A menudo se habla de las excelencias del modelo democrático occidental, y ciertamente podemos encontrar grandes ejemplos. Pero también podemos encontrar importantes deficiencias, especialmente en los países donde se permite que las grandes empresas den apoyo económico a determinadas candidaturas o fuerzas políticas, lo que supone una práctica privatización del sistema electoral. Pero allí donde la […]
A menudo se habla de las excelencias del modelo democrático occidental, y ciertamente podemos encontrar grandes ejemplos. Pero también podemos encontrar importantes deficiencias, especialmente en los países donde se permite que las grandes empresas den apoyo económico a determinadas candidaturas o fuerzas políticas, lo que supone una práctica privatización del sistema electoral.
Pero allí donde la privatización se hace más evidente es en el mundo de la comunicación, y eso significa no depender de las orientaciones políticas del gobierno de turno, pero también implica dejar en manos de mercado y del beneficio un derecho fundamental como es el de la información. Por eso nos encontramos una «libertad de información» muy condicionada por las grandes empresas del mundo de la comunicación, lógicamente más próximas a las ideas conservadoras, liberales o, como mucho, socialdemócratas moderadas, que a la izquierda crítica propiamente dicha.
Así, hemos visto como durante el 2009 los grandes medios han hablado ampliamente del muro de Berlin en su vigésimo aniversario, pero bien poco del vergonzoso muro que Israel ha construido a lo largo de buena parte de los territorios palestinos, silencio con respecto al muro que a duras penas se rompió cuando ahora hace un año se producían los criminales bombardeos de las tropas israelíes contra la población civil de Franja de Gaza, que provocaron más de 1.400 muertos, incluidas numerosas criaturas.
También vemos cómo se mencionan periódicamente los trágicos acontecimientos de la plaza de Tian’anmen en Pequín (1989), pero raramente oimos que ningún medio recuerde la matanza de la plaza de las Tres Culturas en México (1968), con decenas de muertos causados por tropas gubernamentales, o los gravísimos disturbios raciales en Los Ángeles (1992), que causaron más de medio centenar de muertes, entre muchos otros ejemplos que podríamos mencionar. Y encontraremos abundante información sobre los independentistas del Tíbet en la China, pero ninguna mención sobre el independentismo en Puerto Rico, una verdadera colonia norteamericana bajo la falacia de estado libre asociado.
Oímos hablar de políticos o intelectuales críticos con el gobierno cubano a quien no se les ha permitido la entrada en el país, pero nunca de los numerosos intelectuales críticos con el gobierno de los Estados Unidos, donde durante años se les ha negado sistemáticamente la entrada en el país. Y nos explicarán a menudo las dificultades que pasa la población cubana, mientras ignoramos la incomparablemente peor situación en la vecina Haití u otros países de la zona, no ahora sino mucho antes del trágico terremoto en la isla caribeña. A veces incluso oiremos hablar más de la situación de los derechos humanos en Cuba que en la base norteamericana de Guantánamo, también en la isla de Cuba, donde durante años no se ha respetado ningún tipo de legalidad internacional ni los más elementales derechos humanos.
También nos recordarán a menudo el genocidio serbio a Bosnia-Herzegovina durante los años noventa, pero pocas veces las atrocidades similares por parte de tropas croatas, en aquel momento ya aliadas de occidente. Por no hablar de los bombardeos de la OTAN contra objetivos civiles serbios, denunciados por Amnistía Internacional y otras organizaciones e ignorados, no sólo por muchos grandes medios de comunicación, sino también por el Tribunal Internacional de la Haya, financiado, por cierto, por buena parte de las potencias occidentales que forman la propia OTAN.
Y es que una información plural e imparcial no siempre interesa a todo el mundo, especialmente en los poderosos, que tienen hoy la información como uno de los grandes medios para mantener su hegemonía.
Jordi Córdoba es Coordinador de Esquerra Unida i Alternativa (EUiA) en las Comarcas de Girona
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