A punto de concluir el año, cada quien tiene sus cuentas más o menos claras. Un sector concentrado de la economía brindará por sus grandes beneficios y otros tantos sectores, en cambio, habrán mejorado un tanto, estancado o bien apenas sobrevivido.Con una economía que está transitando su cuarto año consecutivo de crecimiento y que ha […]
A punto de concluir el año, cada quien tiene sus cuentas más o menos claras. Un sector concentrado de la economía brindará por sus grandes beneficios y otros tantos sectores, en cambio, habrán mejorado un tanto, estancado o bien apenas sobrevivido.
Con una economía que está transitando su cuarto año consecutivo de crecimiento y que ha alcanzado un nivel superior a 1998, cuando empezó el derrumbe argentino, se podría pensar que buena parte de los 37 millones de personas estaría bastante mejor.
El mismo Néstor Kirchner, que considera a esa recuperación como la mejor carta reeleccionista, puesto ante la evidencia de lo bajo que se cayó y lo insuficiente del ascenso, suele pontificar que aún estamos en el Infierno y que al final de su primer mandato, el año próximo, podríamos estar a las puertas del Purgatorio.
Pero hay gente que está viviendo ya en el mejor de los mundos. O que, para ser más precisos, nunca abandonó ese limbo. Es el caso de los banqueros, que en 2001 fugaron ilegalmente al exterior 16.000 millones de dólares sin que ninguno fuera preso. Y encima, habiéndose quedado con esos «verdes» de sus clientes, a los que les devolvieron en pesos, luego recibieron una compensación del Estado por 27.000 millones de dólares. Eduardo Duhalde y Kirchner lo hicieron posible, legisladores mediante y con el inestimable concurso del hoy opositor Roberto Lavagna.
Dos datos evidencian que los bancos siguen ganando plata en gran forma. Uno, aportado por el Banco Central, indica que en los primeros seis meses habían tenido beneficios en conjunto por 1.600 millones de pesos, tanto como en todo 2005. En el segundo semestre habrán marcado flor de diferencia con ese ejercicio. La otra información es que la economía aumentó en los primeros nueve meses el 8,7 por ciento pero la actividad bancaria creció 21 por ciento.
¿Prestan parte de ese dinero? Sí, pero lo hacen según la cara o patrimonio del cliente. Ese límite se advierte en el fracaso del programa de créditos hipotecarios anunciado por el gobierno, según el cual los inquilinos que pudieran demostrar haber oblado en tiempo su alquiler podrían acceder a un crédito para comprar una vivienda. El plan se lanzó oficialmente en setiembre último pero a diciembre, entre todas las entidades financieras de la provincia de Córdoba, para poner un ejemplo, sólo había efectivizado tres créditos. Sólo tres. La tendencia se mantuvo en esa casi nulidad a nivel nacional y ni el titular del Credicoop, Carlos Heller, aspirante a jefe de gobierno porteño por la centroizquierda, pudo justificar esa sequía.
Subsidios incorrectos
Se sabe que aquí y en el mundo el petróleo y el gas mueven fortunas. Uno de los especialistas, Fernando Solanas, del movimiento recuperador de la energía, Moreno, ha estimado que esa renta es de 12.000 millones de dólares anuales. Pero esos recursos no van al Estado salvo en la mínima proporción de regalías e impuestos. Repsol, Petrobras, Esso, Shell, Total, Panamerican-Bridas, Vintage-Oxy y otras multis se quedan con la parte del león.
Sin embargo, inexplicablemente, el gobierno K impulsó una ley para subsidiar las prospecciones de esas empresas, que recibirán beneficios a lo largo de 15, 10 y 5 años, respectivamente, según que estudien zonas de la cuenta marítima o continental.
Lo apetitoso del negocio atrae a más inversores, algunos son de nivel internacional y otros oportunistas locales. Entre los primeros está la constructora española Sacyr, que destinó 3.569 millones de dólares a comprar 9,2 por ciento de Repsol. Era lógico porque en Madrid vieron que Kirchner asegura la continuidad de operaciones de la «patria petrolera» y no tiene veleidades nacionalistas como Evo Morales.
Los otros jugadores, de menor cuantía, son personajes desprestigiados como José Luis Manzano, copropietario de Cliveden, o menos conocidos pero no menos peligrosos como Cristóbal López, de Oil M&S, estrechamente asociado a Kirchner, y que ya tenía concesiones de Casinos en varias ciudades, tragamonedas del Hipódromo de Palermo y otros emprendimientos tan poco ligados a una economía productiva.
En la ley de Presupuesto 2007, votada el 13 de diciembre último, el Estado se comprometió a pagar subsidios a compañías privadas del transporte automotor y de pasajeros, que se estipularon en 1.380 millones. Como posteriormente el jefe de Gabinete utilizará sus poderes, es posible que la cifra se estire como ya ocurrió este año, cuando superaron los 1.500 millones al mes de noviembre.
Ese dinero va entre otras firmas a Metrovías, dominada por el grupo Roggio, que acaba de inaugurar con una fiesta el Sierras Hotel de Córdoba en sociedad con la cadena estadounidense Howard Johnson, cuyo titular para Argentina es el viejo UceDe-menemista y ex policía Alberto Albamonte. Cómo no iba a celebrar el clan Roggio si en simultáneo el gobierno cordobés le asignó un subsidio de 22 millones de pesos para los dos primeros años de concesión del servicio de agua potable de la ciudad Capital.
Vista la protesta ganadera de nueve días se puede pensar que el Estado no hace nada por el sector. Sin embargo la capa superior de los productores, expresada en la Sociedad Rural y CRA, que tiene ganado o explota la soja y cereales, y los exporta, ha hecho buena diferencia.
Pablo Orsolini, directivo de la Federación Agraria Argentina, alertó que el 3 por ciento de los productores detenta el 72 por ciento de la soja. Los Grobo Agropecuaria (familia Grobocopatel), Aceitera General Deheza (Roberto Urquía) y Adecoagro (George Soros), van a cerrar un año excepcional. La peonada pobre podría entonar como don Ata: «las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas». Las vaquitas, gran parte de la soja y el maíz, y 14 millones de hectáreas de nuestra tierra, son ajenas.
Los del medio y abajo
La distribución injusta de la riqueza, expresión de cómo son en Argentina las relaciones sociales y de propiedad, está patentizada en lo revelado por el Indec: el 10 por ciento más rico se queda con un ingreso equivalente a 32 veces más que el 10 por ciento más pobre. Aquí se advierte a pleno el sentido de clase del kirchnerismo, pues ese registro ha tenido apenas leves variaciones con las mediciones de gobiernos anteriores.
Felisa Miceli informó esta semana que las cuentas del Estado acumularon un ahorro de 22.878 millones de pesos (7.428 millones de dólares) en los primeros 11 meses del corriente año, cifra que supera lo previsto en el Presupuesto 2006. Sin embargo los miles de empleados de ATE nacional marcharon el 14 de diciembre a Plaza de Mayo pidiendo un sueldo mínimo de mil pesos, denunciando que casi la mitad del personal percibe por debajo de esa suma. Quiere decir que ellos no recibieron mejoras sustanciales.
Y lo que es peor, en el Presupuesto votado el miércoles, no está prevista ninguna mejora salarial para los trabajadores estatales. Sí hay una previsión para los jubilados, pero éstos no deben descorchar ninguna botella porque serán unos pocos pesos. El mínimo se irá a 530 pesos, bien por debajo de los 870 de la línea de pobreza.
¿Adónde va el superávit fiscal primario excepcional recién mencionado y el previsto para el año próximo? En gran medida a pagar la deuda externa, barril sin fondo que succionará al menos 5.000 millones de dólares en 2007. Serán más, luego que el gobierno acuerde con el Club de París abonar en cuotas su deuda de 6.400 millones con la entidad, comenzando por España.
Dejar la renta petrolera en manos de Repsol y demás multis, y afectar el superávit fiscal primario en buena medida a pagar deuda y subsidiar intereses privados, incide en que el drama de la pobreza no se supere. El Indec estimó en setiembre último que el 31,4 por ciento de la población está en esa condición, en tanto el 11,2 por ciento es indigente. En números absolutos, 10,7 millones de argentinos son pobres y 3,84 millones están en extrema pobreza o miseria porque no tienen cómo cubrir su necesidad primaria de comer.
El balance práctico de esta gente es diametralmente diferente al que hacen Paolo Rocca (Techint), Luis Pagani (Arcor), Antonio Brufau (Repsol), Jorge Brito (Banco Macro), Eduardo Elztain (Irsa-Soros), etc. De esta constelación de ganadores, el único que va a estar un poco triste, es Mauricio Macri (heredero de Socma), pero por razones extra financieras.