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Entre la crisis mundial y el largo camino a Octubre

Los Kirchner «a boxes»

Fuentes: La Verdad Obrera/Rebelión

Los planes estatales para contener la crisis capitalista están fracasando en las principales potencias mundiales. El salvataje de Barack Obama de 787.000 millones de dólares para los banqueros no es considerado suficiente por Wall Street que tuvo otro «martes negro» y arrastró a la caída de las bolsas de todo el mundo. La caída mostró […]

Los planes estatales para contener la crisis capitalista están fracasando en las principales potencias mundiales. El salvataje de Barack Obama de 787.000 millones de dólares para los banqueros no es considerado suficiente por Wall Street que tuvo otro «martes negro» y arrastró a la caída de las bolsas de todo el mundo. La caída mostró la debilidad de la gran banca: el Bank of America, el Citigroup y la JPMorgan terminaron con un rojo superior al 12%. La crisis en desarrollo no es sólo por el enorme impacto depresivo sobre la producción que se expresa en los anuncios diarios de quiebras y desempleo masivo en EE.UU., Europa, Japón y las principales economías del planeta. Sino que es el propio sistema financiero, los bancos y el sistema de crédito, es decir, los que supuestamente tienen que sanear para solventar una futura recuperación de la «económica real», los que no encontraron todavía el piso de la bancarrota. «Para estabilizar el sistema bancario estadounidense y restaurar la normalidad del préstamo, se requerirán más fondos» acaba de declarar Alan Greespan, ex presidente de la Reserva Federal, para concluir que la crisis «seguramente será la más larga y profunda desde los años 1930».

Antes de octubre

En este contexto, la renuncia de Reutemann al bloque de senadores del oficialismo declarando que las retenciones del 35% son confiscatorias, es un golpe político a los Kirchner que lo tenían como la carta principal para disputar Santa Fe y al peronismo sojero. Con esta debilidad del gobierno ni los gestos de «apertura del diálogo» con las patronales agrarias, en acuerdo con el «oligarca destituyente» Biolcatti de la Sociedad Rural según amplificó el oficialismo, ni el llamado al Consejo Económico Social que ya tiene alistados a los industriales de la UIA y la CGT, se pueden consolidar. El intento de recomponer la unidad entre los distintos sectores capitalistas que existía hasta el conflicto con los exportadores agrarios y, al mismo tiempo, pretender una «paz social» duradera entre los empresarios y los trabajadores, es una quimera.

La bancarrota capitalista se expresa con más agudeza y a ritmos acelerados en los países centrales que desencadenaron la crisis mundial. Argentina, al pasar por el crack bancario y el default del 2001, tiene «la ventaja» de no haber tenido la oportunidad de participar del festival de endeudamiento ni tener en la cartera de los bancos los créditos hipotecarios que crearon la burbuja especulativa que estalló en Europa y Estados Unidos. Pero sí sucede en el principal socio comercial, Brasil, cuya caída en la producción puede ser una de las puertas de entrada de la crisis en Argentina, además de la debacle de las multinacionales automotrices que impacta directamente sobre el país. La fortaleza relativa de los superávit fiscal y comercial, empiezan a deteriorarse por la baja de las materias primas y la contracción del comercio mundial. Los empresarios rurales, ahora con Reutemann de su lado, siguen en la pulseada por la baja de las retenciones, al menos «segmentadas», a lo que el oficialismo no quiere ceder. La presidenta ya le había respondido al gobernador santafesino Hermes Binner «que la suspensión de las retenciones por 180 días era «imposible» porque provocaría un bache fiscal de 15.700 millones de pesos» (Clarín, 17/2). Lo de Reutemann puede ser un espaldarazo para que vuelvan las protestas, al menos de las patronales de CRA y Federación Agraria, aún cuando el reclamo «del campo», en medio de la crisis, ya no despierta la adhesión masiva del año pasado.

De su lado, el jefe de los industriales Lascurain volvió a machacar con la propuesta de una devaluación (a la que también adhieren los exportadores del agro) como condición previa a toda discusión de salarios y de mantener el empleo, lo que no puede ser refrendado abiertamente por la CGT ni el gobierno quiere satisfacer antes de octubre a riesgo de terminar de minar su base social. Pero ¿qué tiene el gobierno para ofrecer en este terreno? El solo emplazamiento de la CTERA y los gremios docentes de abrir las paritarias reclamando un 25% de aumentos, anuncia conflictos que chocarán con los gobernadores que cerraron el 2008 con, al menos, 9 provincias con déficit fiscales. El mas importante de ellos, el gobernador Scioli pidió un «gesto patriótico» a los maestros el mismo día que en la Provincia se votaba la ley de blanqueo de capitales.

Parece haber un acuerdo «táctico» de todas las fracciones de la clase dominante, en que las disputas se dirimirán en las elecciones legislativas. Pero por la magnitud de la crisis y dada la debilidad del gobierno que sigue perdiendo aliados, no hay que descartar nuevos intentos de «golpes de mercado» para acelerar una devaluación, como intentaron con la fuga de capitales luego de la estatización de las AFJP a fines del 2008. La denuncia de «fraude anticipado» que levantan desde Carrió a Macri y la cruzada opositora por la «boleta única» que supuestamente impediría las manipulaciones en las urnas son, por ahora, sólo banderas de campaña para debilitar al oficialismo y no un desafío de ruptura con el calendario del régimen. Al fin y al cabo, hasta las «nuevas derechas» que supieron protagonizar asonadas golpistas en Bolivia y Venezuela se avienen a las reglas del juego dentro de las reformas constitucionales de Evo Morales y Chávez. Aquí, además de la centroderecha «republicana» que encabeza la Coalición Cívica de Carrió con los restos del partido radical, ha surgido una derecha que une a Macri y De Narváez con el ex ministro de agricultura de Menem, Felipe Solá, un armado de Duhalde que busca horadar la base popular del peronismo de la provincia de Buenos Aires para volcar la relación de fuerzas en el segundo mandato de Cristina Kirchner.

Un programa para que la crisis la paguen los capitalistas

Mientras hay, en ciernes, un plan de una devaluación drástica que lleve el dólar a 4,50 pesos; el gobierno, al menos hasta octubre, intenta contener la crisis industrial con la engañosa política de «reducción salarial para evitar despidos». El programa que el PTS viene propagandizando por el empleo y el salario, cobra cada vez más vigencia. Nuestra propuesta de repartir las horas de trabajo sin aceptar ninguna rebaja salarial y, por el contrario, reclamar un salario móvil que no pierda ante la inflación, es la forma de dar una respuesta a ambos, a costa de las ganancias de los capitalistas.

En primer lugar a la actual receta que aplica también Lula en Brasil, que acaba de firmar en 42 empresas acuerdos de suspensiones con rebaja salarial para 30 mil trabajadores, y es lo que están poniendo en práctica las grandes empresas y los Kirchner, en acuerdo con sindicatos como el SMATA o la UOM. Lo mismo se discute en Tierra del Fuego de la «progresista» Fabiana Ríos para 2.500 obreros de la industria de electrodomésticos con un plan de suspensiones por 4 meses, ante el que comenzó a movilizarse la UOM de Río Grande. El engaño es doble, primero porque se están produciendo miles de despidos de trabajadores contratados. La mayoría «no tienen visibilidad» porque suceden en pequeñas y medianas empresas; pero son moneda corriente en todas partes. La patronal de los Rocca de Techint con quien el ministerio cerró un acuerdo en Siderar de San Nicolás, despide obreros de empresas tercerizadas en ex-Propulsora, su planta de Ensenada. La multinacional Fiat-Iveco, a quienes el gobierno le dio la Secretaría de Industria poniendo a su gerente Fernando Fraguío, acaba de mandar 270 telegramas de despidos de contratados en Córdoba. Allí justamente se está desarrollando uno de los ejemplos más destacados del enfrentamiento concreto a esta situación en la resistencia de los jóvenes de Iveco que proponen el reparto de las horas de trabajo entre efectivos y contratados. La edición de Córdoba de la revista Veintitrés la llamó «La rebelión de los pibes», porque desafía el apriete patronal y la entregada de la burocracia del emblemático Smata cordobés.

Para los trabajadores en blanco el engaño se basa, en el fondo, en crear la falsa expectativa de que la crisis es pasajera y hay que aceptar suspensiones temporales porque volverá la reactivación. Pero esa no es la perspectiva.

Una semana después que Cristina Kirchner y la delegación oficialista de la UIA y la CGT dejara España donde auguraron buenos negocios en Argentina, el banco Santander aplicó un «corralito» sobre los 3.000 millones de dólares de cerca de 50 mil ahorristas. En Barcelona, la multinacional ACC que venía anunciando un plan anual de suspensiones con recortes de 300 euros en los salarios «para no despedir», pasó directamente al cierre de la empresa que fue respondido con la ocupación de sus operarios. Ningún giro brusco de la crisis, como este, debe tomar por sorpresa a los trabajadores. Esta será, tarde o temprano, la dinámica de los acontecimientos para la que hay que prepararse en Argentina. El actual plan de suspensiones con rebaja salarial que presentan gobiernos, patronales y sindicatos, es malo para hoy y aún peor para mañana. Como anticipo, ya se empezaron a producir cierres en algunas gráficas, papeleras, textiles, frigoríficos o curtiembres como muestran los ejemplos de Massuh, Indugraf o Filobel entre muchas otras. La gravedad de este síntoma se resume en que pone a miles de familias en la disyuntiva que tuvieron los trabajadores de Zanon, Brukman y más de 200 empresas en la crisis del 2001: o la ocupación o la catástrofe del desempleo. Para una franja de trabajadores, todavía mucho menor pero creciente, ya es una necesidad buscar la unidad para una lucha común de todas las empresas que empezaron a resistir los cierres. Si las patronales se niegan a reabrirlas con todos los trabajadores adentro, hay que reclamar lo que vienen planteando los ceramistas de Neuquén en base a su experiencia, la expropiación sin pago de los vaciadores, su estatización y puesta bajo la gestión directa de los trabajadores.

El PTS propone el reagrupamiento nacional de los sindicatos combativos, comisiones internas y delegados antiburocráticos, de los centros estudiantiles y de toda la izquierda que participa de las organizaciones de la clase trabajadora y sus luchas, con los que hicimos en común el acto del 20 de diciembre y estamos preparando la jornada del próximo 24 de marzo. Se podría convocar unitariamente a un Congreso o Asamblea Nacional de Trabajadores que exija a los sindicatos una lucha nacional unificada, reúna miles de activistas para coordinar los procesos de resistencia y aliente la formación de cuerpos de delegados para la lucha en cada lugar de trabajo, en la pelea por conquistar la dirección de los sindicatos y el movimiento obrero.

Una izquierda de la clase trabajadora

Fue el crecimiento económico de los últimos años con la creación de más de 3 millones de puestos de trabajo lo que le dio a los Kirchner consenso político en la clase trabajadora. Al calor de los ritmos de la crisis y ante la posibilidad de perder el único derecho pleno que, se supone, tiene la clase trabajadora en el capitalismo, el de ser explotado, se desarrollará la experiencia política con el PJ y se pondrán a prueba los opositores.

Este es un período de preparación política, lo que en primer lugar, significa un programa de completa independencia ante todas las variantes patronales. A diferencia de lo que plantea el MST de Vilma Ripoll y el PCR, esto incluye, claro está, a la Mesa de Enlace agraria y a la centroizquierda opositora de Solanas y Lozano, que tiene por aliado al líder de la Federación Agraria Buzzi. No puede haber ninguna conciliación con el programa antiobrero y antipopular de la devaluación y la baja de las retenciones a los exportadores de soja.

Pero con esto solo no alcanza. Hay quienes, en la izquierda, que creen que la preparación política se reduce a buscar una ubicación en el «espacio» electoral, cuando de lo que se trata es de conquistar lugares en el terreno donde se darán los escenarios de la lucha de clases. Como bien lo sabe el peronismo, que conserva poder mediante la red de contención de los barrios populares y a través de la regimentación desde arriba de los lugares de trabajo que cumple la burocracia de la CGT y los sindicatos. Ese aparato, que alcanzó para contener y desviar la situacion abierta por las jornadas de diciembre de 2001, sólo puede ser superado si, en los momentos previos a nuevas crisis revolucionarias, construimos una gran organización militante que pueda establecer lazos profundos con los trabajadores y sectores populares.

No partimos de cero. La masiva decisión de los trabajadores del Subte de fundar un nuevo sindicato basado en su cuerpo de delegados, han sido jornadas históricas por su trascendencia política para todo el movimiento obrero, mostrando como hacer respetar la independencia de los trabajadores y sus decisiones contra los atropellos burocráticos de las banda de matones anti-sindicales como los que dirigen actualmente la UTA. Y hay una nueva generación como la que están expresando los tres meses de lucha de los jóvenes de las automotrices de Córdoba.

El PTS se propone encarar el próximo período participando de lleno, como lo estamos haciendo, en estos procesos que son una primera gimnasia, una «escuela de guerra» para dirigentes y militantes que nos adiestremos para acontecimientos más convulsivos. Para esta perspectiva hemos convocado a la izquierda obrera y socialista, como el Partido Obrero, a constituir un polo político de intervención común y abrir el debate para un partido revolucionario unificado. Pero más allá de los avances que logremos dadas las vacilaciones de las otras corrientes en este rumbo, llamamos a nuestros lectores y lectoras, a quienes construimos juntos agrupaciones estudiantiles, de la juventud o sindicales clasistas, a las compañeras del movimiento militante por los derechos de las mujeres, a participar y organizarse con nosotros para construir una izquierda de la clase trabajadora. Todos tenemos que colaborar en la tarea de enraizar un programa de lucha que de una salida a la crisis en las empresas, los sindicatos, las escuelas, universidades y los barrios populares.