentiras y medias mentiras, que pronunció Tom Shannon en esta conferencia de prensa, quizás la más grande sea aquella en la que afirma que Cuba y Venezuela no se preocuparon por Posada Carriles hasta que fue detenido en Estados Unidos. Puede afirmarse que, por ejemplo, en los meses anteriores a la detención del terrorista ( acusado solamente por un caso de inmigración) no hubo un solo día en que el gobierno cubano, y particularmente Fidel Castro, no denunciara la confabulación que permitió la salida de Posada de la cárcel panameña y luego la entrada del criminal a Estados Unidos a bordo del yate Santrina, en una trayectoria siempre acompañada por la mano maestra del gobierno de Estados Unidos)