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Centrales sindicales en un discutible paro político

Huelga de Moyano-Barrionuevo, con poca participación sindical

Fuentes: La Arena

Hugo Moyano y Luis Barrionuevo aseguraron que su paro alcanzará al 90 por ciento de los trabajadores. Falsean la realidad. No tienen ese nivel de adhesión. Otra cosa es que, por el paro de transporte, la medida tenga mayor impacto. La conferencia de prensa de ayer en Azopardo 802 mostró quiénes promueven el paro nacional. […]

Hugo Moyano y Luis Barrionuevo aseguraron que su paro alcanzará al 90 por ciento de los trabajadores. Falsean la realidad. No tienen ese nivel de adhesión. Otra cosa es que, por el paro de transporte, la medida tenga mayor impacto.

La conferencia de prensa de ayer en Azopardo 802 mostró quiénes promueven el paro nacional. El lugar central fue de Hugo Moyano, quien hegemonizó la palabra. La segunda figura en importancia fue Luis Barrionuevo, quien aseguró que el paro iba a entrar en la historia de la Argentina. La tercera posición parecían disputarla dos cegetistas, Juan C. Schmidt, de Dragado, y Momo Venegas, de Uatre, y el secretario de un sector de CTA, Pablo Micheli.

Venegas juró que el paro se debía a la necesidad de defender a los trabajadores, algo que él no hace con los peones y estibadores, sobreexplotados en condiciones rayanas en la esclavitud laboral. Así se los retrató en varios campos y recientemente en yerbatales del peronista misionero Ramón Puerta. Momo, pasando por alto ese prontuario suyo y de otros sindicalistas, aseguró que el 90 por ciento de los trabajadores va a adherir a la convocatoria.

Micheli, sonriente y opinando como si fuera uno más de la camarilla cegetista, llegó a decir que los que quisieran ir a trabajar «iban a tener que ir caminando o en bicicleta». Sonó a burla para millones de personas que no concuerdan con este paro.

El único que habló con algo de racionalidad fue Schmidt pero sus palabras fueron contradictorias. Explicó que venía de una reunión internacional en Bruselas donde había habido una movilización de los gremios europeos contra el ajuste. Admitió que en Argentina no había esa gravedad, pero explicó que tenían la obligación de «anticiparse al ajuste ortodoxo» del gobierno de CFK. Y allí está la contradicción: reconoció que la situación argentina no es como la europea, pero promovió un paro general como si lo fuera.

En la mesa de dirigentes estaba el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, dando su apoyo. Es el representante patronal e integrante de la Mesa de Enlace Rural encabezada por la Sociedad Rural. El titular de esta última, Luis M. Etchevehere, había apoyado el paro pero no se atrevió a llevar personalmente ese aval y parece que lo mandó a Buzzi, quien ya ya compartido campañas con los cegetistas, como el paro del 20-N de 2012.

¿Violencia de quién?

En la conferencia, tanto Barrionuevo como su aliado camionero pusieron énfasis en deslindarse de cualquier hecho de violencia que pudiera producirse hoy. Anticiparon que en tal caso sería una acción encubierta del gobierno kirchnerista e incluso trajeron a colación las provocaciones que años atrás sufrió el movimiento obrero cuando en otras movilizaciones se rompían las vidrieras de Modart para atribuírselas.

La referencia histórica es correcta. Está casi comprobado que esas roturas en la sastrería eran operaciones de «falsa bandera» para facturárselas a la CGT. Pero ya que de historia se habla, también es bueno recordar que Barrionuevo ha estado ligado a hechos de violencia, propios, como cuando interrumpió a golpes y patotas unas elecciones en Catamarca. En esa provincia sus muchachos interrumpieron a huevazos a Cristina Fernández, en otra oportunidad.

Hubo tiempos en que las barras de la UOCRA y Camioneros se agredieron con todo en un acto sindical, y luego reiteraron la confrontación, incluso a tiros, en ocasión de un acto peronista en San Vicente. ¿O esas «batallas campales» también fueron una invención de la SIDE?

Barrionuevo es el menos indicado para hablar de violencia. Se citan dos antecedentes suyos más, uno de palabra y otro de hecho. El primero fue su provocación del 24 de marzo pasado contra los millones de argentinos que valoran a Néstor Kirchner, aún sin ser kirchneristas, como este cronista. «Un tipo que se robó u$s 6.000 o 7.000 millones y se cagó muriendo a los 60 años. Fue un avaro», dijo, en un acto de inusitada violencia.

El otro antecedente de «Luisito» (alias «tenemos que dejar de robar dos años») fue la acción de grupos del sindicato gastronómico, que en el paro del 20 de noviembre de 2012, rompieron mesas y sillas de bares para forzarlos a cerrar. En «La Nación» del día siguiente se leyó: «e l ministro Randazzo se refería a los destrozos que sufrieron unos diez bares y restaurantes ubicados sobre la Avenida de Mayo, cuyos dueños fueron presionados por desconocidos para que cerraran los locales. El secretario de Seguridad, Sergio Berni, acusó por esos hechos al sindicato gastronómico, de Luis Barrionuevo, líder de la CGT Azul y Blanca, otro de los organizadores de la huelga. Al cierre de esta edición no había detenidos. Moyano se valió de ese dato para afirmar que los incidentes habían sido protagonizados por «services» de la Casa Rosada».

Si la historia se repite, que no le echen la culpa a la Casa Rosada y asuman que son ellos…

Paro político

Otro tema abordado por Moyano fue que su paro no es político. Se preguntó «de qué paro político me hablan?». Llegado a este punto uno se pregunta si Moyano es bruto o si se hace el bruto para pasarla mejor.

Es que cualquier delegado de base de cualquier orientación política sabe que un paro general de un gremio más o menos importante ya se convierte en un paro político y con mayor razón un paro en todo el país. Esto por la sencilla razón de que puede paralizar la economía, puede implicar una derrota política de un plan económico o de un gobierno todo, puede haber confrontación con la policía, etc. Estos supuestos no están sobre la mesa hoy no porque le falten intenciones a algunos de los organizadores, por caso de paralizar toda la actividad económica.

Juzgando con esa vara, se puede decir que fue un buen paro político el que la CGT y gremios hicieron en junio de 1975 contra el Rodrigazo, por paritarias libres y contra López Rega. Y fue política la huelga decretada por la CGT en diciembre de 2001, días antes de la eclosión y el Estado de Sitio impuesto por De la Rúa-Cavallo. Esto sólo por citar dos ejemplos.

En cambio estos paros de Moyano-Barrionuevo y acompañamiento de Micheli no tienen esa justificación y urgencia. Ahora pueden argüir lo de la devaluación y el ajuste de tarifas, que no ha provocado ya daños tremendos a la clase trabajadora. El 20-N, en cambio, esas medidas negativas del gobierno no existían y lo mismo llamaron a un paro con 300 piquetes para obstruir el tránsito. Ahora bajaron a 40, porque no tienen esa necesidad toda vez que cuentan con la UTA de Roberto Fernández, la APTA de Ricardo Cirielli, la Fraternidad de Omar Maturano y un ramal de la Unión Ferroviaria del Rubén Sobrero, que milita en el FIT y no tiene inconveniente político de alternar y operar junto con aquellas mafias. Como los dueños de la jugada, el «Pollo» también considera al gobierno nacional el enemigo principal a batir, no importa el cómo ni con quiénes lograrlo.

Sin transporte y sin Plaza

La mayoría de los gremios, y los más numerosos también, no adhieren al paro nacional. El millón de empleados de comercio, el casi medio millón de obreros de la construcción y otro tanto de los docentes, el más de cuarto millón de metalúrgicos, los varios miles de bancarios y la mayoría de los empleados públicos, salvo la parte que responde a ATE alineada con Micheli, etc, no van a parar.

¿Acaso ese segmento mayoritario de los trabajadores fue «coimeado» por el gobierno o «apretado» por el ministerio de Trabajo o «psicopateado» por 678?

Nada que ver. Sucede que la situación de la clase asalariada no es de bonanza en este primer trimestre de 2014, por las políticas de ajuste inauguradas con la devaluación del 23 de enero pasado, pero las negociaciones por paritarias ha logrado atenuar en buena medida ese impacto negativo.

En un momento donde los sindicatos están negociando paritarias y muchos de ellos van cerrando acuerdos del 30 por ciento parece desubicado y contraproducente que las centrales sindicales decidan una medida de fuerza total. Si esa negociación hubiera estado como una canilla cerrada, vaya y pase.

Ese comentario no descalifica a todas las reclamaciones que se emplearon como plataforma del 10 de abril. Puntos tales como paritarias sin topes, en contra de la inflación y por la elevación del monto del mínimo no imponible al impuesto a las ganancias son reclamos válidos. Pero no parecen conformar una «masa crítica» que justifique hoy un paro general. Lo aconsejable parecía seguir reclamando y ver en un par de meses si la inflación se desbocaba; entonces sí podía despejarse el camino a la huelga general. Los tiempos políticos de Moyano y demás popes cercanos a Sergio Massa lo apremiaban…

Una cosa es que con el aporte de gremios del transporte se logre paralizar a parte del país, sobre todo en su vidriera metropolitana, y otra es que el paro tenga adhesión masiva. Si hubiera habido marcha y acto en Plaza de Mayo se habría podido evaluar cual era esa real adhesión, pero los burócratas de la CGT no se atrevieron a tanto.

Lo que sí, dejaron los piquetes en manos de sus aliados Sobrero, Néstor Pitrola y otros sindicalistas del FIT, para que muchos trabajadores no vayan al trabajo ni siquiera caminando o en bici, diría Micheli. Total si hay algún incidente o violencia en esos piquetes, ya Barrionuevo y Moyano dijeron que sería culpa del gobierno.

Fuente: http://www.laarena.com.ar/opinion-huelga_de_moyano_y_barrionuevo__con_poca_participacion_sindical-112661-111.html