En un contexto de balcanización del movimiento obrero argentino, donde cinco centrales asumen la representación obrera, la reciente elección de la Central de los Trabajadores de Argentina se instituye como un mojón de continuidad, aportando una salida de representación de los intereses de los trabajadores, como así también, una buena traducción de éstos en relación […]
En un contexto de balcanización del movimiento obrero argentino, donde cinco centrales asumen la representación obrera, la reciente elección de la Central de los Trabajadores de Argentina se instituye como un mojón de continuidad, aportando una salida de representación de los intereses de los trabajadores, como así también, una buena traducción de éstos en relación a la política nacional. La re-elección de Hugo Yasky como secretario general de la conducción nacional de la CTA, muestra un camino posible donde articular políticas que concuerden con las coordinadas centrales de un proyecto político popular, al tiempo que contiene la capacidad de marcar agenda propia y señalar contradicciones; toda una apuesta en la construcción de identidad política desde una independencia política proba.
Sin embargo, los puntos de contacto con parte del movimiento obrero son influctuosos por múltiples razones, siendo la principal, la traslación del volumen de política desplegada, desde la órbita netamente gremial a un criterio de satélite de los intereses del coro opositor y de grupos corporativos. De esta forma, varios de los sectores que participan de las restantes centrales, han pasado a ocupar asiento como piezas indispensable de una operatoria de pinzas, que conjuga la presión mediática y de las élites económicas con una movimiento sindical que busca ganar las calles, a fin de poder cerrar la pinza contra las políticas que representan a las grandes mayorías populares. La adjetivación de estas maniobras queda a cargo del lector.
Sobrevuela el teatro de operaciones donde las conducciones obreras juegan sus antagónicos roles un eje ordenador, el nivel de empleo. Siendo indiscutible las tensiones asociadas al empleo a través de lo que denomino puja distributiva entre una política expansiva de la demanda, como política contra cíclica inducida desde el gobierno y las argucias por abalanzarse sobre los altos niveles de dinero circulante por parte de los empresarios, vía aumento generalizados de precios. En la coyuntura los niveles de empleo no responden a un criterio unificado, y se expresan por rama de producción, dentro de las cuales algunas se explican por condicionalidades externas, pero otras deviene de una práctica asociada a la especulación neta, por la cual se busca sistemáticamente escapar a la reinversión, atento la incapacidad de pensar en una tasa de ganancia sostenida a mediano y largo plazo, refugiándose en diversas herramientas especulativas, siempre, casi de forma omnipresente, comparando el rendimiento de los comódites del agro negocio. De aquí se despenden algunas observaciones que no pueden ser ignoradas, tales como, la conducta especulativa del empresariado argentino descripta, conjuntamente con la histórica maniobra de fuga de divisas, las cuales ponen en discusión la posibilidad real de que la industria alcance márgenes de competitividad que permita generar autosuficiencia de divisas para su expansión y consolidación. El nivel de empleo tiene atado su de destino a la evolución de esta variable.
Asumir esta hipótesis debiera llamar a la reflexión a buena parte de los cuadros de conducción del movimiento obrero, reconfigurando su hoja de ruta y en consecuencia la caracterización de enemigos principales y accesorios. Son 200 años de una línea histórica ininterrumpida que busca en términos cíclicos desmarcarse de la división internacional de trabajo, que asignó a nuestra patria el pasivo rol de granero del mundo.
Cuestiones de semejante calibre debieran de integrar el núcleo duro de ideas alrededor del cual amalgamar la acción sindical.
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