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Desde Echeverría a Sarrazin

Fuentes: Página 12

La historia está siempre presente plena de fantasías, de egoísmos increíbles, de sueños, de grandezas, de crímenes aberrantes, de filósofos soñadores y optimistas y de negadores y mezquinos. Por ejemplo, nuestro país, la Argentina, es un ejemplo vivo de todo eso. Si nosotros escribimos que en un país, justo en la época en que se […]

La historia está siempre presente plena de fantasías, de egoísmos increíbles, de sueños, de grandezas, de crímenes aberrantes, de filósofos soñadores y optimistas y de negadores y mezquinos. Por ejemplo, nuestro país, la Argentina, es un ejemplo vivo de todo eso. Si nosotros escribimos que en un país, justo en la época en que se llevó a cabo uno de los genocidios más crueles de la historia con pueblos que vivían hacía ya cientos de años en esas tierras y que esas tierras se repartieron en miles de hectáreas a los vencedores, sí, justo en esa época, unos extranjeros locos fundaron una organización socialista para llevar a cabo la revolución social en ese mismo país. Sí, si escribiéramos eso, no lo creería nadie. Pero es la realidad. Y fue casualmente en esa Argentina, la del genocidio de sus pueblos originarios en la llamada «Campaña del Desierto» de Roca que, en 1882, un grupo de alemanes funda en Buenos Aires la organización Vorwärts que significa «¡Adelante!», en búsqueda de enseñar el socialismo. El «Todo para todos, en libertad». Nada menos.

Pero no es lo único fantástico. Ya antes Esteban Echeverría había escrito -en 1834- el Dogma Socialista donde se leen juicios tan racionales en un período argentino de degüello de prisioneros, de guerras de una crueldad inusitada entre unitarios y federales, de guerras infinitas por el poder de tal o cual caudillo y, justo allí, Echeverría escribe esta frase de una profundidad inusitada. «El camino para llegar a la Libertad es la Igualdad. La Igualdad y la Libertad son los principios engendradores de la Democracia.» Con mayúscula; Libertad,Igualdad, Democracia. En 1834.

Pero qué podemos maravillarnos los argentinos que desde aquel 1813 cantamos a toda voz el Himno Nacional Argentino con aquello de «Ved en trono a la noble Igualdad, Libertad, Libertad, Libertad». La noble Igualdad en Libertad. Y creo que en eso los argentinos tenemos el record mundial del cinismo político porque cuando el presidente Avellaneda y el general Julio Argentino Roca, después de la Campaña del Desierto, le entregaron dos millones y medio de hectáreas al presidente de la Sociedad Rural -sí, la misma de hoy- y ese estanciero se llamaba nada menos que Martínez de Hoz, se cantó el Himno Nacional Argentino, con aquello de la noble Igualdad. Y todos los años, en el predio de la Sociedad Rural en el acto de inauguración de la feria, se canta nuestro himno. Con fervor Argentino en medio del mugido de las vacas.

Pero volvamos a esos alemanes locos de 1880. Fue el obrero Carlos Múcke quien puso la idea de crear una organización obrera que difundiera preferentemente los principios de Carlos Marx. Y así se hizo, y así se fundó el Vorwärts en una cervecería -como no podía ser de otra manera entre alemanes-, la Bieckert, que estaba en el Paseo de Julio. Esta organización va a tener un papel importante en la fundación del Partido Socialista, en 1896. Además publicaron el semanario Vorwärts y el periódico El Obrero. Toda una historia de generosidad e idealismo.

Ciento treinta años después, el Vorwärts sigue existiendo. Su Alma Mater es sin duda el doctor Alfredo Bauer, emigrado de la Austria invadida por la trágica Alemania de Hitler. Y Bauer, incansable, continuó en nuestras tierras sembrando la semilla del socialismo. Mientras tanto, al paso de los años, la socialdemocracia alemana se había dividido, de su seno surgió en 1917 el Partido Comunista alemán mientras el viejo tronco partidario pasó a ser poco a poco un partido burgués que ha llegado varias veces al gobierno en Bonn y Berlín. Pero el «Vorwärts» argentino se mantuvo en sus principios. El sueño del socialismo, la igualdad de todos, el terminar con las fronteras, el llegar por fin a una sociedad mundial organizada con el respeto a la igualdad, a la vida y a la naturaleza.

Estaba yo hace algunos días en Alemania cuando se produjo el fenómeno Sarrazin, que conmocionó y sigue conmocionando a toda la sociedad germana. Un socialdemócrata de primera línea. El diputado, consejero económico del Deutsche Bank, Thilo Sarrazin, acaba de publicar un libro titulado Alemania se autoelimina que desde las primeras lecturas fue calificado como un libro racista y discriminatorio para con las minorías musulmanas que viven hoy en Alemania, emigradas de Turquía y bienvenidas por el mundo económico alemán para llenar los lugares de trabajo por falta de mano de obra germana y así detener la suba del nivel salarial.

En el libro se señala que la economía alemana no ganó absolutamente nada con la llegada de miles de turcos sino que, al contrario, tiene una carga enorme en ayuda social. Principalmente en el dinero por hijo, ya que los inmigrantes tienen un número mayor de hijos que los alemanes. Pero además ataca sin tapujos los ritos religiosos musulmanes que no respetan la dignidad de las mujeres, entre otras características. El autor, Sarrazin, culpa de todo eso a los genes de esos pueblos, como señalando que no puede haber grandes cambios en esa cultura, lo que significaría un peligro para la cultura alemana en el futuro. El autor, en el mismo libro, señala también que el pueblo judío se caracteriza por «raíces genéticas comunes». ¿Qué quiso decir con eso? Algo así como que no van a cambiar nunca.

Cuando leí los primeros titulares en los diarios sobre que un socialdemócrata salía a la palestra con un libro racista, no pude menos que pensar en aquellos idealistas de 1880 que en el mismo partido pensaban en terminar para siempre con las discriminaciones entre seres humanos.

El libro de Sarrazin en la Alemania actual pasó de un día al otro a encabezar la lista de bests sellers con 250 mil ejemplares vendidos. Y comenzaron las discusiones en televisión, en radio, en los clubes, en las universidades, en los centros de cultura. ¿Tiene o no tiene razón Sarrazin en pegar el grito: ¡Basta de musulmanes en la sociedad germana!?

La reacción política fue inmediata. Hasta la jefa de gobierno, Angela Merkel, demócrata-cristiana, se distanció de Sarrazin igual que la mayoría de los dirigentes liberales y socialdemócratas. Pero evidentemente Sarrazin ha obtenido una fuerte ganancia política. Las últimas encuestas señalan que si fundara ya mismo un partido político tendría, en las primeras elecciones, el voto de casi el 20 por ciento de la población.

Claro, la demagogia produce siempre resultados positivos para quien la practica, pero luego sus resultados siempre han sido nefastos. El análisis político de Sarrazin tendría que haber sido: al promover la inmigración turca para llevar adelante la industria alemana y también todas aquellas ocupaciones para los cuales ya no hay alemanes, como tareas de limpieza, trabajo del campo, conductores de camiones, etc., hay que aceptar también las culturas y costumbres diarias de esos trabajadores. Si se los trae hay que aceptar sus costumbres y su religión. Claro, siempre que no se transgredan las leyes vigentes. Por ejemplo, si jóvenes musulmanes matan a su hermana porque ésta tiene relaciones con un no musulmán, a esos asesinos debe aplicárseles las leyes del país donde viven. Ya han ocurrido casos como ésos -de inmensa crueldad y cobardía- y hubo jueces alemanes que dudaron en aplicar toda la fuerza de las leyes alemanas respecto del crimen por afecto, porque se trataba de musulmanes, seres con otra cultura. Y eso no puede aceptarse. Todo aquello que afecte el principio de respeto a la vida debe castigarse con las mismas penas a todos dentro de una sociedad multicultural.

El político Sarrazin ha promovido con su libro un vivo debate en toda Alemania. Sigue siendo título de tapa en los diarios. Antes de que fuera destituido de su cargo por el presidente alemán, resolvió renunciar a su alto cargo en el Banco Federal de Alemania. Y se cree que va a fundar un nuevo partido político. Que no podría ser calificado con otro título que partido de derecha, con los complejos racistas de todo derechismo. Pero en la historia del mundo está demostrando que ni el racismo ni las fronteras tienen futuro. Y lo que Sarrazin ha despertado con su posición es lo contrario: la necesidad en el mundo moderno de la integración entre los pueblos. Por eso es tan importante facilitar el conocimiento recíproco en el mundo, principalmente entre estudiantes, con viajes de estudio, becas e intercambio cultural. Y con las minorías, la organización de ciclos culturales con debates acerca de las costumbres y fe religiosas que dañan la convivencia. Ese es el camino del futuro para sociedades en paz.

Nos lo enseñaron aquellos socialistas alemanes del Vorwärts de Buenos Aires. En un documento de 1882, Augusto Kühn escribe sobre ellos: «Y dejaron de ser extranjeros en el instante en que se aprestaron a luchar por el mejoramiento de las condiciones de vida del proletariado argentino y por el progreso institucional de la República». Fueron los primeros en organizar un acto por el 1º de Mayo, el Día de los Trabajadores.

Pero, al parecer, los empresarios alemanes actuales piensan muy distinto. Es el caso que acaba de ocurrir en Azul, en nuestro país, donde la empresa alemana Efasa -que procesa liebres y gallinas- cerró sus puertas de pronto, el miércoles, dejando en la calle nada menos que a trescientos trabajadores. Estos hicieron un desfile de protesta por las adyacencias. No, así no se puede tratar a los trabajadores. No es posible dejarlos en la calle de la noche a la mañana. Eso no es actuar con conceptos democráticos. Señores empresarios de Efasa: tomen ejemplo en la dignidad de aquellos obreros alemanes del Vorwärts. El ejemplo para lograr una sociedad sin violencias y el derecho para todos de vivir en dignidad.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-152972-2010-09-11.html