La ley de medios aprobada en 2009 en Argentina fue un triunfo para la democratización de la palabra. Nuevos espacios se abren para todas las voces, pero también implica desafíos para la configuración de un espectro mediático verdaderamente igualitario. La participación y representación de las mujeres en los medios de comunicación siguen bajo la lupa.
Se puso en evidencia el poder económico, político e ideológico que detentan -aún hoy- los medios concentrados; se visibilizaron las relaciones desiguales de poder en el campo de la comunicación, se hicieron evidentes los intereses corporativos de aquellos que decían -y que a pesar de todo siguen sosteniendo- que hacían periodismo «independiente».
En este marco, las diversas voces históricamente calladas -pueblos originarios, niños/as y jóvenes, mujeres, comunidad LGTB, adultos/as mayores, migrantes, personas con discapacidad, entro otras- clamaron y claman por un lugar en las frecuencias que les permita expresar sus puntos de vistas, sus realidades y experiencias cotidianas siempre ocultadas. Las organizaciones sociales tiene hoy la posibilidad de contar con un espacio de comunicación legítimo.
Con todo esto, el movimiento creado en defensa de la sancionada ley está logrando abrir espacios, consolidarse y, por sobre todo, comenzar a llenar el dial con programas que tengan como protagonistas a representantes de la sociedad civil y con contenidos que respondan a la democracia, el respeto por los Derechos Humanos y la diversidad.
Ahora bien, en este contexto de avances, es necesario pensar el lugar de las mujeres en los medios. Por un lado, reflexionar acerca de cómo somos representadas en ellos, a través de las noticias y en los distintos géneros comunicacionales; y por el otro como trabajadoras de los mismos.
Es sabido que, en líneas generales, a las mujeres nos cuesta más acceder al espacio público, conseguir un trabajo en condiciones de legalidad, ganar lo mismo que un varón por igual trabajo, acceder a puestos de decisión y de poder. Los medios de comunicación no son la excepción. Quien detenta y controla la palabra detenta y controla el poder, por tanto, en la relación mujer-varón son ellos los «autorizados» en esta sociedad para hablar y/o escribir, sobre todo, si trata de temas «importantes» como política, economía, opinión especializada.
Son las menos las que pueden lograr, a fuerza de mucha lucha, un espacio significativo en los medios de comunicación.
La nueva ley se nos presenta como una oportunidad para que tanto mujeres como varones democraticemos -realmente- la palabra entre los géneros. Por el momento, los nuevos espacios que están surgiendo no contemplan en su mayoría esta mirada necesaria y fundamental, si se está pregonando y trabajando por una comunicación democrática, plural y diversa.
Incluir en la agenda de los medios las temáticas de género es importante. Incluirlas con un debido tratamiento, sin caer en estereotipos y prejuicios sexistas es más importante aún. Incluir las voces de las mujeres como voces autorizadas en la construcción de estas noticas es fundamental, pero también lo es -y resulta apremiante-, democratizar los espacios de decisión y de poder, compartir en igualdad de condiciones los espacios comunicacionales y equiparar el uso de la palabra.
Las mujeres que trabajamos en los medios de comunicación nos encontramos hoy, ley nueva mediante, en una situación similar a la de antes: debemos batallar con prejuicios y estereotipos sexistas para lograr un espacio, ser reconocidas o simplemente convocadas.
Sin embargo, soy optimista y creo que estamos a tiempo. La nueva ley de comunicación es una oportunidad para pensar, reflexionar y accionar al respecto.