«Un príncipe que quiera lograr grandes cosas debe aprender a engañar». El consejo de Maquiavelo fue llevado a su máxima expresión por el puñado de multimedios que manejan las redes de la información. ¿Hay mayor poder que ser dueño de la verdad? Tiempos difíciles para los trabajadores de prensa y comunicación organizados en la CTA, […]
«Un príncipe que quiera lograr grandes cosas debe aprender a engañar». El consejo de Maquiavelo fue llevado a su máxima expresión por el puñado de multimedios que manejan las redes de la información. ¿Hay mayor poder que ser dueño de la verdad? Tiempos difíciles para los trabajadores de prensa y comunicación organizados en la CTA, que se resisten a los designios de medios que justifican fines inconfesables, enfrentan la censura, la flexibilización laboral, que saben de resistencia y ven en la Ley de Medios una batalla que recién empieza.
El consejo de Nicolás Maquiavelo fue llevado a su máxima expresión por quienes gobiernan este mundo donde apenas nueve empresas controlan la mayor parte de las redes de comunicación. «Si verdad y poder son sinónimos, nada mejor que secuestrarla», deben haber inferido los arquitectos de la homogenización cultural que trajo aparejada la globalización y las nuevas políticas coloniales.
David Ruthkoff, de la Asociación David Kissinger, lo adelantó: «El objetivo central de la política extranjera de los Estados Unidos debe ser la gran batalla del flujo de la información, tal como Gran Bretaña reinó sobre los mares». El control de los medios pasó a ser tan importante como el control ideológico de las Fuerzas Armadas en los setenta cuando fueron utilizadas para la masacre que posibilitó eliminar toda resistencia ante la reestructuración de las economías locales en beneficio de los intereses de los grandes grupos del poder económico.
En América Latina, durante los ochenta, el control de los medios en manos extranjeras o de sus capitales locales asociados fueron centrales para la instalación del discurso del libre mercado y las políticas neoliberales. Terminado el trabajo sucio del terrorismo de Estado con el exterminio de los cuadros intermedios que podían enfrentar el proyecto imperial, la concentración de la riqueza tuvo su reflejo en los medios.
Los «generales mediáticos» dieron cámara, micrófono y primeras planas a aquellos comunicadores dispuestos a construir un nuevo sentido común. «Puede ser que la prensa no tenga éxito en indicar a la gente qué pensar, pero tiene un éxito sorprendente a la hora de decir a sus lectores sobre qué pensar», apuntó el sociólogo Stanley Cohen.
El «crimen perfecto» sobre el que escribió Jean Baudrillard, o el asesinato de la realidad significó nombres nuevos para viejas tragedias: El colonialismo se llamó globalización, el terrorismo imperial se denominó «guerras de liberación». Las víctimas del Tercer Mundo fueron de allí en más «bajas colaterales», «habitantes de economías inviables» o «zonas muertas».
¿Cómo afectaron a los trabajadores de los medios de comunicación todas estas transformaciones?, el respeto por el Estatuto del Periodista, la batalla por la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual son algunos de los temas que se repasaron con los dirigentes de la Federación de Trabajadores de la Cultura y la Comunicación (FETRACCOM-CTA) de la Central de Trabajadores de la Argentina. Para su secretario general, Juan Carlos Giuliani, «el sujeto organizado de la comunicación somos los trabajadores. Darnos cuenta de ese poder nos permite acumular fuerzas para disputar la renta a las patronales monopolistas y combatir en todo el espectro de los medios la precarización y flexibilización laboral, los magros salarios, la censura y la falta de libertad de expresión».
Y añade: «Representamos a la abrumadora mayoría de los trabajadores de la actividad organizados a lo largo y ancho del país, y eso nos genera la responsabilidad de avanzar en esta construcción aunque todavía no hayamos alcanzado la inscripción gremial en el Ministerio de Trabajo de la Nación, pese a que iniciamos el trámite en noviembre de 2007».
A su juicio, «la nueva Ley de Medios -junto con la Ley de Entidades Financieras- era una deuda pendiente de la democracia y saldarla, como se ha hecho, con una nueva normativa que desmonta los mecanismos del oligopolio informativo, es el mejor homenaje que podemos brindar a los más de cien trabajadores de la comunicación desaparecidos durante la tiranía oligárquica-militar».
Disputa del poder
«El desarrollo avasallador de las tecnologías de la comunicación y las telecomunicaciones en un contexto de mundo globalizado dominado por el capitalismo, colocó a los medios en el escalón más alto de las prioridades de quienes ejercen el poder: económico, político, cultural, armamentístico y, desde esos años, comunicacional», opinó Daniel Das Neves, ex secretario general de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA-CTA).
Para el dirigente, «los trabajadores de la comunicación en general, y de la prensa en particular, fueron de los primeros obstáculos a eliminar por parte de la dictadura. El nivel de organización alcanzado por la clase en su conjunto había puesto en disputa el poder».
«Las principales empresas del sector, que no alcanzaban la categoría de grupos mediáticos como hoy se las conoce, quedaron liberadas para reproducir hacia su interior mecanismos y políticas que surgían del cambio de etapa política, económica, social y laboral que la dictadura militar aplicaba en línea con las definiciones de Estados Unidos para la región», recordó.
Desde las elecciones del 83 y la recuperación de las organizaciones que representan a los trabajadores de prensa, se intensificó lo que Das Neves denomina la «reconstrucción del tejido gremial solidario» y surgió la discusión sobre ese nuevo mundo en materia comunicacional, sus alcances y la necesidad de definir desde los trabajadores cómo intervenir ante ese fenómeno. Se trataba de denunciar las consecuencias del proceso privatizador y de concentración mediática, intentando crear las mejores condiciones para enfrentarlo con el conjunto de la sociedad mientras se defendía el Estatuto del Periodista y los convenios colectivos.»Ya entonces hablábamos de tener políticas públicas de comunicación».
Das Neves señaló que la concentración económica agredió sistemáticamente a los trabajadores durante los noventa con la eliminación de puestos de trabajo, imposición de condiciones laborales que iban desde la precarización hasta el desconocimiento de convenios y estatutos, agenda temática en línea con el pensamiento único, rebaja de salarios, reducción de aportes al sistema solidario de salud.
«Sería de una gran injusticia que en ese capítulo de la historia no figure cada una de las acciones de lucha que permitieron que las intenciones antedichas de las empresas no se concretaran en los términos que los grupos económicos deseaban y sus intereses necesitaban. Los trabajadores, junto a la UTPBA, a pesar de que se sufría una etapa de exacerbación del individualismo, no pocas veces dieron la pelea con éxito no sólo en lo que hace a la estabilidad laboral sino en defensa del Estatuto y los convenios. Esos tiempos estuvieron marcados por nuestra movilización frente a las amenazas, intimidaciones y agresiones de todo tipo».
Disciplina social
Guido Dreizik, secretario general del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren-CTA), señaló que el terrorismo de Estado y la sensación de fracaso de un proyecto colectivo tuvo continuidad en la eliminación de puestos de trabajo como método de disciplina social: «Con la desocupación apareció en escena un nuevo elemento que fue el miedo a quedar en la calle, las empresas crearon el terror, generaron una profunda crisis con la concentración económica y así algunos compañeros antes de perder el trabajo optaban por aceptar la flexibilización».
Por supuesto -aclaró- también se verificaron «heroicas batallas libradas por colectivos de trabajadores que a pesar de este escenario tercamente mantuvieron la esperanza de viva».
A su turno, el secretario general de la Asociación de Prensa de Tucumán (APT-CTA), Oscar Gijena, opinó que los trabajadores participaron pasivamente en ese proceso de concentración de los medios y la consiguiente política de dominación de la que fueron instrumento. «También hubo otros, a los que no considero trabajadores o compañeros de la clase, que se constituyeron en actores principales, cómplices de ese proceso de libanización de las estructuras informativas de las grandes empresas para ponerlas a disposición y en función de los intereses del poder político pero sobre todo empresarial».
Gijena esbozó una autocrítica al reconocer que en el proceso de fundación de los multimedios «tuvo una incidencia gravitatoria la ausencia de una organización nacional que se ponga de pie ante esa situación o que al menos la denuncie para crear conciencia entre los compañeros del gremio primero y en la sociedad después. Durante los 90 el acceso a la tecnología para generar nuevas redes de comunicación y romper el cerco informativo estuvo y aún está a nuestro alcance, pero nuestras organizaciones no supieron encontrar los caminos para generar instrumentos propios de comunicación e información. No hablo sólo de las revistas gremiales o políticas que producimos, sino de generar información desde el punto de vista de los trabajadores para el consumo de la población en general».
Para Dreizik, plantearse una red de comunicación es esencial, aunque niega con énfasis que ésta deba calificarse como alternativa, «porque si no siempre vamos a quedar atrás de ellos, con una agenda opuesta, como la parodia de lo alternativo que es esa supuesta herejía periodística que se emite por el canal oficial, 678, que de tanto oponerse al otro termina confirmando el dogma. Es como Lucifer, que con su sola mención me hace pensar que Dios existe. Lo bueno y lo malo como si fuera suficiente».
Cree necesario producir una comunicación propia en función de las necesidades que se tienen, con nuestra identidad -pero advierte- «para eso hay que construir un pensamiento». Entiende que «los trabajadores como clase no podrán realizarse en la medida que la única expresión cultural sea la hegemónica». Eso sí, reitera, «deben tener claro que si uno desarrolla canales de expresión propios en clave de emancipación, debe aspirar a acompañar el proceso de liberación de manera integral, no alternativa».
La pelea por la información
Por su parte Edgardo Carmona, secretario general del Sindicato de Prensa de Rosario (SPR-CTA), sostuvo que «es clave la pelea por la información. Es revolucionario pelear por una información democrática. Queremos sentar un nuevo mojón en la pelea para democratizar la información, hacerla horizontal, plural, que se respete la posibilidad de los trabajadores de la comunicación a decir lo que piensan. Estuvo tantos años silenciado este debate que saludamos con felicidad la posibilidad de dar el debate en los grandes medios sobre qué comunicación queremos». Aseveró que «hay que segur luchando contra las grandes corporaciones que siempre quieren hacer lo mismo: ganar más a costa de los laburantes».
Según Das Neves una comunicación alternativa se lleva adelante «con una estrategia clara con respecto a lo que se quiere comunicar, es decir, con una política de comunicación y con recursos». Para él «es necesario que un nuevo actor social se sume a los que están en condiciones de acceder a los medios y que el Estado adopte un rol más dinámico y activo. Además de ser la tercera pata de la mesa que completan los privados, debe verse desde una perspectiva de política de Estado que define la función social y estratégica de la comunicación y por lo tanto su atención económica a partir de un presupuesto que se corresponda con esa definición».
Roberto Ferro, secretario general del Sindicato de Prensa de Mar del Plata, indicó que «la judicialización de la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual llevada adelante por la prensa hegemónica no detendrá su efectiva ejecución». Y agregó: «Hemos demostrado sobradamente nuestra capacidad de organización, militancia y movilización para afrontar esta nueva embestida de los grupos económicos, que pretenden mantener sus privilegios desconociendo la voluntad de las mayorías de poner punto final a la prepotencia del discurso único y redistribuir la palabra».
Dreizik opina que «con una mirada retrospectiva y viendo la Ley 22285 de la dictadura que se concibió como una respuesta al informe Mac Bride -que advertía de los males de la concentración- la nueva norma viene a plasmarse como una bisagra en la construcción del pensamiento crítico. Ojo, que la ley sola no va a lograr nada, lo que sí ofrece es la posibilidad de comenzar a elaborar una oferta comunicacional más plural, posibilidad que sin duda debemos aprovechar».
Vigencia del Estatuto del Periodista
No pocas luchas fueron necesarias para que el Estatuto del Periodista saliera indemne de años de ajuste y neoliberalismo. A finales del gobierno de Menem, cuando se estaba por firmar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, uno de los 4 ó 5 condicionamientos era la derogación del Estatuto de Periodista, según lo admitió a La Nación el Ministro de Trabajo en esos días.
El paso más atrevido dado en la Justicia correspondió al empresario Jorge Fontevecchia, que efectuó una presentación invocando el menoscabo económico que representaba esta ley para su empresa, editorial Perfil, que en medio de la crisis de 2001-2002 se aprestaba a rebajar salarios y despedir personal por menos de la mitad de la indemnización. Esta última de las locas iniciativas, como las otras, no prosperaron a partir de la movilización de todos los trabajadores de prensa y la UTPBA Se realizaron medidas desde movilizaciones y una presentación ante la OIT con más de 5.000 firmas de periodistas y trabajadores de prensa hasta la toma simbólica del Congreso por parte de 6 periodistas encabezadas por Lidia Fagale, actual secretaria general de la UTPBA.
«El Estatuto nunca dejó de estar vigente, pero como todo instrumento de este tipo si no lo hago propio y no lo defiendo ayudará a que algunos pícaros y oportunistas crean que no existe, ¿para qué defender lo inexistente? Eso sí, para esos pícaros y oportunistas, revive cuando hago los números de una indemnización», dice Das Neves.
Dreizik es taxativo, afirma que «si no fuera por el Estatuto el gremio se desintegraría, o por lo menos ya se habrían formado los colegios profesionales que tanto quieren las empresas, con códigos hechos a imagen y semejanza de los intereses empresariales».
En tanto Gijena responde que «la vigencia del Estatuto se encuentra resguardada en las sentencias de jueces laborales y algunas empresas periodísticas donde nuestras organizaciones de prensa como las de Córdoba, Santa Fe, Rosario, Tucumán, Mar del Plata y Buenos Aires pueden hacer pie y reivindicar su vigencia. Esa formidable ley, herramienta fundamental de los periodistas, será cada vez más débil si no la sostenemos y la reivindicamos constantemente. Hay muchos periodistas que ni siquiera la leyeron. Hasta Jorge Lanata se permitió escribir en contra de esta última barrera que queda a los trabajadores para resguardarse. Si todos entendiéramos la importancia de su vigencia, seguramente nuestro gremio no sería el mismo».
La neutralidad no existe
Eduardo Galeano decía que «ya no se necesita que los fines justifiquen a los medios. Ahora los medios de comunicación justifican los fines». Como el escritor uruguayo, ninguno de los entrevistados cree en «el periodismo independiente». Gijena dice: «La nueva Ley de Medios con sus defectos y falencias era lo que necesitábamos para correr el velo de ese supuesto periodismo independiente. El periodismo de los medios concentrados nos muestra su cara más violenta, intolerante y sectaria porque tocan sus intereses económicos. Todos crecemos en la pluraridad y eso está muy bueno, pero también hay que trabajar nuevos medios con conciencia política porque hoy y mañana el campo de batalla de la política va a estar en la comunicación. Ya nadie se cree que haya independencia y el pueblo se da cuenta. César Jarovlasky decía «Clarín te ataca como partido político y se defiende con la libertad de prensa».
«La independencia periodística es, para los dueños del poder comunicacional, aquélla que expresa mis intereses económicos, políticos, financieros, culturales y de clase», entiende Das Neves. «No se trata de que el periodismo independiente hoy no existe como algunos parecen haber descubierto hace poco tiempo por motivos que distan de ser un proceso genuino de elaboración teórica. El periodismo independiente no existió nunca, como lo demuestra -para usar un ejemplo de manual de periodismo- el propio Mariano Moreno cuando editó La Gaceta, un periódico de expresión de ideas según se han encargado de enseñarnos desde siempre. ¿O La Nación no se reconoce a si misma como una «Tribuna de Doctrina»? ¿De qué doctrina? Ese debate para muchos sectores, no sólo de la comunicación, está en buena medida superado».
Dreizik parece tentado a recordar a Gilbert Chesterton y aquello de que el periodismo es lo que se escribe en los espacios que dejan libre los avisos publicitarios: «¿Independiente de qué?», pregunta. «¿De los anunciantes, del gobierno de turno que maneja el medio? Cada vez más el periodismo se va reconociendo a sí mismo como comprometido, el de verdad. Lo otro es propaganda disfrazada de periodismo», se responde.
Lo que somos
La FETRACCOM está integrada por organizaciones que lucharon y resistieron a la dictadura militar, que pelearon contra los modelos neoliberales, que no creyeron en el «fin de la historia» ni en «la muerte de las ideologías». Entre otros, está constituida por: Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (UTPBA); Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (CISPREN); Sindicato de Prensa de Rosario (SPR); Asociación de Prensa de Tucumán (APT); Sindicato de Prensa de Mar del Plata; Foro de Comunicación Santafecino (FOCOS); Asociación de Trabajadores de la Prensa y la Comunicación de la Provincia de Salta (ASPRENSA); Asociación Sindical de Trabajadores de Prensa y Comunicación de Jujuy (ASITPREN); Asociación Sindical Sanluiseña de Trabajadores de Prensa y Comunicación (ASSTRAPREN); FETRACCOM de La Plata-Berisso. En octubre de 2010 quedó constituida la última organización sindical en sumarse a la FETRACCOM, la Unión de Trabajadores de la Comunicación de Entre Ríos (UTCER-CTA).
Al último encuentro nacional de la FETRACCOM realizado en agosto de 2009 en Tucumán, asistieron en calidad de observadores representantes de la Asociación Argentina de Actores (AAA-CTA); el Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina (SICA-CTA); el Centro de Profesionales de Empresas de Telecomunicaciones (CePETel-CTA) y el Sindicato Autónomo de Vendedores de Diarios, Revistas y Afines (SADIARA-CTA).