La muerte viene únicamente de la muerte tolerada durante días y noches. (…) La revolución de lo vivo está ahí» (Raoul Vaneigem) La conocida y muy citada afirmación de Lord Acteon de que «el poder corrompe» es uno de esos tópicos liberales sumamente equivocados. Lo que corrompe es todo aquello que atenta contra la vida, […]
La revolución de lo vivo está ahí» (Raoul Vaneigem)
La conocida y muy citada afirmación de Lord Acteon de que «el poder corrompe» es uno de esos tópicos liberales sumamente equivocados. Lo que corrompe es todo aquello que atenta contra la vida, aquello que echa a perder, daña y pudre lo que está vivo. Una de las cosas que aún tienen vida es la crítica (en el sentido fuerte del término). Desde esta perspectiva es la lógica de la muerte (siguiendo a Vaneigem) lo que corrompe. La lógica de la muerte: el esclavismo, el feudalismo, el capitalismo. Es decir, el sistema social que no tiene como objeto la vida y su potencia sino la acumulación de capitales. Lo que corrompe es la universidad usada para el beneficio empresarial, para la mercantilización de la investigación, y no para el beneficio social. Lo que corrompe es la defensa de la propiedad intelectual como propiedad privada y no la defensa del conocimiento libre y colectivo. Lo que corrompe es el periodismo como construcción de mentiras y falsas justificaciones, y no la defensa de la verdad y la indagación responsable. El poder no corrompe. Por contra, el poder es el objeto de la política, es decir, de las distintas maneras en las que se organizan las relaciones sociales y nuestras vidas. Algunas de esas relaciones sociales (como la explotación sobre la que se levanta el capitalismo) corrompen. De la misma manera, la libertad (diferente a la Libertad, otro de los grandes tópicos liberales), esto es, nuestra posibilidad de hacer y de pensar, sólo es posible en condiciones sociales de igualdad, cuando disponemos de los medios para hacer y decir, cuando tenemos las oportunidades para hacer y decir. Lo que constituye nuestra sociedad no es, desgraciadamente, la igualdad, ni por tanto la libertad de hacer o decir, lo que constituye nuestra sociedad es una desigualdad radical, la muerte y la servidumbre. En esas condiciones sociales el poder corrompe, como el periodismo. Pero dada la imposibilidad de constitución permanente de la sociedad (Laclau) siempre hay un excedente (de resistencia, de contradicción) y por ello, las solidificadas relaciones que se manifiestan en la legislación, en las instituciones políticas, en los bancos y las empresas, han sido el resultado de luchas que se han desarrollado a lo largo de la historia. Lo sabemos: esas relaciones son las que ha impuesto el liberalismo y esas relaciones permiten a la universidad, a las entidades de gestión de la propiedad intelectual y a los periódicos (por poner sólo algunos ejemplos significativos) establecer relaciones de desigualdad social por las que se limita las posibilidades de hacer y de decir, y -como en este caso concreto del tratamiento informativo de una noticia- corromper la información en beneficio de los poderes dominantes.
La noticia y su tratamiento
La sentencia 446/08 del Juzgado de lo Penal nº 5 de Granada en su apartado de «Hechos probados» limita claramente la noticia: el profesor de la Universidad de Granada Luis García Montero insulta en una reunión de departamento a otro profesor del mismo, José Antonio Fortes, y «decide continuar su enfrentamiento en varios medios de comunicación mediante la publicación de entrevistas y artículos de opinión» en los que se refiere a Fortes como perturbado, tonto indecente, cercano al delirium tremens, etc. Fortes presenta una querella por «injurias graves con publicidad». La sentencia considera que en efecto se trata de injurias, tanto los insultos en la reunión del departamento como los utilizados en los artículos de prensa, y condena a García Montero. Hasta aquí, y si la noticia hubiera sido tratada tal cual es, García Montero habría visto menoscabado su prestigio y valorado negativamente. En general los insultos e injurias dejan en mala posición al que los vierte y favorecen al injuriado que concita todas las atenciones. Lo mismo suele suceder cuando alguien pega a otro. Por las razones que sean esta noticia tenía que ser literalmente invertida, para que García Montero fuera visto como «inocente» y, más allá aún, el que se beneficiara de todo ello. Y, claro, Fortes recibiera las reprobaciones ¿Cómo?
a) desplazando el asunto de la noticia,
b) convirtiéndose en víctima (antes de la sentencia),
c) convirtiéndose en perseguido (después de la sentencia).
Para convertirse en víctima necesitaba:
a) concitar pena por lo que le ha pasado, y así declara a los informativos de Cuatro: «lo he pasado muy mal pero ya estoy recuperado y voy a seguir dando mis clases» (lo que, por cierto, no mantiene semanas después cuando anuncia su intención de pedir una excedencia de la universidad). La foto de Público (20 de Octubre), con la mirada triste, ayuda mucho y más aún si cabe los gestos taciturnos a la salida de los juzgados que se ven en imágenes emitidas por Cuatro y Localia TV, y la reiterada alusión a que se trata de un poeta.
b) Colocar a Fortes en posiciones de derechas, tergiversando sus tesis, potenciando así sus ideas y acciones como las de la auténtica izquierda. Dado que sería muy difícil que alguien accediera a leer sus textos (por la escasa difusión que tienen o por el rechazo que suscitan de principio las posiciones marxistas que defiende), el único testimonio de lo que Fortes dice sería lo que el propio García Montero dice que Fortes dice. La entradilla del citado artículo de Público de 20 de Octubre, y firmado por Ángel Munárriz dice «Un colega de la Universidad de Granada, que sostiene la teoría revisionista de que Federico García Lorca en realidad exaltaba la ideología fascista, pide al poeta 60.000 euros de indemnización», intentando homologar las tesis de Fortes a las de conocidos neofascistas como Pío Moa, César Vidal o Jiménez Losantos mediante el adjetivo «revisionista», que así se llamó en Alemania a buena parte de las tesis que negaban el Holocausto. En entrevista telefónica, el periodista afirma haber leído los textos de Fortes, contrastado las informaciones publicadas y considera que se ajusta a la práctica periodística lo publicado por él. Si Ángel Munárriz se ratifica en lo publicado entonces debe abandonar urgentemente el periodismo serio y riguroso. También en su equivocada y desafortunada carta (porque también equipara la obra de Fortes a la de los intelectuales neofascistas) del 13 de Noviembre en apoyo a García Montero, el historiador Alberto Reig Tapia señala que «en este mundo siempre habrá algún Fortes o un Jiménez Losantos para decir barbaridades y hacernos sentir vergüenza ajena o hacernos perder los estribos».
c) Pasar por defensor de importantes y reconocidos intelectuales (como García Lorca, Ayala o Muñoz Molina) ante los «ataques» con los que Fortes trataría supuestamente de desacreditar y enfangar a estos intelectuales, consiguiendo con ello el apoyo masivo de lectores, televidentes y radioyentes, y del llamado mundo cultural, etc. Así, el periodista Ángel Munárriz, en su artículo de Público fechado el 20 de Octubre, elabora un titular adecuado a este fin: «El poeta García Montero, a juicio por defender a Lorca y Ayala», donde debía decir «El poeta García Montero, a juicio por insultar gravemente y amenazar en una reunión de departamento en una facultad de la Universidad de Granada a otro profesor». Éste, y no otro, como hemos visto en la sentencia, es el origen del citado juicio. Pero el lector ya ha sido encaminado a favor de García Montero porque su acto negativo, vamos a decirlo así, se convierte en muy positivo (con ese «defender») y más si se trata de dos figuras reconocidas como Lorca y Ayala.
d) Justificar los insultos e injurias de que se le acusa como resultado del acoso al que le ha sometido Fortes durante años. La mayor parte de los medios de prensa (tanto los que generan artículos de información como los que reproducen lo informado por los otros medios) han desplazado la noticia hacia otro lugar, más adecuado -como hemos señalado- a los intereses de una de las partes, la de García Montero. El terreno ahora es que los insultos e injurias son, al contrario, los calificativos que merece el comportamiento de Fortes (el supuesto acoso) y sus ideas. Así lo hace Agustín Martínez, en los informativos de Localia TV Granada, cuando afirma que Fortes dice que «García Lorca escribía textos fascistas» y señala que fue «rebatido por Luis García Montero». ¿Dónde le rebate, es decir impugna con razones y argumentos, García Montero lo que dice Fortes? A los insultos de García Montero le suma el de que estas ideas son «chaladuras». El presentador de Noticias Cuatro, Iñaki Gabilondo, siguiendo la misma estela dice que «definió en sus clases a García Lorca como fascista» y se suma a los adjetivos despreciativos de García Montero hablando de las ideas de Fortes como «delirios» y «barbaridades». Gabilondo no ha respondido a las preguntas que le envié por correo electrónico, dado que fue imposible hablar con él, referente a las fuentes que permiten decir que Fortes dice esto, pero una redactora de Cuatro afirmó «que eso venía en todas partes». En entrevista telefónica del 17 de Noviembre, Agustín Martínez reconoce que no ha leído ningún texto de Fortes, pero que considera como cierto tanto que Fortes haya afirmado que Lorca escribía textos fascistas como que éste lleve acosando a García Montero en sus clases durante años, puesto que es «lo que han declarado los ex-alumnos del profesor Fortes en el juicio oral» y que fueron llamados por la defensa de García Montero. Martínez dice, en esta misma entrevista, que intentó ponerse en contacto con Fortes para contrastar la noticia pero que él no ha querido. En todo caso, Martínez debe saber que si bien es una práctica habitual en el periodismo actual el reduccionismo de las fuentes, es necesario ser más cauto al exponer la noticia diciendo, por ejemplo, «según los testimonios de los ex-alumnos de Fortes que han comparecido en el juicio oral…», y no olvidar tan fácilmente que en ese juicio no se estaba juzgando el acoso o no de Fortes a García Montero (y por eso no había alumnos que declararan a favor de Fortes) sino las injurias o no de García Montero sobre Fortes. Si no pudo hablar con Fortes también pudo contrastar las ideas que dice García Montero que dice Fortes, leyendo algún libro o artículo de éste último. Por ejemplo, en la revista Quimera de Barcelona (nº 199, Enero de 2001) publiqué una entrevista a Fortes en la que éste explicaba muy bien sus ideas sobre la literatura. En la revista El fingidor de la misma Universidad de Granada podría haber encontrado lo que piensa Fortes sobre algunas cosas que García Montero llama «acoso». Sin embargo Martínez declara en la entrevista telefónica que, contra la opinión del juez que consta en la sentencia, no considera injurias los insultos y calificativos que dedica García Montero a Fortes y que suscribiría todo lo que García Montero dice en el artículo «Lorca era un fascista» (¿También lo que escribe al final pidiendo que la Universidad de Granada «ponga a este perturbado en su sitio»? ¿Y si no ha leído a Fortes, cómo sabe que García Montero no miente? El ejemplo contrario es el del periodista Valme Cortés que se toma la molestia de ir a distintas fuentes y citar al propio Fortes para, por ejemplo, escribir en «Enfrentamiento entre dos docentes» (un más que exacto titular), publicado en El País el 16 de Noviembre, tras una cita de éste que «García Montero y Álvaro Salvador entienden que en el texto se sugiere cierta responsabilidad en la muerte de Egea».
Para convertirse en perseguido necesitaba:
a) dar una noticia de mayor repercusión que la de ser condenado por injurias, como la que, en efecto, dio: su abandono de la Universidad de Granada por culpa de la sentencia. Al victimismo inicial se une así la posibilidad de levantar un sentimiento de indignación generalizada contra Fortes (y sus ideas). Pocos, el caso del citado periodista Valme Cortés en El País del 13 de Noviembre, han señalado que no se va de la universidad sino que pide «una excedencia» (como hacen, por cierto, muchos profesores universitarios) y transcribe las declaraciones del propio García Montero en las que dice que «no es una renuncia a la plaza», «siempre hay posibilidad de volver». Esta ponderación periodística de Cortés no la sigue Agustín Martínez de Localia TV Granada que convierte la declaración de su marcha de la universidad en una tragedia telúrica: «Granada ha conseguido, fiel a lo que es habitual en ella, expulsar de la ciudad a otro de sus hijos más ilustres», siguiendo lo que había dicho García Montero de que no podía seguir «con este ambiente y en esta atmósfera». De tal forma que lo que es una decisión personal, por el supuesto «acoso» (no probado, dado que eso no era el objeto del juicio) de un profesor titular de la Universidad de Granada, que no posee, como García Montero (catedrático), una columna en El País, ni posibilidades de publicar sus textos en las revistas de crítica literaria, que no cuenta con el apoyo de la mayor parte del departamento, como sí cuenta García Montero, que no tiene ninguna red de relaciones sociales, como las que tiene García Montero en la SER, en PRISA, en el Ayuntamiento de Granada, en el Ministerio de Cultura, etc., se convierte en la acción de toda una ciudad (incluyendo al juez que firma la sentencia) que echa fuera al poeta. Menos ponderación aún tiene la autora del reportaje de Localia TV, Rita M. Marín, que con gran patetismo hace afirmaciones tan altisonantes y falsas como que García Montero «ha visto perdida la batalla de una vida de lucha», o que la sentencia «ha acabado con la vocación y por así decirlo con la libertad de expresión de un enamorado de las letras», que ha recibido el apoyo de muchos que reconocen «el compromiso con el ideario de este hombre que ha luchado por una enseñanza libre de la que él mismo ha sido una víctima» mientras en las imágenes finales del reportaje vemos a un García Montero (pedantemente calificado de «fuente de sabiduría prolífica») abrazando y besando a un niño.
b) Promover con su caso una amplia «solidaridad», no solamente contra la sentencia del juez sino porque por culpa de la misma (y por tanto de Fortes) se va de la universidad. Lo que ha conseguido poniendo en funcionamiento el gran capital relacional acumulado en todos estos años de Congresos, Comisarías de centenarios, Direcciones de colecciones, Jurado en numerosos premios nacionales e internacionales, etc., hasta el extremo de embarcar en el asunto a Juan Gelman y Ernesto Cardenal, entre otros más, para que firmen un vergonzoso manifiesto de apoyo a García Montero, ya definitivamente consagrado como víctima y perseguido.
c) Concitar el desprecio sobre Fortes en tanto que responsable del acoso a su persona y verdugo. Para lo cual, claro, era necesario hacer pasar todo por una cuestión «personal» y no rebatir, como no ha hecho hasta el momento, ninguna de las ideas de Fortes.
d) Transformar el asunto (los insultos e injurias) en un problema de libertad de expresión (sin importarle que, contradictoriamente, él mismo pidiera en el citado artículo «Lorca era un fascista» que se tomaran acciones contra Fortes por decir lo que supuestamente dice, según García Montero).
Y al final, el grado máximo de manipulación no es ocultar la verdad sino transformarla hasta tal punto que, por ejemplo, los culpables sean inocentes y los inocentes culpables.
Aclaraciones
Una canción de la época de la Comuna llamaba a los periodistas «mercaderes de calumnias» y se hacía eco de las «oleadas de ignominia» que había caído sobre el proyecto revolucionario. Entonces la mayoría de los escritores progresistas se opusieron a la Comuna, la denigraron. En esa época, como en ésta, dominaba la lógica de la muerte y la servidumbre, la desigualdad social. Cuando se cuestiona tal dominio se sabe que el restablecimiento de esta lógica mortal hará más dura la posibilidad de la vida. García Montero podría haber interpuesto una querella por injurias si se sentía insultado y vejado por Fortes. Podía haber escrito trabajos críticos para desmontar y poner fuera de juego las tesis de Fortes. Podía haber demostrado que la moral sobre la que tanto escribe está integrada con la revuelta y la lucha contra el capitalismo en todos sus términos. No ha hecho nada de esto. Y no lo ha hecho porque no podía. Su posición política se sostiene en la ideología liberal, y en términos de crítica literaria se fundamenta en el dominio impresionista con la que sólo se puede acceder al universo del individualismo y de la vertiente social de ese individualismo (autor, lector). Sus nociones críticas derivan del mismo fundamento ideológico: «sentido común», «buen gusto», «belleza ideal», «realismo singular» «acierto poético». Su método de lectura de los textos reproduce lo que el texto o el escritor ya han dicho. Ésta es la ideología dominante y la crítica literaria más extendida. Fortes tiene posiciones marxistas y considera la literatura como un sector más de lo que llama producción ideológica que se integra como mecanismo de funcionamiento del sistema social, en nuestro caso, del sistema capitalista. Sus nociones críticas derivan del mismo fundamento teórico: «aparato ideológico», «funcionarios ideológicos de clase», «legitimación», «neopopulismo», «literatura en fascismo». Su método de lectura de los textos coloca al texto como escritura de todo el aparato y de sus estrategias de reproducción sistémica. Las dos posiciones son antagónicas y eso es lo que tendrían que haber resaltado en todo caso los periodistas. Si hubieran hecho lo que, por ejemplo, ha hecho Valme Cortés en los artículos citados aquí habrían actuado como periodistas y no como amigos, colegas o defensores de García Montero. Y, sobre todo, no habrían mentido ni manipulado la información. Pero eso es otro mundo. En este aún triunfa la miseria del periodismo.