Conversar con Ramón Reig permite acercarse a un conocedor del mundo del periodismo y de la comunicación en todas sus caras. La del profesional que ha ejercido durante casi 20 años en medios como Radio Cadena Española, Mundo Diario, La Vanguardia o El Imparcial. La del conocedor de los gabinetes institucionales, que ha trabajado en […]
Conversar con Ramón Reig permite acercarse a un conocedor del mundo del periodismo y de la comunicación en todas sus caras. La del profesional que ha ejercido durante casi 20 años en medios como Radio Cadena Española, Mundo Diario, La Vanguardia o El Imparcial. La del conocedor de los gabinetes institucionales, que ha trabajado en la Oficina del Portavoz del Gobierno de la Junta de Andalucía. También la del docente: es catedrático de Estructura de la Información de la Universidad de Sevilla. Y, sobre todo, la de investigador, con una amplia bibliografía que incluye libros como «Medios de comunicación y poder en España» (1988); «El éxtasis cibernético» (2001); «Dioses y diablos mediáticos» (2004); «La telaraña mediática» (2010), «Los dueños del periodismo» (2011) y «Todo mercado» (2011).
El periodista, investigador y docente ha impartido una conferencia titulada «Medios y Poder» en unas jornadas organizadas por la resista Pueblos y la asociación Paz con Dignidad, celebradas entre el 21 y el 23 de octubre en la facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de Donostia.
-En noviembre de 2013 se celebró en Sevilla el primer congreso internacional de «Infoxicación». ¿En qué consistió?
-Los psicólogos que trabajan con nosotros en el Laboratorio de Estudios en Comunicación (LADECOM) nos dijeron que la «infoxicación» es un asunto que atañe a la comunicación, pero también a los psicólogos y psiquiatras. Nos propusieron hacer un congreso, ya que antes nunca se había hecho. A ese congreso vinieron profesores de Inglaterra, Estados Unidos, México y hasta 12 países. La «Infoxicación» es un asunto que preocupa mucho, ya que el hecho de acceder a mucha información está originando una «brecha» de la que hablamos muy poco. Hablamos de una «brecha» entre ricos y pobres y de la famosa «brecha» digital. Pero no de la que separa a los que saben mucho de los que no saben nada por tener mucha información.
-Vivimos en la llamada «sociedad de la información». ¿Qué diferencia existe entre «información» y «conocimiento»?
-De los 7.000 millones de habitantes del planeta, entre 2.500 y 3.000 millones tienen acceso a Internet, aunque no todos en la misma medida. Ahora bien, uno puede tener mucha información pero poco conocimiento. La información son muchos datos, el conocimiento es la interpretación de esos datos. La información es un puzle desordenado, mientras que el conocimiento es la ordenación de esas piezas para, con una metodología estructural, darles un sentido y ver qué significan esas piezas. Hoy tenemos unas sociedades occidentales llenas de información; hay una inmensa mayoría de gente con muchos datos, pero poco conocimiento.
-¿Recomendarías un «sano» distanciamiento de la realidad para informarse mejor y, tal vez, una selección de contenidos?
-Para entender algo hace falta, en primer lugar, la perspectiva histórica. Es ahí donde está el paso atrás. En segundo lugar, se requiere el contexto actual de las cosas. El buen científico social toma perspectiva histórica. Por ejemplo, no se puede comprender la crisis actual sin estudiar las crisis en su perspectiva temporal, y analizar las peculiaridades de la actual. Eso de que la Historia es «maestra» de la vida resulta imprescindible, sin embargo, este tipo de conocimientos se están marginando. La Filosofía de la Historia está totalmente olvidada en la universidad. También la psicohistoria. Todas ellas son herramientas para el periodista y para cualquier ciudadano. De hecho, el periodista tiene la enorme responsabilidad de formar al ciudadano y explicarle lo que está ocurriendo.
-¿Qué queda del viejo oficio periodístico, de su esencia, a pesar del paso de los años, la evolución tecnológica y las tendencias a la concentración del poder?
-Creo que el periodista tiene un elemento básico, que es la curiosidad y no conformarse con lo que ve primero. Una catedrática de la Universidad Complutense, Petra Secanella, afirmaba en un libro titulado «Periodismo de investigación» que los periodistas suponían que todo el mundo está en pecado original mientras ellos no demuestren lo contrario. El periodista ha de ser un desconfiado por naturaleza. Precisamente esa desconfianza, ése querer probar las cosas, tocar con sus dedos las llagas…Ese inconformismo con lo primero que ve y esa curiosidad, eso es lo que todavía queda del viejo oficio, aunque en pocos periodistas. El que tiene esa cualidad es el gran periodista. Aunque puede tropezarse con los intereses de la propiedad de los medios, que le impidan desarrollar la potencialidad que tiene. Yo cuando veo a determinados alumnos que son muy buenos periodistas en potencia, se lo digo: «Vas a ser un buen periodista, pero si te dejan».
-¿Qué te llama la atención de esos alumnos? ¿Qué te dice tu intuición?
-Sencillamente porque en clase preguntan. Hay muchos alumnos, la inmensa mayoría, que van a clase a «calentar» el banco. A los que me refiero, no. Son estudiantes sin temor a preguntar, bien en tutorías bien en las clases. Te dicen «no me ha quedado claro aquello», «me preocupa lo que has dicho», «yo creo esto»… Además, puede observarse que tienen lecturas propias y que han visto cosas por ellos mismos, no sólo los contenidos que se imparten en clase. Se trata de un proceso que empieza en la familia. No es lo mismo el alumno que se cría en una familia pendiente siempre de la televisión (medio que tampoco hemos de demonizar), que el que se cría en una familia donde se leen libros y periódicos.
-¿Es más importante esta curiosidad intelectual en el periodista que los rudimentos del oficio y las formas (el estilo, escribir bien, etcétera)?
-El joven curioso suele ser crítico. Y la persona crítica es la que se exige a sí misma y no se conforma con lo que observa a golpe de vista. Suele ser una persona creadora, creativa y escribe bien. Luego habrá que pulir los defectos en el ejercicio de la profesión. Un periodista no es un escritor y, por tanto, ha de ir al grano. Lo más importante de cuanto enseño a mis alumnos es que hay que asimilar las cosas antes de ponerse a redactar. Enterarse bien y asimilar lo que le dice la fuente. Por ejemplo, un periodista que cubre información parlamentaria ha de distinguir entre una «proposición de ley» y una «proposición no de ley». O si hace información económica, saber qué es un «crédito puente» y un «crédito blando».
-¿Cómo lograr puntos intermedios entre extremos? Entre la banalidad y la superficialidad, por un lado, y en sentido contrario la excesiva aridez y la erudición. O entre la necesidad de divulgar y hacer asequibles los contenidos y, por otra parte, el necesario rigor…
-El que quiera formarse e informarse bien, por necesidad tienen que leer textos largos. Aunque es verdad que actualmente hay una «Infoxicación» y los mensajes se difunden en formatos más digeribles. En esa selección que ha de hacer el ser humano para no ser «infoxicado», entran los textos extensos y que no pueden reducirse a 35 líneas. Lo que ocurre es que pueden elaborarse estos textos largos (reportajes en profundidad o de investigación) a la vez que otros más cortos y amenos, por ejemplo, las columnas de opinión. Esta división ya existe en los géneros periodísticos. Hay un periodismo o reportaje de ensayo -pensemos en Le Monde Diplomatique o Rebelion.org- con notas al pie de página para quien quiera profundizar y comprender mejor las cosas. Cuando se analiza un hecho en sus causas profundas, se necesita espacio. Después todo ese contenido se puede resumir en una columna, en un «suelto» o en un «despiece» de ese mismo reportaje. Luego está el reportaje «ligero», de actualidad, anecdótico o de «interés humano».
-Alguien podría argumentar que el periodista ha de limitarse a informar de los hechos y contar con buenas fuentes. Que el análisis profundo debería dejarse a especialistas, investigadores y profesores universitarios.
-Diría que la información y las noticias es sólo uno de los géneros periodísticos. Además, contestaría que está bien que los profesores universitarios hagan algunos análisis, pero que no se haga apología del intrusismo. Los periodistas deben prepararse, hacer «máster» de lo que sea, leer mucho y hacer ellos los análisis para que no nos metamos los profesores de universidad en las redacciones. Eso es intrusismo. Bien está que se pida la colaboración en una columna de vez en cuando, pero no nos damos cuenta de que los periodistas nos estamos convirtiendo en los secretarios de señores que hacen sesudos análisis desde otros lugares. Esos análisis los han de hacer los periodistas también. Por ejemplo en The Economist, aunque sea la voz del neoliberalismo y del mercado, los periodistas se especializan y hacen ellos los análisis, además de noticias e informaciones.
-¿Eres partidario del periodista «especializado»? ¿No supone ello arrinconarle en una parcela del conocimiento?
-Tal como yo veo la profesión, el periodista empieza siendo «chico para todo», pero luego se va por necesidad especializando. Esto es algo muy importante. Si dan una rueda de prensa los primeros ministros que asisten a una cumbre económica, ésta ha de cubrirla un periodista que entienda del asunto y que haya asistido a todas las cumbres. Con un archivo, unas bases documentales y una especialización que le permitan preguntar por los incumplimientos o lo que está ocurriendo por debajo de los discursos.
-Así pues, ¿hay una especie de ley natural no escrita que lleva a esta especialización?
-Naturalmente. Aunque tenga una inquietud por ser periodista cultural o económico, cuando llega a una redacción hace lo que le digan. Pero poco a poco se va decantando, y como puede se sitúa.
-Mucho se habla del impacto de las nuevas tecnologías e Internet. ¿Se exagera? La historia del periodismo es también la de la irrupción de tecnologías novedosas, sea la imprenta, la radio, la fotografía o la televisión.
-En el año 2001 escribí un libro, «El éxtasis cibernético», donde criticaba todo este éxtasis religioso que existe con la red. Las nuevas tecnologías y la red son herramientas nuevas que están cambiando muchas costumbres. Pero no exageremos tampoco. Aquí no hay un cambio esencial de nada. Hay, como siempre, gente con una ética egoísta, y otra con una ética solidaria. Incluso la red es un estímulo para la vanidad y el egoísmo. También se da actualmente una sacralización de la tecnología. Por otro lado, cuando se inventó el telégrafo o el teléfono también hubo una revolución. Hay muchas cosas que dijo Aristóteles y que están de plena actualidad. Antes incluso, ¿qué es el bossón de Higgs sino la visión atomista de Demócrito? Lo que nos lleva a las teorías de los presocráticos (siglo VI AC). Cuando nos metemos en la historia nos damos un bautizo de humildad y comprendemos que las nuevas tecnologías no implican tanta revolución como parece. Más bien la revolución consistiría en estudiar bien la historia y ser menos prepotentes de lo que somos.
-Problemas y desafíos de la llamada prensa «alternativa». ¿Por dónde se debería caminar?
-Es una pregunta difícil. Porque se trata de vivir en un contexto de mercado pero criticándolo. ¿Cómo se hace eso? Es la cuadratura del círculo. Parece imposible, pero no lo es. Primero, hay que unirse en un medio fuerte. Es decir, no puede estar cada uno «pegando» tiros por su lado. En segundo lugar, la gente tiene en sus manos -igual que se compra un coche o un frigorífico- mantener uno o varios medios de comunicación. El periodista no puede vivir del voluntarismo, tiene que vivir de su trabajo. En los medios «alternativos» también, o más todavía. Si la gente quiere un buen periodismo, independiente del gran «totalitarismo» que para mí representa el mercado, habrá que ayudarles a esos periodistas a que salgan adelante. Y también pedirles cuentas, pero dejándoles trabajar.
-¿Ayudaría la existencia de medios públicos? ¿Está marcando la senda América Latina?
-Siempre ha de haber medios públicos, porque la información es demasiado importante como para dejarla en manos privadas. Desde el momento que hay publicidad, desaparece la libertad. En América Latina, por otra parte, se están dando pasos y desafiando el orden mundial. Y ello permite distinguir dos clases de políticos. El que llega al poder, no cumple con su programa electoral y respeta el juego establecido. Y otros políticos, que llegan con un programa revolucionario, transformador, y lo quieren llevar a cabo. Estos chocan con el poder mediático, que está conectado con el poder socioeconómico en general. Es lo que está sucediendo en América Latina.
-¿Puede realizarse un periodismo serio y riguroso a la vez que comprometido o militante?
-Se puede hacer, pero siempre que a uno le dejen los propietarios de los medios. El periodista ha de proporcionar toda la información, aunque a uno no le guste dar voz a una fuente determinada. Al ciudadano hay que darle la noticia con todas las aristas para que saque sus conclusiones. Darle toda la información, caiga quien caiga. Eso es el periodismo. Ahora bien, la militancia está en los editoriales y en los columnistas. La información son hechos. Además, hay un factor que limita al periodista: los públicos. Estos piden que se les diga aquello que quieren escuchar. Los lectores de Rebelion.org quieren que se les diga que el capitalismo es muy malo, y los de ABC y La Razón, que la izquierda marxista es muy mala. Pero todo esto es una simplificación de la mente. En esos términos no debe pensar una persona de izquierdas, pues la izquierda es ciencia e ilustración, entre otras cosas. Se trata de que uno se forme su propia opinión, después de conocer y estudiar todo lo que hay disponible.
-¿Dónde deben quedar las emociones del periodista?
-Teóricamente han de quedar fuera. El periodista no puede expresar sus emociones así como así. Si está cubriendo una guerra en la que muere gente, tiene que estar describiendo aquello pero sin afirmar que unos son los buenos y otros los malos. Después, en un «suelto», ya puede opinar lo que considere conveniente.
-Las prisas, las urgencias, la inmediatez… ¿Condicionan la calidad de la información?
-Las prisas son un «virus» del periodista, lo que ocurre es que después esto se ha aprovechado mucho mercantilmente. El periodismo es un oficio, digan lo que digan, que no tiene horarios. Si ve que está pasando algo, el periodista no va a quedarse en su casa. Aunque no sea su turno de trabajo, sale corriendo a ver lo que ha sucedido. Eso es de cajón… El periodista, como te decía, lleva un «virus» dentro por querer saber las cosas. Y para eso no hay horarios. Aunque estemos mal pagados, que siempre lo hemos estado. El problema, hoy, es que las plantillas son escasas y las empresas no hacen caso de la dignidad del periodismo y del periodista. Es en ese contexto donde cobra sentido la frase de Hemingway: «El periodismo es una profesión maravillosa, si sabes dejarla a tiempo».
-Pero permanece el «veneno» por el conocimiento del que hablabas…
-Y que es lo que une al periodista con el científico. Ninguno de los dos pide mucho. Un científico pide una infraestructura para investigar. El periodista, un sueldo para vivir dignamente. Pero hoy no le dan ni eso… Por esto es por lo que se protesta, por las condiciones laborales. Es normal. El que no puede desarrollar su vocación, se angustia y se enfada.
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